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1.8.22

Italia: "o mando yo o el diluvio"... el diluvio

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Por Dante Barontini (*)

Draghi ha perdido su pulso con el sistema político italiano o, si se quiere, con la casi totalidad de los partidos políticos, a excepción del Partido Democrático. La derrota de su moción de confianza en el Senado el 20 de julio cierra un ciclo político iniciado en la primavera de 2018 que ha visto el fracaso de todas las fórmulas políticas de coalic

Cuando el Presidente Mattarella pidió a Draghi que encabezara un "gobierno técnico" con plenos poderes para dirigir la reconstrucción post-Covid con los fondos de Nueva Generación europeos, lo hizo sobre un andamiaje de pajas que no ha resistido el peso de su bonapartismo. El Movimiento 5 Estrellas se ha ido fraccionando y las derechas de Salvini y Berlusconi han sufrido en el note de Italia el sorpasso de la extrema derecha de los "Hermanos de Italia", el único partido que quedó fuera del cambalache. Barontini relata en su artículo el momento más dramático de este pulso, que lleva ahora a Italia a nuevas elecciones. El sueño de la estabilidad que encarnó Draghi se ha convertido ahora en la pesadilla de la inestabilidad, con unas encuestas que dan la victoria a la extrema derecha y dejará en manos de Berlusconi y Salvini la formación del nuevo gobierno. La prensa lo considera ya un caballo de Troya de Putin en el Consejo europeo...SP

 

En términos inequívocos: "para hacer todo esto, el programa previsto por el PNrr y la participación en la guerra, necesitamos un gobierno fuerte y cohesionado, y un Parlamento que lo acompañe. Necesitamos verdadera confianza, no mera fachada". Subrayar: total. "¿Estás listo? No me conteste a mi sino a todos los italianos".

El esperado discurso de Mario Draghi ante el Senado terminó con la declaración prevista de su voluntad de seguir siendo primer ministro, pero solo si el pacto de confianza se "reconstruye" como era al comienzo de su mandato.

Es decir, sin distinción alguna entre los partidos sobre ninguno de los puntos fundamentales. Con partidos obedientes como son -desafortunadamente añadimos- los "ciudadanos", que soportan todo con poca o ninguna resistencia.

No lo dijo, y ciertamente no podría decirlo sin pasar por un aspirante a "autócrata", "aquí mando yo". Pero el significado de todo el discurso fue ese.

La larga y obvia lista de cosas hechas y por hacer, completa con fechas y sugerencias de las consecuencias negativas del incumplimiento de los plazos del PNR ("difícilmente se podría pedir nuevas ayudas en el futuro"), ha servido para resaltar que en todas las cuestiones en las que la Lega o Cinque Stelle han hecho muecas de rechazo (ingresos de ciudadanía, bonificaciones a la construcción, reforma fiscal, exenciones, taxis...etc) la única solución posible son las que propone Draghi.

Porque las normas europeas, aunque muchas necesitan ser rediscutidas, pero solo por un "gobierno respetado" a nivel internacional, son vinculantes.

Y así también en lo que se refiere a la guerra y al envío de armas a Ucrania ("la única manera de permitirle defenderse"), porque el énfasis en la "resolución parlamentaria ya aprobada" solo sirvió para reiterar que no habrá otras votaciones parlamentarias sobre una posible (y probable) escalada en la cantidad y calidad de los armamentos.

Sobre todo, continua e insistente, la referencia al contexto y a las organizaciones supranacionales (Unión Europea, OTAN, G7), que son "nuestro hogar" y que solo nos escuchan si somos "suficientemente respetados". Lo que significa solo una cosa: un gobierno de unidad nacional lo más amplio posible, sin oposición interna (Meloni, ya sabes, finge y lo explicaremos pronto, al analizar su hipotética "lista de ministros" en caso de que gane las próximas elecciones).

Solo hay un programa, solo un interés social legítimo, y corresponde totalmente a lo que exigen los "mercados". El "orgullo nacional" radica en responder a esta voluntad. De lo contrario, es lo que esta implícito y ocasionalmente se asoma de sus palabras: el diluvio.

Incluso las ridículas "movilizaciones espontáneas" de estos días, con las que quería identificar a "la mayoría de los italianos", fueron un tema utilizado con verdadero desprecio por lo ridículo como "legitimación" para permanecer al frente del gobierno con sus propias condiciones.

El resto, las palabras sobre la "agenda social" o el "salario mínimo", sobre las renovaciones de la negociación colectiva o sobre el número de contratos, eran solo palabras. Gestos para hacer que la gente diga que "se presta atención" a ciertos temas, pero sin ningún compromiso formal, y mucho menos concretizaciones (para otros temas, como el regasificador en disputa en Piombino, también indicó la fecha de finalización de las obras).

De hecho, hay que preocuparse, en todo caso, por ese indicio de una "reforma de la jubilación" que, invariablemente, como desde hace 30 años, tendrá que garantizar la "flexibilidad saliente", pero dentro de un esquema "sostenible". La Fornero, en resumen, con algunos cambios más negativos incluso...

Pero lo peor es el hecho institucional : "necesitamos un gobierno fuerte y cohesionado, y un Parlamento que lo acompañe". Es un golpe constitucional que elimina la democracia parlamentaria liberal. Por ahora los hechos, seguirán reformas constitucionales.

Tal vez, después de las próximas elecciones generales, Mattarella podría a su vez dejar el Quirinale para entregárselo a Draghi.

P.D. Coincidencias.

Inmediatamente después de finalizar el discurso, después de una apertura negativa, la Bolsa de Milán fue positiva, con subida de los bancos. Y el diferencial también volvió a caer, beneficiando a los tenedores de bonos del gobierno italiano (en primer lugar a los bancos, por supuesto) con el aumento de los precios y la caída de los rendimientos.

...El diluvio

El desastre combinado en el Senado, en el "día más largo" de la legislatura, llegó de manera inesperada para todos.

Para los protagonistas directos, para los analistas, los sirvientes de los medios que nos habían machacado durante más de 18 meses sobre las grandes dotes del expresidente del BCE (así como del Banco de Italia, exvicepresidente de Goldman Sachs y previamente Director del Tesoro en el gobierno de Giuliano Amato), por los poderes supranacionales que en los últimos días habían hecho oír su voz y ya ayer comenzaron a "mover" los mercados financieros para someter a este país a una "cura de caballo" que han estado preparando años.

Nos sorprendió también, en parte, porque desde hace diez años (a partir del gobierno de Monti, instalado también por la fuerza por el propio Mario Draghi, con su carta de agosto de 2011), cada presión del capital multinacional y de las instituciones supranacionales (europeas y americanas) había siempre terminado con la rendición de la clase política nacional, expresión particularmente inconsistente de una clase social: la pequeña y mediana burguesía, productiva o comercial o de las profesiones liberales.

Esta vez -al menos en apariencia- el choque terminó en empate. La presión exagerada habría provocado una reacción de rechazo por parte de un Parlamento ya reducido a un "campamento de manipuladores". Pero es una imagen demasiado falsa para confiar en ella.

De hecho, sería ridículo hablar de la crisis política de un país del G7 como de una cuestión de "psicologías individuales", despecho y ambiciones entre individuos o facciones clientelistas. Quien está "delegado a la política" es en todo caso parte de una clase o de una fracción de ella, de un conjunto de relaciones, representa sus intereses y en el juego político debe poder mediarlos con los de otras fracciones.

Esta capacidad de mediación de alto nivel claramente no existe en ninguno de los temas principales de esta "tortilla". No la tiene el protagonista principal, ese Mario Draghi que supuestamente no sabía diferenciar entre dirigir un banco (central o empresarial) y dirigir un país.

Sus dos discursos contra (casi) todas las fuerzas políticas que han formado parte de los "gobiernos de unidad nacional" son demasiado violentos. Demasiada insistencia a la hora de subrayar los puntos en los que tuvo que rechazar (siempre con éxito) las presiones de los líderes individuales. Demasiada ironía hacia los que en la tele se solidarizan con las protestas contra las medidas que refrenda.

Tanto que recordó los latigazos repartidos por Giorgio Napolitano cuando fue 'convencido' de aceptar un segundo mandato interino como presidente de la República.

Discursos que a muchos les parecieron intencionadamente destinados a desanimar, y a entregarle a Mattarella un cuadro tan desolado como para obligarle -si alguna vez se mostraba reacio- a disolver las Cámaras.

Mirando el doloroso espectáculo desde fuera, cabe concluir que Draghi es y fue inadecuado para la tarea, un hombre sobrevalorado que ha caído en un papel que no es el suyo. O el asesino enviado a "rescatar y sopesar", o disolver lo que quedaba de la clase política más ridícula de Europa...

En apenas cinco días logró el "milagro" de transformar una mayoría aparentemente sólida (aunque sin los residuos del M5E, tras la escisión de Di Maio) en un polvo, inútil hasta para construir castillos de arena.

Hasta el absurdo voto de una moción de confianza sobre una sentencia escrita por Pierferdinando Casini - si, Casini... - con la que el Parlamento debería haber aprobado su propuesta. Menos de un tercio de los senadores le han otorgado esa "confianza", declarándose inútiles.

Y esta mañana acude a la Cámara...

En suma, la insistencia con la que trató -desde el principio- de liberar a su gobierno de las "pretensiones" de los partidos sin grandes visiones ni proyectos, ha producido, a la larga, una hostilidad primero sorda y luego a gritos. Demostrando que un "gobierno de unidad nacional" sólo puede existir si los partidos que lo componen aceptan desmaterializarse, aceptando todo en su totalidad, como lo hace el Partido Democrático.

Esa misma incapacidad de mediación tortura también a las llamadas "fuerzas políticas", en realidad comités electorales hábiles sólo en la "comunicación" y en la ocupación de posiciones de (relativo) poder. Cualquiera que asistió al debate en el Senado pudo captar los "estrechos horizontes" con los que cada formación enfrentó el látigo de quien los había guiado durante año y medio.

Nadie que haya captado algo más grande -y peligroso- que sus propios intereses particulares, ya proyectados en las próximas elecciones políticas. Nadie que haya sido capaz de tener en cuenta (o denunciar) las verdaderas amenazas "extra-institucionales" que Draghi había sembrado en su discurso.

Puede decirse que precisamente la deliberada trituración de todas las fuerzas políticas, con el fin de crear una "nueva clase política", ha terminado por producir la imposibilidad de encontrar motivo alguno de cohesión.

Ayer continuó este desgrane con una nueva semi-escisión del Cinco Estrellas (un poco reducida respecto a las previsiones, porque el grueso del destacamento debería corresponder a los diputados, más que a los senadores). Con anuncios de ruptura dentro de los berlusconianos. Con divisiones en la Liga que sólo un eufemismo puede denominar "diversidad de puntos de vista".

Aceptar o perseguir la salida de Draghi, desde el punto de vista de las distintas fracciones menores de la burguesía, podría tener sentido en presencia de una "fronda" organizada, lista para reemplazarlo con otro proyecto, otros programas, otros líderes.

Y en cambio sucedió porque, en el fondo, ningún comité electoral quiere pagar el precio total de medidas impopulares o abiertamente indiferentes al malestar de la mayoría de la gente (nada contra la inflación, salvo una "propina" puntual de 200 euros; nada sobre aumentos salariales, simplemente humo sobre la "cuña fiscal", etc.). O quizás porque se sintieron públicamente tratados como lo que son: una masa de "enanos y bailarines" (cita de 'Primera República'), proyectados en papeles cuyas funciones básicas ignoran.

Así que ya no existe el gobierno de la Unión Europea y de la OTAN, presidido por el "garante" más autorizado señalado por esas potencias. Pero tampoco hay otro. Tampoco nadie sabe cómo y sobre qué coserlo, y en cuánto tiempo.

Pero si vemos el choque que tiene lugar ante nuestros ojos como un conflicto dentro de la clase dominante - entre un gran capital que se mueve sin tener en cuenta las fronteras nacionales (como mucho las de la OTAN) y figuras empresariales decididamente más "locales" (y marginales ) - se da uno cuenta de que por parte del primero ha existido, y durante años, un designio de largo alcance, nada secreto ni "inconfesado".

Un plan siempre perseguido -pero con resultados mixtos- a través de los tratados y presiones de los "mercados", hasta el punto de recomendar directamente el nombramiento de un procónsul como Draghi, encargado de llevar a cabo "por las buenas", desde dentro, esas transformaciones del modelo económico e institucional que, de lo contrario, se impondrán "por las malas", al son de las directivas comunitarias y los procedimientos de infracción.

Y, de hecho, las tormentas que ahora se acumulan a nuestras puertas son infinitas. La deuda pública ha vuelto a subir, hasta situarse en torno al 160 % del PIB. Las cuentas con el exterior, hasta ahora siempre positivas, están en caída libre por las sanciones decretadas contra Rusia, pero vuelven como un boomerang sobre las economías que más comerciaron con Moscú.

La inflación lleva un año rampante, con nuevos récords, y la subida de tipos de interés que decidirá esta mañana el BCE podría ser devastadora para Italia.

Nuevamente en este frente, el prometido "escudo anti-propagación" se vuelve incierto, en ausencia de un "garante" confiable para Frankfurt, Bruselas y Berlín.

Además está la crisis energética, con la Unión Europea ordenando reducir el consumo de gas en un 15% en los próximos meses (dejando que los estados individuales decidan cómo).

Y sobre todo está la guerra de Ucrania, que implica lazos con Washington que nadie por el momento sabe gestionar, si no obedecer como de costumbre y más de lo habitual.

Es difícil encontrar a alguien que sepa gestionar esta situación, sabiendo además que en otoño toda una serie de dolencias sociales se manifestarán inevitablemente en las plazas y en los lugares de trabajo.

Lo peor podría haber llegado incluso antes y el "paraguas de Draghi" ha pospuesto las peores tensiones. Pero ahora todo procederá como debe ir, quizás con el consejo del propio Draghi de hacer más daño donde sea posible.

La clase dominante nacional -que incluye el empresariado y la clase política- está absolutamente por debajo del nivel de los problemas a enfrentar.

Incluso ir a elecciones, en estas condiciones, es complicado. La reforma del Parlamento y la reducción de parlamentarios a un tercio requiere el rediseño de las circunscripciones (hay que elegir 400, ya no 630) y quizás de la propia ley electoral. Pero no habrá tiempo ni acuerdo para hacerlo. Y el resultado, como era de esperar, será un desastre que dará lugar a un nuevo Parlamento sin forma ni columna vertebral. Listo - para evitar peores problemas para el país - para ser entregado a un nuevo "gobierno técnico".

Tal vez estemos equivocados. Y tal vez tú también tengas que desear que lo estemos...

 

(*) Dante Barontini Es editor de la revista electrónica comunista Contropiano.

Fuente: https://www.sinistrainrete.info/articoli-brevi/23479-dante-barontini-qui-comando-io-se-no-e-il-diluvio.html

Traducción: Enrique García