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4.7.22

El laboratorio de nuestro futuro: las guerras del narco y el periodismo en México. (II)

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 Entrevista a Juan Alberto Cedillo

Una entrevista al periodista de investigación y corresponsal del semanario Proceso en Nuevo León, Juan Alberto Cedillo, a propósito de su libro Las guerras ocultas del narco (Grijalbo, 2018).

CARG: Es interesante observar esto que tú señalas: la grandilocuencia de los acontecimientos en el centro y la caja de resonancia que éste representa, a diferencia de lo que ocurre en la provincia. ¿Cuáles son las características de lo excepcional que, en el Noreste, se ha convertido en normal?, ¿es posible hacer una periodización del fenómeno de la violencia?

 

JAC: Pues es muy difícil de resolver. Mira, en Monterrey, antes de 2007, había menos de 300 homicidios violentos; registraba 2 robos bancarios por año y 1 secuestro, ¡1 secuestro por año! y ya era una cifra récord. En abril de 2009, en un mes, son 100 muertos; ahí tienes el cambio del paradigma. Y en un momento, la cifra record son 1000 muertos en un año. ¡Los muertos que había en un año se convierten en los muertos por mes! Así va evolucionando todo y se ve en las masacres. Tenemos 4 acontecimientos que van marcando etapas.

 

En ningún momento en la historia de este país había llegado un comando del crimen organizado a un bar para matar a 22 clientes y empleados; es el caso del bar "Sabino Gordo", en Monterrey [IX/2011] Y es algo excepcional, porque, por ejemplo, lo que acabamos de ver en el Walmart de San Antonio, Texas [VIII/2019] es que un tipo loco empieza a matar gente, mientras que aquí son sicarios que mataban gente; pero aquí no se ve como un problema social, sino como una pelea entre narcos. Entonces, la narrativa del Estado es: "es una bronca entre ellos", "que se maten entre ellos". Así la sociedad se quita el peso de compararlo con lo que ocurre en Estados Unidos. Aquí todo es distinto. Después de "Sabino Gordo", en una carretera de Cadereyta tiraron 49 torsos [V/2014] a cuyos cuerpos les cortaron las manos, la cabeza, los pies e, incluso (lo que no salió en las noticias), les borraron los tatuajes para que no pudieran ser identificados. O tienes el Casino Royale [VIII/2011] y la masacre (que tuvieron casi dos años escondida) de Allende [III/2011]: 300 personas están desaparecidas. Toda esa evolución se desconoce en el centro. 

 

CARG: Aunque la guerra no empieza en Nuevo León, sino en Tamaulipas.

 

JAC: Todo empieza en Tamaulipas, pero se expande. La primera guerra es para desplazar al Cartel de Sinaloa y a las mafias locales que tienen el control. Quien hace todo este despliegue son los Zetas. Como exmilitares que quieren controlar todo y forman parte del Cartel del Golfo (que durante mucho tiempo había sido conocido como el Cartel de Matamoros, porque ahí estaba su plaza) cuando este se comienza a expandir, así que empieza esta batalla por las plazas nacionales. Lo que intentó Calderón fue controlar el despliegue de esas fuerzas en movimiento y cometió el error de meter al ejército; una estrategia totalmente equivocada. Pero la violencia del narco, por la disputa de las plazas entre el Cártel de Sinaloa, la Familia Michoacana, los Zetas y el Cartel del Golfo, empieza a imponer esta dinámica. Llegó el momento en que los Zetas tenían en Monterrey un ejército de 500 personas. ¿Qué pasa cuando tienes tanto poder? ¡Quieres ejercerlo! Y por eso se lo disputan al Estado; controlan parte del Estado: ciudades o municipios y se sienten dueños de las plazas. Por ejemplo, cuando capturan al Tiburón, jefe de la plaza de Monterrey, éste tenía controladas a todas las policías municipales, pero no al ejército y las fuerzas especiales. Lo capturan en una operación de soldados vestidos de civiles, y no como militares, que eran transportados en camionetas de iglesias evangélicas. Lo aprehenden y se lo llevan, pero los halcones se dan cuenta y, mientras el capo es conducido a la zona militar que está fuera de la ciudad, los narcos tratan de evitar que esas camionetas (que van sin escolta y la parafernalia de un gran operativo) lleguen a la zona militar. ¿Con quiénes arman el operativo para cerrar las calles y rescatar a los que llevan presos? Con las policías municipales de la zona metropolitana: Apodaca, García, Guadalupe; cierran las calles y las avenidas que van a tener acceso a la zona militar.

 

Para colmo de males, los jefes policíacos estaban en una reunión de seguridad -como las que López Obrador tiene a las 6 de la mañana-, y de pronto ¡hay narcobloqueos por las policías municipales! Y los jefes diciendo: "¿Qué están haciendo ahí? ¡Muévanse!". No les hacen caso porque obedecen a su jefe, el capo. Entonces, mandan a la Policía Federal a quitar a las policías municipales, pero no quieren moverse. Yo tengo las fotos donde se encaran policías federales contra policías municipales, apuntándose unos contra otros. (Véase, serie 2) Tú dices ¿qué locura es ésta?, ¿cómo lo concibes? ¿cómo lo narras? 

 

CARG: ¿Así que se configuró un tipo de Estado criminal dentro del Estado? ¿y gracias a los recursos del Estado mexicano? 

 

JAC: Absolutamente. En un momento dado, Heriberto Lazcano escapa de los operativos del ejército, gracias a que tiene comprados a los hermanos Moreira [gobernadores de Coahuila entre 2005-2011 y 2011-2017], en una nave del estado de Coahuila. 

 

CARG: ¿Quiénes son los jefes en realidad? ¿son los capos, son los gobernadores, son los banqueros y los empresarios? ¿quiénes están moviendo los hilos del negocio?

 

JAC: Todos, todos los que dijiste. En un momento se conforma socialmente una complicidad que no tiene necesariamente que ser orquestada, sino que hay gente que se beneficia del lavado de dinero. Ese conjunto de intereses que se mueven en torno al narco, forman lo que yo le llamaría un 'Consejo Directivo Informal', (donde puede estar un general de la Secretaría de la Defensa Nacional) que es coordinado por el narco a través de un lavador de dinero, un funcionario público y, si en algún momento cae el capo, eso no se destruye y sigue funcionando. Se conjunta un grupo de intereses que operan clandestinamente los beneficios del narco. 

 

CARG: Por eso este libro es la historia de uno de los grupos criminales más importantes que ha habido en América Latina durante este siglo,

 

JAC: Sí, es la historia de los Zetas; ellos rompieron paradigmas. Imagínate: controlan Monterrey. Matan a unos estudiantes del Tecnológico de Monterrey, la ciudad está tomada por el crimen organizado, se paraliza y se acaba la vida nocturna. No es lo mismo tomar Allende, en Coahuila, que tomar la segunda ciudad industrial del país. Así que estás hablando de un poder inmenso que hace contrapeso al Estado mexicano. En un libro que publica el CIESAS [Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social] se menciona el concepto del "Estado supeditado": el Estado tomado por el crimen organizado. 

 

CARG: Y sin embargo caen los Zetas, pero esta política criminal, esta economía criminal, este Estado criminal que disputa territorios, soberanía o el fisco, se reproduce más allá de los Zetas; se ramifica como una hidra a la que le cortas una cabeza y del tronco surgen dos cabezas más. Es decir, se acaba la figura visible: cae el capo más importante, se desmorona el cartel más representativo, pero como persiste la misma política militar y persisten las mismas condiciones sociales que son el caldo de cultivo para la violencia, entonces todo esto se reproduce ad nauseam. En este escenario, ¿cómo se está reconfigurando el narco?


JAC: Ya que lo planteas así, creo que el narco adquirió en México una estructura que no tenía, sobre todo, su manera de operar, basada en la paramilitarización. ¿Qué heredan ellos? Cómo someter a funcionarios de alto nivel, cómo controlar sectores económicos que antes no controlaban para abrir negocios nuevos. Esta estructura que no había en México, existe, sin embargo, en otras naciones. Sin tanta violencia la puede tener la Triada china, la Yakuza japonesa o la Cosa nostra italiana. En México teníamos un crimen organizado que se movía del Sur al Norte (la droga para el Norte; el dinero y las armas para el Sur) pero ahora se configuran en México mafias nacionales que antes no existían. Porque había mafias locales que controlaban antros y algunos negocios, pero no tenías una estructura de mafia nacional tipo Yakuza, así que, aunque baje la violencia, una de las herencias son las mafias de este tipo. Quizá ya no tengan ese nivel de violencia, pero sí el control de los negocios. Claro, métete con ellas y vas a amanecer descuartizado; pero estas mafias son nacionales y distintas de las que operan en Tepito, las que controlan los prostíbulos, a los narcomenudistas en las calles. No teníamos esas estructuras criminales

 

CARG: Encontramos aquí nuevas formas del poder político y económico. Tú has señalado que después de la caída de los Zetas, sus lecciones fueron aprendidas y asimiladas por todo tipo de facciones, incluso entre los grupos rivales: la paramilitarización de las fuerzas, que son verdaderos ejércitos profesionales de sicarios; con medidas de financiamiento que sustituyen a los grandes envíos de cocaína y que hacen del secuestro, del secuestro exprés y del cobro de piso, fuentes alternativas de financiamiento. Estamos viendo que surgen nuevas formas de poder y entonces estos grandes capos que transformaron la historia de México, por ser ellos los protagonistas de esta historia, ahora pueden ser otros, cualquiera: todos pueden ser el Chapo, todos pueden ser el Lazca. Tú decías que Hitler habitaba en ellos, así que ¿cualquiera puede serlo?, o ¿cualquiera puede aspirar a serlo?

 

JAC: Pues sí, pero yo creo que tienen sus cualidades. Los criminales de estos niveles tienen una sagacidad intuitiva que, sin haber leído El arte de la guerra, la aplican. Sí, finalmente todos podemos, pero estos tipos que han sido líderes, y que a veces, por ser criminales, les quitamos el reconocimiento de sus cualidades, no son cualquiera. Lazcano era un estratega, un estratega militar; tenía ambición. Estos tipos crearon los monstruos [vehículos blindados utilizados para el patrullaje y el trasiego de droga; véase serie 3] los tanques del crimen organizado. ¡Eso no es cualquier cosa! (risas) Sí, cualquiera puede aspirar a serlo, pero si estos tipos fueron tan brillantes es porque tenían ciertas cualidades: una formación militar. Por ejemplo, los grandes capos son excomandantes policíacos que conocen el funcionamiento del negocio; tienen una maldad y una sangre fría tremendas, porque además se mueven en una corte (porque su organización es una corte) donde todo el mundo les quiere cortar la cabeza para subir. Estás hablando de una tragedia shakespeariana donde hay un Duncan, hay un Macbeth, que los quiere tumbar. De ahí que los narcos nunca duermen en la misma casa dos noches seguidas; siempre se están moviendo y no se están cuidando de la policía, sino de sus propios colegas (risas). Entonces, yo creo que sí cualquiera, pero debe tener ciertas cualidades. Y son estos líderes intuitivos, los que tienen una sagacidad tremenda.

CARG: Hablamos de un perfil colectivo que comparten estos protagonistas...

 

JAC: Sí, desgraciadamente al destacar estas cualidades podría sonar como una apología. Y de eso yo sí me cuidé mucho, porque ante el hecho de verlos, de escucharlos, uno dice: "no, este güey no es cualquier cabrón". El Mamito [Jesús Enrique Rejón Aguilar, tercero al mando de los Zetas] era un tipo orgulloso, arrogante, lúcido porque sabía quién era. Entonces al ver estas cualidades uno se explica por qué hicieron lo que hicieron. ¡Parezco un apologista del narco! (risas) Desgraciadamente, esta versión que cuentan muchos, donde el Estado los controla, donde son parte de una conspiración para generar violencia y apropiarse de las minas y las tierras de los desplazados, sirve para quitarles la iniciativa, para someterlos en la historia, para convertirlos en un títere.

 

CARG: Por el contrario, en la cultura popular son ídolos, modernos Robin Hood. Las series de televisión, las películas, los narcocorridos, han hecho de ellos un modelo a seguir.

 

JAC: Pero recuerda algo: yo no conozco a ninguno de estos tipos que no haya hecho beneficios sociales. No hay un solo narco, de ese nivel, que no lo hiciera. Por ejemplo, el June [Gilberto García Mena] pagaba operaciones, medicinas, escuelas a la gente de su poblado; Osiel [Cárdenas Guillén] todos los años mandaba cientos de regalos a los niños en navidad; el Ingeniero, en Coahuila, ayudaba a toda la gente donde él vivía.

 

CARG: Lo más curioso es que en una época de neoliberalismo, particularmente extremo en el Noreste del país, surgen estos capos que reemplazan al Estado de bienestar.

JAC: En algunas cosas. Por ejemplo, en una de mis notas más leídas en Proceso, cuando hay una inundación por un huracán [Íngrid, IX/2013]; mientras el Estado se está organizando para empezar a apoyar, los narcos llegan con camionetas a apoyar a todos los damnificados (risas). 5 días antes de que el Estado pueda intervenir, están los narcos repartiendo despensas. Se convirtió en la nota más leída porque era el Cártel del Golfo apoyando a los damnificados, cuando el Estado ni siquiera sabía dónde estaban.[2]

 

CARG: Volteando la mirada hacia las víctimas, en un sentido amplio, porque también el núcleo de reproducción social ha sido dañado, estos protagonistas de los que tú hablabas, y que han modificado radicalmente el perfil de nuestro país hacia el futuro, han dejado una sociedad malherida, una sociedad dañada. ¿Cómo se recupera un enfermo así?

 

JAC: Yo no tengo una respuesta. Por ejemplo, la tragedia más difícil de todas las que ha tenido este país, es la de los desaparecidos. A mí me tocó ver que los desaparecidos no eran víctimas inocentes. Eso es mal visto, pero desafortunadamente los desaparecidos no eran la sociedad inocente que todos quisiéramos; eran las mismas víctimas del narco: el que asesinó, el que delató. Pero sí hay miles de víctimas inocentes. Es la tragedia más difícil de entender. Aunque la cifra negra de los desaparecidos no es tan grande (en Tamaulipas la gente se sobrepuso al miedo inicial y terminó denunciando) este país cuenta con más de 40 mil desaparecidos y sus familias no saben dónde están.

 

CARG: A propósito, tú has señalado el problema de la prueba. En un momento, la prueba eran los cuerpos de las víctimas; éstos son la evidencia de que se cometió un delito, y que, por lo tanto, hay un delincuente. Pero hay un punto en el cual las pruebas desaparecen, porque los cuerpos están siendo calcinados o están siendo disueltos en ácido. No solamente desaparece el cuerpo, el testimonio material de la tragedia, sino también el perpetrador del crimen. En ese sentido, ante la ausencia de los testimonios ¿cómo se puede identificar a las víctimas?

 

JAC: Ése es el gran reto que tiene la autoridad. Un comunista como Alejandro Encinas (cuyo papá fue amigo de Revueltas) tiene la voluntad de resolver esto, pero no sabe en la bronca que se metió. Yo lo he hablado con él tres veces cuando ha ido a visitar las zonas, y creo que realmente no puede; quizá por eso se va a concentrar en Ayotzinapa y en castigar al Estado. A lo único que puede aspirar es a que los capos confiesen. Y gracias a una nota que yo escribí sobre la narco-cocina más grande de México (¡son 500 cuerpos que quemaron en una zona!), solamente gracias a la confesión del capo se sabe que quemaron 500: ¿quiénes eran esas personas?, ¿de dónde salieron? Hay autobuses completos que desaparecieron. No uno, dos o tres, sino varios autobuses que desaparecieron cuyos cuerpos terminaron incinerados ahí.[3] ¿Cómo resuelves esa tragedia?

CARG: Me parece que apunta hacia el problema de la Verdad y de la Justicia. Para que exista verdad debe haber una prueba material de que algo ocurrió. Al desaparecer la prueba, el hecho o el dato positivo también desaparece, por lo que quizá no puede haber verdad y quizá menos aún justicia. Cómo una sociedad, como la nuestra, que quiere verdad y justicia, puede superar el problema de la ausencia, la destrucción de los restos.

JAC: Ese es el problema que tenemos. Las familias que tienen desaparecido a un ser querido no descansan como una familia que sabe que ya está enterrado. A pesar de que pasen 5 años no descansan, no cierran la herida. La peor tragedia es que no saben dónde quedó, no hay evidencia de que esté muerto. 

CARG: A mí me preocupa el escenario prospectivo, partiendo incluso de la propia nomenclatura: las narcomadres, las narcoviudas, los narcohuérfanos. Son tres generaciones y el futuro del país se ha hipotecado para los próximos 25 o 30 años. Y en este sentido, al no redimirse la tragedia y el dolor, tenemos una serie de sentimientos que, ante la falta de justicia, evolucionan de manera peligrosa. Entonces, tenemos una sociedad malherida, pero también tenemos una vida dañada. Hacia el futuro, una sociedad de este tipo puede profundizar todavía más la tragedia del país como proyecto social. ¿Cómo ves este escenario?

 

JAC: Yo lo veo exactamente como tú lo ves, y eso fue parte de mi locura. Yo veía tanto dolor y tragedia mientras que una parte de la sociedad no lo veía. Yo no lo había pensado así, pero en realidad tenemos un problema para el futuro: cómo va la sociedad a resolver esto ¡sabrá Dios! Tenemos una herida que va tardar en cerrar, tenemos una situación donde no podemos tener verdad ni justicia. Esa era parte de mi locura: "¿por qué no están viendo esto?", "¿por qué no se está actuando para enfrentar esto?". Yo lo estaba viendo como testigo privilegiado debido a la confluencia de todas estas circunstancias, pero todavía hay mucha gente que lo tiene que ver. Tú lo estás planteando de una manera tal que te preguntas: ¿cuál es el futuro? Yo no sé. 


CARG: En la introducción de tu libro, escribiste que no había espacio para asustarse y era necesario sobreponerse. Tú te sobrepones como periodista y también como testigo de una tragedia, pero, ¿en qué medida, pensando en Primo Levi, eres un hundido o eres más bien un salvado? 

 

JAC: Las dos cosas: ¡No me limites! (risas) Escribí para dejar testimonio de lo que yo estaba viendo, y creo que nadie lo estaba viendo como yo lo podía ver, porque era un privilegiado que estaba como en un faro. La otra era para exorcizarme, para liberarme, hacer catarsis. A mí me tocó vivir todo esto. 

 

De hecho, estaré aquí para asistir a las sesiones especiales, con psicólogos expertos, para los periodistas afectados por la violencia. Tendré que contar que yo tenía conflictos serios por la violencia, entre ellos, estar aislado. De hecho, algo que no te he contado y que es fundamental para escribir el libro, es que mi divorcio me aleja de mi familia en términos físicos (convivo con mis hijos como un padre que está separado, pero que no se ha olvidado de ellos) Si hubiera convivido con mis hijos y no hubiera estado divorciado no hubiera escrito todo esto. Incluso, a veces los riesgos eran calculados: "A ver, tengo familia, ¿puedo decir esto? No. No quieras contar de más". Yo sabía nombres de los funcionarios que estaban coludidos; podía decir los de Tamaulipas, podía decir los de Coahuila, pero no los de Monterrey. 


CARG: En ese sentido, también hay un perfil colectivo del periodista que cubre la guerra del narco. También están dentro de los hundidos, dentro de las víctimas. 


JAC: Sí, por eso también hay tantos periodistas muertos. La mayoría porque no supieron manejar la relación con el narco. A la mayoría de los periodistas de Veracruz no los mataron por andar denunciando, desgraciadamente. No supieron diferenciar que los policías con los que habían tratado desde hacía años (un comandante que les informaba o les contaba) de repente ya no eran policías, eran voceros del crimen organizado. 

 

CARG: Entiendo que esta experiencia es una carga moral e intelectual y que por eso tienes otros proyectos, como los nazis en México. ¿Cuáles son tus proyectos a futuro?

 

JAC: Eso mismo. Estaba investigando lo que me interesaba, lo que me apasionaba, pero estaba viviendo la realidad de mi país y veo un fenómeno que sabía que no era cualquier cosa. Por eso quiero jubilarme de esto para dedicarme a investigar si los criminales de guerra nazis huyeron a México. No es una investigación fácil, pero un libro de esta naturaleza sería de alcance internacional y tendría un tiraje de decenas de miles de ejemplares; y eso es a lo que yo aspiraría, porque así puedo vivir de investigar. Este libro salió de mi salario y las regalías son pocas. 

 

CARG: O sea que escribir a propósito de lo que se ha denominado la "guerra del narco", no ha sido una noticia que puede ser vendida. 

 

JAC: Solamente aquéllos que aprovecharon el boom sí les fue bien. Mi libro llega mucho tiempo después, cuando ya no está el boom, pero yo no quería escribir sobre lo escandaloso, sobre lo morboso. Yo tenía claro que se puede escribir para la historia, o se puede escribir para el reconocimiento inmediato; y yo quería escribir para la historia. 

 

CARG: Y tú vives para contarla y cuentas para seguir viviendo....

 

JAC: ¡Esa es otra ventaja!