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La Turquía de Erdogan

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Por Michael Roberts  (*)

Turquía es un país de 80 millones de personas y 56m de adultos tenían derecho a voto en las elecciones generales del domingo. 87% de los cuales lo ejercieron.

El actual presidente, Recep Erdogan, del AKP islámico, fue reelegido con el 52% de los votos y el principal candidato de la oposición, Muharrem Ince, del CHP laico y de centro izquierda, consiguió el 31%. El AKP de Erdogan ha caído en las legislativas del 49,5% en las últimas elecciones de noviembre de 2015 al 42,4% actual. La transferencia de votos parece haber beneficiado al MHP ultranacionalista, que obtuvo el 11,2% y ahora va a formar parte de un gobierno de coalición con el partido de Erdogan.

El gobierno de Erdogan se ha consolidado. Ya había conseguido gracias a un referéndum aumentar drásticamente los poderes del presidente. Ahora ha ganado unas elecciones generales anticipadas justo antes de que estalle una crisis económica en el país.

Desde el fallido golpe militar de 2016, Erdogan ha impuesto el estado de emergencia y una represión sin precedentes. El objetivo del golpe de Estado era impedir que continuase la islamización del gobierno Erdogan y restaurar el estado laico de Kemel Ataturk de 1917. Sobre todo, el ejército quería hacer volver a Turquía al redil del capital internacional y la UE.

Tras la derrota del golpe, Erdogan se ha movido rápidamente para destruir cualquier vestigio de oposición y romper con los intereses políticos del capital internacional, representados por la UE, el FMI y la ONU. Más de 100.000 personas han sido detenidas. Miles de millones en activos han sido expropiados y 150.000 personas han sido purgadas, perdiendo no sólo su trabajo, sino sus pasaportes (y los de sus cónyuges) y han sido calificados de una amenaza para la seguridad nacional. A menudo, pierden su vivienda (ligada al empleo público) y sus pensiones. "Una élite está siendo desplazada por otra: las propiedades cambian de manos, nuevos cuadros son promocionados en la función pública, las universidades están siendo vaciadas de un cierto tipo de intelectuales para ser sustituidos por otros más leales, y los capitalistas cercanos al régimen copan el patrocinio y las licitaciones del Estado, participando en el saqueo de activos".

Bajo Erdogan, la corrupción es aún mayor (como ocurre en varias de las grandes economías emergentes como México y Brasil, que también tienen elecciones este año).

La razón principal para la convocatoria anticipada de elecciones fue la crisis económica inminente en Turquía. A primera vista, la economía turca parece ir bien - con un crecimiento del PIB real de mas del 7% oficialmente. Pero es una ilusión. Gran parte de este crecimiento es producto de una expansión inmobiliaria improductiva y los grandiosos proyectos de infraestructura del gobierno.

La rentabilidad del capital turco ha sido decreciente desde el final de la Gran Recesión. Y el crecimiento económico se estaba cayendo rápidamente en 2016 en el momento del golpe. Pero, desde entonces, Erdogan ha generado un boom, sobre todo en el sector inmobiliario y la banca a través de una bajísimas tasas de interés y el aumento del gasto público. La inversión extranjera ha financiado esta inversión improductiva.

Este auge del crédito ha elevado la tasa de inflación hasta los dos dígitos exponiendo a Turquía a los riesgos de una inversión en los flujos de capital en cualquier momento.

Y ese es el problema que acecha. El aumento de las tasas de interés mundiales y la creciente amenaza de una guerra comercial desatada por el presidente de EEUU, Trump, va a afectar especialmente a las llamadas economías capitalistas emergentes como Turquía. El coste de los préstamos en moneda extranjera va a aumentar mucho y es probable que se revierta el flujo de inversión extranjera. Turquía tiene una deuda externa equivalente al 50% de su PIB, y está aumentando rápidamente. Debe dedicar más del 20% del PIB anual al pago de la deuda externa y más de un tercio vence en los próximos 12 meses.

Turquía esta al borde de una crisis de la deuda, junto con Argentina (donde ya ha estallado), Ucrania y Sudáfrica.

Erdogan agita el populismo ante sus partidarios en el sentido de que no va a permitir que el FMI o la UE le digan lo que tiene que hacer. Pero el resultado es que la lira turca se está hundiendo en el último año porque los inversores extranjeros abandonan Turquía por temor a una inminente crisis de la deuda.

 

 

Erdogan pudo haber ganado las elecciones; puede haber aumentado su poder represivo y autocrático; y puede seguir haciéndole un corte de mangas al capital internacional. Pero la economía de Turquía tiene los pies de barro y es vulnerable a una recesión importante si aumentan las tendencias globales al encarecimiento del capital extranjero y el fin de la globalización.

(*) Michael Roberts  reconocido economista marxista británico, que ha trabajador 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.

Fuente: https://thenextrecession.wordpress.com/2018/06/25/erdogans-turkey/

Traducción:  G. Buster