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¿Cómo valorar los Estados de Bienestar europeos?

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Por María Alessandra Antonelli y Valeria De Bonis (*)

La Unión Europea se caracteriza por sus diferentes políticas sociales nacionales (aunque son menos diferencias que en el pasado).

Los países nórdicos presentan altos niveles de gasto social (alrededor de 30% del PIB en Dinamarca, Finlandia y Suecia), mientras que los continentales (Austria, Bélgica, Francia, Alemania y Luxemburgo) tienen un nivel intermedio de gasto (de promedio el 27% de PIB en 2016) y los países mediterráneos (Italia, España, Grecia y Portugal), asignan - en promedio- un cuarto del PIB a las políticas sociales (2016). Por último, los países anglosajones (Irlanda y el Reino Unido) y los países del Este dedican, en promedio, sólo el 20% del PIB (2016) al estado del bienestar.


Muchos analistas económicos señalan el valor relativo de una política social cuando se compara con otras. Por ejemplo, es bien sabido que los países nórdicos dedican más recursos a las políticas familiares que los países mediterráneos y del Este, con mejores resultados en términos de empleo de las madres y la fertilidad. Por el contrario, los países del Sur están relativamente más comprometidos en las políticas de salud, con una esperanza de vida superior a los 80 años.

Por lo tanto, es vital evaluar el rendimiento global relativo de las políticas sociales para detectar posibles efectos transversales positivos de refuerzo entre sí. Por ejemplo, un nivel de gasto mayor en apoyo a las familias, como el cuidado de los niños, fomenta la participación femenina en el mercado laboral y, al mismo tiempo, también contribuye a la consecución de otros objetivos como la reducción de la pobreza y la desigualdad de ingresos. Del mismo modo, las políticas activas en el mercado de trabajo están dirigidas directamente a prevenir el paro y, de manera indirecta, también ayudan a contener la pobreza.

Estamos construyendo un índice compuesto global utilizando los datos de Eurostat (2013) y de la OCDE para evaluar el rendimiento relativo de las políticas de bienestar en 22 países europeos. Para ello, consideramos siete sub-sectores de gasto social (familia, sanidad, mercado de trabajo, personas mayores, personas con discapacidad, desempleo, desigualdad) e identificamos algunos indicadores de resultados para cada sector, en relación con el efecto esperado de la política social en cada sector, como:


    •    empleo de las madres e ingresos familiares netos (para las políticas de familia);
    •    La esperanza de vida al nacer (para la salud);
    •    La tasa de desempleo (para las políticas de mercado de trabajo);
    •    La tasa de reemplazo neta para los ancianos y desempleados (es decir, la proporción de los ingresos netos del trabajo que los sistemas de bienestar nacionales garantizan, respectivamente, a los ancianos y los parados después de que salgan del mercado de trabajo);
    •    Los beneficios monetarios que, en promedio, los gobiernos nacionales asignan en forma de pensiones de invalidez o transferencias monetarias;
    •    El índice Gini como indicador de la concentración del ingreso (igualdad) y
    •    El índice de pobreza como un indicador de la eficacia de las políticas sociales destinadas a garantizar un nivel de vida determinado.
 
En base a estos indicadores, se construye un índice de rendimiento (Ver aquí para más detalles).

La siguiente tabla resume los resultados:

El índice varía desde un valor mínimo de 1,96 (Grecia) a un valor máximo de 6,34 (Noruega) y presenta un cierto grado de variabilidad también en relación con los niveles de gasto social público netos (medidas fiscales) (Fig. 1). La valores promedio de gasto público social y el índice de rendimiento neto son, respectivamente, 8,92 y 4,26).

Esencialmente los mismos niveles de gasto social neto suelen ir acompañados de un alto grado de variabilidad en el rendimiento (véase, por ejemplo, Alemania, Austria y Dinamarca; y Grecia, Portugal y Eslovenia).

Sin embargo, en general, los mayores niveles de gasto están vinculados a rendimientos más altos. Una tendencia diferente emerge solamente para los países marcados con un círculo.

Los países también difieren en cuanto a la composición por sector del Índice de Rendimiento (Fig. 2). los malos resultados para la 'familia', los 'discapacitado', la 'desigualdad económica' y la 'pobreza' caracterizan en gran medida los países mediterráneos. El alto rendimiento para la 'familia, la 'salud', el 'desempleo', la 'la desigualdad de ingresos' y la 'pobreza' caracterizar los sistemas nórdicos (Noruega, Dinamarca, Suecia), además de los Países Bajos y algunos países continentales, en particular Luxemburgo. Los países anglosajones tienen buenos resultados en los sectores de desempleo y pobreza.

En general (con excepción de algunos países) un gasto social público más alto se correlaciona con un mejor rendimiento. Nos encontramos con que los países con un mayor rendimiento global se caracterizan por una menor variabilidad en sus actuaciones sectoriales (Fig. 2), invirtiendo así los recursos de de manera inadecuada en algunas políticas sociales sectoriales, incluso si se asignan más recursos en otras áreas sociales. Algunos países presentan políticas muy limitadas para la discapacidad (Hungría, Irlanda, Italia, Polonia y Portugal), mientras que la lucha contra la desigualdad de ingresos y la pobreza tiene un peso muy bajo en Estonia, como el desempleo en Grecia (Fig. 2). Por lo tanto, la evidencia empírica sugiere una reasignación de los recursos en lugar de un corte del gasto social. Las políticas sociales que buscan objetivos múltiples pueden ser preferibles debido a los efectos indirectos potencialmente positivos de algunas políticas sectoriales en otras áreas del bienestar. 

(*) María Alessandra Antonelli. Profesora Adjunta de Hacienda Pública de la Universidad La Sapienza de Roma.

(*) Valeria De Bonis. Catedrática de Hacienda Pública de la Universidad La Sapienza de Roma.

Fuente:https://www.socialeurope.eu/european-welfare-states-perform

Traducción:Enrique García