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Josep Fontana y la historia marxista (1931-2018)

Por José Babiano (*)

Desde que el pasado martes, día 28, la Universidad Pompeu Fabra (UPF) difundiese una nota en la que daba a conocer el fallecimiento, ese mismo día, del profesor Josep Fontana y su trayectoria vital y profesional, las ediciones digitales de los grandes medios han venido repitiendo obituarios de urgencia.

En todos ellos, podemos encontrar desde algunos detalles de su formación como historiador hasta una breve relación de sus principales publicaciones -como hace el mismo comunicado de la UPF-, pasando por las universidades en las que trabajó como profesor y sus distinciones civiles y académicas.

La casualidad ha querido que la desaparición de Josep Fontana haya tenido lugar justo en el doscientos aniversario del nacimiento de Karl Marx. Porque, como es de sobra conocido, Fontana se consideraba a sí mismo un marxista, tanto desde el punto de vista de historiador como en lo que concierne a sus compromisos y lealtades personales. Y en lo que puede ser su penúltimo trabajo publicado (con toda probabilidad la muerte le ha alcanzado ultimando algún postrer texto), definía al historiador marxista de la siguiente manera, nada dogmática:

Ser «un historiador marxista» consiste, en mi opinión, en participar en un amplio campo intelectual que va más allá de las codificaciones más o menos dogmáticas que forman lo que algunos entienden por «marxismo», para seguir el método que Marx proponía en 1879, cuatro años antes de su muerte, de «observar el curso actual de los acontecimientos hasta que lleguen a su maduración antes de poder 'consumirlos productivamente'[1].

Y a continuación señalaba los diferentes hitos que había recorrido en su formación como historiador marxista. Una formación que, según creía, debe permanecer siempre activa. Comenzaba esa trayectoria citando a Pierre Vilar, a quien conoció en 1957, el año en el que ingresó en el PSU de Cataluña. A finales del franquismo Vilar era muy popular entre los estudiantes gracias a sus breviarios sobre la historia de España y la Guerra Civil española. Pero Vilar, en mi opinión, cultivó un marxismo un tanto precario. No es que el marxismo estructuralista francés constituyera el contexto más estimulante. En la siguiente década, Fontana trabajó en Liverpool y se dio de bruces con la historia marxista británica. Más allá de ese provechoso encuentro, es necesario subrayar que, años después, desde la Editorial Crítica, Fontana hizo un trabajo excepcional por lo que se refiere a la difusión en castellano de algunas de las obras cumbre de esa historiografía. Así fue señaladamente con La formación de la clase obrera en Inglaterra, de E. P. Thompson. La formación..., todo hay que decirlo, es a día de hoy cotidianamente arrojada por la ventana en los ambientes académicos. Sin embargo, más de medio siglo después de su aparición ofrece valiosas herramientas de orden interpretativo. Las versiones en castellano de los estudios de Hobsbwam sobre la historia del trabajo, además de una parte de su trilogía sobre el siglo XIX (La era de la Revolución la había publicado con otro título y anteriormente Guadarrama) se las debemos igualmente al impulso editorial de Fontana.  

Una tercera influencia para el historiador catalán procede del hallazgo de los Cuadernos de cárcel de Gramsci, de los que subraya los fecundos conceptos de hegemonía y dominación. Los Cuadernos, que no han contado con mucho predicamento entre la historiografía española, no son una obra de fácil lectura. Fueron redactados en penosas condiciones de cautiverio, sin poder contar con una bibliografía auxiliar suficiente y su prosa es deliberadamente oscura al objeto de eludir la censura carcelaria. Por eso sonroja a veces el desparpajo con el que son citados en algunos ámbitos de la izquierda política.

Fontana se siente asimismo deudor en su formación de una serie de colegas latinoamericanos como Moreno Fraginals o Flores Galindo y menciona al bengalí Ranahit Guha, como una de las voces renovadoras del marxismo. Debe llamarse la atención sobre la asunción de esta deuda, porque rara vez se admite en los círculos intelectuales europeos, a menudo imbuidos por prejuicios etnocéntricos, una influencia procedente de países postcoloniales. Bien es cierto que los estudios subalternos, que inspiró el propio Guha se han situado en ruptura con el propio marxismo y como ha señalado Eagleton, han dado lugar a una suerte de jerga solo comprensible para algunos centenares de académicos instalados en universidades anglo-occidentales[2]. Una herencia escueta.

Más allá de sus propias referencias creo que una anécdota puede darnos una idea de Fontana como historiador marxista (y como marxista, a secas, comprometido). En 2015 se celebró en Barcelona la III Conferencia Internacional sobre Huelgas y Conflictos. Por su propio título ya puede intuirse que no contaba con grandes patrocinadores privados ni institucionales. Era el típico evento que sale adelante gracias a una pequeña ayuda de la universidad y al enorme esfuerzo de las personas que lo organizan. Pero era también el típico evento con el que Fontana se solía comprometer. Y, en efecto, la conferencia inaugural estuvo a su cargo. En su disertación hizo una amplia mención a El capital en el siglo XXI, de Thomas Picketty. Como se recordará el libro, por entonces muy en boga, abordaba el estudio de la desigualdad económica en el capitalismo. En un momento determinado Fontana señaló en tono crítico que Picketty mencionaba solamente una vez a los sindicatos y citó la página. Le parecía inconcebible que en un asunto como el que trataba El capital en el siglo XXI, el trabajo organizado no formase una parte significativa del análisis.

Pero no nos engañemos, Josep Fontana que, efectivamente es acreedor de los elogios vertidos en los obituarios de esta semana, no ocupaba una posición influyente entre amplios círculos académicos de la historiografía contemporaneísta. Una historiografía que oscila a menudo entre el enésimo giro de la postmodernidad y los convencionalismos de una historia política al uso. No es extraño que la UPF le haya despojado de su condición marxista a la hora de comunicar su muerte.

Notas:

[1] Cf. Josep FONTANA: «La formación de un historiador marxista», Nuestra Historia, 5, 2018, p. 11.

[2] Terry EAGLETON: Why Marx Was Right, New Haven, Yale University Press, 2011.

 

(*) José Babiano. Historiador, es director del Área de Historia, Archivo y Biblioteca de la Fundación 1º de Mayo