3.2.25
¿Qué piensa hacernos Trump en estos tiempos convulsos? (III)
Por Autores Varios
¿Qué significarán las políticas económicas de Trump para la economía mundial, para la Unión Europea y para el Sur Global? ¿Cómo afectarán a la relación entre trabajo y capital dentro de Estados Unidos? Se lo preguntamos a Grace Blakeley, Sam Gindin, Rémy Herrera, Jörg Kronauer, Peter Mertens, Michael Roberts, Ingar Solty y James Meadway.
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Sam Gindin, economista canadiense y coautor de The Making of Global Capitalism: The Political Economy of American Empire (Verso, 2012).
¿Cuál será el impacto de la economía de Trump en la economía nacional, para el capital y para la clase trabajadora?
Sam Gindin El regreso de Trump a la presidencia tiene a muchos progresistas centrados en lo malas que serán sus políticas económicas, como parte de la generación de resistencia popular. Tres cosas parecen dignas de enfatizar desde el principio. Primero, no estamos pasando de tiempos buenos para los trabajadores a tiempos horribles. Las últimas décadas, la mayoría bajo gobiernos demócratas, fueron desastrosas en términos de aumento de las desigualdades y la inseguridad, y redujeron la vida de la clase trabajadora a la supervivencia básica. El pasado preparó el terreno para Trump en términos de frustraciones, desmoralización y reducción de las expectativas.
En segundo lugar, la principal resistencia contra Trump puede provenir de algunos de sus aliados y de las empresas. Los aranceles elevados y generales sobre productos más baratos procedentes del extranjero no pueden sino aumentar los precios. Las represalias en el extranjero también podrían perjudicar a algunas exportaciones y empleos estadounidenses. O las represalias pueden adoptar la forma, insinuada por China, de limitar las cadenas de suministro.El daño que pueden acarrear estas interrupciones se ha visto durante los años de la COVID.
Del mismo modo, la expulsión de inmigrantes significa una pérdida de mano de obra barata que suministra gran parte de nuestros alimentos, lo que de nuevo tiende a hacer subir los precios y causará trastornos en sectores como la hostelería y la pequeña industria manufacturera. Las empresas se embolsarán sus recortes fiscales, expresarán su gratitud a Trump por eliminar las regulaciones sociales a su poder y elogiarán solemnemente el debilitamiento de los intentos sindicales de equilibrar las relaciones de clase. Prometerán actuar con «responsabilidad». Pero luego buscarán que Trump modere las políticas que no les gustan porque 'socavan el orden mundial del libre comercio'.
En tercer lugar, la expectativa de que los trabajadores vean a través de Trump, resistan sus ataques a sus vidas, y así se conviertan en una fuerza social unida es una esperanza, pero no algo que esperar a corto plazo. Los largos años de derrota no pueden darse la vuelta en un instante. Las lecciones aprendidas en esta última fase del capitalismo no serán automáticamente las correctas. Si Trump tropieza, los demócratas pueden simplemente llegar a la conclusión de que lo único que deben hacer es esperarle y quizás moverse un poco hacia la derecha para sustituirle. E incluso los partidarios de Trump de la clase trabajadora, sin un marco más coherente, pueden culpar a los que se resistieron a la economía de Trump: manifestantes, sindicatos, el «Estado profundo».
La economía trumpista será obviamente perjudicial para los trabajadores. Los recortes fiscales avanzarán a toda máquina y el consiguiente déficit presupuestario provocará llamadas de pánico para arreglar el déficit (es decir, recortar programas sociales como sanidad, educación y asistencia social). Los ataques a China acentuarán la «competitividad» y afirmarán la necesidad de «moderar» las demandas salariales nacionales y la legislación laboral. En otros casos, como el de los aranceles, Trump podría, en respuesta a los impactos negativos sobre la economía, moderar la escala de los aranceles y luego afirmar que sus amenazas arancelarias fueron exitosas monedas de cambio para ganar 'concesiones' de China. Incluso en lo que respecta a la expulsión de inmigrantes, Trump podría ralentizarla para dar cabida a las preocupaciones empresariales.
El punto es que detrás de las políticas específicas, incluso si no terminan siendo tan malas como parecían originalmente, hay una profunda aculturación reaccionaria en torno a las cuestiones económicas. El argumento de que Estados Unidos está siendo perjudicado, aunque sea la potencia mundial dominante, refuerza peligrosos sentimientos nacionalistas que no desaparecerán fácilmente. Incluso refuerza los sentimientos nacionalistas en el extranjero, no contra las corporaciones globales responsables de las desigualdades y el desarrollo desigual en todo el planeta, sino contra las personas de otras naciones, que son muy parecidas a ellos. Y no hacer nada por el medio ambiente no es ser «neutral», sino robar otros cuatro años preciosos que necesitamos desesperadamente para reestructurar nuestra economía en términos de cómo trabajamos, vivimos, viajamos, experimentamos la vida.
Además, las cuestiones «económicas» quedarán eclipsadas por cómo responda Trump a la resistencia esporádica. Probablemente socavará incluso la limitada democracia que existe en Estados Unidos: criminalizando las protestas, eliminando el pensamiento crítico de los programas escolares, canalizando los fondos universitarios hacia lo que sea útil para el capital, no para el desarrollo humano, gastando más en prisiones que en guarderías.
No tiene mucho valor especular sobre lo mal que van a ir las cosas. Aún no lo sabemos, pero sí sabemos que, por un lado, serán bastante malas y, por otro, en el estado actual de la izquierda en Estados Unidos, las perspectivas de victorias significativas a corto plazo son limitadas. Además, debemos llegar a la conclusión de que la cuestión principal no es desarrollar «buenas políticas». Vivimos en una época de opciones polarizadas e incluso las buenas políticas no serán suficientes si no transformamos las estructuras de poder. Sin eso, las políticas que deseamos son sólo deseos, no visiones realizables de un mundo alternativo.
Si no queremos regodearnos en lo que Trump nos hará, sólo hay un punto de partida. Identificar la construcción del poder social cotidiano -la organización sostenida más profunda- lo es «todo».
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James Meadway, economista británico, presentador del podcast Macrodose, y coautor de The Cost of Living Crisis: (and how to get out of it) (Verso, 2023).
¿Qué impacto tendrá Trumponomics en la economía mundial? Y, más concretamente, ¿cómo se verán afectadas Europa y/o el Sur Global?
El regreso de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos marcará un nuevo y decisivo giro contra el orden mundial neoliberal de las últimas décadas. Desde la década de 1980, el capital estadounidense se ha beneficiado de la promoción del libre comercio y la libre circulación de capitales en todo el mundo, aprovechando su papel como la mayor economía del mundo, el mayor gasto militar y el emisor de la principal moneda de reserva mundial. Pero los últimos 15 años han socavado gravemente todo eso: El ascenso meteórico de China, que continúa tras la crisis de 2008, desafía el dominio económico de Estados Unidos; su ejército ha sufrido una serie de derrotas; incluso el estatus del poderoso dólar se ha puesto en entredicho.
Trump siempre ha reconocido parte de esta historia, pero si su primer periodo en el cargo estuvo marcado por la oposición entre élites, incluso de su propio Partido Republicano, llega para un segundo mandato a la cabeza de un nuevo consenso económico. Es decisivo el nombramiento de Scott Bessant, antiguo multimillonario demócrata de fondos de cobertura convertido en partidario de Trump, para el puesto clave de Secretario del Tesoro. En una larga entrevista el verano pasado, Bessant detalló los planes probables de la administración: expandir rápidamente la producción de combustibles fósiles; más recortes fiscales para los más ricos; y, lo que es crucial, utilizar aranceles agresivos contra el resto del mundo para imponer el cumplimiento. Bessant y quienes le rodean hablan de un «gran acuerdo» con China: que Estados Unidos utilizará su poder de mercado, a través de los aranceles, para obligar a China a sentarse a la mesa de negociaciones, haciendo el mundo más seguro una vez más para el capital estadounidense. La expansión de la producción de petróleo y gas debilitará a la OPEP y a Rusia, al tiempo que mantendrá bajos los precios internos. Y el propio Trump ha amenazado con sanciones contra cualquier país que intente socavar el estatus del dólar como reserva mundial.
Ya no se trata de neoliberalismo, sino de un nuevo mercantilismo, «America First», que utiliza el poder del Estado, incluida potencialmente la fuerza militar, de forma mucho más abierta para apoyar los intereses del capital estadounidense.
Es poco probable que esto funcione según lo previsto. China (a diferencia de Japón en la década de 1980, cuando se alcanzó un acuerdo similar) no tiene motivos para aceptar un mal acuerdo de Estados Unidos. Los intereses de seguridad de EE.UU., en torno a los datos y la IA en particular, que las administraciones de Trump y Biden defendieron agresivamente, socavarán cualquier intento de un acuerdo de compromiso. Biden también amplió la producción de combustibles fósiles, y durante su mandato Estados Unidos se convirtió en el mayor productor mundial. Pero las consecuencias de esa producción, hoy e históricamente, se están cebando con Estados Unidos de forma espectacular y costosa.
Es muy probable que el segundo mandato de Trump se caracterice tanto por la perturbación permanente del cambio climático como por cualquier otra cosa, con rescates, crisis financieras y costes de limpieza colosales, quizás con un salto de pánico de última hora hacia la geoingeniería. Pero en el caos, a medida que las placas geopolíticas se desplazan, nuevas potencias pasan a primer plano y el propio cambio climático desbarata todos los cálculos anteriores, existe la posibilidad de oposición y alternativas, un espacio que se ha abierto con el declive del poder estadounidense para que sus oponentes y la izquierda socialista se reagrupen y vuelvan a unirse.
Fuente: https://lavamedia.be/what-is-trump-planning-to-do-to-us-in-these-turbulent-times/
Traducción: Antoni Soy Casals