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10.3.25

Alemania: Balance de unas elecciones decisivas. Dossier (II)

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Por Phil Butland, Michael Roberts, Ingrid Ross (*)

Una economía sin fuerza

Michael Roberts

 

El nuevo gobierno se enfrenta a un gran desafío porque la economía de Alemania se está hundiendo. La economía se contrayó en 2023 y de nuevo en 2024; parece probable que permanezca en recesión de nuevo este año. Se suma así al período más largo de estancamiento económico desde la caída de Hitler en 1945.

La gran potencia manufacturera de Europa, Alemania, se ha ido frenando desde la pandemia. El PIB real alemán se ha estancado durante los últimos cinco años. La inversión empresarial real en Alemania está muy deprimida, más que en la zona euro en general. El consumo real de los hogares en Alemania ha sido golpeado.

El gobierno alemán ha seguido servilmente las políticas de la alianza occidental de la OTAN y ha puesto fin a su dependencia de la energía barata de Rusia, incluso tras la explosión del vital gasoducto Nordstream. Como resultado, los costes de la energía se han disparado para los hogares alemanes.

Pero más importante para el capital alemán son los crecientes costes de energía para los fabricantes. La energía está frenando la economía. El combustible fósil barato importado de Rusia se ha reducido como consecuencia de las sanciones y la ruptura con Rusia por la guerra de Ucrania. Ha sido reemplazado por costoso Gas Natural Licuado (GNL) de Estados Unidos, por lo que los costes de la electricidad se han disparado. La Cámara Alemana de Industria y Comercio (DIHK) comentó: "Los altos precios de la energía también afectan a las actividades de inversión de las empresas y, por lo tanto, a su capacidad para innovar. Más de un tercio de las empresas industriales dicen que actualmente pueden invertir menos en los procesos operativos básicos debido a los altos precios de la energía".

Producción del sector intensivo en energía (indexada)

Achim Dercks (DIHK): "Si las propias empresas ya no invierten en sus procesos principales, esto equivaldrá a un desmantelamiento gradual". Como resultado, la producción y la capacidad de fabricación se han desplomado.

El resurgimiento de la rentabilidad del capital alemán desde el inicio del euro y la reubicación de la capacidad industrial en el este de la UE y los bajos salarios de una gran parte de la fuerza laboral se han terminado. La rentabilidad comenzó a caer en la Gran Recesión y durante la Larga Depresión de la década de 2010. La mayor caída se produjo en la pandemia y la rentabilidad está ahora en un mínimo histórico.

Peor aún, la masa de beneficios también ha comenzado a caer a medida que los crecientes costes de producción (energía, transporte, componentes) se comen los ingresos. La formación de capital bruto real (una medida indirecta de la inversión) se está contrayendo.

Las quiebras corporativas alemanas han aumentado has las 2.000, la cifra más alta en diez años. Es una duplicación en los últimos tres años, alcanzando los 4.215 a finales de 2024.

Los salarios reales en Alemania se mantienen por debajo de los niveles anteriores a la pandemia. Una cuarta parte de los alemanes tienen ingresos insuficientes para llegar a fin de mes, según el Instituto Económico Alemán en su "Informe de Distribución 2024" citando datos de la encuesta de hogares.

No es de extrañar que el gasto de los consumidores se haya desplomado por un precipicio.

 

Es solo cuestión de meses hasta que el número de desempleados en Alemania alcance los 3 millones por primera vez en una década, ya que las empresas quiebran o abandonan a la espera de un cambio que simplemente se niega a llegar. Después de una ola de cierres de plantas en industrias intensivas en energía como los productos químicos en 2022, el importantísimo sector automotriz sucumbió el año pasado, con Volkswagen y otras compañías anunciando miles de recortes de empleo. La tasa de desempleo se encuentra ahora en su nivel más alto en más de cuatro años, solo justo por debajo de donde alcanzó su punto máximo durante la pandemia. Klaus Wohlrabe, jefe de encuestas de Ifo, señala que espera que el desempleo alcance los 3 millones de personas a mediados de año.

La desaparición de la economía alemana ha expuesto el problema subyacente de un mercado de "doble mano de obra" con toda una capa de empleados temporales a tiempo parcial para empresas alemanas con salarios muy bajos. Alrededor de una cuarta parte de la fuerza laboral alemana recibe ahora un salario de "bajos ingresos", utilizando la definición común de un salario inferior a dos tercios de la mediana, que es una proporción más alta que la de 17 países europeos, excepto Lituania. Esta mano de obra barata, concentrada en la parte oriental de Alemania, está en competencia directa con el gran número de refugiados que llegaron en los últimos dos años. Muchos votantes en el este de Alemania piensan que sus problemas se deben a la inmigración, lo que proporciona  eco a la AfD. Pero mientras que la inmigración se sitúa como la primera preocupación de los votantes, la situación económica, la energía y la inflación juntas también obtienen un 58 %.

La solución del líder de la CDU, Friedrich Merz, a esta crisis son las políticas neoliberales habituales: reducciones en el gasto público (recortes de beneficios) y liberalización empresarial. Con la coalición del SPD hubo fuertes recortes en el gasto social para pagar más compras militares, el "Proyecto Ucrania" y el aumento de los costes de la energía. Irónicamente, Merz dice que todavía debe haber espacio para aumentar el gasto en defensa - Merz incluso argumentó que Alemania debería obtener armas nucleares.

Merz promete que su gobierno enderezará el barco atrayendo más inversión privada a la economía. Mientras tanto, el gasto en infraestructura de Alemania en ferrocarriles, puentes, etc. está en su nivel más bajo. La reputación de Alemania por su eficiencia es obsoleta, afirman los críticos: los trenes no salen a tiempo, la cobertura de Internet y telefonía móvil a menudo es irregular y las carreteras y los puentes están en mal estado. Hay preocupación sobre el estado de los puentes del país: en un documento de 2022, el ministerio de transporte identificó que 4.000 de ellos necesitaban modernización. Solo el 11 por ciento de las conexiones de banda ancha fija de Alemania son de la fibra óptica más rápida, una de las tasas más bajas entre los países de la OCDE.

El fracaso de Alemania a la hora de aumentar la inversión del sector público se debe en parte al llamado "freno de la deuda", un límite constitucional al gasto público. Acordado en 2009, requiere que el déficit presupuestario del país no supere el 0,35% del PIB estructural. Esta regla ha reducido la capacidad del gobierno para invertir. Sin embargo, lo más probable es que el tribunal constitucional alemán quiera poner límites a cualquier intento de reformar la regla y, por lo tanto, incluso si las modificaciones al freno de la deuda pasan la revisión judicial, probablemente serían demasiado pequeñas para expandir materialmente el margen fiscal de Alemania. Además, dos de cada tres votantes de la CDU/CSU y tres cuartas partes de AfD se oponen a cualquier alivio del freno de la deuda. De hecho, la coalición liderada por el SPD cayó precisamente porque el ministro de finanzas del FDP se negó a considerar más préstamos y exigió recortes de impuestos y gastos.

La AfD afirma que la respuesta a la decadencia de Alemania es acabar con la inmigración, abandonar el euro y reducir sus pagos a la UE. Las contribuciones de 115 mil millones de euros de la UE a la defensa ucraniana solo son superadas por los 119 mil millones de euros de los Estados Unidos. El BSW quiere el fin del apoyo a Ucrania y el fin de las sanciones contra Rusia.

Lo que todo esto muestra es que incluso el capitalismo alemán, la economía capitalista avanzada con más éxito de Europa, no puede escapar a la Larga Depresión. Pero también muestra que el seguimiento servil del gobierno de coalición alemán de los intereses del imperialismo estadounidense en nombre de la "democracia occidental" en relación con Ucrania e Israel ha destruido la hegemonía del capital alemán en Europa y el nivel de vida de sus ciudadanos más pobres. No es de extrañar que las voces del nacionalismo y la reacción hayan ganado atractivo. La ironía ahora es que la administración Trump parece querer de llegar a un acuerdo de paz con Rusia sobre las cabezas de los líderes europeos.

El capitalismo alemán puede haber sido una historia de éxito desde la reunificación con Alemania Oriental. Pero sus perspectivas a largo plazo no son tan optimistas. Tiene una fuerza laboral en declive y envejecida y menos áreas para la explotación de nueva mano de obra fuera de Alemania, mientras que la competencia de China y Asia aumentará. Y Merz tendrá que prepararse para los aumentos arancelarios de Trump sobre las exportaciones alemanas a los Estados Unidos.

https://thenextrecession.wordpress.com/2025/02/22/germany-drained-of-pow...

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Una victoria conservadora en una Europa en crisis

Ingrid Ross

Las elecciones alemanas sellaron el triunfo de los conservadores, que fueron secundados por la extrema derecha. Los socialdemócratas quedaron en tercer lugar y la izquierda de Die Linke resurgió de las cenizas. Friedrich Merz tendrá que pactar con otras fuerzas para formar gobierno y enfrentar el incierto contexto de Europa en el marco de la nueva era Trump.

Tal como indicaban las encuestas, los conservadores de la Unión Demócrata Cristiana de Alemania y la Unión Social Cristiana de Baviera (CDU/CSU, por sus siglas en alemán) ganaron las elecciones federales alemanas. Obtuvieron 28,5% de los votos en unos comicios con una altísima participación (82,5%), lo que indica que el próximo canciller de la República Federal Alemana será Friedrich Merz, un conservador adinerado históricamente enfrentado en su partido con la ex-canciller Angela Merkel. Sin embargo, al no contar con la mayoría de los escaños en el Parlamento, la CDU/CSU deberá formar un gobierno de coalición.

El gran perdedor de las elecciones es, sin duda, el Partido Socialdemócrata (SPD), que desde 2021 lideró la llamada «coalición semáforo», integrada también por el Partido Democrático Libre (FDP) y Los Verdes. Los socialdemócratas alcanzaron apenas 16,4% de los votos, en el que constituye su peor desempeño en la historia de la República Federal Alemana. Si se comparan los resultados de la anterior elección federal con la que tuvo lugar el domingo 23 de febrero, queda claro que el SPD tuvo una caída importante: perdió más de 9 puntos.

Tradicionalmente, el partido más votado tiene el derecho de iniciar negociaciones para conformar gobierno. Merz ya afirmó que no pactará con el partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) -que obtuvo el segundo lugar con 20,8% de los votos-, lo que indica que mantendrá el «cordón sanitario» establecido por los partidos democráticos, aunque en el pasado reciente amagó con romperlo. La exclusión de AfD deja a la «gran coalición» entre la CDU/CSU y el SPD como la opción más probable. Pero aunque esto parezca una repetición del pasado, las diferencias con las grandes coaliciones previas son evidentes.

En primer lugar, el mundo ha cambiado. Hace exactamente tres años, el 24 de febrero de 2022, Rusia lanzó su guerra contra Ucrania. Y en la sesión extraordinaria de emergencia convocada por el Parlamento Alemán el 27 de febrero de ese año, el canciller socialdemócrata Olaf Scholz declaró que la guerra de agresión rusa marcaba un cambio de época. Scholz no solo se refirió al conflicto con un país que hasta este momento era un socio comercial importante para la economía alemana, sino que también subrayó la necesidad de que Alemania se preparase para una eventual defensa de su territorio en el futuro -aludiendo a la posibilidad de que el país se viera involucrado directamente en la guerra con Rusia, algo impensable tras el fin de la Guerra Fría-.

Hoy, los cambios geopolíticos se han acelerado a tal nivel que el orden multilateral y sus instituciones están en peligro y quien está demoliendo las certezas sobre él es el propio gobierno estadounidense. De hecho, hay fuertes señales de la ruptura de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Ahora mismo, Estados Unidos negocia con Rusia el fin de la guerra en Ucrania. Pero ni el presidente ucraniano ni los líderes europeos han sido convocados a esa negociación, que en verdad trasciende al conflicto bélico y podría rediseñar aspectos centrales del orden global.

La jornada electoral anticipada en Alemania -tras el fin del gobierno de coalición- se produjo, entonces, con el telón de fondo de un mundo convulsionado. Hay que recordar que el gobierno de Scholz, que incluyó a socialdemócratas, liberales y verdes, conocida mediáticamente como «coalición semáforo» -por los colores de los partidos-, se llamó oficialmente «Coalición por el progreso». Esa coalición gubernamental manifestó una ambiciosa agenda con el objetivo de combatir el cambio climático, transformar la matriz energética, promover la digitalización, reformar el sistema de inmigración, fortalecer los derechos de la niñez y mejorar la educación. Pero la potente agenda inicial no tuvo correlato en la práctica en los tres años de gestión.

En buena medida, la falta de concreción de esas políticas se vinculó al cambio radical que supuso la guerra en Ucrania, lo que llevó a un cambio de las prioridades del gobierno. Pero, además, la imagen pública de la coalición semáforo se vio fuertemente debilitada por las diferencias irreconciliables entre los tres partidos que la conformaron. Esas diferencias se cristalizaron en los debates sobre la posible eliminación del límite al endeudamiento para permitir más inversiones. La coalición se quebró el mismo día que el mundo se enteró de que Donald Trump volvería a ser el presidente de Estados Unidos.

El nuevo gobierno deberá enfrentar grandes desafíos. Por un lado, la crisis del modelo económico alemán, basado hasta ahora en la importación de energía a precios bajos. La importación de gas natural de Rusia constituía el 55% del gas importado en 2020. Además, el país carece de un sistema de defensa potente, ya que ha tendido a confiar su seguridad a la OTAN, cuyo destino hoy es incierto. Al mismo tiempo, la política de austeridad que guió los destinos del país desde la gestión de Angela Merkel ha provocado el deterioro de carreteras, puentes y del sistema ferroviario. Se han descuidado las inversiones en la infraestructura para transportar energía y datos. La gran fortaleza de la economía alemana, verdadero motor de la Unión Europea, ha sido la exportación de sus productos industriales. Una disminución de las exportaciones conlleva efectos negativos para la recaudación fiscal y, además, para las contribuciones al presupuesto de la Unión Europea. Alemania sigue siendo, al día de hoy, el mayor contribuyente neto de la organización que nuclea a los principales países del continente.

La campaña electoral se enfocó en tres grandes temáticas: la revitalización de la economía, la guerra en Ucrania y la inmigración. Otro tema transversal que movilizó a parte de la sociedad alemana -y que la llevó a manifestarse en las calles- fue el auge de la extrema derecha. AfD aprovechó una serie de ataques producidos por inmigrantes y refugiados para estimular el miedo y asegurar que el Estado alemán había fallado en sus políticas de asilo e integración de ciudadanos extranjeros.

El crecimiento de AfD ha sido constante durante los últimos años. En 2017, obtuvo 12,6% en las elecciones federales, en 2021 llegó a 10,3% y este 23 de febrero superó el 20%. El partido -considerado en algunos estados alemanes como una organización que viola la Constitución debido a sus tendencias antidemocráticas- promueve un discurso etnonacionalista con posiciones y retóricas radicales que han dejado en evidencia, en numerosas ocasiones, su ambigüedad respecto del legado del nazismo. El partido se benefició del gran descontento de la mayoría de los alemanes con la inmigración. Según las encuestas de boca de urna, los temas más relevantes de los votantes fueron la seguridad interna, la seguridad social y la inmigración.

AfD no solo promovió un endurecimiento de las condiciones para recibir nuevos inmigrantes, sino que planteó la posibilidad de expulsar a quienes ya viven en Alemania (la remigración). Con ello, el partido de extrema derecha capitalizó el descontento y el miedo de la población, particularmente fuerte entre los trabajadores y los desempleados, sobre todo en la ex-República Democrática Alemana (RDA). El apoyo de estos grupos sociales a AfD creció en un 17%. Alice Weidel, la candidata de AfD y co-lideresa del partido, fue omnipresente durante toda la campaña. Militante de AfD desde 2013, Weidel se ha perfilado agresivamente como una alternativa en contra del establishment. Las presuntas contradicciones de una mujer que en 2017 declaró en una convención del partido «yo soy homosexual» y que vive con su pareja en Suiza, donde crían a dos hijos, han fascinado los periódicos durante la campaña electoral.

En las semanas previas a las elecciones, AfD recibió un impulso inédito. Si bien es cierto que durante la Guerra Fría existían operaciones y manipulaciones de agentes extranjeros sobre la política alemana, nunca antes el gobierno de Estados Unidos había interferido en la política local de una manera tan explícita y abierta y, para colmo, en favor de una fuerza con ostensibles posiciones antidemocráticas. El nuevo vicepresidente de Estados Unidos, J.D. Vance, habló en la reciente Conferencia de Seguridad de Múnich en favor de la «libertad de expresión». Pero no lo hizo criticando a AfD, sino como un modo de defender a esa fuerza de aquellos que consideran que trata de romper los consensos democráticos construidos en el país. Unos días después, Vance reiteró su apoyo a la fuerza de extrema derecha, y conectó su discurso con una amenaza: la de retirar las bases militares que Estados Unidos posee en Alemania y cuya presencia es percibida por la mayoría de los alemanes como una protección contra Rusia. Su posición en favor de AfD se sumó al aparatoso apoyo que Elon Musk le viene brindando desde hace meses.

A todo esto se sumó la interferencia de Rusia en las elecciones, que marca otro episodio en la guerra híbrida que el Kremlin sostiene contra Alemania y la Unión Europea. Se presume que el gobierno de Vladímir Putin ha utilizado la migración como instrumento de desestabilización, al punto que diversas investigaciones han marcado la posibilidad de que, en colaboración con Bielorrusia, ha organizado vuelos con migrantes para introducirlos en Alemania y la Unión Europea. Después de los atentados en Solingen, Aschaffenburg y Múnich, distintos expertos discutieron el patrón de los ataques de migrantes contra civiles, y han sopesado la hipótesis de que Rusia haya contratado a personas en Afganistán para infiltrarlas en Alemania. En definitiva, tanto Rusia como el actual gobierno de Estados Unidos apoyan a AfD. La buena noticia es que esos apoyos todavía no han logrado abrir el camino para que la ultraderecha forme parte de un futuro gobierno.

La sorpresa más grande de los comicios ha sido posiblemente la resurrección del partido Die Linke (La Izquierda) que consiguió 8,7% de los votos. Después de que Sahra Wagenknecht abandonara Die Linke para fundar su propia organización -con posiciones antiinmigración-, el partido quedó dividido y luchando por su supervivencia en el Parlamento. Pero una campaña coherente, con trabajo de base y con nuevas caras -sobre todo la diputada Heidi Reichinnek (apodada Queen Heidi), una mujer de 36 años del este del país muy activa en Tiktok- dio buenos resultados, principalmente entre los votantes jóvenes (25% de los votantes menores de 25 años votó por La Izquierda) e incluso consiguió quedar en primer lugar en Berlín. El partido logró presentarse como una alternativa a «la casta» o establishment político. En las elecciones anteriores, los liberales del Partido Democrático Libre habían jugado el rol de outsiders, pero la participación en el gobierno de Scholz los dejó especialmente debilitados. De hecho, los liberales ni siquiera consiguieron ingresar al Parlamento, y su líder, Christian Lindner, ya presentó su renuncia.

¿Cómo se explica la derrota histórica del SPD? La campaña del Partido Socialdemócrata se basó en cuestiones vinculadas a la seguridad doméstica e internacional, en el marco de la guerra en Ucrania, y a la defensa de los intereses de los trabajadores y de la clase media. El SPD promovió reformas tributarias para favorecer a los trabajadores con ingresos medios y bajos, y prometió bajar el IVA para los productos de consumo diario, a la vez que se comprometió a aumentar el salario mínimo a 15 euros por hora (hoy está en 13). Además, aseguró que nunca pactará con AfD.

Históricamente, el SPD ha sido un partido que ha representado intereses amplios y que no se ha circunscripto a un solo sector social. Es decir, ha sido un volkspartei (partido popular de base amplia) que ha tendido a promover un programa capaz de representar los intereses de diversos grupos sociales. Pero en 2025 muchas personas ya no ven al SPD como un partido que defienda sus intereses. El partido es poco atractivo para los jóvenes (solo 12% de los electores menores de 25 años votó al SPD). Por otro lado, el estilo de Olaf Scholz, marcado por la búsqueda de consensos y compromisos, produjo cansancio. Scholz fue visto como un líder débil que no tomaba decisiones dentro de la coalición. Los votantes que acudieron decepcionados a las urnas consideraron que Scholz era el responsable de los magros resultados del gobierno. Pero el sistema alemán, basado en el pluralismo de partidos y a menudo en gobiernos de coalición, tiene como característica inherente procesos de negociación que tienden a ser lentos y tediosos.

El resultado de las elecciones parece presentar una última oportunidad para que el sistema democrático y representativo demuestre que es capaz de navegar sobre las aguas agitadas del «cambio de época». Friedrich Merz, el próximo canciller, ya anunció que habrá nuevas formas de pactar un acuerdo de coalición, con un horizonte de tiempo más corto y con mayor flexibilidad para adaptar la agenda en el futuro. En las próximas semanas se verá si es posible la formación de una coalición de gobierno en estas condiciones. Y también iremos develando el papel de AfD, que contará con una inédita representación en el Bundestag.

https://nuso.org/articulo/elecciones-alemania-cdu-spd-afd-die-linke/

 

(*) Phil Butland es un socialista de Bradford, al norte de Inglaterra. Fundó el Berlin LINKE Internationals y ahora está activo con The Left Berlin y Sozialismus von Unten (SvU). Junto con sus actividades políticas, Phil es el editor del CinePhil Berliner Film Blog.

(*) Michael Roberts, habitual colaborador de Sin Permiso, es un economista marxista británico, que ha trabajado 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.

(*) Ingrid Ross. Es directora de la revista Nueva Sociedad. Ha sido representante de la Fundación Friedrich Ebert en América Central y en Jerusalén Este.

Fuente: Varias

Traducción: Enrique García