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20.9.21

Dinero y modo de producción capitalista: Una crítica de la Teoría Mon. Moderna a partir de la teoría del dinero de Marx

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Por Álvaro Rein (*)

"...ni siquiera el amor ha sido capaz de dejar en ridículo a tantos hombres como las disquisiciones acerca de la naturaleza del dinero."

Karl Marx (1859)

Imponerles obligaciones fiscales que los suyos propios.

Habrá quien razone que, si las monedas de Estados extranjeros a menudo gozan de una mayor aceptación social que la del propio Estado, esto simplemente refleja la relación internacional desigual y jerárquica del poderío político o militar de los distintos Estados. Bajo esta hipótesis, las monedas soberanas de los Estados más 'poderosos' en el terreno político o militar gozarían de mayor aceptación social para las poblaciones de otros Estados que las suyas propias. Pero, de nuevo, esto sería invertir los términos reales de la relación entre economía y política. El relativo 'poderío' internacional de los distintos Estados no es algo que se sostenga en el vacío, sino que depende en última instancia de la relevancia que tienen sus economías dentro del sistema económico global. La historiografía económica está repleta de ejemplos de Estados (por ejemplo, Inglaterra en el s.XX) cuyo poderío político internacional entro en declive una vez que lo hizo la relevancia internacional de sus economías.

La TMM yerra completamente el tiro cuando esgrime la desconexión ente el 'valor de uso' de cualquier moneda fiduciaria y el coste de producción del objeto físico del que está hecho como prueba de que el dinero (al menos el 'moderno' y 'fiduciario') es una mera convención social creada por los Estados. 

Por un lado, la TMM reconoce que las monedas cuyo 'valor de cambio' ha estado históricamente ligado al de un metal precioso (el patrón oro, por ejemplo) tienen un poder adquisitivo que depende del coste de producción de esos metales. Pero, por otro lado, como buenos partidarios de la teoría endógena del dinero, la TMM reconoce que esto no ha sido nunca exactamente así. La TMM reconoce, por ejemplo, la evidencia de que el valor metálico de las monedas basadas en metales preciosos frecuentemente ha estado totalmente desconectado del valor nominal que representaban. Como explica la teoría endógena del dinero, este fenómeno surge porque los requisitos de una mayor actividad económica siempre acaban imponiendo su control sobre la oferta disponible de moneda. Es decir, la demanda de un mayor volumen de moneda para hacer circular un mayor volumen de mercancías acaba siempre determinando la oferta de moneda independientemente del coste del metal sobre el que pueda estar basado esa moneda. Como diría Marx (1859), el rol económico de la moneda acaba siempre imponiendo sus requisitos sobre las características físicas específicas de dicha moneda.

Contrariamente a una falsa leyenda urbana, al revés que Smith o Ricardo, Marx nunca baso su teoría del valor de cambio del dinero en el valor de cambio del objeto concreto empleado como dinero. Es decir, nunca trato de explicar la capacidad adquisitiva del dinero en base al tiempo de trabajo socialmente necesario para producir la mercancía concreta empleado como dinero. Al contrario, Marx (1859) enfatiza precisamente que para que una mercancía concreta pueda asumir el rol social del dinero y, por lo tanto, servir de medio a través del cual todas las demás mercancías puedan expresar sus valores de cambio individuales, el valor de cambio de esa 'mercancía-dinero' concreta debe necesariamente desvincularse de su propio coste de producción (de su propio valor de cambio). Es decir, el rol social que asume la 'mercancía-dinero' cuando funciona como dinero implica que las leyes que determinan su propio valor de cambio como mercancía concreta quedan supeditadas a la necesidad que tiene de convertirse en una suerte de espejo reflector de las leyes que determinan el valor de cambio de las demás mercancías.

Esta teoría casa perfectamente con la adscripción de Marx a una teoría endógena del dinero, según la cual el volumen de moneda en circulación siempre viene determinado en última instancia por la demanda de dinero o el deseo y necesidad de hacer circular más o menos mercancías y no por la oferta monetaria. Para Marx (1859), lo que determina el 'valor de cambio' (el poder adquisitivo) de la mercancía particular empleada como dinero no es el valor de cambio de esa 'mercancía-dinero' sino los valores de cambio de las demás mercancías individuales que ven realizados sus propios valores de cambio cada vez que consiguen venderse exitosamente por dinero en el mercado. El volumen de moneda disponible siempre se pliega al nivel de precios de las mercancías que se quieren poner en circulación. Ese nivel de precios a su vez refleja el valor de cambio de esas mercancías que se quieren poner en circulación.

Marx (1859) rechazo la teoría cuantitativa del dinero defendida (aunque, por supuesto, no originada) por Ricardo afirmando precisamente que dicha teoría cometía el error fundamental de suponer que las mercancías no disponían ya de sus propios valores de cambio (reflejados en precios denominados en dinero) antes de ser intercambiadas por dinero. Ricardo (1817) teorizaba de manera contradictoria que, aunque el valor de cambio de cada mercancía individual dependía del tiempo mínimo de trabajo necesario para producirlas, el nivel general de precios de las mercancías tomadas en su conjunto reflejaba el valor de cambio de una sola mercancía concreta: la mercancía-dinero.

Para Ricardo (1817), la oferta monetaria se hallaba regulada por las mismas leyes del valor-trabajo de las mercancías. Un aumento del nivel general de precios equivalía a una caída del valor de cambio de la mercancía-dinero. Como con cualquier mercancía, una caída del valor de cambio de la mercancía-dinero (es decir un aumento general de precios o una caída del poder adquisitivo del dinero) estaba siempre causada o por un aumento del coste de producción de la mercancía-dinero o de la cantidad ofertada de esta. Una caída (subida) del valor de cambio de la mercancía-dinero provocaría una reducción (aumento) de la rentabilidad de producir esa mercancía y consiguientemente incitaría a una reducción (aumento) en su oferta, lo cual provocaría una corrección a la baja (alza) en el nivel general de precios. Al final, como con cualquier mercancía, las fuerzas del mercado se encargarían de que el nivel general de precios (el poder adquisitivo del dinero) gravitase siempre entorno a un nivel de equilibrio determinado por el tiempo de trabajo necesario para producir la mercancía-dinero.

La desconexión del 'valor de cambio' del objeto concreto empleado como moneda de su coste de producción es una característica general del dinero en el modo de producción capitalista. No es una particularidad del dinero 'fiduciario' (el dinero supuestamente 'moderno') como afirma la TMM. 

Para Marx, la relación de producción capitalista le imprime un carácter contradictorio sui generis a la mercancía-dinero del que están exentas las demás mercancías: El dinero, encarna el carácter social (objetivo) del trabajo interdependiente que produce todas las mercancías en la economía. Pero el dinero es también un objeto concreto (una moneda específica) con un valor instrumental (un 'valor de uso') concreto, ya que se usa para cumplir toda una serie de funciones practicas (medio de pago y de ahorro, instrumento de contabilidad, etc.). Y es aquí donde surge la contradicción: ¿Como puede un objeto concreto reflejar el carácter social (objetivo) de las demás mercancías si bajo el capitalismo esto no es algo que viene ya predeterminado para cualquier mercancía desde el momento en que es producida, sino que es algo que viene decidido a posteriori cuando la competencia de mercado selecciona cuales mercancías tienen 'valor de cambio' y cuáles no? ¿Cómo puede una mercancía específica reflejar siempre el valor de cambio de las demás sin tener ella misma que demostrar continuamente en la arena de la competencia de mercado que ella también tiene valor de cambio?

Para Marx (1859) esto es posible porque la mercancía concreta que adopta el rol social de moneda, en tanto que lo hace, deja de ser una mercancía cualquiera y deja de depender de las leyes que determinan el valor de cambio de las mercancías en general. La mercancía concreta que adopta el rol social de la moneda, para hacerlo, debe necesariamente eximirse a sí misma de las leyes que determinan el valor de cambio de las mercancías en general precisamente para poder reflejar el valor de cambio de las demás mercancías. La mercancía-dinero, en tanto actúa como dinero, adopta un mismo 'valor de uso' para toda la sociedad, pero para poder hacerlo ella misma debe despojarse antes del 'valor de cambio' que determina el carácter social de las mercancías en general. Al contrario que las demás mercancías, que dependen para su reconocimiento social no de su 'valor de uso' sino de su 'valor de cambio', la mercancía-dinero adquiere su propio reconocimiento social adoptando un 'valor de uso' universal y despojándose de su 'valor de cambio' particular.

Las consecuencias políticas de una comprensión errónea del dinero en el capitalismo

Sin menoscabar las críticas vertidas en este artículo hacia aspectos fundamentales de la TMM, es necesario remarcar también aquellos aspectos que sí comparto, aunque no constituyan 'descubrimientos' específicos de la TMM. Comparto que los Estados con soberanía monetaria crean su propio dinero al gastar y que por lo tanto no necesitan obtener su propia moneda de otros proveedores (contribuyentes fiscales e inversores privados) para poder financiar su gasto. La restricción fundamental (aparte de la inflación) al gasto autofinanciado de los Estados con soberanía monetaria se haya en las condiciones que garantizan la aceptabilidad de su moneda entre los que la reciben a modo de pago, no en la voluntad de estos de 'financiar' al Estado con moneda estatal. Lo que si disputo, es la afirmación clave de la TMM de que el cobro de impuestos denominados en su propia moneda estatal constituye la garantía suficiente (y por tanto la condición fundamental) para que el Estado pueda autofinanciar su gasto creando su propia moneda.

Al contrario que la TMM, pienso que el dinero en una economía capitalista no es definible como 'aquello que es necesario tener para pagarle impuestos al Estado' sino en todo caso como 'aquello que es necesario tener para poder acceder a los bienes y servicios más competitivos que se ofrecen en el mercado'. A alguno le podrá parecer que en principio una cosa no tiene por qué excluir a la otra. Sin embargo, por definición, el cobro de impuestos en moneda estatal no es condición ni suficiente ni necesaria para que en una economía los productores más competitivos denominen de manera generalizada sus productos en esa misma moneda estatal. Simplemente es condición necesaria para que esos productores se vean obligados a obtener aquella cantidad de moneda estatal que les sea estrictamente necesaria para cumplir con su cuota respectiva de impuestos. Esto no es un punto menor. Las conclusiones de la TMM dependen crucialmente de que la aceptación social de la moneda estatal pueda generalizarse más allá de lo que sea estrictamente necesario para que los contribuyentes puedan cumplir con sus obligaciones tributarias, aun si ésta última constituye la condición sine qua non de partida para la TMM.

Hoy en día nadie duda de que las monedas soberanas que gozan de mayor aceptación social global (como el dólar americano) son también las monedas de los Estados con las economías capitalistas más avanzadas. Pero las relaciones económicas sobre las que se basan estos Estados obviamente no han sido creadas mediante el ingenioso diseño de 'monedas fiduciarias' sostenidas por la capacidad fiscal coercitiva de sus Estados. Más bien, al contrario, el éxito 'fiduciaro' de sus monedas se debe a la capacidad de estos Estados de adaptarse a las necesidades que imponen las condiciones competitivas de mercado de sus economías.[6]

El famoso 'plan B' de Varoufakis del 2015 de crear una moneda del Estado griego, paralela al euro, estaba claramente inspirado en ideas muy similares a las de la TMM.[7] El plan inicial consistía en crear un sistema de pagos paralelo basado en la capacidad del Estado de pagar a sus proveedores con 'títulos de deuda fiscal', creados electrónicamente por el gobierno, que a su vez les sirviesen a sus receptores para liquidar parte de los impuestos debidos al Estado griego. La idea era que la utilidad de este 'dinero fiscal' como medio para liquidar obligaciones tributarias con el Estado le dotase también de utilidad como medio de pago para tramitar transacciones privadas entre los ciudadanos griegos. En un principio, el objetivo no era sustituir al euro como moneda legal.[8] Sino mantener con vida al sistema de pagos nacional y la capacidad de gasto del gobierno griego si el BCE cortaba el suministro de liquidez de euros al sistema bancario griego para forzar al gobierno a aceptar las condiciones de la Troika. Es decir, el objetivo inicial era mejorar la capacidad de resistencia y por tanto de negociación del gobierno con la Troika. Sin embargo, el propio Varoufakis (2017), explica que en caso de que la Troika hubiese forzado la expulsión de Grecia del euro, este 'dinero fiscal' hubiese podido ser también transformado en una nueva moneda estatal alternativa al euro. 

Es cierto que nunca dispondremos del beneficio de la experiencia real para juzgar los resultados que hubiese dado el 'plan B', ya que Tsipras se opuso a su ejecución. Sin embargo, en base a los argumentos expuestos en este artículo, podemos prever que es del todo improbable que, de haberse producido la expulsión de Grecia de la zona euro, un experimento así le hubiese permitido a la economía griega sortear las restricciones que en toda economía capitalista impone la lógica de la competencia de mercado. Con esto quiero decir que la capacidad del Estado griego de crear su propia moneda tributaria para financiar su gasto y ofrecer un medio de pago alternativo a los griegos para sostener su actividad económica, no hubiese evitado la perdida masiva de acceso a bienes y servicios esenciales para el funcionamiento de la economía griega. Sin duda los propios diseñadores del 'plan B' habían ya tomado en cuenta el sacrificio de un importante nivel de renta nacional como consecuencia de la puesta en marcha del plan. Seguramente veían el 'plan B' como el modo menos malo de gestionar una situación de emergencia: un plan de contingencia para paliar los efectos de una expulsión indeseada de la zona euro y la resultante crisis del sistema de pagos griego y el desplome de su PIB. Pero lo que no está nada claro es que un plan así fuese a rendir beneficios capaces de compensar sus enormes costes sociales y económicos. Tampoco está claro que los beneficios fuesen a ser mayores y los costes menores que continuar simplemente gestionando la situación 'post expulsión' con una economía 'euroizada'.

Al contrario de la TMM, tampoco pienso que la capacidad del Estado de autofinanciar su gasto deficitario le conceda a este una flexibilidad ilimitada para eliminar de manera no-inflacionaria el desempleo en una economía capitalista. En condiciones normales, el nivel máximo de empleo no-inflacionario alcanzable por el modo de producción capitalista es siempre aquel que es compatible con el mantenimiento de la tasa de ganancia del capital bajo las condiciones competitivas del momento. Esto quiere decir que, ausente una crisis de carencia de demanda efectiva, cualquier intento del Estado de inyectar gasto adicional para crear más empleo del que es compatible con las condiciones competitivas de mercado es por definición inflacionario. Esto, por supuesto, no significa que el Estado no deba hacerlo. Pero si lo hace debe ser consciente de que lo hace socavando la tasa de rentabilidad del capital privado y que la economía capitalista liberara determinados anticuerpos para protegerse. La reacción clásica del capital ante dicha amenaza ha sido siempre la de intentar proteger su tasa de rentabilidad intensificando los despidos para reducir costes. Durante una crisis de carencia de demanda efectiva, un programa como el ELR ciertamente puede recoger a todos los despedidos sin generar inflación. Pero en cuanto se supere la fase recesiva de la economía es muy probable que la restructuración competitiva del capital se traduzca en nuevos despidos en el sector privado. Si en esas circunstancias un programa como el ELR continúa inyectando gasto publico adicional para recoger a todos los despedidos, generara inflación. La única manera de contrarrestar esto es si el Estado acepta disputarle espacios cada vez más amplios de control a la propiedad privada sobre los medios de producción para salvaguardar los intereses de la sociedad frente a la lógica de la rentabilidad capitalista. Pero esto ya no es un problema económico sino político. En una coyuntura así, ¿Hasta dónde estaría dispuesto a llegar un gobierno convencido por la TMM de la capacidad del Estado de generar una convivencia virtuosa con el modo de producción capitalista? ¿Estaría dispuesto a sacrificar a este último para garantizar una economía que priorice objetivos sociales?

 

Referenciasbibliográficas

Fullwiler, S. Bell, S., Wray, L. Randall, Modern Monetary Theory: A Response to critics.  (January 15, 2012). http://dx.doi.org/10.2139/ssrn.2008542

Knapp, Georg Friedrich. (1924). The State Theory of Money. Clifton: Augustus M. Kelley.

Lerner, Abba P. (1944). The Economics of Control.Macmillan

Marx, K. (1847). The Poverty of Philosophy.Mansfield Centre: Martino Publishing.

Marx, K. (1859). A Contribution to the Critique of Political Economy. Moscow: Progress Publishers.

Marx, K. (1867). Capital. Volume I. London: Penguin Books, 1990.

Minsky, Hyman P. (1986).Stabilizing an Unstable Economy. New Haven and London: Yale University Press.

Palley, Thomas I. (2013). Money, fiscal policy, and interest rates: A critique of Modern Monetary Theory, IMK Working Paper, No. 109, Hans-Böckler-Stiftung, InstitutfürMakroökonomie und Konjunkturforschung (IMK), Düsseldorf.

Ricardo, D. (1817). Principles of Political Economy and Taxation, in vol. I, The Works and Correspondence of David Ricardo, ed. P. Straffa with the collaboration of M.H. Dobb, Indianapolis: Liberty Fund, 2005.

Tymoygne, E. and Wray, L.R. (2013). Modern Money Theory: A Reply to Palley. Review of PoliticalEconomy, 2015 Vol. 27, No. 1, 24-44.

Varoufakis (2017).Adults in the Room.London: TheBodley Head.

Varoufakis (2019).'Fiscal Money can Make or Break the Euro.'Project Syndicate. https://www.project-syndicate.org/commentary/italy-parallel-payments-system-versus-greece-plan-by-yanis-varoufakis-2019-06

Wray, L. Randall. (1998). Understanding Modern Money: The Key to Full Employment and Price Stability. Northampton, Mass: Edward Elgar.

 

Notas:

[1] La exposición de los argumentos de la TMM en este artículo está basada en su ya clásico manual de cabecera: Wray (1998). La TMM, por supuesto, bebe de una variopinta fuente de autores heterodoxos clásicos como: la teoría de las finanzas funcionales de Abba Lerner (1944), la teoría estatal del dinero de Georg Friedrich Knapp (1924) y de HymanMinsky (1986). La TMM también es fruto de las aportaciones de muchos más autores aparte de Wray entre los que destacan Warren Mosler, William Mitchell (1997), Stephanie Kelton (Bell) o Forstater. Aunque la TMM constituye una variante dentro de la amplia familia Post-Keynesiana es importante recordar que es también rechazada y criticada por destacados miembros de la misma (véase, por ejemplo, Palley (2013)). 

[2] La TMM distingue entre los 'limites reales' y los 'limites financieros' que enfrenta un gobierno para poder garantizar el pleno empleo. Los 'limites reales' son los que imponen el nivel de riqueza existente en un momento dado o la capacidad productiva ya instalada. El problema para la TMM, como para todos los Post-Keynesianos, es que la condición normal de una economía capitalista es la infrautilización de los recursos productivos ya existentes (como refleja el desempleo crónico) debido a la subordinación del nivel de inversión a la obtención de un beneficio privado en condiciones de incertidumbre. De lo que se trata por lo tanto es de recurrir al gasto autofinanciado del Estado para movilizar los recursos infrautilizados. Mientras la economía neoliberal convencional afirma que ni siquiera esto es posible por los limites que impone la necesidad de gestionar 'responsablemente' el gasto público, aunque existan recursos productivos infrautilizados, la TMM afirma que estas finanzas supuestamente 'responsables' en realidad constituyen una limitación ficticia autoimpuesta por intereses ideológicos. 

[3] El análisis técnico de la interconexión de las operaciones del banco central con las de la autoridad fiscal también forman parte del argumentario de la TMM. Por límites de espacio y por no considerarlas esenciales para los postulados de la TMM que quiero refutar, no abordo estas cuestiones en este artículo. En cualquier caso, es una falacia afirmar, como hace la TMM, que los bancos centrales de facto siempre coordinan la política monetaria con la fiscal por el hecho de que el banco central está siempre obligado, para poder guiar el tipo de interés de mercado hacia un objetivo predeterminado, a adaptar endógenamente su oferta de dinero de reserva a los drenajes de reservas causados por las operaciones de recaudación y gasto del gobierno. Independientemente de que los bancos centrales hagan esto último, lo esencial es que éstos establecen en cada momento un objetivo específico para el tipo de interés a corto plazo en base a consideraciones (por ejemplo, el objetivo de inflación) que no depende de los planes específicos de gasto del gobierno. Éste, y no otro, es el significado real del principio de 'no subordinación de la política monetaria a la política fiscal'.

[4] Fullwiler, Bell y Wray (2012) o Tymogeine y Wray (2013) reconocen estas críticas e intentan lidiar con ellas. Pero lo hacen básicamente argumentando que este tipo de problemas obedecen a restricciones ligadas a la estructura económica o la economía política de cierto tipo de economías y que por lo tanto son problemas que no tienen que ver con la TMM como tal. Supuestamente la política económica guiada por la TMM debería dar 'frutos' solo una vez que otro tipo de políticas intervencionistas creasen las condiciones estructurales propicias para ello. Es decir, una vez que las economías realmente existentes se adaptasen al 'modelo de la realidad' sobre el que las recetas de la TMM supuestamente si funcionan.

[5] La TMM define el 'pleno empleo' como una situación en la que todos aquellos dispuestos a trabajar por el salario que ofrece el programa ELR del gobierno encuentran trabajo. Como el Estado por definición es capaz de ofrecer cantidades ilimitadas de trabajo en el ELR creando su propio dinero se supone que los que prefieren mantenerse desempleados antes que trabajar por el salario del ELR son desempleados 'voluntarios' o que el ELR limita deliberadamente la oferta de trabajo para prevenir una excesiva inflación. Esta definición sui generis del 'pleno empleo' elimina de un plumazo el desempleo 'voluntario' entendido como aquel circunscrito a todos los que rechazan trabajo en el sector privado por considerar que ofrece salarios 'demasiado bajos' (es decir, por debajo del salario alternativo que ofrece el ELR).   

[6] China ofrece un caso paradigmático de una economía cuyo peso de gigante en el sistema global competitivo ha sobrepasado con creces desde hace mucho tiempo el rol global de pigmeo (autoimpuesto por el gobierno chino) de su moneda estatal. El lastre que esto supone se evidencia en el anclaje del renminbi al valor del dólar americano y, por tanto, la subordinación de la política macroeconómica del país a la de los EE.UU.

[7]Los detalles sobre el funcionamiento de este 'dinero fiscal' pueden consultarse en Varoufakis (2017, 2019).

[8] Varoufakis (2017) explica que la condición formal para que este 'dinero fiscal' no fuese inmediatamente considerado un desafío al monopolio del euro como única moneda legal es que el Estado no obligase a nadie a tener que aceptar su 'dinero fiscal' a modo de pago.

 

(*) Álvaro Rein es economista.

Fuente: www.sinpermiso.info, 11 de septiembre 2021