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Cinco trabas para los cambios

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Por Esteban Valenti (*)

No sería necesario explicarlo, justificarlo, pero estos son tiempos donde nada debe darse por descontado, hay que decirlo alto, incómodo y fuerte.

El Uruguay, el Proyecto Nacional necesitan, reclaman una nueva generación de cambios para poder seguir avanzando, en cuatro direcciones: crecimiento impetuoso de la economía por lo tanto de la producción; mejora en las oportunidades y en la distribución de la riqueza y por lo tanto en los indicadores sociales y en especial en el núcleo duro de la pobreza; avance en la calidad de la convivencia democrática y social; equilibrio y protección ambiental Los cuatro planos se entrelazan y se hacen inseparables.

Si lo que se pretende es retocar lo que se ha hecho, ajustar algo, surfear las situaciones, podemos seguir - si los electores lo permiten, lo que será difícil - seguir por este rumbo y a este ritmo, si queremos lograr en nuevas condiciones, creadas por los cambios anteriores, construir un fuerte impulso, se necesitan cambios de una nueva generación. ¡Cambios más profundos!

En esta columna no voy a concentrarme en detallar lo que considero que deben ser los ejes centrales de esos cambios, sino en las principales trabas para poder ejecutarlos. Una cosa es tan importante como la otra, de acuerdo a la experiencia de estos 13 años de gobierno y 28 de gobierno en Montevideo. Y hay que elegir cuáles son esas trabas principales. Gobernar es elegir, hacer política de calidad es elegir, gestionar bien es elegir bien las prioridades.

Considero que las trabas son cinco.

La primera traba, fundamental para profundizar los cambios en el Uruguay es atacar la mentalidad dominante en una parte fundamental de la sociedad uruguaya, incluyendo a los políticos, sobre el papel del Estado y sobre la relación entre las personas con el Estado. Mientras se presenten a un llamado para ser portero en un banco del Estado, miles y miles de aspirantes y a un puesto interesante, con buen sueldo en una empresa privada se recojan una decena de curriculum, no hay plafón posible para la nueva generación de los cambios. Estamos achatados.

Se trata de cambios y de atacar el tema a nivel legislativo, cultural, de organización, de procedimientos y de ser capaces de medir los resultados concretos de esos cambios, que no se queden en las nubes. Y para ello hay un aspecto clave, entrar a trabajar en el Estado, a cualquier nivel, no puede ser una garantía de inamovilidad perpetua. Hay que facilitar el ascenso de los mejores, el control de los que no rinden y utilizan el estado y la expulsión de los que no cumplen sus responsabilidades. Sin eso, todo lo demás son paparuchadas.

Hay que reducir en forma importante el número de funcionarios públicos, a nivel nacional y departamental. Hay que calificarlos. Y hay que animarse a decirlo, con un sentido progresista: tener funcionarios innecesarios en el Estado es obligar a otros que los mantengan con su trabajo. Es injusto, profundamente injusto y fortalece el parasitismo y la peor burocracia.

El Estado, su estructura e incluso su mensaje cultural fue un aporte fundamental a nuestra identidad, ahora es un acorazado encadenado a nuestros pies. Y en algo fundamental: el sentido del tiempo y su utilización. Los uruguayos en un buen porcentaje, damos la sensación de tener una expectativa de vida de 130 años...¡Tenemos que asumir que no tenemos todo el tiempo del mundo ! Y eso tiene mucho que ver con lo estático e inamovible del Estado.

En segundo lugar y directamente asociado a la anterior, hay que cambiar la cultura y la práctica que actualmente existe en Uruguay en relación al trabajo. No todos somos iguales, hay gente que trabaja bien y mucho, pero, hay demasiados que no lo hacen estructuralmente, que consideran que lo "normal" es trabajar lo menos posible. Y eso funciona a todos los niveles, público y privado, abajo, en el medio y arriba.

Haciendo chistes, jactándonos de nuestra viveza criolla y mucho peor, haciendo sociología barata sobre el tema, lo único que aportamos es un halo de justificación. Y sin modificar en amplios sectores de la sociedad uruguaya el valor del trabajo, no hay perspectivas de un salto en todos los frentes como necesita el Uruguay. Algo más de 55% de tasa de actividad en una sociedad con la estructura etaria, demográfica del Uruguay, es insostenible. Es demasiado baja. Aunque las estadísticas indiquen que la desocupación "censada" es del entorno del 7-8%.

Además de un tema de cantidad e intensidad, hay que lograr mejorar la calidad del trabajo a todos los niveles. No es cierto que este es un tema personal, es parte fundamental de la calidad de una sociedad, cuanto trabaja y como trabaja y produce materialmente e intelectualmente una sociedad es la clave de su progreso. El trabajo es clave en cualquier visión progresista. Algunos han incluido la viveza en un empleo como parte de la lucha de clases...

Un tema que debemos atacar y que tiene que ver con las dos trabas anteriores y que nos frenan, es terminar con la idea de que las empresas y los bancos del estado son de propiedad de sus funcionarios, que los deben manejar al ritmo y a gusto y gana en representación de los verdaderos propietarios: todos los uruguayos. Lo cierto es que las pérdidas son sociales, las pagamos todos, y las extraordinarias prestaciones - totalmente disociadas de los resultados - son para los funcionarios.

Eso tiene que ver con el tercer y cuarto aspecto, la educación y la relación con las corporaciones de todo tipo.

La calidad del trabajo y la calidad de la vida en sociedad en su conjunto dependen del nivel educativo y cultural. Y eso se relaciona con la calidad de la educación, la calidad de los resultados, la calidad de los docentes, el nivel de la pedagogía en estos tiempos de grandes cambios y con el porcentaje de uruguayos que comprenden y se juegan por la educación como elemento clave del progreso nacional, familiar y personal. Y obviamente es responsabilidad del Estado, no solo en relación al 6% o al porcentaje del PBI dedicado a la enseñanza, sino a un sistema integrado que funcione, pre escolar, escolar, media, media superior y universidad. No en todos existen los mismos problemas, pero en su conjunto tenemos graves problemas. No figura una sola universidad uruguaya entre las 500 mejores universidades del mundo...Y a nadie se le mueve un pelo.

Estamos a nivel material, de salarios, de inversión por alumno mucho mejor que antes, pero no en los resultados.

La educación y la cultura, la intensidad y riqueza de la vida intelectual, artística y cultural en general del país es la forma de crear el clima adecuado para promover a los mejores y no a los "nuestros" a como dé lugar. Para que no se masifiquen los burros, hay que crear un clima de promoción de los capaces, los cultos, los inteligentes. Con la cantidad de burros que hay en demasiadas posiciones, no hay proyecto posible de país. Tenemos asegurada la decadencia. Y burro no se nace, se hacen.

Todos estamos preocupados por los graves problemas de convivencia, la calidad de las relaciones interpersonales en nuestra sociedad, incluyendo la violencia creciente y la delincuencia. La violencia es el primer combustible del delito. La educación, es la más importante de todas las políticas sociales, es la principal herramienta para combatir contra el delito y contra la violencia. Lleva su tiempo y toda las estrategias, leyes, sistemas operativos policiales, cárceles son el elemento para que ese tiempo pase con los menores daños posibles. Pero a la meta se llega solo con un gran cambio educativo, social y cultural.

El cuarto aspecto es la relación entre la sociedad, el estado y las corporaciones. En el Uruguay se ha instalado la idea de que el avance democrático es darle un poder totalmente desmedido a las corporaciones, incluyendo en primer lugar a los sindicatos. Quien tiene que gobernar es la política, no debe hacerlo ninguna corporación, ni siquiera los sindicatos.

No habrá cambios en la cultura del trabajo, mientras los sindicatos, algunas cámaras empresariales, etc consideren que pudiendo exprimir al máximo al Estado, el rendimiento en el trabajo es totalmente secundario, accesorio.

No hay sociedad democrática sin asociaciones, sindicatos, entidades empresariales etc, pero no hay Proyecto Nacional ni democracia plena, sin un gobierno que tenga una versión general, que elija las prioridades de acuerdo al interés de todos y no se deje imponer deformaciones profundas en la cultura del trabajo, en la productividad pero también en los criterios de negociación por parte de ningún sector. El ejemplo actual son los derechos que se han atribuido los autoconvocados, son la extensión de debilidades peligrosas del Estado que algunos quieren aprovechar y de sus lentitudes en reaccionar.. Aunque haya causas justas, el método, la prepotencia es muy peligrosa.

El otro ejemplo son los gremios de la enseñanza. No todos por igual, ni tampoco confundiendo los docentes con la dirección de los gremios, pero lo cierto es que con los actuales gremios es imposible encarar las reformas que la educación requiere, aunque nadie se atreva a decirlo.

No se trata de hacer las reformas educativas contra los docentes, sería imposible, sino hacerlas contra las corporaciones mínimas gremiales que traban todo. Y lo traban también porque los docentes, la enorme mayoría se desentienden y abandonan el terreno de la lucha por su representación.

Lo mismo se podría decir de Montevideo. No hay posibilidad de un buen gobierno de la capital, con ADEOM y su actual estructura, su actual convenio, sus dirigentes y su capacidad de paralizar casi todo. Digo públicamente lo que se dice en demasiados pasillos y a la sordina.

La quinta traba que se ha instalado fuerte en el país es el efecto Poncio Pilatos. Es el perverso mecanismo de descargar responsabilidades. El caso más claro es en la inseguridad, la policía descarga en la justicia, la justicia en la policía, determinados actores políticos en todos los demás menos en ellos. Hay que combatir y desterrar el sistema alevoso y reiterado de lavarse las manos.

Se acercan tiempos electorales y la catarata de programas y promesas nos inundará. Es lo tradicional y es lógico, la pregunta que habrá que formularse es "como se harán las cosas" y no solo referidos a la plata necesaria.

 (*) Periodista, escritor, director de Uypress y Bitácora.Uruguay