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10.3.25

Jeff Bezos y el hundimiento del Washington Post. Dossier

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Por Harold Meyerson, John Nichols (*)

El nuevo equipo editorial de Bezos: Todos los hombres del presidente

Harold Meyerson

El objetivo principal de la nueva política editorial del Washington Post consiste en proteger la riqueza del propietario.

La decisión de Jeff Bezos de convertir las páginas editoriales de The Washington Post en un reflejo de las de The Wall Street Journal es, digamos, sospechosa.

Como decisión empresarial del Washington Post, no tiene sentido. Se están disparando las páginas más vistas en los medios que se oponen ferozmente a la presidencia de Trump (The American Prospect incluido), y muchos de los editoriales y columnas de opinión del Washington Post han sido elocuentes y mordaces al expresar esa oposición. Sus subscriptores de la edición impresa proceden de una de las áreas metropolitanas más abrumadoramente liberales del país. Y la marca del Post, que se estableció principalmente por su papel en la denuncia de los crímenes de Richard Nixon, es la de un periódico que no se deja intimidar por funcionarios poderosos.

Esto no quiere decir que la página editorial del Post haya sido siempre un faro del liberalismo. Su vehemente apoyo en 2002 y 2003 a la guerra de Irak fue vergonzoso, aunque debo señalar que su responsable de opinión de entonces (Fred Hiatt) contrató a un izquierdista declarado (yo mismo) para que aportara la perspectiva contraria. Bajo la dirección de David Shipley, que dimitió ayer como editor de las páginas de opinión, en lugar de aplicar el dictado de Bezos, la página ya se estaba moviendo a la derecha, sobre todo al negarse a apoyar a Kamala Harris y bloquear la publicación de una viñeta de Ann Telnaes, pero también mediante cambios como la reducción de la frecuencia de las columnas de columnistas liberales asentados desde hace mucho tiempo.

La columna de E.J. Dionne, por ejemplo, pasó de quincenal a semanal, y luego a mensual. En las semanas que siguieron a negar el respaldo [a Harris] y al asunto Telnaes, varios miembros de la redacción, entre ellos Chuck Lane, apenas liberal, y Jennifer Rubin, antigua conservadora, se levantaron y se marcharon. Los lectores de hojas de té podrían haber llegado a la conclusión de que la decisión de Bezos de seguir con el antiguo secuaz de Rupert Murdoch, Will Lewis, como nuevo director suyo en el Post, a pesar de la avalancha de artículos que produjo el nombramiento de Lewis sobre su implicación en los pinchazos telefónicos ilegales mientras trabajaba para Murdoch en el Reino Unido, venía a significar que Bezos bien podría estar tratando de transformar el Post siguiendo rumbos murdochianos.

Pero si cambiar sus páginas de opinión por las de The Wall Street Journal no tiene sentido comercial para el Washington Post, sí lo tiene para las empresas que constituyen la totalidad de la fortuna de Jeff Bezos, para Amazon, sobre todo. Como en el caso a su vez de Patrick Soon-Shiong, el multimillonario propietario de Los Angeles Times, las perspectivas de las empresas que son fuente de la riqueza de Bezos pueden verse mejoradas o disminuidas por nuestro nuevo presidente, y tienen claramente prioridad sobre su inversión por vanidad en el Post, cuyas finanzas ni siquiera suponen un error de redondeo en su riqueza total (que un artículo publicado el martes en el Wall Street Journal cifraba en 264.000 millones de dólares, superada sólo por la de Elon Musk).

Aunque no es una coincidencia, por supuesto, que la galopada de Bezos a la derecha se haya producido en el momento del ascenso de Donald Trump, hay otros factores no relacionados con el negocio del Washington Post que también están claramente en juego. Más de lo que comúnmente se cree, Bezos comparte la fanática oposición a los sindicatos que caracteriza a Musk y a los editorialistas de Murdoch. Cuando el NLRB (Consejo Nacional de Relaciones Laborales) del presidente Biden determinó que la negativa de la empresa a negociar con los trabajadores de los almacenes de Amazon en Staten Island, que votaron a favor de sindicarse hace tres años, violaba la LNRA (Ley Nacional de Relaciones Laborales), y que la contratación de sus propios conductores de reparto a contratistas aparentemente independientes era simplemente una forma de eludir su responsabilidad como empleador, Amazon respondió con una demanda que cuestionaba la constitucionalidad de la Ley Nacional de Relaciones Laborales, de 90 años de antigüedad (la NLRA otorga a los trabajadores el derecho a negociar colectivamente y proporciona una estructura administrativa para resolver los conflictos laborales). Esa demanda está ahora en los tribunales federales en el Quinto Circuito, de extrema derecha, y la siempre obediente administración Trump ha obligado a la NLRB a abandonar de hecho su oposición a la demanda y a su propia desestructuración, aunque la organización de camioneros, la cual representa tanto a los trabajadores del almacén como a los conductores, sigue oponiéndose a Amazon en los tribunales.

Como si esto no fuera suficiente para establecer las credenciales de Bezos como silenciador de la voz de los trabajadores, Amazon también respondió el mes pasado a los trabajadores de un almacén de Quebec que votaron a favor del sindicato cerrando permanentemente sus siete almacenes en Quebec, a pesar de que eso podría ralentizar su entrega de compras a los desprevenidos quebequeses.

Así que Bezos no sólo se está apresurando a hacer lo que sea necesario para permanecer a la diestra de Trump, sino que también está haciendo todo lo posible por promover la libertad de los propietarios por encima de la libertad de sus trabajadores. Al anunciar su reducción del abanico de las opiniones del Post a las opiniones de Bezos, escribió: "Yo soy de Norteamérica y estoy por Norteamérica, y estoy orgulloso de serlo. Nuestro país no llegó hasta aquí por hacer lo típico. Y una gran parte del éxito de los Estados Unidos ha consistido en la libertad en el ámbito económico y en todos los demás. La libertad es ética - minimiza la coacción - y práctica; impulsa la creatividad, la invención y la prosperidad".

Sin embargo, cuando se trata de impulsar la prosperidad, la libertad sindical ha resultado fundamental. No es casualidad que el único periodo de prosperidad verdaderamente masiva en los Estados Unidos -las tres décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial- coincidiera con el único periodo de sindicalización generalizada. Y se requiere no poca desfachatez para que Bezos ensalce la minimización de la coacción cuando Amazon obliga a sus trabajadores a asistir a reuniones de propaganda antisindical, y supervisa a sus empleados con cámaras que vigilan cada uno de sus pasos en sus almacenes y en las cabinas de sus camiones de reparto. Lo que está claro es que Bezos quiere decir "libertad para mí, pero no para ti".

Debo añadir que me alegra que Bezos señale que es norteamericano, aunque no está claro, por la forma en que define el término, que crea que Franklin Roosevelt también lo era.

Ahora esperamos lo que las nuevas páginas editoriales de Bezos les tienen reservado a los lectores del Post. ¿La determinación de no ofender a Trump llevará a los articulistas de Bezos a apoyar la revocación de la autonomía de Washington, D.C. con la que ha amenazado Trump? ¿Apoyarán los fieles escribas de Bezos la reanudación de los recortes fiscales de Trump para los ricos, que le ahorrarían a Bezos miles de millones de dólares, pero que pueden formularse, aunque sea de forma transparente, como un caso de "libertad económica"? ¿Habrá alguien fuera del Ala Oeste de la Casa Blanca y de los refugios de multimillonarios que lea las nuevas páginas editoriales del Washington Post sin vomitar? Estamos todos impacientes por verlo.

Fuente: The American Prospct, 27 de febrero de 2025

 

Muere la democracia en The Washington Post...y la oligarquía vive

John Nichols

El tercer hombre más rico del mundo, recién llegado de su agradecida aparición en la investidura presidencial de un multimillonario menor cuyas políticas van prácticamente a garantizar un aumento incalculable de las fortunas de una oligarquía estadounidense emergente, expresó el miércoles su frustración por el hecho de que los puntos de vista que defienden su modelo de capitalismo "están desatendidos en el mercado actual de ideas y noticias de opinión".

Cualquiera que consuma con una frecuencia mínima los medios de comunicación de propiedad corporativa -y en su mayoría favorables a las corporaciones- de los Estados Unidos tendrá excusa para preguntarse de qué demonios estaba hablando Jeff Bezos. Pero así es como el fundador de Amazon trató de justificar su decisión de convertir su Washington Post en un motor de defensa über-capitalista: sugiriendo que, sencillamente, los ideales de la clase multimillonaria no reciben suficiente atención en el discurso nacional.

De manera parecida, a los norteamericanos que se adhieren con nostalgia al historial de escepticismo del país hacia lo que Thomas Jefferson tachó de "aristocracia de oropel" y Frankin Roosevelt condenó como "monarquismo económico" se les puede perdonar que se pregunten, con respecto a un magnate que ya vale más de 225.000 millones de dólares: "¿Qué más quiere Bezos?".

Pero los observadores serios de la crisis norteamericana tal y como se ha venido desarrollando en las últimas décadas estarán de acuerdo con la valoración del senador estadounidense Bernie Sanders (independiente por Vermont), quien explica: "Estos oligarcas no sólo están contentos con disponer de ingentes cantidades de dinero. Quieren más. Lo sé yo, lo sabemos todos, que en los Estados Unidos las adicciones -drogadicción, alcoholismo, tabaquismo, todo eso- suponen un gran problema. Les voy a hablar del problema de adicción más grave que tenemos en este país: la codicia incontrolable de esta clase multimillonaria".

Dígase lo que se quiera de Bezos, pero no dejemos de reconocer que es un oligarca astuto que -al igual que su compañero de asiento en la toma de posesión de Donald Trump, el multimillonario número 1 Elon Musk- entiende que la información y las ideas son mercancías valiosas, que pueden manipularse para decidir el rumbo incluso de Estados cuasi democráticos.

Bezos sabe que los votantes podrían inclinarse por rechazar la vía de la plutocracia si se vuelven demasiado conscientes de la desigualdad rampante y de lo que el historiador Timothy Snyder denomina como "fraude del señuelo de enganche y engaño" de la reestructuración a lo Robin-Hood-al-revés (quitarles a los pobres para dárselo a los ricos) de las prioridades federales del presidente en la sombra, Musk. Así que Bezos ha decidido poner su pulgar en la balanza del debate, como propietario de uno de los periódicos más identificables, e históricamente influyentes, de los Estados Unidos.

En un memorándum a los empleados del Post el miércoles por la mañana [26 de febrero], Bezos decretó que se reorganizaría la sección de opinión del periódico para que sirva exclusivamente de portavoz del tipo de capitalismo monopolista sin restricciones que ha permitido a hijos del privilegio como Bezos, y Musk, y Trump acumular una riqueza y un poder inimaginables basándose en el "privilegio especial" que, según avisó una vez Theodore Roosevelt, podría conceder a "un hombre o una clase de hombres el derecho a disfrutar del poder, o la riqueza, o la posición, o la inmunidad" a expensas de la sociedad, y podría contemplar cómo esta élite económica "retuerce los métodos del gobierno libre dentro de una maquinaria para derrotar a la voluntad popular".

En un esfuerzo por retorcer esa maquinaria como sólo un barón de los medios puede hacerlo, Bezos ha iniciado esa suerte de "cambio" radical -o bien deberíamos decir "abandono de los principios"- que Rupert Murdoch puso en práctica cuando le compró el New York Post a su editora liberal, Dorothy Schiff, en 1976. Murdoch transformó un periódico que había apoyado con orgullo a George McGovern in 1972, por "su consistente historial de progresismo", en un diario reaccionario que, a partir de 1980, apoyó a los republicanos derechistas para la presidencia.

El Washington Post nunca fue tan progresista como el antiguo New York Post. Pero sus páginas de opinión han presentado a lo largo de muchas décadas un abanico de ideas, llegando incluso a publicar editoriales que pueden leerse como críticas al über-capitalismo y la desigualdad rampante.

Ya no. Ahora, afirma Bezos, "vamos a escribir todos los días en apoyo y defensa de dos pilares: las libertades personales y el libre mercado. También cubriremos otros temas, por supuesto, pero los puntos de vista opuestos a esos pilares se dejarán para que los publiquen otros".

"Yo soy de Norteamérica y estoy por Norteamérica, y estoy orgulloso de serlo", continuó Bezos. "Nuestro país no llegó hasta aquí por hacer lo típico. Y una gran parte del éxito de los Estados Unidos ha consistido en la libertad en el ámbito económico y en todos los demás. La libertad es ética - minimiza la coacción - y práctica - impulsa la creatividad, la invención y la prosperidad".

La mayoría de los norteamericanos estaría seguramente de acuerdo en que resulta encomiable el apoyo a las libertades personales, y los defensores del Post pueden señalar un largo historial de entusiasmo del consejo editorial por los derechos y prerrogativas constitucionales frente a la extralimitación gubernamental, tanto cuando el periódico la emprendió con Richard Nixon durante la era de Watergate, como más recientemente en sus constantes objeciones a los excesos de Trump y Musk.

No importa la evidente ironía que supone ensalzar la libertad en un anuncio sobre su intención de dejarles sin libertad a los empleados a los que Bezos animaba anteriormente a ejercer su independencia editorial. ¿Qué ocurre cuando las libertades personales, como el derecho a formar un sindicato en un almacén de Amazon, entran en conflicto con el tipo de extralimitación corporativa que a menudo se defiende como "libertad en el ámbito económico"? ¿Y qué ocurre cuando el lenguaje del "libre mercado" se tergiversa para defender el capitalismo monopolista que practican Bezos y su imperio de Amazon?

La respuesta a esas preguntas, al parecer, ha venido de David Shipley, el veterano periodista que había dirigido las páginas editoriales del periódico desde 2022 -y que aguantó la extraña decisión de Bezos en el otoño de 2024 de no respaldar la candidatura presidencial de la demócrata Kamala Harris, a pesar de que los editoriales del periódico habían esbozado durante meses una serie de argumentos políticos para adherirse a la candidatura de Harris y rechazar la campaña de Trump para un segundo mandato. "Le ofrecí a David Shipley, a quien admiro enormemente, la oportunidad de liderar este nuevo capítulo", ha escrito Bezos en su misiva. "Le sugerí que si la respuesta no era 'claro que sí', entonces tenía que ser 'no'. Después de considerarlo detenidamente, David decidió dar un paso atrás. Es un cambio importante, no será fácil y requerirá un compromiso del 100%. Buscaremos un nuevo editor de opinión que asuma este nuevo rumbo".

Habrá candidatos de sobra. A pesar de la afirmación de Bezos de que sus puntos de vista "están desatendidos en el actual mercado de ideas y noticias de opinión", el panorama mediático norteamericano está poblado por defensores más que suficientes de la clase multimillonaria y su agenda política. El Wall Street Journal sigue publicándose. También continúa la mayoría de los diarios que a lo largo de los años han hecho el ridículo defendiendo el neoliberalismo en el país -en forma de acuerdos comerciales que perjudican a los trabajadores y al medio ambiente, planes fraudulentos de privatización de servicios públicos y recortes de impuestos para los ricos que hinchan el déficit- y el neoconservadurismo en el exterior. Y luego están todos los comentaristas de la red financiera por cable, presentadores de radio, podcasters y personalidades digitales que han creado una cacofonía de vítores precisamente para el programa que se dedican a vender Bezos, Musk y Trump. Las plataformas mediáticas de los Estados Unidos están inundadas de defensores aduladores de la redistribución de la riqueza hacia arriba, al igual que la Casa Blanca y el Congreso.

La destrucción de la sección de opinión del Washington Post no liberará ni ampliará el debate económico en Estados Unidos. Sólo eliminará la dosis de escepticismo que a veces se deslizaba en los comentarios del consejo editorial del Post.

Lo que sucederá ahora es que la cámara de eco de la clase multimillonaria, ya bien amplificada, se hará más ruidosa, ya que pretende eclipsar las voces de organizadores sindicales, activistas de los consumidores, defensores de los derechos civiles y defensores de una fiscalidad progresiva que aspiran a hacer realidad la promesa norteamericana de democracia política y económica.

Cuando Bezos compró el Post en 2013 -por unos modestos 250 millones de dólares- prometió independencia editorial. Cuando Trump comenzó su primer mandato presidencial en 2017, Bezos apoyó a todas luces la decisión de los editores del Post de adoptar el lema "La democracia muere en la oscuridad." ["Democracy Dies in Darkness"].

Cuando Bezos ordenó que el periódico se hiciera más opaco con respecto a sus preferencias en las elecciones presidenciales de 2024, los críticos de dentro y fuera del Post pusieron en duda el compromiso del multimillonario con esa visión periodística del mundo. Ahora que Bezos ha obligado al periódico a adoptar una visión editorial que parte de su propio interés y de su entusiasmo por la agenda del segundo mandato de la administración Trump-Musk, es hora seguramente de un nuevo lema: "La oligarquía vive en The Washington Post".

Fuente: The Nation, 27 de febrero de 2025

 

(*) Harold Meyerson, veterano periodista de la revista The American Prospect, de la que ha sido director y es redactor jefe, ofició durante varios años de columnista del diario The Washington Post y fue director de L.A. Weekly. Considerado por la revista The Atlantic Monthly como uno de los cincuenta comentaristas más influyentes de Norteamérica, Meyerson ha pertenecido a los Democratic Socialists of America, de cuyo Comité Político Nacional fue vicepresidente.

(*) John Nichols, corresponsal de asuntos nacionales en el semanario The Nation. Ha escrito, coescrito o editado más de una docena de libros sobre temas que van desde la historia del socialismo norteamericano y el Partido Demócrata hasta análisis de los sistemas mediáticos norteamericanos y de todo el mundo. Su último libro, coescrito con el senador Bernie Sanders, ha supuesto todo un éxito de ventas: "It's OK to Be Angry About Capitalism" ["Está bien enfadarse con el capitalismo"].

Fuente: VVAA

Traducción: Lucas Antón