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19.9.22

¿Ha dicho usted campismo? (Notas para el debate de la izquierda radical sobre la guerra en Ucrania)

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Por Janette Habel (*)

El texto que sigue se escribió de cara al intenso debate que tiene lugar entre diferentes organizaciones y corrientes en el seno de la Parlamento de la Nueva Unión Popular Ecológica y Social (NUPES) y, por extensión, en la izquierda radical francesa.

Se publica ahora por primera vez en cualquier lengua -incluido el original en francés, que permanece inédito-, traducido al español por Rolando Prats.

La mayoría de las fuerzas de la izquierda radical europea han condenado la invasión de Ucrania por el ejército ruso bajo órdenes de Vladimir Putin. Son totalmente inexcusables la violación de la integridad territorial de Ucrania, el bombardeo indiscriminado de la población civil y la destrucción en masa de centros urbanos, instalaciones e infraestructuras. Todo ello responde a una política criminal cuyos objetivos sirven a los intereses imperialistas de un régimen autoritario, reaccionario, nacionalista y opresor. La intervención militar de Rusia en Ucrania es inaceptable.

Es nuestro deber abogar por el cese inmediato de las hostilidades y por la retirada de las tropas invasoras rusas del suelo de Ucrania. Una vez que se haga valer ese requisito, la cuestión consistirá en lograr el objetivo de poner fin a la guerra y determinar las condiciones sobre cuya base establecer la paz, habida cuenta de la relación de fuerzas a nivel internacional y dentro de cada país. La situación internacional está marcada por el declive de la hegemonía estadounidense y por el desafío estratégico que para los Estados Unidos supone el poderío de China y la alianza entre Beijing y Moscú. Frente a esta guerra inter-imperialista, se han preguntado algunos si acaso es posible siquiera imaginar la posibilidad de que Putin acepte su derrota sin antes hacer que el conflicto se extienda a sus aliados externos. Plantear la pregunta -como recientemente, en Francia, lo hiciera uno de los dirigentes de la izquierda ecosocialista integrada en la Nueva Unión Popular Ecológica y Social (NUPES)- es responderla a la luz de las más recientes intervenciones militares rusas. La internacionalización del conflicto es una realidad de la que dan fe asimismo la ampliación y el fortalecimiento de la OTAN como consecuencia de la invasión rusa. Pero a más de seis meses de iniciada la invasión, se han desvanecido las esperanzas de aislar a Rusia; véase, a ese propósito, "L'invasion de l'Ukraine fait ressurgir la tentation du « non-alignement »" [La invasión de Ucrania ha hecho reaparecer la tentación del no alineamiento], de Jean-Arnault Dérens (Médiapart, 18 de julio de 2022).

Además de aliados tradicionales de Moscú (Belarús, Corea del Norte, Siria, Eritrea) que votaron en contra de la resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas por la que se exigía a Rusia que cesara de inmediato las hostilidades, se abstuvieron 35 Estados, entre ellos China, la India, la mayoría de los Estados africanos, varios Estados latinoamericanos -como Bolivia, Cuba, El Salvador y Nicaragua- y varios Estados asiáticos, entre ellos Laos, Vietnam y Sri Lanka, por no hablar de los 12 Estados que se encontraban ausentes en el momento de la votación -entre los cuales Marruecos y Venezuela- o que se negaron a aprobar las sanciones contra Moscú. Las amenazas al abastecimiento alimentario de algunos países, que dependen hasta en un 90% de las importaciones de trigo ruso o ucraniano, o las presiones a que están sometidos otros en relación con el abastecimiento energético, explican la importancia de la abstención de numerosos países pobres del "Sur", ya de por sí muy debilitados por la pandemia. A lo cual se añade el justificado rechazo que sienten por la OTAN algunos países que han sido víctimas de sus agresiones.

En total -señala Dérens en el citado artículo de Médiapart-, los países que esta vez se abstuvieron en la Asamblea General de las Naciones Unidas representaban a la mayoría de la población mundial. No resulta descabellada la hipótesis de Dérens de que ello podría ser señal de una tentativa reaparición en la escena internacional del espíritu que hace más de sesenta años condujo a la formación del Movimiento de los No Alineados. Calificar de campista la posición de esos países y acusarlos de prestar un apoyo de facto a Rusia forma parte de la retórica de la Unión Europea, alineada con Washington

¿Qué salida encontrar, entonces, para poner fin a la guerra? "Son los propios ucranianos quienes tendrán que decidir"-afirmó hace poco un representante de una de las corrientes de Europe Écologie Les Verts (EELV), otra de las organizaciones políticas que integran la NUPES, sin descartar para ello una intervención directa de las fuerzas de la OTAN, cabría preguntarse si a riesgo, incluso, de que se desatara una tercera guerra mundial y Ucrania fuese barrida del mapa. Desafortunadamente, no cabe albergar duda alguna sobre la determinación criminal de Putin. El resultado de la guerra en Ucrania ya no depende únicamente de la resistencia de los propios ucranianos -resistencia que hasta hoy tampoco ha dejado lugar para ninguna duda sobre la determinación de los ucranianos de defender y hacer valer su soberanía nacional-, pues ese resultado se ha visto políticamente instrumentalizado por el imperialismo estadounidense, que quiere debilitar de forma permanente a Rusia, aliada de China, país que amenaza hoy su hegemonía.

Frente al arsenal de Rusia y a su capacidad de destrucción, la resistencia ucraniana no podrá mantener por mucho más tiempo si antes no recibe una ayuda militar mayor, principalmente de los Estados Unidos. La comparación con la Guerra Civil española que pareció servir de inspiración de ciertas posturas al principio del conflicto podrá haber apelado a las emociones de algunos, pero no se correspondía con las realidades sobre el terreno. El monto de las entregas de armas a Ucrania -entre ellas armamento muy avanzado- asciende a miles de millones de dólares. El importe total de la ayuda militar proporcionada por Washington a Kiev desde el comienzo de la guerra asciende ya a 6.900 millones de dólares, a los que hay que añadir otros 450 millones de dólares en ayuda militar sólo este año. El complejo militar-industrial de los Estados Unidos trabaja a toda máquina, los presupuestos militares no dejan de aumentar, la carrera armamentista parece escapar a todo control.

Traer a colación estos desafíos no significa relativizar nuestro apoyo a la resistencia ucraniana. Pero esa solidaridad no implica un apoyo incondicional a las posiciones adoptadas por el Presidente de Ucrania, sea cual sea su prestigio personal, quien hace poco destituyó a 600 altos cargos de su administración por corrupción o traición al servicio de Rusia. Solidarizarse con la resistencia ucraniana y oponerse al imperialismo ruso no debe conllevar alinearse con los objetivos del imperialismo estadounidense respaldado por la Unión Europea. A ese respecto, es fundamental esclarecer la naturaleza y el papel de la OTAN, por muchas ilusiones que se hayan hecho los pueblos que en su día eran oprimidos por el régimen soviético. Es menester combatir toda ambigüedad y todo campismo con respecto a la OTAN, si se quiere ampliar a nivel internacional la condena contra el régimen de Putin. Sería peligroso dar crédito a la idea de que existe una brecha entre los intereses "mal comprendidos" de los pueblos del "Sur" y los intereses "bien comprendidos" de los pueblos de Europa del Este. Ser internacionalista entraña comprender que unos y otros pueblos no tienen la misma historia; algunos fueron víctimas de la URSS estalinista; otros lo fueron y lo siguen siendo del imperialismo estadounidense.

Por último, debemos rechazar resueltamente toda demonización de Rusia, toda inculpación colectiva del pueblo ruso. Declaraciones como las no hace mucho formuladas por Lech Walesa sobre la necesidad de 'ir más allá de la liberación de Ucrania" y "liberar a Rusia" no hacen sino fortalecer la posición de Putin. Es necesario prestar la máxima atención a las reacciones de la sociedad rusa ante la guerra. Las pérdidas en vidas humanas y las consecuencias económicas y sociales de la guerra deberían poco a poco restarle legitimidad a la retórica de Putin y debilitar su posición. Por otro lado, las sanciones económicas y financieras contra Rusia tienen un efecto contradictorio en la población de ese país al facilitar la propaganda del Kremlin. No podrá haber derrota militar de las fuerzas invasoras rusas sin que, a la vez, se produzca la derrota política del régimen de Putin, razón por la que todo esfuerzo deberá orientarse en esa dirección. Las exhortaciones pronunciadas y transmitidas por algunos funcionarios del sector de la cultura a que se excluya de la escena internacional a artistas, escritores y producciones artísticas provenientes de Rusia son totalmente contraproducentes y deberán repudiarse.

¿Cuáles son los parámetros para una salida negociada? Según informes de medios oficiales, los diplomáticos estadounidenses habrían hecho fracasar un acuerdo de paz de tres puntos sobre 1) la neutralidad de Ucrania, 2) el reconocimiento de la jurisdicción rusa sobre Crimea y 3) la autonomía de Dombás dentro de las fronteras de Ucrania. Del mismo modo que el derecho de los ucranianos a la libre determinación y el respeto de su integridad territorial no deben ser objeto de discusión, tampoco debe serlo el respeto de los derechos de las minorías de Dombás -"las autoridades separatistas prorrusas", según el vocabulario del gobierno ucraniano. Si bien las autoridades de Kiev no han respetado los Acuerdos de Minsk, el estatus jurídico de esas minorías, al igual que el de Crimea, debería ser objeto de referendos sobre la libre determinación, que ahora es imposible llevar a cabo por causa de la guerra. La respuesta a Putin no puede ser sólo militar.

 

(*) Janette Habel es activista política, autora, politóloga y especialista en Cuba y América Latina. Enseña en el Instituto de Altos Altos Estudios sobre América Latina (IHEAL) de la Universidad Sorbonne Nouvelle-París III. Co-proside la Fundación Copernic y es miembro del NUPES, fuerza mayoritaria de la oposición al Gobierno de Emmanuel Macron en la Asamblea Nacional de Francia.

Fuente: www.sinpermiso.info, 11-9-2022

Traducción: Rolando Prats