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¡El 35%!

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Por Esteban Valenti (*)

Bajo nuestros ojos desatentos se está produciendo el cambio más importante de la política nacional, desde la apertura democrática y podríamos decir desde que existen encuestas de intención de votos en nuestro país: el 35%, la primera mayoría! Es la que declara que votará en blanco, anulado o no sabe y no contesta sobre su voto en el 2019.

Este resultado es de la empresa CIFRA y es la reacción de los entrevistados en la primera pregunta, luego los sometieron a una repregunta y el porcentaje baja al 19%, de todas maneras muy alto. Lo bueno de este sistema es que conocemos las primeras reacciones de la encuesta y, eso tiene su valor.

No es ninguna sorpresa, se percibe en todos lados en altísimo porcentaje de personas que no saben que van a votar o directamente dicen con mucho énfasis que es lo que no van a votar o que no van a votar a ninguno. Los partidos y sus líderes tienen naturalmente la posibilidad de refugiarse en la incredulidad o directamente en sus sospechas frente a las principales encuestadoras.

Una cosa está clara, no hay nadie que pague para que ese sea el resultado...

Nunca desde que hay registros de encuestas de intención de voto a 10 meses de las elecciones internas, 14 de las nacionales y 15 meses del balotaje hubo un nivel tan elevado de ciudadanos descontentos con el conjunto del sistema político, con los partidos políticos.

¿A quién afecta este alto porcentaje? A todos los políticos, pero de manera diferente. El Frente Amplio tiene una caída de entre 12 y 14% de la intención de votos comparando encuestas de hace 5 años, y eso es mucho, pero el Partido Nacional prácticamente está anclado en su 29-30% y el Partido Colorado bajó otros 4 o 5% de su desastre anterior, el Partido de la Gente, lo único que logró es ocupar el porcentaje que perdieron los colorados. EL Partido Independiente ha crecido algo, tampoco nada extraordinario. Los partidos menores siguen siendo marginales. El gran partido es el de los descontentos y dudosos.

Esta situación se verá reflejada claramente en junio del 2019 en las elecciones internas, a pesar de que allí ya estará toda la carne en el asador, con la competencia de todos los precandidatos.

Cuando se hacen análisis políticos, se corre el serio riesgo de enredarse en una madeja de razonamientos dentro del sistema, dentro del juego de los sillones y no ver lo fundamental, y aquí como en todas las cosas de la política la clave, lo fundamental es la gente, el 35% de la encuesta son más de 800 mil uruguayos y además si se penetra más a fondo en las preguntas y respuestas sobre la pertenencia a los partidos se descubre un gran desenamoramiento, desprestigio, pérdida de expectativas de parte de la mayoría de los uruguayos. Y eso es lo que importa, no solo la previsión de los posibles resultados.

Que cientos de miles de uruguayos se alejen de la política, no crean en ninguno de sus partidos, la coloquen por afuera de sus expectativas es un hecho grave, que no puede leerse solamente en el plano electoral y de la comunicación, es el más grave de los cambios políticos y culturales que está viviendo el país.

Si eso tiene una reversión provisoria en alguna de las instancias electorales próximas, con un peso determinante del voto obligatorio, el fenómeno de fondo seguirá allí, revoloteando sobre toda la sociedad uruguaya. ¿Los dirigentes políticos, percibirán este peligro?

La calidad de la democracia depende del compromiso de sus ciudadanos con ella. Eso en primer lugar y lo que se ha debilitado es precisamente ese compromiso.

La atención y la voluntad de una básica participación en la política es clave no solo en las elecciones, sino en el estado de ánimo de un país, en su capacidad de emprender proyectos de avance y de progreso y sobre todo cambios en serio. Y el Uruguay necesita más cambios y cambios más en serio.

Es imposible pensar en un cambio en la convivencia social sin el interés y el compromiso de la gente, lo mismo sucede en la educación, en la seguridad, en el trabajo, en la confianza general del país en su destino.

Si en todos los países la política juega un papel civilizatorio fundamental, en el Uruguay esa necesidad se refuerza, necesitamos un sistema político con vitalidad y participación de la gente, como parte fundamental de la identidad nacional.

Es absolutamente cierto que la brecha entre la política y las sociedades ha crecido en todo el mundo, sobre todo en Europa, que es siempre un punto de referencia para los uruguayos, pero no puede ser una coartada, en el Uruguay la brecha se hizo más profunda, más ancha y tiene del otro lado mucha más gente por responsabilidad de los políticos y en particular de la izquierda, del gobierno.

La emergencia nuevamente de problemas de desempleo creciente y destrucción de puestos de trabajo, la inseguridad que nos cambió dramáticamente la calidad de vida, el empantanamiento de la educación pública y en general y sobre todo la aparición constante de episodios de corrupción y malas costumbres en la gestión pública a nivel nacional y de varios departamentos e instituciones (AUF, por ejemplo) son un tobogán por el que nos precipitamos.

Desde las diversas posiciones políticas hace falta una gran batalla ideológica, de confrontación política entre las diversas fuerzas y opiniones, pero donde lo único y casi obsesivo no sea la conquista de los sillones. La sillontocracia practicada desde el poder o desde la oposición aleja a la gente de la política, es parte fundamental de la gangrena que nos aqueja.

Cuando aparece un nuevo caso de manejo inmoral de la cosa pública, o algunos casos se arrastran por cálculos menudos durante meses y los partidos o desde el gobierno no se reacciona con firmeza y con severidad, incluso ante el peligro de ser demasiado rigurosos, lo paga la política y lo paga muy caro.

El Uruguay necesitaría una campaña electoral donde algunos de sus actores, tradicionales o que emerjan, se arriesguen a hablar claro, a decir las cosas que puedan parecer incomodas pero que reflejen los peligros, las posibilidades, los retos reales del país, sin medir miserablemente si le dan algún votito. Sé que puede parecer ingenuo, pero yo confió en la inteligencia y la sensibilidad de la gente y en general no me ha ido mal, en victorias y en derrotas.

El Uruguay - el dato del 35% es el principal indicador - está entrando nuevamente en una etapa de su existencia, donde una parte muy importante de su sociedad pone en duda la viabilidad del país, sus capacidades, sus condiciones para salir adelante. Ya hay otros pequeños y preocupantes indicadores.

Al actual gobierno le quedan 19 meses de vida, no son pocos, es casi un tercio de su mandato y el Uruguay no puede solamente flotar a la espera de las instancias electorales, necesita impulsos nacionales, es decir con el aporte de todos, para lo cual hay que arriesgarse, hay que tener iniciativas. Esta responsabilidad, en otro plano, pero es también de la oposición. Los partidos políticos uruguayos también tienen esa diferencia con otras realidades en la región y en el mundo. Deberíamos aprovecharla.

Será difícil porque la campaña electoral lentamente lo cubre todo y ocupa todo el espacio político, pero debería haber, surgir personalidades políticas, culturales, académicas que se colocaran por encima de la natural y espinosa disputa electoral y ayudaran a todos a construir una parte fundamental de nuestro relato nacional.

El 35% o el 19% de descontentos manifiestas y confesos es una enorme grieta que afecta gravemente a la política y a la sociedad uruguaya en su conjunto.

Como yo hoy me considero entre ese 35%, trato todos los días de recordar una brillante frase deArnold J. Toynbee"El mayor castigo para quienes no se interesan por la política, es que serán gobernados por personas que sí se interesan"

(*) Periodista, escritor, director de uypress.net  y bitacora.com.uy. Uruguay