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17.1.22

La desigualdad mata y desestabiliza al mundo

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Por Roberto Sansón Mizrahi (*)                                                                              

La desigualdad no explica de por sí el curso de los acontecimientos sino que es el resultado, devenido parte constitutiva, de un entramado concentrador de riqueza y poder. De ahí que, una vez instalada, la desigualdad se constituya en un crítico componente de la dominación: sumerge a mayorías en la escasez y las fuerza a concentrarse en sobrevivir, artero mecanismo para que necesidades esenciales sin cobertura debiliten esperanzas y determinación popular.

El impacto de la desigualdad

Entre los impactos de la desigualdad, destacamos que el proceso de concentración-desigualdad fragmenta las sociedades, destruye el medio ambiente y desestabiliza las economías. Más adelante mencionaremos otros.   

La concentración-desigualdad fragmenta la sociedad de cada país entre minorías que apropian los excedentes y viven en una indignante opulencia, y mayorías de sectores medios y populares que quedan rezagadas, castigadas o excluidas del bienestar que merecen. Es inevitable que esos oprobiosos contrastes agiganten la frustración social generando alienadas reacciones de odios, miedos, acusaciones a otras víctimas utilizadas como chivos expiatorios de calamidades que no generaron. Tremendas carencias en salud, alimentación, educación, vivienda, agua potable, seguridad, participación política, desarrollo cultural, esparcimiento, entre tanto más, enferma y mata personas. Esto cuestiona duramente a las democracias que no son capaces de asegurar la satisfacción de necesidades básicas fundamentales; caen así fácil presa de quienes generaron el desastre, los que detentan el poder económico y decisional con sus cómplices en la política, los medios y la justicia. 

El afán de acumular a como dé lugar, basamento de la concentración-desigualdad, compromete seriamente el medio ambiente del planeta. Procesos esenciales para la vida de la humanidad y otros seres son arrasados por quienes producen lo que sea y cómo sea con tal de maximizar su tasa de ganancia. Las evidencias del impacto destructivo que cometen no los conmueven, por más que superan los límites de sustentabilidad ambiental.   

La extrema desigualdad contemporánea dinamita la sustentabilidad de prácticamente todas las economías. Por un lado, se genera un gravísimo desacople a nivel de la economía real entre una demanda que no logra acompañar a la oferta productiva necesitada de compradores para sus productos. Esto es, no crecen al mismo ritmo los ingresos de sectores medios y populares con la oferta de bienes y servicios que busca ser colocada en los mercados. Como el poder económico no cede su afán concentrador y, por tanto, la posibilidad de alimentar a la demanda con ingresos genuinos, la economía acude a soluciones sustitutas. Una de las más graves es el continuo endeudamiento de familias y países que, con el tiempo, se desliza a dramáticas situaciones de sobre endeudamientos imposibles de repagar. Los deudores quedan a merced de acreedores solo interesados en preservar privilegios e ingentes tasas de ganancia. Al mismo tiempo, los capitales que ven restringirse oportunidades lucrativas en la economía real, se vuelcan hacia mercados financieros especulativos con altos riesgos y retornos. Esos mercados posibilitan la reproducción de ganancias... hasta que un segmento de inversores decide retraerse generando estallidos de temibles burbujas especulativas. Estos estallidos suceden en sectores específicos pero pueden extenderse violentamente generando crisis de envergadura sistémica. Cuando suceden, los dominadores fuerzan al Estado a utilizar recursos públicos para financiar salvatajes a costa de sus víctimas, los sectores medios y populares.

La imposición neoliberal

Hay mucho engaño, mentiras, desinformación y represión en los regímenes neoliberales. Así, por ejemplo, señalan que los países sometidos al proceso concentrador generador de tremendas desigualdades y destrucción del medio ambiente no saben cómo salir del atolladero. No es tan así, los liderazgos y militancias transformadoras saben qué nuevo rumbo y forma de funcionar adoptar. Es que no es sólo saber cómo actuar sino que se trata de una lucha de predominio entre dominadores y dominados.

También señalan que buena parte de la población está sumergida en una suerte de nebulosa que obstruye la comprensión de lo que sucede y la elección de las salidas adecuadas. Lo que no se explicita es que la nebulosa no llega del cielo sino del deliberado accionar del neoliberalismo que no puede defender sus intereses abiertamente ni explicitar a quienes favorecen con sus políticas y a quienes perjudican. Necesitan encubrir lo que sucede, encubrir las consecuencias de sus políticas, encubrir su responsabilidad por los desastres que cometen. Ese encubrimiento se logra con la complicidad de medios de comunicación que se integran al poder concentrado. Buscan y logran obtener cobertura ideológica que proteja sus saqueos de usinas de pensamiento estratégico (think tanks) que financian y promocionan. Para asegurarse impunidad cooptan a sectores de la Justicia que utilizan indebidamente procedimientos legales para dar apariencia de legalidad a la persecución de opositores.

A diferencia de golpes y represión militar, ahora el neoliberalismo captura nódulos decisorios del funcionamiento democrático para acceder electoralmente a controlar el aparato del Estado (normas, regulaciones, recursos, agencias de inteligencia). Al capturar a las democracias, suman a su poder operaciones de especulación y saqueo para enriquecerse aún más. Desvirtúan desde el interior de la democracia la propia esencia del funcionar democrático. Los recursos que manejan les permiten sobornar a funcionarios, periodistas, jueces, fiscales y a algunos  de los responsables de controlar el funcionamiento institucional.

Con ese accionar de engaños, corrupción y encubrimiento llegan a colonizar mentes y formatear subjetividades de sus víctimas transformándolas en cómplices de sus victimarios. De ahí que uno de los mayores desafíos democráticos es desplegar un permanente esfuerzo de esclarecimiento y organización de los sectores medios y populares. 

Es penoso comprobar ciclos políticos que se repiten donde gobiernos neoliberales refuerzan la concentración económica y decisional hasta cuando seguir exprimiendo a los pueblos alcanza límites insostenibles. Pasan entonces la antorcha a gobiernos de base popular para aminorar el latrocinio. Esa transición no incluye ceder el timón de la marcha concentradora para lo cual se cuidan de conservar trincheras políticas, mediáticas y judiciales que traban y ralentizan todo intento transformador. Si bien importa que gobiernos de base popular alcancen a controlar el aparato del Estado, no debieran encandilar los pequeños avances. Será necesario remover los motores de la concentración sin dejar vacíos donde se encapsula la restauración neoliberal.

 

Estrategias de salida del neoliberalismo

Son conocidas las estrategias y existen experiencias exitosas para salir del neoliberalismo en procura de un nuevo proyecto de país social, ambiental y económicamente sustentable. Una calificada diversidad de autores ha aportado valiosas utopías referenciales, planes de gobierno, estrategias, políticas públicas, trayectorias que perfilan nuevos rumbos y formas de funcionar. También Opinión Sur ha publicado columnas y libros sobre estos críticos aspectos. De todos modos, vale hacer una síntesis de esas opciones, ejecutadas unas otras en ejecución, aclarando que las salidas del neoliberalismo son siempre singulares según países y sus circunstancias.

Una estrategia de salida no implica medidas aisladas sino un esfuerzo en todas las dimensiones del funcionar social. Un foco principal es desmontar uno a uno los mecanismos que sostienen el proceso concentrador y, al mismo tiempo, proveer a las grandes mayorías mejores ingresos y servicios básicos fundamentales. De esta forma se cambia el rumbo sistémico y se fortalece el crítico sustento popular.

Una medida estratégica es cortar el circuito que practica el poder concentrado obteniendo altas ganancias por posición oligopólica, evadiendo o eludiendo impuestos y fugando los capitales no declarados. Estos delitos conforman un tremendo drenaje de excedentes que puede y debe ser reorientado a cancelar la enorme deuda social así como para financiar proyectos estratégicos de desarrollo local. Se sabe cómo hacerlo y se conocen los saqueadores. No hay misterios, solo que los que delinquen disponen de complicidades para asegurarse impunidad por sus tropelías. 

Un principio de justicia exige que aquellos que lucraron sin límites a costa del resto contribuyan a financiar el nuevo proyecto de país. Enfrentando duras resistencias del poder concentrado, en algunos países se logró imponer aportes extraordinarios a los multimillonarios. Esto requirió establecer coaliciones políticas de sectores medios y populares alineando en todo lo posible sus diversos intereses.

En todo caso se impone gravar patrimonios e ingresos de los grupos concentrados. Hay países donde ya existen impuestos al patrimonio (bienes personales); donde no los haya, habrá que establecerlos complementando con subas del impuesto a las ganancias de los sectores de mayor riqueza. Con frecuencia, las legislaciones impositivas encierran huecos que aprovechan quienes debieran ser principales contribuyentes para eludir su responsabilidad tributaria. Esta injusticia fue denunciada hasta por el presidente de los Estados Unidos señalando que en los últimos años los CEO (altos ejecutivos de empresas) "pasaron de ganar 20 veces más que un empleado a 350 veces más; que las 55 mayores corporaciones del país ganaron 40.000 millones de dólares en 2020 y pagaron 0% de impuestos, y que el 1% más rico evade 116.000 millones de dólares al año".

Los cambios necesarios necesitan alcanzar a la matriz productiva del país, estructurada en base a la yuxtaposición de decisiones de inversión individuales adoptadas por grandes grupos en función de maximizar sus lucros. Esto generó una disfuncionalidad estructural que hace que el propio crecimiento económico genere graves estrangulamientos sectoriales y de sector externo (recurrente escasez de divisas y de insumos importados). Estos cambios son complejos porque para balancear las cuentas externas es necesario adoptar una diversidad de medidas correctoras incluyendo promover actividades exportadoras (primarias, industriales y de servicios) junto con desalentar actividades intensivas en insumos importados. 

No menos importante es regular el funcionamiento de las cadenas de valor donde las empresas líderes son quienes concentran los mayores resultados desfinanciado a pequeños y medianos proveedores y perjudicando a consumidores que ceden ingresos pagando precios oligopólicos. Lo relevante es que existen medidas que facilitan una mejor distribución de resultados al interior de las cadenas de valor.

Un frente de importancia estratégica es apoyar a la economía popular promoviendo una sólida formación de capital, su estructuración como organizaciones productivas de porte medio, el acceso a mercados, la incorporación de gestión y conocimientos de excelencia, asumiendo responsabilidad tributaria, laboral y ambiental ajustadas a sus características y posibilidades.

Si bien son críticos estos componentes para salir del neoliberalismo, no agotan las opciones que una sociedad debe asumir para sacudirse el sometimiento. Hay mucho esperanzador en marcha que vale sostener y mejorar; no estamos huérfanos de soluciones ni falta determinación para avanzar.

 

(*) Roberto Sansón Mizrahi. Economista, planificador regional y urbano, consultor, dirigió empresas, autor de Un país para todos, Crisis global: ajuste o transformación, Democracias capturadas y otros libros, Co-Editor de Opinión Sur www.opinionsur.org.ar