bitacora
ESPACIO PARA PUBLICIDAD
 
 

3.10.22

Lo que más extraño de la política

imagen

Por Esteban Valenti (*)

En realidad sería más justo decir que más extraño de mi vida anterior, de cómo hacíamos política y vivíamos esa política.

Lo que más extraño es el peligro, el miedo, el riesgo, la adrenalina, que forman un conjunto inseparable junto con un compañerismo de hierro y a prueba de fuego. Espalda con espalda nos defendíamos y atacábamos y éramos muchos más que dos.

Todo eso ha cambiado radicalmente y ojalá nunca regresemos a ese pasado, los de mi generación obviamente no tenemos la mínima posibilidad de revivirlo, solo recordarlo.

Estas carencias están asociadas a otras, también irrepetibles, creíamos tener todas las respuestas, la verdad apretada en un puño y que nos permitía entender el mundo por más caótico que fuera, su historia y prever su futuro. Lo que no sabíamos era cuándo, pero inexorablemente sucedería, viviríamos todos en un mundo más justo, mejor dicho totalmente justo, de hermandad entre los seres humanos, sin guerras, ni lucha de clases y con igualdad de oportunidades para todos. El comunismo, donde cada uno aportaría a la sociedad según sus capacidades y recibiría a cambio, según sus necesidades.

Un mundo donde la riqueza no fuera el factor distintivo fundamental y la fuente de todas las injusticias.

Eso es lo que se desplomó definitivamente e irremediablemente, ni hay posibilidades de una verdad inconmovible y única y menos que la podamos atrapar política, filosófica, ideológicamente, culturalmente y científicamente en una mano. Es la negación de la historia y sobre todo el derrumbe de los años 90 del siglo pasado, es la más inexorable lección sobre que nuestra doctrina total y totalizadora no era justa.

El comunismo no llegará y lo que hay en cuatro diferentes países en la actualidad (China, Viet Nam, Cuba y Corea del Norte), que tienen en común el uso del nombre en diversas acepciones, el partido único en el poder y muy poco más, porque mientras dos crecen y han producido el mayor desplazamiento social de la historia, desde la pobreza hacia niveles de vida aceptables, (en porcentajes de sus poblaciones), los otros dos son lo contrario, un fracaso creciente de los niveles de desarrollo, de calidad de vida de sus poblaciones y la carencia de una perspectiva para su futuro.

Comparten, también con sus diferencias, otros rasgos, por ejemplo las serias restricciones a las libertades civiles y políticas y la ausencia de una vida democráticamente básica. Tienen y es necesario reconocerlo historias totalmente diferentes y resultados también drásticamente diversas para sus pueblos.

Esa pérdida de la seguridad, mejor dicho de la infalibilidad en nuestra doctrina es la mayor derrota que he sufrido en mi vida y estoy seguro que lo fue para millones de seres humanos, que aportaron grandes esfuerzos, sacrificios, ilusiones, creatividad y hasta su propia vida a esta causa. Y hablo desde millones de comunes ciudadanos hasta destacados científicos, literatos, artistas, historiadores, intelectuales. A la vera del camino fueron quedando millones de luchadores.

Pero reivindico que esa sensación, convicción de haber encontrado el camino para resolver las grandes tragedias de la humanidad, el hambre, la miseria, la pobreza, el atraso, las guerras, las injusticias sociales, el subdesarrollo, la igualdad entre los hombres y las mujeres, era realmente potente y maravillosa, no fue una distracción, movió a enormes multitudes, conquistó palacios, hizo revoluciones, venció al nazismo y al fascismo, contribuyó a derrotar al imperialismo japonés, ganó la guerra civil en China,  derrotó a la gran potencia militar de EE.UU. y sus aliados en Corea y en Viet Nam, derrocó a Batista y realizó una revolución muy particular en las barbas de los EE.UU. y construyó sociedades durante décadas. Eso no evitó que una parte fundamental de todo eso se derrumbara en pocos meses, en particular nuestra referencia doctrinaria principal: la URSS.

Hace más de 101 años en Uruguay se construyó un Partido Comunista que tuvo un papel creciente e importante en la historia nacional, que aportó mucho a la unidad de los trabajadores y de las fuerzas de izquierda y alternativas al poder tradicional y que no podía marginarse de la crisis general del comunismo.

Pero el comunismo, en cualquiera de sus variantes no se construirá en el Uruguay, ni en ningún otro país del planeta, partiendo de la base que teóricamente aún con una producción monumental de los fundadores de esta doctrina (Marx, Engels y Lenin) y muchos otros, no aportaron mucho para precisar las características del comunismo y que lo que tomamos como referencia es la experiencia concreta, el llamado socialismo real. Ese se cayó estrepitosamente desde adentro.

Muchos no pueden entender por qué nos cuesta tanto criticar o separarnos de Cuba y los pocos rasgos que quedan de su revolución y sobre todo de sus notorios fracasos. Hemos encontrado miles de formas de evitar opiniones francas y directas, aunque la inmensa mayoría de los uruguayos de izquierda no aceptarían nunca vivir en una sociedad como la cubana y posiblemente estaríamos presos o reprimidos.

La explicación no es solo ideológica, es dura, es difícil, pero es humana. Cuba representó para varias generaciones, incluso mucho más que la revolución rusa, la síntesis de la política hecha aventura, peligro, riesgo de la propia vida, desafío al principal poder del mundo, proyectos económicos y políticos imposibles y que aunque fracasaron, tenían la aureola de lo nuevo, lo diferente. Y nos cuesta romper con eso, y nos aferramos irracionalmente, cuando sabemos que eso también fracasó, no alcanzó ninguna de sus principales metas, ni en la economía, ni en la política, ni en el hombre nuevo, aunque queramos al hermano y fraterno pueblo cubano. Pero es ese pueblo el que cada día se rebela, protesta, ya no aguanta más los sacrificios o que los militares manejen a través de una corporación casi todo el turismo de Cuba y muchas de las principales empresas.

Nos cuesta recibir noticias permanentes de Cuba, de nuestros amigos, compañeros, gente que antes estaba realmente y profundamente comprometida con el sistema político, con la "Revolución" y que la  emigración masiva de sus hijos, parientes y amigos y la dureza tremenda de sus vidas cotidianas, donde conseguir un kilo de arroz les lleva una jornada entera o los remedios para tratar la diabetes le consumen casi todo su sueldo. Y no hago literatura, hablo de casos concretos, que han perdido todo entusiasmo y expectativa sobre la suerte de su país.

Nosotros desde la distancia le buscamos explicaciones, pero no podríamos vivir en esas condiciones, ni aceptaríamos las limitaciones tremendas a las libertades. Tenemos dos morales, expuestas.

Yo he roto con esa hemiplejia, con mucho dolor, porque sigue siendo parte de la política, con desafíos, con peligros, con sacrificios y  con ese sentido de un destino inexorable de libertad y justicia total. No se puede especular con el dolor, las frustraciones de otros, para que no se nos mueva todavía más nuestra propia estantería emocional e ideológica. No admite justificaciones.

Sigo extrañando, sigo leyendo y releyendo libros, novelas, poesías de esa otra vida de aventuras y revolución, pero asumo que no volverá y que todos los avances que la izquierda ha conquista y que se  seguirán produciendo será a través de las urnas, de la democracia y que tenemos la obligación de construir una épica y una ética democrática en un mundo en decadencia, lleno de injusticias y de desorden.

Y ya hemos asumido que este camino tiene dos direcciones, de ida hacia las victorias, pero también de vuelta con sus derrotas, no existe la conquista perpetua.

No tenemos derecho al "todo o nada", ni a definirnos por la topografía, de la izquierda, el centro y la derecha, tenemos la obligación desde la izquierda de hacer los cambios que nuestros países requieren, con la gente, con su protagonismo fundamental y en libertad y eso no implica en absoluto dejar de ser de izquierda, todo lo contrario, la libertad es un rasgo fundamental e irrenunciable de la verdadera izquierda.

Es una aventura en la que hemos avanzado mucho y a la que hemos aportado todo el optimismo de la voluntad pero tanto en el plano teórico, ideológico, como político, pero también humano debemos asumir la realidad y abandonar la doble moral, recubierta solo de palabras.

 

(*) Esteban Valenti. Trabajador del vidrio, cooperativista, militante político, periodista, escritor, director de Bitácora (www.bitacora.com.uy) y Uypress (www.uypress.net), columnista en el portal de información Meer (www.meer.com/es), de Other News (www.other-news.info/noticias). Integrante desde 2005 de La Tertulia de los jueves, En Perspectiva (www.enperspectiva.net). Uruguay