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De la desigualdad a la inestabilidad sistémica

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Por Roberto Sansón Mizrahi  (*)

Una vez instalada, la desigualdad se constituye en un crítico componente de la dinámica concentradora que, al contraer la demanda efectiva, contribuye a generar los recurrentes episodios de inestabilidad sistémica.

Un crítico factor que enerva el funcionamiento económico es la creciente desigualdad que existe entre países y, dentro de cada país, entre sectores sociales; desigualdad generada por un proceso de acumulación que, de no mediar decisiones políticas en contrario, tiende a concentrar la riqueza.

Pugnas y tensiones a nivel global

Cuando en los países centrales se producen serios estrangulamientos por una oferta productiva que no cesa de crecer y que depende para sostener ese crecimiento de una demanda que no acompaña, el funcionamiento sistémico bracea en búsqueda de soluciones que le permitan proseguir con su estructura intacta. Ese tipo de soluciones que facilitan el acceso al consumo pero no a los ingresos (implicaría tocar la estructura distributiva) requieren de un sistema financiero que empuje todo lo que pueda los límites de viabilidad del proceso concentrador; actúa como un efímero dique que pospone hasta donde puede el estallido de temibles burbujas especulativas.

Al mismo tiempo, los países centrales procuran compensar su contraída demanda interna con agresivas políticas de acceso a los mercados del resto del mundo. Mercados que encuentran muy difícil resistir esa agresión, peor aun cuando gobiernos neoliberales imponen una apertura de importaciones que barre con sus incipientes industrias y servicios.

Al interior de las economías no centrales se reproducen las desigualdades derivadas del proceso concentrador con el agravante de sufrir extendida pobreza y funcionar con un débil aparato productivo, frágil mercado interno y frecuentes estrangulamientos de sector externo. Estos factores y las duras circunstancias internacionales desestabilizan su funcionamiento económico dando paso a una recurrente inestabilidad que compromete su desarrollo.

Impactos de la concentración

* La concentración de la riqueza lleva a la segmentación de la demanda efectiva. Los sectores concentrados, con necesidades básicas plenamente satisfechas, desarrollan una demanda conspicua que envía señales al aparato productivo para que produzca ese tipo de bienes y servicios.  Se consagra así una pésima asignación del ahorro nacional que, a la vez, genera intereses corporativos asociados con el sostenimiento de ese patrón de consumo y del proceso de concentración que lo sustenta.

Al lado de los sectores concentrados, coexisten tanto sectores de bajos ingresos que no logran satisfacer sus necesidades básicas conformando una muy disminuida demanda efectiva, como sectores medios que cubren sus necesidades básicas y por sobre ese nivel tienden a reproducir buena parte del patrón de consumo superfluo.

* Al mismo tiempo, los sectores beneficiados por el proceso concentrador acumulan enormes excedentes financieros que requieren ser reciclados. La contraída demanda efectiva reduce oportunidades en la economía real mientras que el sistema financiero crea sofisticados productos para absorber los excedentes que necesitan ser reciclados obteniendo en el proceso altos retornos. De esta forma se instala un peligroso circuito especulativo con productos financieros que compiten en términos de tasas de retorno y riesgo inherente a cada transacción. Los mayores retornos se logran con audaces ingenierías financieras y cierto encubrimiento de los riesgos implícitos, como ocurrió con los préstamos hipotecarios "sub prime" y otros préstamos para el consumo (tarjetas de crédito). Al no ampliarse su base de sustentación este proceso deviene inherentemente insostenible.

* Frente a los desajustes derivados del proceso concentrador, ¿cómo reacciona el sistema económico? Una solución orgánica para asegurar que el crecimiento productivo pueda mantenerse y no se estrangule es reducir o revertir la concentración de ingresos. Con ello se amplía el mercado consumidor en base a ingresos genuinos y se generan en simultáneo nuevas oportunidades en la economía real para absorber los recursos disponibles a través de la inversión productiva.

Lamentablemente no es ésta la ruta que prima en el mundo contemporáneo. En cambio, en ausencia de una intervención correctora exógena el sistema económico reproduce su forma de funcionar sin transformar la tendencia hacia la concentración. En lugar de ampliar los ingresos genuinos de sectores medios y bajos les provee de financiamiento que, después de algunos ciclos crediticios, genera una extendida situación de sobre endeudamiento imposible de sostener. Soluciones crediticias pueden atemperar los impactos de la concentración pero si no se transforma la dinámica de ese proceso tarde o temprano se desestabiliza el sistema económico y aparecen las crisis.

Estrategias correctoras

Para ser efectivas, las soluciones -siempre singulares según países y sus circunstancias- debieran incluir un común denominador que es transformar el proceso económico que lleva a la tremenda concentración de la riqueza, incluyendo mejoras en los ingresos genuinos de las grandes mayorías.

Las estrategias correctoras abarcan múltiples dimensiones entre las que destacan las siguientes:

Adoptar macro políticas orientadas a abatir desigualdad en materia fiscal, de gasto público, de estabilidad monetaria, de canalización del ahorro hacia la inversión real.

Transformar la matriz productiva nacional de modo de asegurar una plena y eficaz movilización de los recursos disponibles, reducir vulnerabilidades y establecer una balanceada distribución sectorial y territorial de las actividades económicas.

Adoptar medidas para transformar y fortalecer cadenas de valor, asegurando una justa distribución de resultados entre quienes las conforman y optimizando los efectos secundarios sobre otros actores.

En ese contexto, apoyar con firmeza a pequeños emprendimientos promoviendo una sólida formación de capital, su estructuración como organizaciones productivas de porte medio, el acceso a mercados, la incorporación de gestión y conocimientos de excelencia, asumiendo plena responsabilidad tributaria, laboral y ambiental.

El basamento socio-político de la marcha concentradora

Las recurrentes crisis que sufren los países expresan graves fallas sistémicas. Es el corazón del sistema global el que está fallando y procura protección para no ser arrollado por las mismas fuerzas que ayudó a desatar. Debe quedar claro que sus problemas no derivan de una suerte de evolución natural de las cosas sino de la peculiar forma como se han organizado y funcionan las economías nacionales y el sistema global en su conjunto. Hoy el desafío es fijar un nuevo rumbo sistémico y adoptar una forma más justa y sustentable de funcionar.

En esa perspectiva, la desigualdad no es un factor que explica de por sí el curso de los acontecimientos sino que es el resultado, devenido en parte constitutiva, de un entramado económico y geopolítico que lleva hacia la creciente concentración de la riqueza y el poder. Ocurre entonces que, una vez instalada, la desigualdad se constituye en un crítico componente de la dinámica concentradora que, al contraer la demanda efectiva, contribuye a generar los recurrentes episodios de inestabilidad sistémica.

El proceso concentrador está promovido y conducido por poderosos grupos económicos que operan a nivel global contando con la complicidad de élites locales, grandes complejos mediáticos, sectores de la política y la justicia, usinas de pensamiento estratégico y centros universitarios supuestamente de excelencia.

Frente a esas fuerzas se debaten sociedades desconcertadas o intimidadas por la ferocidad con que son agredidas. Su acceso a la información de lo que realmente sucede está seriamente limitado; la interpretación de hechos y de los procesos subyacentes viene condicionada por un pensamiento hegemónico que impone sus propias perspectivas, criterios y valores. En esas condiciones no es sencillo procurar transformaciones sustantivas y, sin embargo, toca a cada sociedad asumir los desafíos y encarar la espinosa trayectoria de informarse, comprender, alinear la diversidad de intereses de las mayorías, organizarse para actuar y acceder al poder decisional.

(*) Economista, planificador regional y urbano, consultor, dirigió empresas, autor de Un país para todos, Crisis global: ajuste o transformación, Democracias capturadas y otros libros, Co-Editor de Opinión Sur. Argentina.