10.6.24
El documental "Kill Zone: Inside Gaza": historias humanas desgarradoras entre la carnicerĂa y el caos
Por Jack Seale (*)
A los ciudadanos de todo el mundo no les ha hecho falta que los medios de comunicación convencionales les mostraran el horror del ataque israelí contra Gaza, que dura ya siete meses.
Las redes sociales han proporcionado un torrente de grabaciones, casi en tiempo real, con cada vídeo aparentemente más impactante que el anterior. Como macabra ilustración de que la televisión tradicional no ha estado a la altura, la emisión en Channel 4 del documental Kill Zone: Inside Gaza ,[Zona mortal: Dentro de Gaza] del programa Dispatches, llegó al día siguiente de que los teléfonos inteligentes se iluminaran con imágenes de un ataque a un campo de refugiados en Rafah, y con una imagen que podría definir este vergonzoso episodio de la historia de la humanidad: sobre un fondo de tiendas en llamas, un hombre sostiene el cuerpo de un bebé, tal vez de uno o dos años, tal vez más pequeño. Es difícil saber la edad exacta del niño, ya que no tiene cabeza.
Kill Zone resulta de modo inevitable un programa angustioso y desgarrador, realizado con habilidad y cuidado por una docena de cineastas palestinos que han debido correr graves peligros durante todo el rodaje, que duró más de 200 días, tras el atroz ataque de Hamás contra civiles israelíes el 7 de octubre de 2023. Pero, ¿cuál es su papel, cuando imágenes que se considerarían imposibles de emitir en televisión figuran ya impresas en nuestro cerebro, aguijonean nuestra conciencia y arden en nuestras pesadillas?
La respuesta más evidente consiste en que es el servicio que presta a un público más amplio que podría ser menos consciente de la magnitud de la devastación, que se encuentra al otro lado de la brecha cada vez mayor de conocimiento entre los que están en la Red y los que no. Hay aquí imágenes de alta definición de barrios enteros destruidos; nítidos primeros planos de bloques de pisos reducidos a montones ondulantes y retorcidas de acero, hormigón y cadáveres; salas de hospital repletas de mujeres y niños sangrantes y destrozados, transmitidas a la gran pantalla del salón en lugar de que lleguen a un simple dispositivo que cabe en un bolsillo. Esta representación de la carnicería posee una claridad poco común.
Sin embargo, el verdadero poder de Kill Zone reside en la capacidad de un documental profesional de una hora de duración de filtrar el caos y encontrar historias. Con un cierto volumen, esas imágenes virales de colosales bolas de fuego o de pies que sobresalen de entre los escombros pueden empezar a parecer irreales. Pero las narraciones que aquí se desarrollan nos enfrentan a la pérdida y el sufrimiento de individuos con nombre propio cuya mirada hemos conocido.
Al inicio de la película conocemos a la periodista Hind Khoudary y al cámara Ali Jadallah. La camaradería de su equipo es notable: mientras afrontan un nuevo día, Khoudary les pregunta cómo andan de ánimo. "¡Alto!", dice una voz, mientras un colega masculino se alisa el bigote en una parodia de alguien a quien las apariencias le siguen importando. La facilidad de Khoudary para hablar con claridad a la cámara en medio de escenas de sangriento caos resulta asimismo impresionante, pero mientras cubre la afluencia de pacientes al hospital al-Shifa se derrumba cuando una niña pasa corriendo en una camilla, agarrada a un osito de peluche. Lo peor está por llegar cuando la casa de la familia de Jadallah es blanco de ataque: encuentra enseguida el cuerpo de su hermano, pero no puede localizar a su padre, y acaba revisando los 75 cadáveres sin identificar de al-Shifa para ver si su padre se encuentra entre ellos. Al día siguiente lo encuentran muerto. Al final de Kill Zone aparece una foto fija del colega del bigote, que sonríe valerosamente. Se llamaba Montaser al-Sawaf y lo mataron en diciembre.
Aún más tristes resultan las experiencias de los niños palestinos. En Deir al-Balah, en el centro de Gaza, nos presentan a la familia Badwan, incluidas las hermanas Lama y Sama con sus monos y sus petos a juego. El trauma de una generación se percibe en el momento en que interrumpen la entrevista porque oyen un ruido cercano: sus rostros se nublan de miedo mientras se tapan instintivamente los oídos con los dedos. Más tarde, se pregunta a los niños Badwan qué es lo peor del bombardeo. "Murieron nuestros amigos, nuestros vecinos. Murió mucha gente a la que queremos", dice uno de ellos, con la inquietante ecuanimidad de un niño que describe acontecimientos que es incapaz de procesar. "Echo de menos a mis amigos del colegio, al director y al profesor", dice otro de los hermanos Badwan. "Ahora mismo no sé nada de ellos".
Al menos los Badwan tienen a su padre, Zaid, para protegerlos, y que trabajaba de tendero, pero ya no puede serlo. Dentro del hospital al-Shifa se encuentran las filas de pequeños seres humanos apodados WCNSF - Wounded Child, No Surviving Family (Niño herido, sin familia superviviente). Lo que pueda haber sido de ellos es un pensamiento demasiado difícil de soportar.
En cuanto a los adultos, el cirujano reconstructivo Ghassan Abu-Sittah, afincado en Gran Bretaña, habla con elocuencia de cómo ha asistido a otros conflictos en otros países, pero éste se encuentra a otro nivel. Una anciana palestina coincide en que no es lo mismo que las anteriores ofensivas aéreas y terrestres a las que ha sobrevivido. La magnitud de lo que se ha hecho en Gaza desde octubre resulta difícil de comprender. Kill Zone nos acerca a su comprensión.
Dispatches: Kill Zone - Inside Gaza, está disponible en streaming en Channel 4:
https://www.channel4.com/programmes/kill-zone-inside-gaza-dispatches
(*) Jack Seale, periodista independiente especializado en televisión, es colaborador de Radio Times y The Guardian. Ha sido jurado de los premios de la RTS (Royal Television Society) y los BAFTA (galardones anuales del cine británico).
Fuente: The Guardian, 27 de mayo de 2024
Traducción: Lucas Antón