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Beatriz Sánchez, excandidata presidencial del Frente Amplio

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Por Francisco Parra (*)

 "Se inicia un nuevo ciclo político en Chile. La gente sí quiere cambios"

"Una persona así no puede gobernar". Eso les dijo Beatriz Sánchez (Viña del Mar, 1970) a los militantes del Frente Amplio de Chile este lunes 4 de diciembre, tres semanas después de la primera vuelta de las elecciones presidenciales, en las que el derechista Sebastián Piñera fue el candidato más votado seguido del oficialista Alejandro Guillier. En solo unos meses, esta conocida periodista dejó su puesto como presentadora del programa Combinación Clave, en Radio La Clave, para convertirse en una de las figuras más relevantes de la política nacional, sorprendiendo a todos con un impresionante 20% en los comicios. Quedó fuera de la carrera por suceder a Michelle Bachelet, pero con una posición esperanzadora para su joven formación. Es la primera vez que la tercera formación en votos logra entrar en el Congreso con tanta fuerza -20 diputados y un senador- desde el retorno a la democracia.

 

Aquel lunes, Sánchez escuchó a Piñera proclamar la tesis de que hubo fraude electoral en la primera vuelta presidencial. Según el candidato, ese pucherazo sepultó sus ilusiones de ganar en la primera ronda -como preveían analistas y encuestas- e hizo de la segunda vuelta, el 17 de diciembre, una de las más reñidas en Chile en los últimos años. Esa acusación terminó por convencer a Sánchez de darle su apoyo a Guillier, amigo suyo de hace años, cuando compartieron la misma emisora de radio.

 

Pese a reconocer que, personalmente, votará por Guillier, la excandidata del Frente Amplio insiste en que esa decisión no es fruto de una negociación ni tampoco se traspasa al resto de su formación. "Yo no voy a llamar a votar por alguien, así como síganme a mí. No, las personas saben lo que quieren hacer. Por eso dijimos que los votos no son nuestros ni que íbamos a enfrentar esto como una negociación. La posición la tienen que tomar las personas, como yo tomé la mía. Los guiños tienen que ser a las personas, no al Frente Amplio ni a mí", comenta Sánchez.

 

En medio de una campaña que la tiene tan protagonista como antes, la excandidata presidencial recibió a CTXT para hablar del Frente Amplio, y las constantes comparaciones con Podemos. A lo largo de la conversación da muestras de un liderazgo político atípico, sin intenciones de figurar ni de imponer.

 

En marzo estaba en la radio y reconocía que analizaría una opción presidencial. Hoy es una de las claves para la segunda vuelta y dio la gran sorpresa en la primera. ¿Cómo ha vivido este proceso?

 

SOMOS UNA IZQUIERDA QUE HACE UNA LECTURA MÁS FINA DE LA SOCIEDAD, QUE NO DA LECCIONES, QUE ENTIENDE LA LIBERTAD DE LAS PERSONAS PARA DECIDIR, PERO TAMBIÉN QUE TIENEN QUE HABER DERECHOS GARANTIZADOS

 

Ha sido rápido, intenso... Todo fue tan repentino, el Frente Amplio partió en enero, en abril ya había una candidata presidencial y claro, era bien sorprendente. Pero, de a poco, uno se fue dando cuenta, conociendo a los frenteamplistas, a la gente que se adhirió al proyecto, gente que venía trabajando en diseño de políticas públicas alternativas a lo que veníamos viendo, gente que estuvo fuera en doctorados, magísteres y que vuelve con ideas distintas de cosas que sí se pueden hacer en Chile. Creo que los frenteamplistas existíamos hace mucho tiempo, en formatos distintos, en otras experiencias o de manera independiente, como me pasaba a mí, que andaba buscando algo alternativo a lo que presentaba la Concertación -coalición de partidos de izquierda, centroizquierda y centro que gobernó entre 1990 y 2010 y que volvió en 2014 bajo el nombre de Nueva Mayoría- y la derecha. Yo voté por Marco Enríquez -exdiputado socialista  y fundador del Partido Progresista- en 2013, incluso en la segunda vuelta voté nulo, porque quería que alguien levantara las banderas que luego levantó el Frente Amplio. Cuando surge, muchos sentimos que ahí estaba lo que queríamos hacer.

 

¿Cree que con la votación del Frente Amplio se pone fin a la transición en Chile?

Creo que estamos muy cerca todavía para definirlo así. Con un poco más de distancia se llegará a una conclusión, no lo sé. Lo que sí sé es que hoy se inicia un nuevo ciclo político en Chile. Y eso va a marcar otro tipo de discusión de lo que queremos para Chile y otra cosa bastante interesante, en estos cuatro años que la derecha estuvo haciendo campaña, porque Sebastián Piñera lleva haciendo campaña desde el día que dejó La Moneda, instalaron la idea de que en Chile no se querían cambios, con sus permanentes torpedeos a las reformas de la presidenta Michelle Bachelet. Yo digo que la oposición a las reformas se divide en dos. En los que están en contra de las reformas y los que, como yo, estamos contra estas reformas y queremos otras más profundas. Creo que se instaló la idea de que no queríamos cambios y lo que dejó demostrado esta  elección no fue solamente que Sebastián Piñera no ganaba en primera ni arrasaba, sino que toda la idea que se propagó durante cuatro años en todos los medios de comunicación de este país, que son de derecha, no era cierta. La gente sí quiere cambios. Y si se inclina por cambios, se inclina porque sean un poquito más profundos. Eso cambia una mirada completa al panorama. Hablamos de un nuevo ciclo político porque hay tres polos importantes, pero también porque estamos el mismo tránsito del 2011 -año del movimiento estudiantil-, de que sí queremos cambios.

 

Una candidata que apoya el aborto el aborto libre y prometía un gobierno feminista sacó el 20% en un país como Chile. ¿Le sorprendió?

 

¡Quedé feliz! Siempre he sido activista por el aborto seguro. Una de las primeras preguntas que me hicieron es si mantenía eso como candidata presidencial. Y fuimos más allá incluso y hablamos de gobierno feminista, cuando el término espanta a mucha gente. Era un riesgo que había que correr, instalar un término difícil de definir e ir dando detalles de lo que significa, ir abriendo una discusión en las casas. Estoy contenta de no haber traicionado cosas en las que yo creo. Creo que Chile es menos conservador de lo que son sus elites. Cuando hablas de despenalización total del aborto, te haces cargo de algo que pasa en Chile, o de matrimonio homosexual o derechos de filiación para parejas homoparentales, no es un supuesto, son cosas que pasan. Por eso apoyamos esos derechos. Hoy las elites tienen un desconocimiento muy grande de lo que pasa en la calle y cuando hablo de elites no me refiero solo a los parlamentarios, sino de quienes ocupan los medios de comunicación, los columnistas. Hay una desconexión muy grande con lo que pasa en la calle.

 

El año 2017 ha estado marcado por un conflicto mapuche muy latente, tanto en Chile como en Argentina. En su programa proponía un Estado plurinacional con importantes grados de autonomía para los pueblos indígenas. Aún así, obtuviste solo un 12% de votación en La Araucanía. ¿Qué cree que pasó ahí?

 

CREO QUE TENEMOS SINTONÍA CON PODEMOS Y OTROS GRUPOS EN OTRAS PARTES DEL MUNDO. NOS UNE ALGO BIEN CLARO: UNA MIRADA CRÍTICA A LAS ELITES ECONÓMICAS Y POLÍTICAS

 

La región de La Araucanía, desde hace mucho tiempo, tiene una votación de derecha bien importante. Creo que tiene que ver con el efecto de parlamentarios en ejercicio, hay una relación muy clientelar en la política que la sentimos haciendo campaña. Eso se cortó con una ley que recién se estrenó ahora en estas elecciones, una ley que prohíbe una serie de cosas que antes se permitían. En la calle me decían: "¿Por qué reparte volantes y no una caja de alimentos?". Bueno, porque no se puede por ley, pero para la gente es común porque antes pasaba y mucho. Hay una relación muy clientelar que hay que ir superando, hoy la normativa es muy distinta. Antes se pagaban cuentas, se hacían regalos, se sorteaban refrigeradores. Y en zonas empobrecidas, si alguien te colabora con algo, es muy bien recibido. Tiene que ver con eso, con mucha población rural y con cómo las campañas no penetramos a la población rural, las campañas aún son muy urbanas, con un discurso muy urbano. Como Frente Amplio tenemos mucho que hacer todavía, estos cuatro años tenemos que prepararnos para gobernar. Eso no solo significa profundizar nuestras propuestas, que lo vamos a hacer, sino ir a regiones y hablar con la gente, con dirigentes sociales de base, con las poblaciones, con los alumnos, funcionarios, sindicatos, ir contando lo que creemos. Hacer el trabajo que no alcanzamos en siete meses.

¿Cómo proyectas el próximo período presidencial, ya sea con Piñera o con Guillier de presidente?

Nosotros ya tomamos una definición como Frente Amplio. Vamos a ser oposición, porque por algo existimos, sino seríamos parte de uno de ellos. Evidentemente será distinto el uno que del otro.

 

No es lo mismo que gane Piñera a que gane Guillier...

No es para nada lo mismo. Piñera no cree en la gratuidad en educación, no cree en los derechos sociales. El tema es que es solo una parte de la Nueva Mayoría -coalición oficialista, heredera de la Concertación- es la que sí cree en muchas cosas que nosotros decimos. No pretendemos ni buscamos ser parte del gobierno, aquí no estamos por cargos. Vamos a seguir comprometidos con nuestro programa, con los 21 parlamentarios que tenemos en el Congreso.

 

¿Cómo ve a Sebastián Piñera? Ha estado más en la calle y enfrentado manifestaciones en contra. Incluso está hablando de fraude electoral...

Hay una desesperación tremenda, que no había visto antes en la derecha. Yo creo que no solo sienten que se les escapa una elección que antes tenían en el bolsillo, sino que además sienten que Chile quiere cambios en las instituciones que ellos defienden: AFP (administradoras de pensiones), Isapres (seguros de salud privados), bancos, universidades privadas. Ellos están cuidando su terreno, sus propiedades. Sebastián Piñera ha hecho cosas que lo dejan en ridículo...porque nadie se imagina que Piñera tome alguna vez un bus o que vaya a un mercado, porque no va nunca. Lo del fraude es inaceptable, puso en duda algo que nosotros valoramos como chilenos, nuestro proceso institucional de elecciones. Si hay algo republicano hoy día son las elecciones. Yo en particular y muchos más estamos orgullosos de que en Chile, incluso a diferencia de otros países como Estados Unidos o europeos, a las siete de la tarde ya sabes quién es el presidente electo, y no hay sombra de duda porque es un proceso espectacular. Que él instale una duda me parece inaceptable y solo revela la desesperación de la derecha.

 

¿Cómo te tomas las comparaciones del Frente Amplio con Podemos?

Creo que tenemos sintonía con Podemos y otros grupos en otras partes del mundo. Nos une algo bien claro: una mirada crítica a las elites económicas y políticas. Con Podemos se acerca más porque tenemos historias muy parecidas, con dictaduras, transiciones no violentas, pero con ciertos pactos inamovibles, con dos conglomerados grandes que se turnan el poder y llevan ese empate permanente. En eso siempre habrá una mirada comparativa. De hecho, es curioso, porque si uno mira las encuestas, tuvimos casi el mismo comportamiento, es bien impactante. Pertenecemos a idiosincrasias distintas, sí, pero hay sintonía con una mirada de cambios, de que las cosas se pueden hacer de otra manera que está permeando en distintas partes del mundo con distintas bases.

 

¿Es una nueva izquierda que interpela a las socialdemocracias?

Sí. Yo voté, por ejemplo, muchos años por la Concertación y me hubiera encantado que la Concertación levantara las banderas que hoy el Frente Amplio levanta. Y no me cabe la menor duda de que dentro de la Nueva Mayoría hoy hay varios que levantarían nuestras banderas. Somos una izquierda que hace una lectura más fina de la sociedad en que vivimos, que no quiere dar lecciones ni se imagina cómo la sociedad debería ser, sino que dice, mira, esto es lo que tenemos, y lo que buscamos es derechos para esa sociedad y nos identificamos como una izquierda democrática que dialoga con lo que el mundo es hoy día, entendiendo la libertad de las personas para decidir, pero entendiendo también que tienen que haber derechos garantizados, con un rol del Estado mayor y eficiente. No tendría el descaro de decir que estamos refundando la izquierda. Insisto, eso se verá después. Lo que yo creo, y era primordial en la candidatura, era que había que hablarle a la sociedad que es, no a la que imagino ni a la que quiero. Y lo segundo, que estos valores de izquierda tienen que ver con cómo ha ido cambiando el mundo. El lenguaje tiene que ser sencillo, no busco darle lecciones a nadie, al contrario, quiero aprender de lo que escucho y veo en la calle. Hay más que escuchar más que imponer.

 

¿Cree que el Frente Amplio corre el riesgo de enfrascarse en luchas internas de liderazgos como pasó en Podemos? Con nombres como el tuyo o el de los diputados Gabriel Boric y Giorgio Jackson.

Si hay algo que aprendí de todo esto es que la política es profundamente humana y tiene que ver con lo que somos. Los riesgos de discusiones en una coalición son evidentes. Si hay algo que quiero hacer es que se abran los liderazgos, no taparlos. Me parece espectacular que haya gente como Giorgio y Gabriel o Jorge Sharp [alcalde de Valparaíso]. Ahora habrá más, que estarán en el Parlamento y tendrán vocerías. Discusiones internas van a haber siempre, algunas más duras, otras menos. Ojalá que el Frente Amplio se mantenga tal como está, pero no lo sé ni voy a dar garantías de eso, porque la política es profundamente humana. Sí espero que haya honestidad para enfrentar las cosas. Algo que me gusta mucho es cómo varios ponen al grupo antes que a su individualidad. Gabriel y Giorgio, por ejemplo, son super distintos, tienen estilos distintos, tienen liderazgos distintos, pero son muy amigos y eso me sedujo de ellos dos, que pudiendo estar en una rivalidad opuesta, en vez de ejercer liderazgos hacia fuera, lo hacen hacia adentro y son muy amigos. Me parece que eso es notable.

 

  (*) Periodista. Chile