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Defender a Gramsci. (En polémica con Hugo Burel)

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Por Esteban Valenti (*)

El diario El País publicó el domingo 10 de diciembre una interesante nota de Hugo Burel, "Ganarle a Gramsci". En un mundo político e intelectual donde es tan difícil encontrar interlocutores para polemizar, me parece un enfoque agudo y que toca un tema muy importante, el de la hegemonía cultural en la sociedad uruguaya.

 "La indiferencia es el peso muerto de la Historia". Gramsci

El final de la nota de Burel precisa perfectamente el objetivo: "Lo dijo Gramsci: "La realidad está definida con palabras. Por lo tanto, el que controla las palabras controla la realidad". Por si muchos todavía no se dieron cuenta, este es el verdadero escenario en el que se juega".

No es una nota descriptiva, es una invitación a los partidos tradicionales e históricos a dar la batalla para vencer a la izquierda en el terreno cultural, el de las ideas-palabras.

"Los partidos de oposición, que pretenden disputarle el poder a la izquierda en las próximas elecciones, parecen no valorar esta realidad que es refractaria a todo cambio en el modo de pensar y que a veces parece operar por inercia. No se plantean que el cambio político que buscan necesita un sacudón cultural previo. Ni la economía, ni la inseguridad, ni los impuestos, ni la educación, ni la corrupción administrativa son decisivos. Los que quieran encarar en serio la disputa tienen que enfrentar la hegemonía cultural y proponer algo distinto. Un nuevo imaginario que recupere el talante liberal, tolerante y abierto a todas las ideas que una vez tuvimos"

La visión es un poco extremista, la economía, la inseguridad, los impuestos, la educación y la corrupción tienen y pueden tener una importancia definitoria, no todos en la misma medida, pero son elementos que pueden influir de manera fundamental en un resultado político electoral. Además la propia existencia, reconocida por Burel, de una hegemonía cultural conquistada por la izquierda demuestra que no "opera por inercia", se construye.

Si el Uruguay en estos 13 años se hubiera desbarrancado a nivel de su economía, si hubieran empeorado las condiciones de vida de la gente, de la mayoría de los uruguayos, puedo asegurar que no habría hegemonía cultural que hubiera reelegido a los gobiernos del Frente Amplio. Las condiciones materiales inciden de manera muy importante en la cultura dominante en una sociedad. No es un proceso mecánico, nos hemos acostumbrado tanto a crecer y distribuir  que nos parece lo más natural del mundo. Ni el mundo funciona así, ni el país funcionó de esta manera durante muchas décadas.

¿Alcanza solo con los resultados materiales? No, hay que transformarlos en palabras, en discursos, en relatos y sobre todo hay que lograr que los uruguayos se empoderen de esos logros, valoren el aporte propio, de su trabajo, de su inteligencia, de su creatividad, de sus inversiones y riesgos, de sus capacidades para poder valorar el papel que tuvo la política y el gobierno. En eso la izquierda tiene un serio déficit.

Como lo tenemos en señalar y analizar  las carencias que tiene la sociedad uruguaya, en primer lugar la política y la izquierda, en temas como la cultura del trabajo, de la calidad, de la creatividad y del uso del tiempo y en el recurso a la violencia a nivel personal.

El FA vive hoy momentos de serias dificultades, críticos en algunos aspectos y en esta situación se combinan tres elementos: prácticas gubernamentales en algunos casos discutibles y discutidas; la carencia creciente de un discurso político y cultural profundo y crítico y, la aparición de fenómenos de inmoralidad y amoralidad que no conocíamos en nuestras filas. Estos procesos tienen impacto en la realidad cultural de una sociedad y de la propia izquierda.

La batalla cultural no es una suerte de combate en la educación, el arte, la comunicación y en otras manifestaciones culturales, ni siquiera Gramsci lo plantea de esa manera. Su visión del fordismoen los Estados Unidos y su influencia ideológica y cultural en la construcción de la identidad industrial-capitalista de esa sociedad es un ejemplo muy claro, de la relación entre los procesos materiales, en este caso productivos y la identidad de una nación.

La hegemonía cultural está directamente asociada a la política, a la capacidad de integrar la acción de los partidos (o frentes) a la realidad de las tensiones y luchas sociales y a sus expresiones intelectuales y artísticas. ¿Tiene eso influencia incluso en los aspectos estéticos como lo plantea Burel? Sin duda, los gustos y las sensibilidades en sectores de la sociedad se asocian a sus experiencias y vivencias económicas y sociales, pero de manera muy compleja.

El Renacimiento, para tomar como referencia una de las mayores revoluciones estéticas, estuvo asociado a grandes cambios políticos y económicos de manera extremadamente compleja y a veces contradictoria.

La explosión arquitectónica en el Uruguay de los años 20 del siglo XX es imposible sin asociarla a los cambios que se vivían en la sociedad y en la política. ¿Acaso la salida de la dictadura no trajo consigo una particular sensibilidad que se expresó en el canto, la música en general, la literatura, el teatro y muchas otras expresiones artísticas y culturales?

No fue un plan orquestado y fríamente ejecutado, fue y es un proceso mucho más complejo. Lo que valoro extraordinariamente de Gramsci es haber colocado el tema de las supraestructuras de manera mucho más correcta que la lectura plana de las ideas de Marx sobre el papel determinante y determinista de las estructuras económicas y materiales. Es en uno de los temas que se diferenció profundamente de la visión de su época. No lo hizo en otros casos, por ejemplo en el papel del partido.

El otro aspecto que quiero señalar del reclamo de Burel sobre "el control de las palabras", es decir para hablar en términos actuales, en dominar el relato, es que los partidos tradicionales no están dando muestras de esfuerzos y aportes a la lucha por la supremacía cultural en la sociedad uruguaya. No tienen relato ni sobre una explicación coherente sobre las causas de su derrota y el proceso que vivió el país antes de la dictadura y al salir de ella, ni sobre sus propias actualizaciones o definiciones políticas e ideológicas.

Sería muy bueno para la política uruguaya en un tiempo de pobreza ideal universal que tanto los políticos pero sobre todo los intelectuales que vienen de esa vertiente en todas sus variantes y matices aportaran a un debate más rico más profundo con la izquierda, entre ellos o más en general como aporte al conjunto de la sociedad.

No se trata de la actividad académica o la creación artística, sino a ese entramado que construye los relatos enfrentados que dan vida a la lucha cultural. Sin ese tejido de política, de ideología y cultura no hay posibilidad de disputar nada. Y la verdad es que el discurso del fin de las ideologías es una patada en los propios dientes. A nivel global ha servido para aplanar el debate ideológico y banalizar las grandes tensiones históricas de la política hasta llevarla a la crisis que hoy vive a nivel mundial en tantos países y cuyo ejemplo más significativo se da en la patria de Antonio Gramsci, que de ser uno de los países que producía a diversos niveles más ideas, novedades y relatos, desde la Democracia Cristiana de DeGasperi y Aldo Moro, al Partido Comunista de Togliatti y Berlinguer, hemos pasado a la chatura de Berlusconi, Renzi y Grillo.

Combato contra el refugio que algunos en la izquierda intentan buscar ahora en Gramsi respuestas para las preguntas nuevas, novísimas que nos formula el mundo actual. Lo que se puede rescatar es su visión abierta sobre procesos de la supraestructura de las naciones y del sistema, sobre las realidades locales más terrenales, como los campesinos del sur de Italia y sobre la continuidad y la influencia de los pensadores italianos, en particular de Benedetto Crocce. Pero me parece un tema apasionante discutir en Uruguay sobre hegemonía cultural, porque al menos demostraríamos que miramos la política por encima de los candidatos, de algunas "trovatas" programáticas y de los más elementales intereses económicos y materiales.

Incluso si observamos el debate sobre la educación pública, eminentemente un tema cultural, veremos la pobreza de la aproximación pedagógica, del enfoque ideológico del laicismo en esta época y del valor de la educación como elemento de libertad y de ciudadanía. Creo que es el ejemplo más evidente de las carencias de nuestra política actual.

Burel es un exitoso escritor, como lo son otros autores que no han sido ni son de izquierda, me cuento entre sus lectores y no creo por cierto que mis ideas políticas hayan tenido una influencia estética determinante, en ese y otros casos y para la mayoría de los uruguayos.

Insistiré siempre que el peor camino, para cualquiera que quiera dar batallas ideológicas y culturales es recurrir a la administración, a la burocracia, al aparato. Para la izquierda es un suicidio.

(*) Periodista, escritor, director de UYPRESS y BITACORA. Uruguay

En las proximidades de este fin del año 2017, un siglo después, aprovecho para publicar esta cita de Gramsci escrita el 1 de enero de 1916 en el periódico socialista L´Avanti. No tiene que ver directamente con el tema en debate, sino con una visión de la vida del ilustre sardo.

"Cada mañana, cuando me despierto otra vez bajo el manto del cielo, siento que es para mí año nuevo. De ahí que odie esos año-nuevos de fecha fija que convierten la vida y el espíritu humano en un asunto comercial con sus consumos y su balance y previsión de gastos e ingresos de la vieja y nueva gestión. Estos balances hacen perder el sentido de continuidad de la vida y del espíritu"

Antonio Gramsci

Nota completa de Hugo Burel en:

http://www.elpais.com.uy/opinion/columnistas/hugo-burel/ganarle-gramsci.html