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20.6.22

La UE después de Ucrania (II)

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Por Wolfgang Streeck (*)

La invasión rusa de Ucrania parece haber respondido a la cuestión del orden europeo restableciendo el modelo de la Guerra Fría que durante mucho tiempo se creyó que había pasado a la historia.

Nuevas y viejas responsabilidades

Las nuevas funciones que ha asumido la UE como consecuencia de la guerra de Ucrania, y en particular durante su supeditación a la OTAN, están lejos de resolver sus viejos problemas; de hecho, a largo plazo pueden verse aumentados y agravados. En el flanco occidental de la UE, el Reino Unido, a través de su estrecha alianza con Estados Unidos en el marco de la OTAN, ha vuelto al rebaño europeo con fuerza, aunque más como teniente que como un soldado raso más. En el sur no hay ninguna razón para creer que la supremacía de la OTAN ayude a mejorar la evolución económica de Italia; al contrario, es probable que las sanciones y la reducción de las cadenas de suministro impongan costes adicionales a las economías mediterráneas. Estas seguramente exigirán una compensación, no de Estados Unidos sino de la UE. Sin embargo, sus Estados miembros ricos estarán preocupados por aumentar su gasto en defensa para satisfacer las exigencias de la OTAN, por no hablar de la financiación de la adhesión de más Estados miembros de la UE en su camino hacia la OTAN. La competencia por las subvenciones de la UE, en particular por el "Fondo de Cohesión" de la UE[24], aumentará aún más debido a las nuevas necesidades relacionadas con la guerra de los Estados miembros del este, por ejemplo la acogida de refugiados ucranianos y, si las sanciones occidentales empiezan a hacer mella, rusos. Los planes del Parlamento de la UE y de la Comisión de recortar la ayuda financiera a países como Polonia o Hungría por deficiencias en el "Estado de derecho" se irán quedando cada vez más obsoletos, ya que los conflictos culturales entre la democracia "liberal" y la "antiliberal" se verán eclipsados por los objetivos geoestratégicos de la OTAN y de Estados Unidos[25].

A medida que aumentan los costes de la "cohesión", puede que se produzca un cambio inminente en el poder político dentro de la UE a favor de los Estados del frente oriental de la Unión, lo que se traduce en mayores obligaciones financieras para los países del rico noroeste. Al tiempo que las actividades de educación cultural de Europa occidental han empezado a parecer nimias ante la llegada de millones de refugiados ucranianos a un país como Polonia, Estados Unidos tiene pocas razones para obligar a sus aliados del este a satisfacer las sensibilidades liberales alemanas u holandesas. Los esfuerzos por condicionar el apoyo financiero a los países poscomunistas a su adhesión a los "valores democráticos" no servirán de nada mientras Estados Unidos esté satisfecho con su adhesión a la OTAN y su voluntad de librar la buena batalla prooccidental. Puesto que Estados Unidos, en palabras de su propia administración en el momento de escribir estas líneas, se está preparando para una guerra que durará varios años -lo cual es lógico si el objetivo es el cambio de régimen en Rusia-, la disposición de un país a acoger tropas, aviones y misiles estadounidenses debe tener prioridad sobre la letra pequeña de los tratados de la UE (o del TJCE) en cuanto a las condiciones democráticas. Con la Unión Europea enfrentándose a una guerra que durará un número incierto de años es probable que sus Estados del frente oriental dominen la agenda política común. En esto contarán con el apoyo de Estados Unidos y su interés geoestratégico en mantener a Rusia controlada política, económica y militarmente. En última instancia, esto puede dar lugar a que Estados Unidos, actuando a través de sus aliados de Europa del Este y de la OTAN, ocupe el lugar del doble liderazgo de la UE, el demasiado a menudo dividido tándem franco-alemán.

 

George W. Bush, expresidente de los EE.UU.

Los sueños americanos

Uno de los muchos acontecimientos notables en torno a la guerra de Ucrania es el modo en que el funesto historial de las recientes intervenciones militares estadounidenses ha desaparecido casi por completo de la memoria pública europea. Hasta hace solo unos meses, el desastroso final de la construcción de la nación estadounidense en Afganistán era un tema frecuente entre los comentaristas europeos. También estaban presentes, aunque más en un segundo plano, Siria, con las "líneas rojas" de Obama primero marcadas y luego olvidadas; Libia, que fue abandonada tras convertirse en un infierno; e Irak, donde los cálculos a la baja hablan de doscientos mil civiles muertos desde la invasión estadounidense. Nada de esto se menciona estos días en la bondadosa sociedad europea, y si se menciona fuera de ella, se tacha inmediatamente de distracción antiamericana para obviar las maldades cometidas por Putin y su ejército.

A medida que aumentaban las tensiones en torno a Ucrania, visibles en la concentración de tropas rusas en las fronteras ucranianas, los países europeos occidentales entregaron a Estados Unidos, aparentemente como algo natural, un poder notarial que le permitía, a través de la OTAN, actuar en su nombre y representación. Ahora, con la guerra que se prolonga, Europa, organizada en una Unión Europea supeditada a la OTAN, se verá sometida a las bizarrías de la política interna de Estados Unidos, una gran potencia en declive que se prepara para un conflicto global con una gran potencia en ascenso, China. Irak, Libia, Siria y Afganistán deberían haber documentado ampliamente la tendencia estadounidense a marcharse si sus esfuerzos en otras partes del mundo, siempre y por definición bien intencionados, fracasan por cualquier razón, dejando tras de sí un caos letal que otros deberán limpiar si necesitan un mínimo de orden internacional a sus puertas. Sorprendentemente, en ningún lugar de Europa occidental se plantea la cuestión de qué ocurrirá si, en 2024, Trump es reelegido -lo que no parece en absoluto imposible- o algún sucedáneo de Trump es elegido en su lugar. Pero incluso con Biden o algún republicano moderado, el manifiesto déficit de atención de la política imperial estadounidense debería, aunque no lo parece, entrar en los cálculos estratégicos, si es que los hay, de los gobiernos europeos.

Con la guerra que se prolonga, Europa, organizada en una Unión Europea supeditada a la OTAN, se verá sometida a las bizarrías de la política interna de EE.UU.

Una explicación que rara vez se aduce para explicar la imprudencia con la que Estados Unidos entra y sale con demasiada frecuencia de aventuras militares remotas es su ubicación en una isla del tamaño de un continente, lejos de aquellos lugares en los que podría sentir la necesidad de proporcionar lo que considera estabilidad política. Lo que haga o deje de hacer Estados Unidos en el extranjero tiene pocas o ninguna consecuencia para sus ciudadanos en casa. (Las tropas iraquíes nunca marcharán hacia Washington, D.C. ni arrestarán a George Bush para entregarlo al Tribunal Penal Internacional de La Haya). Cuando las cosas van mal, los estadounidenses pueden retirarse al lugar del cual vinieron, donde nadie puede seguirlos. Existe, aunque sólo sea por esta razón, una tentación permanente en la política exterior estadounidense de guiarse por ilusiones, una inteligencia deficiente, una planificación chapucera y una adaptación voluble de las políticas internacionales al sentimiento público nacional. Por eso resulta aún más sorprendente que los países europeos, aparentemente sin debate, hayan dejado la gestión de Ucrania en manos de Estados Unidos. En efecto, esto representa que un director entrega la gestión de sus intereses vitales a un representante con un reciente historial público de incompetencia e irresponsabilidad.

¿Cuáles serán los objetivos bélicos de Estados Unidos al actuar para Europa y junto a ella a través de la OTAN? Al dejar que Biden decida en su nombre, el destino de Europa dependerá del destino de Biden, es decir, de las decisiones, o indecisiones, del gobierno de Estados Unidos. A falta de lo que los alemanes de la Primera Guerra Mundial llamaban Siegfrieden -una paz victoriosa impuesta a un enemigo derrotado, como probablemente sueñan en Estados Unidos tanto los neoconservadores como los imperialistas liberales de la escuela de Hillary Clinton- Biden puede apostar, o incluso preferir, un prolongado estancamiento, una guerra de desgaste que mantenga enfrentados tanto a Rusia como a Europa occidental, en particular a Alemania. Un enfrentamiento duradero entre los ejércitos ruso y ucraniano, u "occidental", en suelo ucraniano uniría a Europa bajo el mando de la OTAN y obligaría convenientemente a los países europeos a mantener altos niveles de gasto militar. También obligaría a Europa a continuar con sanciones económicas de amplio alcance, incluso paralizantes, contra Rusia, cuyo efecto secundario sería una intensificación de la posición de Estados Unidos como proveedor a Europa de energía y materias primas de diversa índole. Además, una guerra, o casi guerra, impediría que Europa desarrollara una estructura de seguridad euroasiática propia que incluyera a Rusia. Consolidaría el control estadounidense sobre Europa occidental y descartaría las ideas francesas de "soberanía estratégica europea", así como las esperanzas alemanas de distensión, dos conceptos que presuponen algún tipo de acuerdo con Rusia. Y no menos importante, Rusia estaría ocupada con los preparativos para las intervenciones militares occidentales, por debajo del umbral nuclear, en su extensa periferia.

Muy probablemente, un enfrentamiento prolongado con Ucrania obligaría a Rusia a establecer una estrecha relación de dependencia con China, lo que aseguraría a esta un aliado euroasiático cautivo y le proporcionaría un acceso seguro a los recursos rusos a precios de ganga, ya que Occidente ya no competiría por ellos. Rusia, a su vez, podría beneficiarse de la tecnología china en la medida en que estuviera disponible. A primera vista, una alianza como esta podría parecer contraria a los intereses de Estados Unidos. Sin embargo, vendría acompañada de una alianza igualmente estrecha, e igualmente asimétrica, entre Estados Unidos y Europa occidental, en la que lo que Europa puede ofrecer a Estados Unidos superaría claramente lo que Rusia puede ofrecer a China. Algo así como una falsa guerra estancada en Ucrania podría ser del interés de un Estados Unidos que busca construir alianzas globales para una inminente batalla con China por el próximo Nuevo Orden Mundial, monopolar o bipolar a la nueva o vieja usanza, que se libraría en los próximos años, después del fin del fin de la historia.

 

Traducción: Paloma Farré.

Este artículo apareció originalmente en AMERICAN AFFAIRS, Volumen VI, Número 2 (Verano de 2022): 107-24.


[1] Este concepto procede de Dani Rodrik, The Globalization Paradox (Nueva York: W. W. Norton, 2011).

[2] F. A. Hayek, The Constitution of Liberty (Chicago, University of Chicago Press, 1960)

[3] Los dos tratados son el Tratado de la Unión Europea (TUE) y el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea (TFUE), el primero también llamado Tratado de Maastricht, en vigor desde 1993, y el segundo es el Tratado de Roma, en vigor desde 1958, ambos modificados muchas veces, por ejemplo, por el Tratado de Lisboa de 2009. Además, según Wikipedia, "hay 37 protocolos, 2 anexos y 65 declaraciones que se adjuntan a los tratados para perfilar detalles, a menudo en relación con un solo país, que no están en el texto legal completo".

[4] En mayo de 2005, una propuesta de "Constitución de la Unión Europea" fracasó en un referéndum francés después de que el 55% de los votantes la rechazaran. La participación fue del 69%. El rechazo se atribuyó en parte a que el gobierno francés cometió el error de distribuir a todos los hogares franceses un ejemplar del proyecto de Constitución de cientos de páginas e imposible de entender para los no especialistas.

[5] Según el artículo 63 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea (TFUE), "quedan prohibidas todas las restricciones a los movimientos de capitales entre los Estados miembros y entre estos y terceros países", y lo mismo se aplica a "todas las restricciones a los pagos", de nuevo "entre Estados miembros y terceros países".

[6] El artículo 4, sección 1, del TUE establece que "De conformidad con el artículo 5, las competencias no atribuidas a la Unión en los Tratados corresponden a los Estados miembros". Según la sección 1 del artículo 5, "los límites de las competencias de la Unión se rigen por el principio de atribución. El uso de las competencias de la Unión se rige por los principios de subsidiariedad y proporcionalidad". La Comisión Europea y el TJCE llevan tiempo intentando sortear este tipo de restricciones del Tratado derivando competencias específicas para ellos de cláusulas generales como, por ejemplo, el artículo 2 del TUE: "La Unión se fundamenta en los valores de respeto de la dignidad humana, la libertad, la democracia, la igualdad, el Estado de Derecho y respeto de los derechos humanos, incluidos los derechos de las personas que pertenecen a minorías. Estos valores son comunes a los Estados miembros en una sociedad en la que prevalecen el pluralismo, la no discriminación, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la igualdad entre mujeres y hombres".

[7] El MRR se creó en julio de 2020 para conceder 750.000 millones de euros a los países miembros en proporción a las pérdidas que, según la Comisión Europea, han sufrido por la pandemia del coronavirus. Italia es el principal beneficiario, con 192.000 millones de euros (69.000 millones en subvenciones, el resto en préstamos). Con el MRR es la primera vez que los Estados miembros autorizan a la UE a endeudarse; el fondo se financia totalmente con deuda. Para hacerse una idea de su magnitud efectiva, obsérvese que Alemania, en respuesta a las quejas de Estados Unidos por no haber gastado lo suficiente en defensa, reservó a principios de 2022, en cuestión de pocos días, un fondo financiado con deuda de 100.000 millones de euros para mejorar su ejército, que se gastará inmediatamente. Esto es más de la mitad de lo que la Unión Europea asignó a todo el país de Italia para que se gastara hasta 2023 (lo que resultó ser técnicamente imposible).

[8] Sobre la política de la controversia acerca del "Estado de derecho", véase Wolfgang Streeck, "Ultra Vires", New Left Review Sidecar, 7 de enero de 2022; Wolfgang Streeck, "Rusty Charley", New Left Review Sidecar, 2 de noviembre de 2021.

[9] En una cumbre de la UE celebrada en junio de 2021, el primer ministro holandés, Mark Rutte, presionado en su país por un escándalo sobre las medidas punitivas ilegales adoptadas por su gobierno contra los beneficiarios de la asistencia social, dijo a su homólogo húngaro, Viktor Orbán, que Hungría tenía que abandonar la UE a menos que su gobierno retirara una ley que prohíbe a las escuelas el uso de materiales considerados como promotores de la homosexualidad. De un informe de Reuters:

Varios participantes en la cumbre de la UE hablaron del enfrentamiento personal más intenso que se había producido entre los líderes del bloque en años. . . . "Fue algo verdaderamente contundente, un profundo sentimiento de que no se podía permitir. Se trataba de nuestros valores; esto es lo que defendemos", dijo Rutte a los periodistas el viernes. "Dije: 'Hay que parar esto, deben retirar la ley y, si no les gusta y realmente sostienen que los valores europeos no son sus valores, entonces deben pensar si quieren permanecer en la Unión Europea'".

[10] Véase Amitiai Etzioni, Reclaiming Patriotism (Charlottesville: University of Virginia Press, 2019)

[11] También se encuentra en esta categoría la idea de la "Europa de las diferentes velocidades", a la que se opusieron intensa y exitosamente los países de Europa del Este que pertenecían a la UE.

[12] Hans Joas, Friedensprojekt Europa (München: Kösel, 2020). He sacado gran provecho de  Joas; véase Wolfgang Streeck, Zwischen Globalismus und Demokratie: Politische Ökonomie im ausgehenden Neoliberalismus (Berlín: Suhrkamp, 2020). Se publicará una traducción al inglés en Verso. 

[13] Véase Streeck, Zwischen Globalismus und Demokratie.

[14] Según su página web, "el Consejo Nórdico de Ministros es el órgano oficial de cooperación intergubernamental en la región nórdica. Busca soluciones nórdicas siempre y cuando los países puedan beneficiarse más unidos que trabajando por su cuenta".

[15] Hans Eichel y otros, "Für ein solidarisches Europa-Machen wir Ernst mit dem Willen unseres Grundgesetzes, jetzt!", Handelsblatt, 21 de octubre de 2018.

[16]Sipri, el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo, informa de que el gasto militar ruso en 2018 fue de 62.400 millones de dólares. El Reino Unido, Francia, Alemania e Italia, los cuatro mayores miembros europeos de la OTAN, gastaron juntos 175.200 millones de dólares en 2018, 2,8 veces más que Rusia.

[17] Como supuestamente dijo el estadista francés Conde Mirabeau en 1786, el año en que murió Federico II de Prusia: "Otros Estados poseen un ejército; Prusia es un ejército que posee un Estado".

[18] "En Europa estamos asistiendo a un doble movimiento: la retirada gradual e inevitable de Estados Unidos y una amenaza terrorista a largo plazo con el objetivo declarado de dividir nuestras sociedades libres... En el ámbito de la defensa, nuestro objetivo debe ser garantizar las capacidades operativas autónomas de Europa de forma complementaria a la OTAN". Emmanuel Macron, "Discurso de la Sorbona", 26 de septiembre de 2017.

[19] Según Statista, en 2018 Alemania gastó en su ejército el 1,2 % de su PIB, lo que supone 44.700 millones de dólares. Apuntar al 2 %, como pedía la OTAN, habría sido equivalente a 74.500 millones de dólares, es decir, 12.100 millones más que Rusia.

[20] Tras la adhesión de Croacia en 2013 y de Montenegro en 2017, Serbia, Macedonia del Norte y Albania son actualmente candidatos oficiales a su ingreso. Bosnia y Herzegovina y Kosovo están a la espera.

[21] En el pasado, las solicitudes de admisión de Ucrania no condujeron a nada, ya que Bruselas consideró claramente que el país no era apto para la adhesión. Se expresaron serias dudas sobre la calidad democrática del Estado ucraniano, el papel de sus oligarcas y su poder político, y el trato hacia las minorías, incluida la de habla rusa en las provincias del este; también existía la impresión de que había una corrupción desenfrenada. Sin embargo, quizás en parte se tratara de una excusa, y la verdadera razón del rechazo puede haber sido la pobreza del país, que habría impuesto una enorme carga adicional a las finanzas internas de la UE, en particular a sus diversos fondos de ayuda. Puede que la guerra esté por encima de dichas preocupaciones y las haga menos presentables públicamente.

[22] Las previsiones del gobierno ucraniano sobre los costes de reparación de los daños causados por la guerra alcanzan los 2.000 millones de dólares.

[23] Por ejemplo, en febrero de 2022, el gobierno de Biden confiscó la mitad de los activos congelados del banco central de Afganistán, depositados en la sucursal de Nueva York de la Reserva Federal, para destinarlos a los supervivientes del 11-S y sus abogados. Los fondos incautados ascendían a 3.500 millones de dólares. Unas semanas más tarde, una conferencia internacional de donantes organizada por las Naciones Unidas junto con Alemania, el Reino Unido y Qatar, trató de recaudar 4.400 millones de dólares para ayudar a poner fin a la hambruna masiva en Afganistán, donde los talibanes habían vuelto al poder tras la marcha de Estados Unidos. Las cuarenta y una naciones que asistieron (virtualmente) solo aportaron 2.440 millones de dólares.

[24] El "Fondo de Cohesión" de la UE apoya a los Estados miembros con un PIB per cápita inferior al 90% de la media de la UE "para reforzar la cohesión económica, social y territorial de la UE".

[25] La política del "Estado de derecho" europeo es complicada. Desde el comienzo de la guerra, la Comisión parece haber pospuesto, si no cancelado silenciosamente, los procedimientos legales contra Polonia por su politizado sistema judicial y el gasto corrupto del dinero de la UE. Esto fue diferente con Hungría, cuyo líder semidictatorial, Viktor Orbán, fue reelegido por tercera vez el 3 de abril de este año, con una mayoría popular del 53 %, superior a cualquiera de sus elecciones anteriores. A diferencia de Polonia, la Hungría de Orbán ha mantenido las conversaciones con el presidente ruso, Vladimir Putin, quizás también por la discriminación en Ucrania de una considerable minoría prorrusa de habla húngara. Inmediatamente después de la victoria electoral de Orbán, la Comisión inició un procedimiento contra Hungría, aunque sólo por la menos grave de las dos supuestas infracciones, básicamente acusaciones de corrupción oficial. El carácter politizado del asunto es flagrante, ya que la Comisión y el Parlamento de la UE no están especialmente preocupados por la corrupción en Estados miembros como Malta, Chipre, Bulgaria, Rumanía, Eslovenia y Eslovaquia, que no se diferencian de Hungría y Polonia por sus prácticas legales, o ilegales, sino en que sus gobiernos siempre votan "proeuropeo" en Bruselas, como determina la Comisión. A propósito, en comparación con el probable próximo miembro, Ucrania, un país como Hungría puede estar tan limpio como, por ejemplo, Suecia o Dinamarca.