30.6.25
El loco ataque y su complicada respuesta
Por Rafael Poch (*)
Estados Unidos ha bombardeado el octavo país musulmán en quince años. Los inventores del derecho internacional" están acabando con él.
Libia, Irak, Siria y Serbia fueron atacadas e invadidas por no tener armas nucleares. Corea del Norte no ha sido atacada porque las tiene. Irán firmó el Acuerdo de No Proliferación Nuclear (NPT) y ha sido atacado. La conclusión es obvia: este ataque ofrece claros incentivos para salirse de dicho acuerdo y hacerse con la bomba, como hizo Corea del Norte. Y no solo en Irán, sino en toda la región. Si antes la posibilidad de que Irán se hiciera con la bomba se consideraba una amenaza existencial para Israel, ahora el cálculo se ha invertido: para Irán, la capacidad nuclear se está convirtiendo rápidamente en una cuestión de supervivencia.
Irán fue atacado por Israel el 13 de junio con engaño, mientras negociaba con Estados Unidos. Diez días después, el 22 de junio, ha sido atacado por Estados Unidos mientras Teherán negociaba con la Unión Europea en Ginebra. ¿Qué piensan ahora, no solo en Irán, sino también en Moscú y en Pekín de la fiabilidad de Estados Unidos en materia de acuerdos y negociaciones?
Las potencias europeas cooperan militarmente con Israel. Un avión de la Luftwaffe, la fuerza aérea alemana, aprovisiona en vuelo a cazas franceses que interceptan proyectiles iraníes en Jordania, mientras la marina británica hace lo mismo en el Mar Rojo y en el Mediterráneo. Y debe de haber mucho más que desconocemos.
Con su conducta, Washington y la Unión Europea siguen consolidando la más que complicada cooperación entre China, Rusia, Bielorrusia, Irán y Corea del Norte. Sin embargo, de momento no hay noticia de ayudas de esos países, aunque sean meramente defensivas, a Irán.
Responder a los ataques de Estados Unidos o de Israel de una forma proporcional, por ejemplo bombardeando el Pentágono en Washington o atacando instalaciones nucleares en Israel y eliminando a algunos dirigentes del Estado sionista, está fuera de las posibilidades misilísticas de Irán en el primer caso, y sería sumamente peligroso en ambos. Responder con una contundencia proporcional contiene el riesgo de ser atacado a continuación con armas nucleares, si a Israel se le coloca contra las cuerdas. Pero no responder, o hacerlo de una forma suave o simbólica, convencería a Israel de la debilidad de Irán e incentivaría nuevas presiones sobre Washington para "acabar el trabajo". O sea: responder es peligroso, pero no hacerlo también.
Responder con una contundencia proporcional contiene el riesgo de ser atacado
Sumando todo lo anterior, resulta un gran espacio para la vacilación de los dirigentes iraníes. El jefe de la cadena de televisión catarí Al Jazeera en Teherán, Abdul Qader, cree que en la capital de Irán se estudia "responder de una manera estratégica cuidadosamente considerada, no basada en la venganza momentánea, sino más bien en un enfoque más global que permita múltiples opciones en lugar de arrastrar a una confrontación táctica específica o a una reacción directa y poco meditada". Es una manera de decir que la respuesta es muy complicada.
Siguen siendo válidas por lo menos tres de las cinco preguntas formuladas la semana pasada:
- ¿Cuántos misiles tiene Irán?, ¿Cuánto tiempo puede sostener su ataque a Israel causándole un daño significativo? ¿Tiene suficientes reservas para atacar a Estados Unidos en la región, por ejemplo a su marina de guerra, si así lo decide? Tras la luz verde de su parlamento consultivo, ¿se decidirán los dirigentes de Irán a cerrar el Estrecho de Ormuz y desencadenar un gran trastorno en la economía?
- China y Rusia, ¿van a ayudar a Irán?
- ¿El "eje de la resistencia" tiene fuelle todavía, en Líbano, en Irak, en Yemen, para atacar a Israel, por ejemplo con acciones desde el sur de Líbano, mayor hostigamiento a la navegación en el Mar Rojo y eventuales ataques a bases americanas en el Golfo?
Respecto a Estados Unidos, despejada la pregunta sobre si atacaría o no, lo que queda es que Trump ha traicionado su promesa de no meter al país en más guerras, pese a que la opinión pública está en contra, en alrededor de un 60%, frente a un 16% que apoyaría tal guerra y un 20% que no sabe. Por otro lado, aumenta la sensación de una administración rehén del lobby sionista y que improvisa. Las decisiones no son, como antes, resultado del asesoramiento de la "comunidad de inteligencia" ("no me importa lo que digan, se equivocan", ha dicho Trump), sino del capricho y la irracionalidad. ¿Estados Unidos es un Estado moderno cuyas instituciones dialogan, pugnan entre sí y deciden, o es el imperio de una especie de Nerón con botón nuclear?
(*) Rafael Poch-de-Feliu (Barcelona) fue corresponsal de La Vanguardia en Moscú, Pekín y Berlín. Autor de varios libros; sobre el fin de la URSS, sobre la Rusia de Putin, sobre China, y un ensayo colectivo sobre la Alemania de la eurocrisis.
Imagen: Estados Unidos bombardea Irán. / J. R. Mora