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5.5.25

Una progresiva desconexión del comercio europeo con EEUU

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Por Albino Prada (*)

La Unión Europea conformó en el vector comercial y de política arancelaria una de sus pocas competencias "federales" en sentido amplio[1].

Aquellas en las que los Estados han cedido la mayor parte de sus atribuciones a la Comisión Europea. Algo que no sucede, para nuestro pesar, en asuntos tan importantes como los defensivos o los relativos a los ingresos públicos y el endeudamiento, asuntos en los que mantenemos una unión más bien de tipo confederal en la que cada Estado define la mayor parte de sus políticas.

Tiene por eso especial importancia preservar esa unidad federal ante la acometida arancelaria unilateral del trumpismo norteamericano que no oculta su animadversión por cualquier unión europea o subordinada. Para ello, y decirlo pronto y de entrada, debemos conseguir que países como Hungría, Italia, Países Bajos o Irlanda -por distintas razones- no impidan la toma de decisiones ajustadas a la situación comercial creada por Estados Unidos, imponiendo vetos o ausencias de unanimidad paralizadoras.

Cuando no descafeinando las medidas necesarias o, aún peor, admitiendo de facto negociaciones de cada Estado miembro con Estados Unidos. Pues de entrada estamos ante una acometida que, por lo demás, asume la unidad "federal"de facto de la UE en lo comercial al imponerle un arancel único para todos los Estados Miembros, y no en función del nivel del desequilibrio particular con Estados Unidos (un saldo muy favorable para Alemania por ejemplo y desfavorable para España).

Para definir esas decisiones ante tal acometida parece conveniente partir de un diagnóstico básico de la situación actual de las relaciones comerciales entre la UE y Estados Unidos.

*

El saldo comercial de la Unión Europea con Estados Unidos nos es favorable (las exportaciones superan a las importaciones) en unos 200.000 millones de euros en 2024 y ha venido creciendo en los últimos años en paralelo a la apreciación del dólar[2]. Con lo que se ha venido acercando al volumen también favorable que anota China con Estados Unidos. Pero conviene matizar que en ese saldo las exportaciones hacia Estados Unidos suponene el 8 % del total de las exportaciones europeas, mientras que las importaciones con ese origen ascienden al 5 % del total. Y también conviene saber que el comercio intracomunitario tiene una importancia (como apertura sobre el PIB) del 50 % , mientras que el extracomunitario (del que Estados Unidos es parte) se sitúa en el 26 %.

De manera que ni el saldo con Estados Unidos es muy elevado, ni el peso de las exportaciones o importaciones a dicho país son de un gran tamaño y, menos aún, en relación al tamaño del comercio intracomunitario. Son premisas que relativizan el impacto directo de la guerra arancelaria trumpista, aunque no deba ignorarse que otros factores e incertidumbres asociados a dicha guerra (inflación, crisis financieras, devaluación del dólar, etc.) puedan afectar gravemente la estabilidad de la economía europea. Mucho más que lo que nos jugamos con el comercio de mercancías con aquel país.

Dicho lo anterior conviene distinguir dos vectores combinados en esa cifra positiva de saldo comercial de la UE con Estados Unidos: partidas en las que nuestro saldo es positivo y partidas en las que es negativo. Obviamente las primeras superan a las segundas. En principio para aquellas cosas de las que compramos en EE.UU. más de lo que les vendemos tendríamos dos alternativas[3].

La primera sería intentar a medio plazo bien prescindir de ellas, o bien producirlas en la UE (pues la alternativa de otros proveedores también tendría riesgos a medio plazo en un escenario de guerra comercial global). Otra alternativa (la devaluación del euro) se enfrenta a su contraria: una devaluación del dólar respecto al euro que ya ha alcanzado el 10% en las últimas semanas[4]. Lo que, bien al contrario, estimulará nuestras importaciones de aquel país.

Tiene interés sobre esa base identificar las principales partidas de uno y otro signo y considerar en concreto una u otra de esas alternativas en cada caso. En el primer grupo (de las que les compramos más de lo que les vendemos) destacan de forma rotunda en el conjunto de la UE las relacionadas con los hidrocarburos y combustibles: pues con casi 65.000 millones[5], están muy por encima de la segunda en importancia (las aeronaves con una cifra de 5.000 millones). Con este dato inicial quedaría de manifiesto que más que una respuesta arancelaria generalizada, que podría activar una espiral trumpista, a la UE le es suficiente un ajuste en la partida de hidrocarburos pues el resto se anotan saldos negativos de muy escasa dimensión.

Siendo los hidrocarburos de lejos el campeón absoluto de nuestros números negativos con Estados Unidos conviene desglosar algo más su naturaleza[6]. Fundamentalmente se trata de crudos de petróleo y gas natural, sobre todo con cifras muy elevadas en Países Bajos, Francia, Alemania y España. Y, aunque por sí misma la creciente devaluación del dólar abarataría estas importaciones, no tengo dudas de que debiéramos acelerar nuestra transición energética para poder prescindir de las mismas, ganar resiliencia frente a un competidor estratégico y frenar nuestras emisiones[7]. El resto de las partidas negativas, como se observa en el recuadro, tienen una importancia muy secundaria y serían muy fáciles de manejar.

En el grupo de productos para los que nuestras exportaciones superan a nuestras importaciones desde Estados Unidos la situación es más heterogénea. La primera partida son los medicamentos (68.000 millones), seguida de maquinaria y material eléctrico (que totalizan casi 60.000 millones) y los vehículos (40.000 millones).

 

En lo relativo a los productos farmacéuticos -aún con un arancel del 20 % y con devaluación del dólar- creo que podrían muy bien aguantar el impacto en la medida en que se acompañe de un ajuste en unos altos márgenes empresariales en un sector con muy altas tasas de ganancia[8]. Y en relación a maquinaria, material eléctrico y vehículos sí se podría considerar un arancel de respuesta en esas mismas partidas para las exportaciones norteamericanas hacia la UE, en combinación con un progresivo desplazamiento de las empresas afectadas hacia otras especializaciones y mercados[9], pues en la actualidad son actividades en las que anotamos cuantiosas exportaciones europeas hacia los Estados Unidos.

Todo ello sin olvidar que como en estas cifras no se reflejan los flujos comerciales internos intra industriales, entre plantas europeas y norteamericanas de un mismo grupo industrial, lo más conveniente en este escenario es cerrar los ciclos productivos en la Unión Europea para disponer de soberanía industrial. Y sin tampoco olvidar que las inversiones en equipamientos de índole militar-defensiva debieran resolverse dentro de la UE, ya no por razones de protección frente a la coerción arancelaria actual por parte de un suministrador tradicional, sino por motivos de seguridad estratégica ante un un patrón militar (en la OTAN) que ha dejado de ser fiable.

*

Del análisis previo y de los objetivos enunciados al comienzo se derivaría una estrategia europea centrada en propuestas para compensar el ajuste del motor de la demanda externa (extra comunitaria) en un nuevo escenario con mayor impulso del motor interno. Dicho ajuste asumiría reducir el saldo comercial positivo con Estados Unidos, y, al mismo tiempo, reducir el saldo negativo en servicios, para mejorar la autonomía, soberanía, resiliencia y empleo en lo digital.

Algunas de las propuestas derivadas de mi análisis pasarían[10] por:

- disminuir la dependencia energética respecto a EE.UU. (que a escala UE es nuestra mayor partida con saldo negativo con ese país) potenciando el despliegue de energías renovables y los usos colectivos de las mismas con un programa mancomunado europeo de inversión en transición energética (o bien que no compute a efectos de topes de déficit de los Estados).

- apoyar las rentas de los hogares y actividades afectados por el impacto arancelario trumpista en sectores productivos (vía ERE, prestaciones de desempleo para recolocación, o fondos de reconversión) con programas financiados por la UE y excluidos del criterio de déficit[11]

- un programa específico de impulso de la autonomía y resiliencia en fármacos a escala de la UE para evitar la dependencia de los mercados y grupos farmacéuticos de EE.UU. (ya directa o vía Irlanda).   

- en los sectores de maquinaria, bienes de equipo y automoción (Taric 84,85,87) reconducir su actividad vinculándolo a un programa de inversión en equipos para la autonomía de defensa europea, y así compensar el impacto de los aranceles de Trump en los mismos[12].

- por fin el impacto en bienes agroalimentarios exportados se asumiría (de no encontrar nuevos mercados) con un fondo específico de retirada de la PAC destinado a programas de pobreza interna y ayuda exterior alimentaria.

- activar para los servicios (digitales, en la nube, IA, financieros, publicidad, redes sociales, 5G, etc.) el Reglamento (UE) 2023/2675 (Anexos I y II) para avanzar hacia una soberanía digital europea al margen de EE.UU. y China[13].

Algunas de las propuestas anteriores reclaman la opción decidida por un mercado de eurobonos respaldado por una Hacienda federal europea. Hacienda asentada sobre un tramo del impuesto de sociedades (financieras, energéticas, digitales, ... vinculadas a la demanda interna), y propiciado por el BCE con un tipo de interés que reduzca el diferencial con el de la Reserva Federal. Se trataría de implicar a los inversores europeos que venían apostando por bonos del Tesoro estadounidense -y a los inversores asiáticos que vienen retirándose del mismo- que sin duda valorarían positivamente este mercado de eurobonos asociado a políticas europeas no proteccionistas.

A la vista de estas propuestas el lector bien puede suponer que para quien esto escribe las medidas acordadas por la Comisión Europea en abril de 2025, y de inmediato puestas en cuarentena por 90 días (al aplazar Trump los aranceles universales del 20%), deben calificarse de una copia descafeinada de las medidas trumpistas -con listas de productos de quita y pon[14]- ajustadas a una guerra comercial que hace caer sus costes de forma regresiva sobre los consumidores, y que, no se plantea la reconversión-desconexión del país que la ha iniciado.

Y sin olvidar en todo caso que más allá del planteamiento defensivo trumpista como repliegue imperial de una globalización con la que el capitalismo occidental presionó a la baja los derechos laborales, sociales (fiscalidad y servicios públicos), ambientales (salud pública y colapso climático), sabemos que persiste a ambos lados del Pacífico, más allá de esta guerra arancelaria, una herencia compartida que considera la economía de mercado por encima de todo lo demás.

Y es en este punto, y en esta coyuntura, que la tibia "economía social de mercado" con la que se identifica la Unión Europea debe seguir siendo hoy el punto de partida de una agenda en favor de una economía global basada en reglas de desarrollo social. Ni la ley del más fuerte (imperio), ni la mano invisible (mercado) nos llevarán a ese destino.

Notas:

[1]    El euro y el BCE pueden considerarse también federalizantes (cesión del control al Gobierno Federal), aunque en todos estos casos la no subordinación al Parlamento Europeo sea una anomalía democrática (al igual que la toma de decisiones por unanimidad o consenso).

[2]    https://www.sinpermiso.info/textos/mas-aranceles-o-devaluar-el-dolar. El saldo con Estados Unidos se sitúa en el entorno del 1 % del PIB de la UE

[3]    Siempre como reacción al envite de los aranceles de Trump de un 20 % (ahora diferido en 90 días) sobre las ventas que les podamos hacer.

[4]    Algo que no sucede respecto al yuan: https://cincodias.elpais.com/mercados/divisas/dolar-usa-yuan/

[5]    Aunque con un saldo muy inferior los bienes de equipo anotan unas importaciones también muy cuantiosas (116.000 millones) aunque muy inferiores a nuestras exportaciones de bienes de equipo (183.000) lo que sugiere que podríamos muy bien aprovisionarnos en mayor medida en el mercado intraeuropeo.

[6]    Reitero el escenario de que con una devaluación del dólar se abaratan esas importaciones, por no hablar del efecto de exceso de oferta en una recesión global.

[7]    Algo que parece importar muy poco al Gobierno actual de los Estados Unidos, que presionará para producir más hidrocarburos y colocarlos a sus clientes-protectorados. Como ya está sucediendo hacia la UE con el gas natural, a raíz de su desplome de precios por la suspensión de las compras por China de gas natural norteamericano.

[8]    Sin olvidar el muy particular comercio intraindustrial de los conglomerados farmacéuticos norteamericanos localizados en Irlanda que estarían detrás de esas cifras (y otros no menos importantes en la balanza de servicios)

[9]    Como anotaré, por ejemplo para equipamientos de defensa europea fabricados dentro de la UE

[10]  El lector observará que no se propone casi ninguna medida de respuesta arancelaria para lo que Estados Unidos nos vende.

[11]  Los dos programas con cargo a deuda federal europea (eurobonos) en un mercado financiero que presumiblemente abandonará los bonos del Tesoro norteamericano. Para no afectar a los objetivos de déficit de cada Estado miembro.

[12]  Equipos homogéneos para toda la UE y ajenos a cualquier conglomerado industrial no europeo.

[13]  Desarrollaba algo este eje fundamental aquí:

       https://www.sinpermiso.info/textos/las-dos-globalizaciones-de-trump-una-frenada-y-otra-al-galope

[14]  Con listas de excepciones en favor de sus empresas localizadas en el exterior:

       https://content.govdelivery.com/bulletins/gd/USDHSCBP-3db9e55?wgt_ref=USDHSCBP_WIDGET

 

(*) Albino Prada. Doctor en Ciencias Económicas por la Universidad de Santiago de Compostela, profesor de Economía Aplicada en la Universidad de Vigo. Su último libro es "¿Sociedad de mercado o sociedad decente?" (Universidade de Vigo, 2023).

Fuente: www.sinpermiso.info, 27-4-2025