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20.11.23

Economía y geopolítica: Repercusiones de la guerra en Gaza. Dossier. (I)

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Por Anatol Lieven, Alberto Negri, Emiliano Brancaccio, Alex de Waal, Nina Kuryata (*)

Parece inevitable que se extienda la guerra de Gaza, ¿sí?

A primera vista, parece casi inevitable que la guerra de Gaza se extienda. Aparte de la ira que ha provocado en el mundo musulmán, China, y todavía más Rusia, parecen tener todos los incentivos para causarle problemas a los Estados Unidos y, tal como se ha demostrado una y otra vez a lo largo de los años, Oriente Medio es la zona de mayor vulnerabilidad norteamericana.

Si se analizan más de cerca, las cosas no parecen tan sencillas. En primer lugar, si Moscú y Pekín se contentan con una victoria puramente diplomática y de relaciones públicas, no necesitan hacer nada en absoluto. El virtual silencio de los Estados Unidos ante el bombardeo indiscriminado de Gaza por parte de Israel lo está haciendo por ellos. Una vez más, los Estados Unidos han recurrido a su veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para defender a Israel, como único oponente tanto de todos los demás miembros del Consejo de Seguridad como de una gran mayoría de la Asamblea General. Como han señalado (extraoficialmente) diplomáticos occidentales (y algunos estadounidenses), el apoyo incondicional de los Estados Unidos a Israel ha echado por tierra la estrategia de la administración Biden de competir con China por la influencia en el "sur global".

Desde la invasión rusa de Ucrania y la reacción occidental a la misma, en la mayor parte del mundo no occidental (incluidos socios de los Estados Unidos como la India) se ha acusado a Occidente de tener un rasero para las víctimas blancas y otro mucho más bajo para todos los demás. La administración Biden (y muchos gobiernos europeos) lo han confirmado.

Véase (en un corte ampliamente difundido) cómo el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, John Kirby, se ahoga en lágrimas de cocodrilo a causa de los bombardeos rusos contra civiles en Ucrania y luego justifica los "daños colaterales" israelíes en Gaza, aunque, según cifras de las Naciones Unidas, en dos semanas Israel ya ha matado casi tantos civiles palestinos como Rusia civiles ucranianos en 20 meses. Igual de sorprendente ha sido la negativa de la administración Biden a hacer nada por ayudar a los 500-600 palestinos norteamericanos atrapados en Gaza. Si alguien quiere pruebas para argumentar que, a los ojos de Washington, algunos ciudadanos norteamericanos son más iguales que otros, no necesita buscar nada más.

La dependencia del petróleo importado también le ofrece a China un fuerte incentivo para no intentar extender el conflicto de Gaza a Oriente Medio. Considerando sobre todo sus actuales problemas económicos, China no puede permitirse la conmoción que supondría para la economía mundial una subida masiva y prolongada de los precios del petróleo. China ha aprovechado la guerra de Ucrania y las sanciones occidentales para impulsar algunos acuerdos energéticos muy ventajosos con Rusia, pero Moscú está muy lejos de poder compensar los suministros energéticos chinos procedentes del Golfo Pérsico.

Además, teniendo en cuenta la intranquilidad de sus propias regiones musulmanas, tanto Rusia como China temen la propagación del extremismo suní. Puede que esto ocurra de todos modos, pero Moscú y Pekín no ayudarán al proceso. El temor a los movimientos yihadistas suníes fue una razón clave para la intervención de Rusia en la guerra civil siria, donde muchos chechenos y otros voluntarios musulmanes luchaban junto al Estado Islámico.

En Siria, las fuerzas rusas lucharon junto a los guardias revolucionarios iraníes y Hezbolá. Desde que fracasó la invasión de Ucrania, Rusia e Irán han forjado una asociación, y Rusia depende cada vez más de Irán para el suministro de aviones no tripulados. Por otra parte, Rusia está en condiciones de prestar una ayuda importantísima a Irán en los ámbitos de la tecnología de misiles e inteligencia por satélite.

Esto no significa que Irán vaya a lanzarse a una guerra terriblemente arriesgada contra los Estados Unidos a instancias de Rusia, ni que Hezbolá vaya a lanzar una guerra de este tipo contra Israel a instancias de Irán, aunque es fácil imaginar de qué modo podrían recrudecerse los enfrentamientos que se están produciendo en la frontera entre Líbano e Israel hasta convertirse en una guerra a gran escala.

No obstante, una cosa parece segura: que si los halcones de Israel y los Estados Unidos consiguen explotar esta crisis para provocar un ataque norteamericano contra Irán (como muchos de los mismos que hace 20 años utilizaron el 11-S para provocar un ataque norteamericano contra Irak), entonces Rusia al menos haría todo lo posible por armar a Irán. Para Rusia, tal estrategia sería irresistible, dado el armamento de los Estados Unidos y la OTAN a Ucrania. Los ataques de las milicias chiíes apoyadas por Irán contra las tropas estadounidenses en Irak, si consiguieran causar bajas significativas, podrían proporcionar un casus belli a estos halcones

En dos sentidos, las repercusiones de la guerra en Gaza escaparán al control de cualquier Estado exterior. La primera es la reacción de las masas árabes, a las que, como demostró la primavera árabe de 2011, no se puede ignorar. Es imposible juzgar el grado de peligro que corren actualmente los regímenes de Egipto, Jordania y Arabia Saudí, pero es evidente su diversa vulnerabilidad.

En segundo lugar, está la probable propagación del terrorismo. Decenas de miles de ciudadanos norteamericanos y europeos que trabajan en el Golfo resultan muy vulnerables a los ataques, aunque provengan solamente de lobos solitarios enfurecidos. Su huida tendría a su vez un grave efecto en las economías locales, agravando potencialmente el descontento de las masas.

Sobre todo, existe la terrible amenaza de una nueva oleada de terrorismo en Europa (que de hecho ya ha comenzado a pequeña escala) como resultado de la negativa de Europa a apoyar un alto el fuego en Gaza. Dada la experiencia propia de Rusia en materia de terrorismo, no hay motivos para pensar que apoyaría ese terrorismo, pero podría reportarle considerables beneficios.

El aumento del terrorismo islamista impulsaría aún más casi con toda seguridad el sentimiento antiinmigración y el apoyo a los partidos de derechas en Europa, que ya está aumentando en las encuestas. Como resultado de la invasión de Ucrania, estos han reducido en gran medida (al menos en público) su tradicional simpatía por Rusia, pero su abrumadora atención a la inmigración reduciría por sí misma su compromiso con Ucrania.

Además, el ascenso al poder de movimientos populistas de derechas en Europa occidental ahondaría las divisiones en el seno de la Unión Europea y dejaría aislada a Alemania.

Por tanto, las repercusiones de una guerra en curso en Gaza se dejarán sentir durante muchos meses y años. Es difícil ver de qué modo van a beneficiar algunas de ellas a los Estados Unidos o a Europa.

Fuente: The Guardian, 2 de noviembre de 2023

Cómo ha cambiado el mapa energético de Oriente Medio desde el último gran conflicto

Alberto Negri

Con la guerra de Gaza, ¿veremos otra crisis del petróleo como en 1973? En su largo discurso desde Líbano, el líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, evitó declarar la guerra a Israel, pero habló de una guerra económica para detener la matanza en la Franja: "No les estamos pidiendo sus ejércitos ni sus armas...Pedimos a los estados árabes y musulmanes que corten el suministro de petróleo, gas y alimentos a Israel".

El llamamiento de Hezbolá a los estados petrolíferos para que corten el suministro a Tel Aviv se hace eco del llamamiento del Alto Consejo de Estado de Libia, con sede en Trípoli (al que también se han unido representantes de Cirenaica), "a cortar los lazos con los países que apoyan a la entidad sionista bloqueando las exportaciones de gas y petróleo". Nasralá pretende incitar a Egipto, Arabia Saudí y las monarquías del Golfo, que mantienen relaciones con Israel, a cortarle el suministro de energía.

El llamamiento del líder chií a un embargo procede de Líbano, donde Hezbolá, como miembro del gobierno, aceptó de hecho en 2022 el acuerdo mediado por los Estados Unidos para la demarcación de la frontera marítima entre Israel y Líbano (que están técnicamente en guerra desde 1948) y la explotación del gas de los yacimientos submarinos de Karish y Qana. Nasralá había presentado este acuerdo como "no el resultado de la generosidad de los Estados Unidos e Israel, sino más bien el resultado de la fuerza de Líbano", un país en graves apuros económicos.

¿Qué significó la guerra del Yom Kippur, cuyo 50 aniversario coincidió con la masacre de Hamás? El embargo impuesto por los países árabes exportadores de petróleo tras la crisis de 1973 transformó todos los equilibrios y doctrinas geopolíticas, tendencia que se reforzó después con la revolución jomeinista de Irán en 1979, año terrible para Washington con la pérdida de Teherán como aliado, seguida a finales de año por la invasión soviética de Afganistán. A partir de entonces, los Estados Unidos se comprometieron militarmente durante décadas en las guerras del Golfo y de Oriente Próximo, para desentenderse con la desastrosa retirada de Kabul en 2021.

Aunque la normalización gradual del papel de Israel en la región - que era la intención de los Acuerdos de Abraham patrocinados por los Estados Unidos- podría haber sugerido una simplificación del mapa energético y político de Oriente Próximo, ignorando por completo la cuestión palestina, la guerra con Hamás y la amenaza de un conflicto regional han vuelto a barajar ahora todas las cartas. Hasta para Italia y su anodino Plan Mattei, esbozado de forma confusa -y, lo que es más importante, sin muchos recursos de los que hablar- por el actual gobierno.

Italia ha iniciado un diálogo crucial con Túnez (migración) y Argelia (gas), que han declarado su apoyo a la causa palestina y a Hamás. Túnez pretende aprobar una ley que ilegalizará todas las relaciones económicas con Israel y Argelia también ha adoptado una postura abiertamente favorable a Hamás, mientras que Argel es nuestro principal proveedor de gas, con un 40%, y Sonatrach es un socio estratégico de la ENI [la empresa nacional de hidrocarburos italianos]. Sumada a las posturas de los libios, la disposición de nuestros principales socios mediterráneos parece bastante problemática para el gobierno de Roma, que se abstuvo en la resolución de las Naciones Unidas que pedía un alto el fuego en Gaza, votada por Francia y España. Este es el tipo de cosas a las que prestan mucha atención los países de la orilla sur del Mediterráneo.

Cincuenta años después de la Guerra del Yom Kippur, la inseguridad energética de los estados importadores de petróleo y gas vuelve a estar a la orden del día: más aún tras la invasión rusa de Ucrania. Pero Israel no tendrá la misma vulnerabilidad que en 1973, como señala Helene Thompson, profesor de Economía Política de la Universidad de Cambridge, señaló en Le Grand Continent. Gracias a los yacimientos marinos de Leviatán, Tamar y Karish, Israel es autosuficiente en gas, aunque la explotación del yacimiento de Tamar se suspendió al día siguiente del atentado de Hamás. Más de la mitad de las importaciones de petróleo de Israel proceden de Azerbaiyán, a cambio de importantes exportaciones militares que, junto con las de Turquía e Italia, ayudaron a Bakú a expulsar a los armenios de Nagorno Karabaj.

Israel también ha forjado importantes asociaciones energéticas con varios Estados árabes. Comenzó a exportar gas a Jordania en 2017 y a Egipto en 2020. Tras los Acuerdos de Abraham -que normalizaron las relaciones con EAU, Baréin, Marruecos y Sudán-, acordó con EAU una estrategia energética que permite a la monarquía del Golfo vender petróleo a través del oleoducto Eilat-Ashkelon. Uno de los fondos soberanos de Abu Dhabi posee una participación del 22% en el yacimiento de gas de Tamar.

Resulta irónico que Irán, a través de Hezbolá, pida ahora a los estados árabes que impongan sanciones petroleras a Israel en nombre de la solidaridad islámica, aunque el Estado judío pueda reabastecerse fuera de Oriente Próximo. Pero una guerra entre Irán e Israel volvería a cambiar las reglas del juego para todos.

El hecho de que China, que ha substituido a los Estados Unidos como mayor importador de petróleo del mundo, dependa de Irán dificulta que Washington refuerce, o incluso aplique estrictamente, las sanciones existentes contra Teherán sin provocar un enfrentamiento con Pekín. Varios estados europeos, entre ellos el Reino Unido, Francia, Alemania e Italia, dependen del gas líquido de Qatar, partidario de Hamás y gran inversor inmobiliario y futbolístico en Europa. Puede que no se produzca un choque energético como el de 1973, pero estamos ante el comienzo de una era de paradojas y compromisos que habrían sido impensables hace cincuenta años.

Fuente: il manifesto global, 7 de noviembre de 2023

Israel, Gaza y la guerra económica mundial

Emiliano Brancaccio

Comentando la extensión de los frentes de guerra en Oriente Medio, el Presidente de la República, Sergio Mattarella, ha declarado: "El mundo ha cambiado a peor, no por culpa de un virus, sino por el miserable comportamiento humano". Cierto, pero no suficiente. El problema, añadimos nosotros, es comprender qué grandes mecanismos están induciendo al comportamiento humano a dar paso a una nueva época desdichada de hierro y fuego.

No puede decirse que los comentaristas de la corriente dominante estén ayudando a desentrañar semejante arcano. En lugar de preocuparse por comprender los hechos, los "geopolíticos" parecen dedicarse a una cuestionable labor de persuasión, que consiste en suscitar emociones y reflexiones sólo a partir de un momento arbitrariamente elegido. Nos instan a horrorizarnos y a tomar partido, por ejemplo, sólo a partir de la violencia de Hamás del 7 de octubre de 2023, mientras sugieren que apaguemos nuestros sentidos y cerebros cuando se trata de la transformación israelí de Gaza en una prisión al aire libre, o sobre otros crímenes y fechorías cometidos por los distintos actores implicados y anteriores a esa fecha. Además, por si la arbitrariedad del corte temporal no fuera suficiente, proponen examinar los conflictos bélicos como mera consecuencia de tensiones religiosas, étnicas, civiles e idealistas. Casi nunca como el resultado violento de disputas económicas.

Guerra en Gaza: poner los intereses económicos en el centro

Digamos las cosas como son. Si el objetivo es comprender la cruda realidad que nos rodea, la contribución de estos analistas es inútil.

Para desenterrar los desencadenantes de la actual dinámica bélica, puede entonces ser de ayuda un método algo más sólido, inspirado en algunas aportaciones recientes de la investigación "histórico-materialista". Este método no descuida los determinantes religiosos, culturales o ideales de los conflictos, pero los subordina a un mecanismo más general y poderoso de la historia, que sitúa en el centro de la investigación los factores materiales y los intereses económicos que alimentan los vientos de guerra. En esencia, sigue al dinero para descifrar el movimiento del desafortunado comportamiento humano.

Recientemente, esta metodología se ha aplicado al conflicto de Ucrania, en un libro nuestro [1] y luego en un llamamiento titulado "Las condiciones económicas para la paz" que publicamos en el Financial Times y Le Monde, así como en estas mismas páginas. [2]

Estas aportaciones han recibido mucho apoyo de los miembros de la academia de los Lincei y de otros varios, pero también críticas de algunos detractores. Entre ellos, hay quienes han argumentado que nuestro método de investigación no sirve para explicar conflictos "no económicos", como el palestino-israelí. En realidad, no debería ser difícil detectar algún elemento "económico" en un enfrentamiento entre dos pueblos caracterizados por altas tasas de crecimiento demográfico y destinados a disputarse una irrisoria porción del mundo. Pero no se trata sólo de presiones demográficas. Tal como argumenté en el Istituto Gramsci, aún antes de la nueva erupción de violencia, el conflicto no resuelto entre Israel y Palestina, que tiene su punto de máxima fricción en Gaza, es un factor importante en las enormes contradicciones, de naturaleza económica, que están alimentando las tensiones militares mundiales. Veamos por qué.

Qué tiene que ver la crisis hegemónica de la economía estadounidense con Gaza

El punto de partida de nuestra interpretación es el hecho, reconocido por las propias diplomacias occidentales, de una crisis hegemónica de la economía norteamericana. El capitalismo norteamericano sigue manteniendo el liderazgo mundial en tecnología y productividad. Sin embargo, de la gloriosa era del libre comercio mundial, los Estados Unidos heredaron una carga nada desdeñable de problemas, competitividad y desequilibrios relacionados. Aunque se caracteriza por un crecimiento inferior al de China y otros grandes países emergentes, la economía norteamericana presenta un continuo exceso de importaciones sobre exportaciones y un pesado pasivo exterior neto resultante, que ha alcanzado la cifra histórica de 18 billones de dólares.

Aunque el billete verde sigue siendo preeminente en el orden monetario, semejante desequilibrio es cada vez más difícil de gestionar. Entre otras cosas, guarda cierta relación con las actuales dificultades para financiar campañas militares en todo el mundo. Si en los gloriosos días del globalismo los Estados Unidos expandían deuda y milicias en el extranjero casi de la mano, hoy ese glorioso circuito "militar-monetario" atraviesa sin duda una crisis. El gigante norteamericano se encuentra así en medio de una difícil transición histórica, de adaptación al nuevo y menos terso escenario mundial.

Las razones del giro proteccionista de Washington

Un signo crucial de esta transición histórica norteamericana lo constituye un cambio colosal en la política económica internacional. Tomando nota de los problemas de competitividad y deuda externa surgidos durante la fase globalista, los Estados Unidos tuvieron que actuar dialécticamente: es decir, abandonaron la vieja línea de apertura al libre comercio mundial y dieron marcha atrás, inaugurando una estrategia de levantamiento de barreras proteccionistas, tanto comerciales como financieras, que denominan "externalización amistosa" ("friend-shoring").

En la práctica, con criterios económicos selectivos, muy diferentes de los del pasado, los norteamericanos intentan dividir el mundo en dos listas: por un lado, los "amigos" y aliados occidentales con los que hacer negocios, y, por otro, los "enemigos" a los que mantener alejados. Entre los "enemigos", la cúpula estadounidense incluye a los países exportadores que han acumulado créditos con los Estados Unidos y que en algún momento podrían utilizar sus activos para adquirir empresas norteamericanas: China en primer lugar, pero también otros varios tenedores de deuda norteamericana situados en el Este y, en pequeña medida, hasta Rusia. En resumen, en Washington se hace necesario evitar el riesgo de una "centralización del capital" en manos orientales. El giro proteccionista norteamericano sirve en última instancia a este propósito.

El punto de inflexión de la guerra en Ucrania y la cuestión energética

Es fácil ver que este cambio de cartas sobre la mesa no es del agrado de China, Rusia y los demás acreedores del Este. Su argumento es que los Estados Unidos ya no están en condiciones de cambiar a su antojo el orden económico mundial según las conveniencias de la fase histórica. No es casualidad que varios altos exponentes de la diplomacia internacional hayan entendido la guerra de Ucrania como un parteaguas, sobre todo para poner a prueba la firmeza del nuevo orden proteccionista decidido unilateralmente por los estadounidenses.

Pero hay también una dificultad inherente a este giro proteccionista. El problema es que, en el diseño norteamericano de dividir el planeta en bloques económicos, la cuestión energética resulta aún más espinosa de lo que era en la época de la globalización. Un nodo crucial estriba en que el bloque occidental liderado por EEUU es en gran medida una economía que importa energía y materias primas y luego las procesa.

Sin duda, con las nuevas tecnologías de extracción, los norteamericanos  han mejorado su balanza comercial energética. Y también es cierto que la llamada "transición ecológica" está reduciendo lentamente la dependencia occidental de los grandes exportadores de combustibles fósiles. Pero en conjunto, el bloque de los llamados 'amigos' seguirá necesitando energía y materias primas del exterior durante mucho tiempo.

Trump, Biden, los Acuerdos de Abraham y las consecuencias para Gaza

Y aquí llegamos a las actuales tensiones en Oriente Medio. El giro proteccionista norteamericano está en la raíz de los infames "Acuerdos de Abraham" de 2020 y los tratados anejos al mismo. Estipulados por Trump, pero también impulsados por Biden, esos acuerdos pretenden "normalizar" las relaciones de Israel con los grandes productores árabes de energía y, más en general, con los países de mayoría musulmana ricos en recursos naturales. El objetivo está claro: facilitar el reposicionamiento de esos países en el enérgico bloque económico occidental. Se trata de un elemento decisivo para completar el gran mosaico de la "externalización amistosa" norteamericana.

La diplomacia internacional, sin embargo, siempre ha admitido que esa pieza tiene varios puntos débiles. Uno de ellos es que los acuerdos de Abraham con Bahrein y Emiratos Árabes y, en perspectiva, con Arabia Saudí, y los tratados anexos con Marruecos, Sudán y otros, dejan completamente sin resolver el problema de Palestina y la Franja de Gaza. Tanto es así que la diplomacia norteamericana ha tenido que hacer un atrevido ejercicio retórico, afirmando que el proceso de "normalización de las relaciones con Israel no substituye a la paz entre israelíes y palestinos". Un argumento embarazoso por su vacuidad.

La cuestión palestina debilita el proyecto norteamericano

En esencia, en las negociaciones para la "normalización" de las relaciones entre Israel y los productores árabes de energía, quienes actuaron para dejar sin resolver la cuestión palestina han afectado más o menos conscientemente al proyecto norteamericano de dividir la economía mundial en bloques con mucha mayor profundidad. Sólo teniendo en cuenta este punto de fragilidad sistémica de la "externalización amistosa" es posible comprender el significado y las implicaciones generales de la agresión de Hamás en territorio israelí, del inicio de la reacción militar de Tel Aviv y de las amenazadoras consecuencias no sólo en Gaza sino en todo Oriente Medio.

Gaza, China y la idea de que "la externalización amistosa" es insostenible

Indicativa, en este sentido, lo es la postura de la principal contraparte en la escena mundial. El gobierno chino ha argumentado que los nuevos enfrentamientos entre Israel y Gaza son un claro indicio de la inestabilidad no sólo del Acuerdo de Abraham, sino también del IMEEC, el corredor entre India, Oriente Medio y Europa que los norteamericanos patrocinan como ruta comercial opuesta a la nueva Ruta de la Seda china. Para Pekín, en resumen, los intentos norteamericanos de cortar el mundo en dos son precarios. El resurgimiento de la cuestión palestina es una prueba más de que es insostenible el proyecto proteccionista norteamericano de la  "externalización amistosa".

Todavía está por ver si se confirma o no la tesis china de la insostenibilidad de la "externalización amistosa". Sin embargo, destaca un hecho de entre la evidencia: el giro de EEUU hacia esta forma de proteccionismo unilateral constituye actualmente el principal desencadenante del desafortunado comportamiento humano tendente a la guerra. Es la principal causa material de que el mundo esté cambiando a peor.

La paz, el capitalismo ilustrado y el papel de Europa

El llamamiento a las "condiciones económicas para la paz" apunta a una vía para la disminución de las tensiones militares internacionales. La condición previa es que los norteamericanos den un paso atrás en su estrategia de dividir la economía mundial en bloques de "amigos" y "enemigos". Y que los chinos acepten un plan para regular, políticamente y no en términos de mercado, el enorme crédito que han acumulado con los Estados Unidos.

Para que esta solución de "capitalismo ilustrado" tenga alguna esperanza de éxito, Europa podría desempeñar un papel importante. Al fin y al cabo, la propia posición de la UE como activo extranjero le brinda oportunidades políticas que los norteamericanos no tienen. Pero la idea de Europa como "agente de paz", que Romano Prodi evocó en un debate conmigo hace unos años, parece abrumada por la realidad de unas instituciones de la UE supeditadas al agresivo proteccionismo norteamericano [3]. Sin embargo, la lección que hay que aprender de los continuos enfrentamientos en la Franja de Gaza, pero también en Cisjordania y en la frontera entre Israel y el Líbano, debería ser clara. En ausencia de "condiciones económicas para la paz", las contradicciones capitalistas internacionales nos empujan hacia la obscuridad de una guerra a gran escala.

Notas

[1] Brancaccio, E., Giammetti, R., Lucarelli, S. (2022). La guerra capitalista. Competizione, centralizzazione, nuovo conflitto imperialista. Mimesis, Milán.

[2] Brancaccio, E., Skidelsky, R., et al. (2023). The economic conditions for peace - the economic conditions that make wars more likely, Financial Times, 17 de febrero (trad. it. Le condizioni economiche per la pace, Econopoly del Sole 24 Ore, 17 de febrero; trad. fr. "Les conditions economiques de la paix", Le Monde, 12 de marzo).

[3] Brancaccio, E., Prodi, R. (2017), "Orizzonti europei. Dialogo tra Romano Prodi ed Emiliano Brancaccio sulla storia e il futuro dell'UE", Micromega, nº 5 (reproducido en: Brancaccio, E., Non sarà un pranzo di gala, Meltemi, Milán, 2020).

Fuente: Sinistrainrete, 27 de octubre de 2023