12.2.24
El neorrepublicanismo y nosotros
Por Manel Pau (*)
Frank Lovett es uno de los autores importantes del neorrepublicanismo académico. Su reciente libro The well-ordered republic1 es una excelente revisión de los debates actuales en este tema.
Lo que sigue son algunas de las reflexiones de un lector que se interesó en el republicanismo a partir de la obra de Antoni Domènech.
En primer lugar, destaca el hecho, ya conocido, de que todo lo que no se publica en inglés no existe para las corrientes dominantes de la filosofía política. Los que no somos anglohablantes no podemos prescindir de lo que se escribe en inglés si queremos seguir los debates filosóficos relevantes. Pero, en cambio, en estas discusiones se atiende muy poco a lo que pueda publicarse de interesante en alguna lengua que no sea el inglés. No es extraño, pues, que en el texto que comento, no se cite ni el libro de Domènech sobre el republicanismo, sobre la revisión socialista de la tradición republicana2, ni ninguna otra parte de su obra.3
A continuación paso a comentar el contenido del libro de Lovett. Sin pretender ser sistemático, sino simplemente para dar una idea de los temas que aborda y con especial énfasis en aquellos aspectos que me interesan más.
El propósito de Lovett es exponer una visión coherente de la doctrina política republicana a partir de un canon que incluye los republicanos clásicos: desde Maquiavelo hasta los fundadores de la república norteamericana; y los que llama republicanos contemporáneos, entre los que destaca a Philip Pettit, Quentin Skinner y Maurizio Viroli. De modo explícito, Lovett se declara discípulo de Pettit. En parte, este libro se puede considerar una sistematización de la teoría republicana de Pettit, con algunos puntos de discrepancia. Respecto a la relación con la tradición, es importante señalar que Pettit y Lovett, se sitúan en la línea del republicanismo romano, ignorando la democracia griega antigua. En cambio, para Domènech el republicanismo antiguo griego es central en su articulación de esta teoría política.
Para Lovett una doctrina política es un conjunto razonablemente coherente de principios normativos para evaluar las instituciones, las leyes y las políticas públicas (3)4. En su opinión, la doctrina política republicana se basa en tres principios: (4-6)
Principio de no-dominación: en el diseño de las leyes, instituciones, políticas, etc., la prioridad debe ser reducir la dominación.
Principio del imperio de la ley: cualquier uso público de la fuerza coercitiva, sea por parte de las autoridades públicas o de los ciudadanos, debe ser controlado por la ley.
Principio de control popular: las autoridades deben estar sujetas a un control popular suficiente.
El libro que comento se estructura en seis capítulos. Después del primero en el cual se da una panorámica general, se dedican los tres siguientes a los debates actuales en torno a cada uno de los citados principios. Veamos algunos de los temas tratados, sin el propósito de hacer una reseña completa, sino solamente para mostrar el interés de las discusiones que se ofrecen.
La no-dominación. La opción de una persona de hacer algo está dominada en la medida en que alguien tiene la capacidad incontrolada de frustrar intencionalmente esta opción (26). Para el republicanismo el objetivo central de la acción política debe ser promover la libertad entendida como no-dominación. Lovett considera que la libertad republicana está más interesada en la posibilidad de seguir las propias opciones que en el ejercicio de esta posibilidad o en el resultado final, el bienestar, obtenido. Un esclavo de un amo benevolente puede vivir mejor que un liberto, pero solo este último es libre en el sentido republicano (66).
El significado concreto de incontrolada o arbitraria es, por supuesto, objeto de debate. Lovett señala que en sus escritos más recientes Pettit considera que es mejor utilizar el primer término para evitar las connotaciones de "impredecible" y de "injusta" que puede tener la palabra "arbitraria". Está claro que un esclavo puede llegar a predecir el comportamiento de su amo, pero eso no le hace libre. Y respecto al adjetivo "injusta", debe quedar claro que se refiere a la capacidad de interferir, no al resultado de la interferencia. (53).
Se han propuesto diversos argumentos para defender por qué es buena la libertad republicana. El preferido por Lovett es el que considera que la libertad es la condición del florecimiento humano, de una vida en la que cada persona pueda llevar a término sus planes de vida, su propia concepción de una vida buena (74). El enfoque del autor en este libro, sin embargo, no es tratar de justificar el ideal republicano, sino partir de la idea que es atractivo y analizar las consecuencias que de él se derivan (257).
La ley y las políticas. En la concepción de Lovett, la ley no coarta la libertad, sino que la instituye. La ley es necesaria porque no basta con las normas morales, hace falta la ley coercitiva. La libertad de los solitarios, o la del esclavo fugitivo, no interesa a los republicanos: "desde el punto de vista republicano, somos libres solamente en aquellas elecciones que están aseguradas de una manera robusta: la libertad sobreviene sobre el espacio abierto por la imposición de la ley pública" (96).
Hay en el libro también una interesante discusión sobre el problema de la dominación consentida (78-79): ¿hasta qué punto la república debe impedir la esclavitud voluntaria? Cuestión esta de actualidad, añado yo, en algunos debates concretos como el del comercio de órganos, la maternidad subrogada, o el llamado trabajo sexual. Lovett considera que la dominación es mala aun cuando es consentida, pero para reducirla se muestra en general partidario de medidas distintas a la mera prohibición o a la coacción. Su reflexión se extiende a como el republicanismo debe considerar el castigo penal, si en un sentido consecuencialista (para evitar el delito) o retribucionista (para castigar al delincuente como se merece). No se trata ahora de tomar partido en estos debates abiertos, pero sí de mostrar que la doctrina republicana puede ayudar a pensar algunos problemas actuales.
El control popular. Puesto que es el gobierno, las autoridades, quienes tienen la fuerza coercitiva para obligar a los ciudadanos, estos deben tener la capacidad de controlarlo, mediante las instituciones correspondientes.
En este apartado se discuten algunos temas importantes para el republicanismo, como el papel de las constituciones o leyes básicas en comparación con el de las leyes ordinarias; o el de la exclusión de los pobres de la participación política. También el del poder de los expertos en la implantación de las políticas públicas, y en general el diseño correcto de la distribución del poder entre los políticos controlados por la ciudadanía y los funcionarios y los organismos independientes, como los bancos centrales u otros organismos reguladores. La posición de Lovett sobre estos asuntos es que no pueden ser resueltos únicamente a partir de los principios doctrinales sino atendiendo a cada caso particular: "en el fondo [...] el equilibrio óptimo entre concentración y dispersión en la constitución del gobierno republicano solo puede establecerse empíricamente" (144). Aparte queda la distribución territorial del poder, que no se trata en este libro.
También se aborda el papel del tribunal constitucional, de la revisión judicial de las decisiones del legislativo y del ejecutivo (175-177).
El capítulo concluye con unas consideraciones sobre el reto que representan para el republicanismo los poderes de emergencia o excepción y la posibilidad de contemplar dictaduras limitadas.
En el capítulo cinco se aborda la cuestión de la posibilidad de establecer la república y de asegurar su permanencia y estabilidad. En este contexto, se discute sobre la virtud cívica, la motivación de los ciudadanos para adherirse al ideal republicano, el deber de contribuir al establecimiento y la permanencia de la libertad, y en qué condiciones existe un derecho a la resistencia no-violenta o a la rebelión. Lovett afirma que la virtud cívica es un elemento esencial en los autores clásicos de la tradición republicana, pero en los contemporáneos tiene más bien un valor instrumental (194).
En el capítulo final se discute la idea de un republicanismo cosmopolita, a escala mundial: leyes internacionales, fronteras, migraciones, justicia económica global, etc. Lateralmente, aparece la cuestión del individualismo normativo: la de si es posible hablar del florecimiento de los grupos y de la dominación sobre grupos, o si lo que cuenta es solo el florecimiento de la persona (227).
Con estas pinceladas únicamente pretendo sugerir que el libro de Lovett puede resultar enriquecedor para el lector interesado en estos temas. Pero, ¿qué es lo que no encontrará en él? Básicamente, el tema de las condiciones materiales de la libertad, que ocupa un lugar central en la concepción de Domènech:
En la tradición histórica republicana, el problema de la libertad se ha planteado así: X es libre republicanamente (dentro de la vida social) si: (a) no depende de otro particular para vivir, es decir, si tiene una existencia social autónoma garantizada, si tiene algún tipo de propiedad que le permite subsistir bien, sin tener que pedir cotidianamente permiso a otros [...].5
Y en general, el análisis del contexto histórico concreto en el que se pretende implantar el ideal republicano.
Lovett dedica un apartado a la justicia económica, con el título "dominación y mercados" (104-112). Es interesante constatar que en el índice analítico del libro no aparece la palabra "capitalismo", ni ninguna otra forma de denominar el sistema de producción actualmente existente. Únicamente se encuentra la expresión "cultura capitalista" en una nota al pie (117, nota 127). Se habla de la institución del mercado, pero no se mencionen las relaciones de propiedad de los medios de producción, ni la ganancia capitalista, etc. El siguiente apartado, "dominación en el puesto de trabajo" (112-119), analiza la relación laboral como posible relación de dominación, sin plantearse, por supuesto, el viejo tema del trabajo asalariado conceptualizado como 'esclavitud a tiempo parcial'.
La propuesta central que se defiende en el terreno económico es la renta básica, como institución republicana destinada a asegurar la no-dominación (111-112).
La única referencia al socialismo es una nota a pie de página (17, nota 45) en la que Lovett cita a tres autores, William Clare Roberts, James Muldoon y Tom O´Shea, de los que afirma que "trazan interesantes conexiones históricas entre las tradiciones republicanas y las socialistas".6
Esta falta de contextualización histórica en Lovett me hace pensar en la crítica de Domènech y Bertomeu, en el artículo anteriormente citado, al "rawlsismo metodológico", el modo de hacer filosofía política dominante en el mundo analítico anglohablante, una filosofía ideal alejada de la economía política y de la historia.
En conclusión, el libro de Lovett recoge muy bien los debates actuales en el neorrepublicanismo académico y su lectura es siempre estimulante. Pero sería interesante encontrar en él la discusión que podría hacer Lovett de las tesis de Domènech, como hace con solvencia y honestidad de las de otros autores. No estoy diciendo que tuviera que estar de acuerdo con el tipo de republicanismo que defendió Domènech, sino que merecería algún comentario en un texto cuya bibliografía recoge unas 400 referencias. Ello enriquecería el debate y nos ayudaría a afinar nuestras propias ideas.
1Frank Lovett, The Well-Ordered Republic (Nueva York: Oxford University Press, 2022).
2Antoni Domènech, El eclipse de la fraternidad: Una revisión republicana de la tradición socialista (Barcelona: Crítica, 2004). (Reeditado en 2019. Madrid: Akal.)
3Sí se cita a profesores de universidades catalanas: David Casassas, Íñigo González-Ricoy y José Luís Martí; pero por artículos publicados en inglés.
4Los números entre paréntesis remiten a páginas del libro de Lovett.
5María Julia Bertomeu y Antoni Domènech, «El republicanismo y la crisis del rawlsismo metodológico (Nota sobre método y sustancia normativa en el debate republicano)», Isegoría 33 (2005): 68-69.
6La obra que se cita de Roberts es Marx´s Inferno (2017). Sin Permiso ha publicado una entrevista a este autor ("Desmantelar la dominación: lo que podemos aprender de Karl Marx sobre la libertad" 12-5-2017) y un artículo suyo ("Más Marx´s Inferno" 2018-6-7).
(*) Manel Pau es un estudioso en temas de filosofía moral y política de la ciencia y de la técnica.
Fuente: www.sinpermiso.info, 3-2-24