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16.1.23

En la muerte de Alberto Asor Rosa (1933-2022). Dossier

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Por Norma Rangeri, Alberto Asor Rosa (*)

Adiós a Alberto Asor Rosa, compañero y maestro

Norma Rangeri

En la última década, la larga e histórica amistad de Alberto Asor Rosa con il manifesto (también en lo personal) se había convertido en una relación de afectuosa cercanía y apoyo. Y la colaboración con él se hizo cada vez más enérgica, centrada, estimulante y valiosa. El artículo que escribió para uno de nuestros cumpleaños (el del 28 de abril de 2010, nuestro 40 aniversario), que hemos vuelto a publicar, lo atestigua de todo corazón.

Últimamente, los artículos habían cesado, pero el diálogo continuaba, a pesar del estado de salud de Asor, que le llevó finalmente al silencio en los últimos meses. Recordamos cómo su voz agradable e irónica nos avisaba de un nuevo artículo, enviado a menudo por fax a nuestra redacción y con una portada con citas breves, siempre manuscritas, referidas por supuesto al tema en cuestión, pero que iban también más allá, con reflexiones a modo de epigrama en los márgenes. Por ejemplo: "He intentado escribir de acuerdo con la razón. Aunque la razón no siempre acierta".

O: "Puse ahí un poco de todo: incluida la utopía (érase una vez cuando solía estar ahí también, ¿no?)". Las palabras no hacen justicia a la complejidad de sus análisis sobre los acontecimientos políticos italianos, sobre la izquierda, sobre el país, que observaba e interpretaba Asor (como se le conocía en público), reaccionando en cada ocasión al carácter desalentador del presente con la fórmula gramsciana del optimismo de la voluntad y el pesimismo de la inteligencia, no sin recordar en toda su extensión las razones que hacen que esta combinación sea encomiable, es más, inevitable, según el propio Gramsci: "Todo derrumbe trae consigo desorden intelectual y moral. Es necesario construir hombres sobrios y pacientes que no se desesperen ante los peores horrores y no se exalten ante cualquier nimiedad".

Frente a la degeneración del entramado político-institucional italiano, su compromiso militante no admitía retrocesos ni consuelos fáciles.

El hilo conductor de sus aportaciones estaba marcado por esa actitud de "todavía a la busca" que toda persona de izquierdas siente antes de poder comprenderlo.

Por ejemplo, en el largo artículo ("L'anello mancante" ["El anillo ausente"]) que hemos vuelto a publicar en grandes extractos, en el que Alberto reflexiona sobre el daño hecho por los gobiernos atrapalotodo, sobre la crisis del PD, sobre la antipolítica como "ausencia total de correspondencia entre intereses y representación", sobre la autorreferencialidad llevada al extremo, sobre el abandono de la relación con el mundo del trabajo y, finalmente, sobre la pregunta moral que cierra el artículo, dándole una relevancia histórica impresionante: "¿Es posible que un partido como el PD no desentierre la cuestión moral y la elija como bandera?".

Estos puntos de crisis se han ido convirtiendo poco a poco en abismos que amenazan con tragarse una perspectiva de cambio, a la vez lejana y urgente.

También estaba fuertemente comprometido con las cuestiones medioambientales, como cuando abrió una sana polémica al escribir el artículo "Operai e padroni, strana alleanza" ("Obreros y patronos, extraña alianza"), publicado en nuestras páginas, sobre la cuestión de Ilva [gran empresa siderúrgica italiana, protagonista de un grave escándalo ambiental] (allá por el año 2012), avanzando la perspectiva de un neolaboralismo y un neoambientalismo.

Pero Alberto Asor Rosa fue también para mí una figura de maestro. Ya lo era en los primeros años, cuando solía seguir las protestas del colectivo de Literatura y Filosofía de la Sapienza [la Universidad de Roma] con amabilidad y consejos útiles, e íbamos a verle en grupo.

Hoy, muchos de nosotros le lloramos. Echaremos de menos su pensamiento profundo y su mirada comprensiva y benévola.

Fuente: il manifesto, 24 de diciembre de 2022

 

El eslabón perdido: Manual para un partido que no existe

Alberto Asor Rosa

¿Y ahora qué? Ahora me parece que las cosas han ido exactamente en la dirección establecida y predicha por el "plan". Ni siquiera estoy hablando del "gobierno atrapalotodo", al menos no en su mayor parte. A este respecto, me limitaré a expresar la opinión, de carácter muy general, de que no existe, ni ha existido nunca, un gobierno que esté por encima de los partidos: un gobierno siempre es partidista, está a favor de alguien y en contra de otro. El carácter imperioso del "gobierno atrapalotodo" -esa inclinación a cambiar profundamente el sistema de representación en Italia, inclinación que, por ejemplo, no estaba ni podía estar representada por un "gobierno tecnocrático"- resulta del hecho de que en el centro se está formando cada vez más claramente una nueva e inédita articulación entre el gobierno y los partidos, que es más visible y perceptible desde un punto de vista ideológico y cultural que estrictamente político, y que reúne a personas de centro-izquierda y a personas de centro-derecha firmemente codo con codo, con el objetivo de avanzar a largo plazo (subrayo: a largo plazo) hacia esta dirección común. El "gobierno atrapalotodo" podría convertirse, a juzgar por lo que estamos oyendo y viendo, en la incubadora, si no de una nueva formación política, sí de una cultura política común, destinada a determinar la orientación de ambas formaciones también en el futuro.

Pero el punto decisivo es si será capaz el PD de salir del atolladero de banco en el que se ha visto atrapado, y en el que se ha atrapado a sí mismo, y de qué modo lo hará. Diré desde el principio que no estoy de acuerdo con los cantos fúnebres que algunos han empezado a entonar rápidamente, con gran entusiasmo, en torno a su supuesto cadáver. Si se pierde el PD, tendremos que trabajar, o alguien tendrá que trabajar durante décadas para que se inicie un nuevo proceso. Así que, mientras no se pierda, debemos esforzarnos para evitar que no suceda.

Por supuesto, dicho esto, el panorama es sombrío. El satisfactorio resultado en las elecciones municipales sólo demuestra que, ado que el PD consigue a veces mantener la cabeza fuera del agua en el tsunami del abstencionismo, sigue disfrutando, a pesar de todo, de un electorado que le es fiel, junto con el centro-izquierda; que también se ve afectado por el abstencionismo, pero menos que otros, a veces mucho menos. Pero el hecho llamativo es el aumento exponencial del abstencionismo, fruto de una crisis de desconfianza en todo el sistema, por lo que sería vano pensar en el resultado del centro-izquierda en las elecciones administrativas como el resultado positivo de la política "atrapalotodo". Por el contrario, este resultado debe leerse precisamente como un rechazo a la línea de "normalización" dominante en los últimos meses. A partir de aquí, una nueva reflexión sobre la naturaleza y el destino del PD, y en consecuencia del centro-izquierda (entendido como motor de todo el proceso), debe comenzar de nuevo...si es que alguna vez comienza.

Por mi parte, voy a enumerar una serie de puntos y vías de los que nadie habla dentro del partido, y pocos fuera de él; y no temo que se me refute al respecto, en todos los sentidos posibles.

1) Asumo como punto de partida que debe haber un "partido", organizado democráticamente, y no "fluido" en el molde del M5S (o Berlusconi). Pero: ¿a quién representa este partido? ¿Qué intereses defiende y protege (más allá o por encima del "interés nacional", que siempre ha sido esa llamativa fachada que encubre algún "interés particular")?

¿Cómo es posible que no se intente siquiera responder a esta pregunta? Hace años, quizá décadas, que no se responde (una reconstrucción histórica debería remontarnos al 89, más o menos). Y hoy en día, en tiempos de crisis, la falta de esa respuesta suele tener dramáticas consecuencias.

La antipolítica no es el resultado de una condena genérica del comportamiento político genéricamente entendido: es el resultado de la ausencia total de correspondencia entre intereses y representación. Si esta correspondencia existiera y se practicara con absoluta claridad, los diputados y senadores podrían incluso aumentarse el sueldo, y nadie encontraría nada de lo que quejarse.

2) La absoluta autorreferencialidad de este partido tal como es y de sus discusiones internas la toleran cada vez más sus miembros. Ni siquiera se echa un vistazo a lo que hay fuera de las salas llenas de humo del poder. Italia está llena de movimientos, comités, centros de acción y talleres, críticas y propuestas. Nada que se parezca ni remotamente a los intercambios extraordinariamente vivos de antaño: tomemos, por ejemplo, a Enrico Berlinguer y sus iniciativas de consulta masiva fuera del partido. ¿Dices que eran otros tiempos? Sí, en efecto, pero ¿dónde está hoy la diversidad? ¿Quizás en el hecho de que el partido se ha adaptado sumisamente a la práctica civilizatoria del espectáculo y la ficción? Las batallas libradas por el carácter público del agua, por los bienes comunes, por las nuevas formas de participación popular, todas se detienen, ignoradas, en el umbral de la máquina del partido. El proceso de ósmosis se haquebrado desastrosamente. No es exactamente "¡Italia, bien común!". Palabras de moda vacías, a menos que se llenen de miríadas de particularidades como su contenido.

3) ¿Y los trabajadores? ¿Es posible que nadie se esté dando cuenta, y señalando, que entre las muchas anomalías italianas está también la ausencia de un Partido Socialista (salvo algunos restos)? Dejemos a un lado la vieja diatriba sobre las etiquetas, en aras de la brevedad y la claridad. Pero, ¿cómo es posible que la renuncia a la etiqueta haya conducido a esta colosal renuncia a la representación de las clases sociales vinculadas a la producción y al trabajo, y más obligadas a soportar el peso de la crisis de este último, que en este momento es el factor determinante para el destino de Italia como país?

Si el PD no retoma la tarea de esa representación de forma clara, no logrará la transición que podría asegurar algo más que una supervivencia atrofiada: una recuperación a gran escala en el ámbito social, y por tanto (en mi opinión) del país en su conjunto.

4) ¿Existe o no una "cuestión moral" en este país? ¿Una "cuestión moral" que afecta a individuos, grupos organizados y piezas enteras del sistema, y que cada vez se apodera más de las instituciones, la política e incluso el sentido común?

Hay un sorprendente silencio sobre toda esta esfera de acción pública, que ahora hace aguas para las operaciones más inescrupulosas. La respuesta a esta pregunta depende de una parte importante, incluso decisiva, de ser una organización política de un tipo y no de otro. ¿Puede un partido como el PD no desenterrar la "cuestión moral" y hacer de ella su bandera?

5) El PD funciona mejor, existe mejor, en la periferia que en el centro. No estoy pensando en los "exploradores" toscanos: Estoy pensando en las elecciones administrativas, a menudo fuera del control de los aparatos del partido, en ciudades como Milán, Génova, Cagliari, ahora Roma, y con Roma la región del Lacio. Estas metodologías para estructurar el aparato del partido y elegir a los candidatos deberían adoptarse también a nivel nacional. ¿Hablo de primarias generalizadas? No sólo, y no tanto: sino de la aprobación de elecciones, cada vez que se haga una importante, en un marco de transformación permanente. Un partido perpetuamente transformador, no fosilizado.

6) No hay nueva política en Italia si no hay nueva Europa en Europa: todo lo que he dicho hasta ahora debe situarse en este contexto. Hasta ahora, Europa es un conjunto de limitaciones elaboradas y gestionadas por la oligarquía de Bruselas. O salimos de este ámbito, recuperando capacidades y posibilidades de desarrollo diferentes de las actuales, o debemos resignarnos a un papel y un futuro de cuarta o quinta categoría. Aquí vemos un gran ejemplo de cómo un interés particular (el trabajo, la participación, la ciudadanía) es una condición, no un recordatorio u obstáculo, para el interés general (el bien del país).

Ahora bien, la pregunta con la que concluir este argumento es: ¿sigue siendo necesario en la era posmoderna reflexionar sobre las coordenadas generales de la acción política o no? 

Si la respuesta es no, entonces la acción política se reducirá, como cada vez más, a gestos, improvisaciones, espectáculo, bromas, juego de poder, gritos primarios en bruto y, sobre todo, a los intereses personales y profesionales que uno defiende: en cuyo caso ya no nos interesa, se lo dejaremos gustosamente a otros, a todos aquellos a los que Mitrídates enseñó bien.

Pero si la respuesta es afirmativa, hay que arremangarse y ponerse manos a la obra. De hecho, juntar todas estas cosas (y otras, por supuesto) -la organización democrática y participativa, la defensa de los intereses y del mundo social, la representación del trabajo, la ósmosis fuera-dentro, la relación centro-periferia, un nuevo europeísmo- significa construir un "proyecto". ¿Tiene el PD tal "proyecto"? No, no lo tiene; o si lo tiene, nadie se ha dado cuenta hasta ahora.

Ese "proyecto" es el eslabón que falta para mantener unidas la crítica y la moral, la acción política y la participación, el consenso y el disenso, las propuestas concretas y el futuro lejano posible. Daremos nuestra confianza a aquel grupo dirigente que nos muestre este eslabón perdido de forma concreta. Si nadie nos muestra el eslabón perdido, negaremos nuestra confianza.

Alberto Asor Rosa, prestigioso historiador y crítico de la literatura y la cultura italianas, dirigió el departamento de Estudios Literarios y Lingüísticos de la universidad La Sapienza de Roma. Fue director de la revista "Contrapiano" y del semanario del PCI "Rinascita".

 

(*) Norma Rangeri Directora desde 2010 del diario italiano "il manifesto", en el que lleva trabajando desde 1974, primero como crítica de televisión, experiencia recogida en su libro "Chi l´ha vista? Tutto il peggio della tv da Berlusconi a Prodi' (o viceversa)", Milán, Rizzoli, 2007.

(*) Alberto Asor Rosa (1933-2022) era un prestigioso historiador y crítico de la literatura y la cultura italianas. Fue director del departamento de Estudios Literarios y Lingüísticos de la universidad La Sapienza de Roma.

Fuente: il manifesto, 18 de junio de 2010

Traducción: Lucas Antón