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13.9.21

Las fases de la Guerra de Independencia en México (1808-1821) -II-

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Por Olmedo Beluche (*)

En marzo de 1808, previendo Godoy las acciones de los franceses, retira de Madrid al Rey, instalándolo en Aranjuez, pero planeando un retiro a Sevilla y posiblemente a América dependiendo del avance de las tropas francesas.

El Congreso de Anáhuac y la Declaración de Independencia

Aunque López Rayón envió los Elementos Constitucionales a Morelos desde fines de abril, éste no pudo emitir juicio sobre los mismos hasta el 7 de noviembre de 1812. En carta a Rayón como presidente de la Suprema Junta Nacional Gubernativa, Morelos aprueba el conjunto de la propuesta constitucional, reconociéndola como lo acordado con Miguel Hidalgo.

Esta carta a su vez constituye otro paso hacia la independencia absoluta de México porque es la primera vez en que José M. Morelos propone excluir por completo el nombre de Fernando VII como soberano. Pero las razones que da para ello no implican necesariamente ruptura con el modelo de gobierno monárquico absolutista, sino que parecen aludir al destino de Fernando VII como prisionero de los franceses, del que cree Morelos no podrá escapar.

"... por lo respectivo a la soberanía del Sr. D. Fernando VII, como es tan pública y notoria la suerte que le ha cabido a este grandísimo hombre, es necesario excluirlo para dar al público la Constitución" (Morelos, En carta personal a Rayón, Morelos ratifica las observaciones que hizo a los Elementos de la Constitución, 1812).

Sobre este punto surgirían diferencia entre Morelos y López Rayón, semejantes a las que previamente tuvieron Miguel Hidalgo e Ignacio Allende. Los dos sacerdotes tendían a expresar a los sectores más radicales del movimiento, en especial las demandas sociales del campesinado, mientras que Allende y Rayón, tal vez por provenir del sector social más acomodado de los criollos, expresaban un programa más moderado en lo político y lo social.

Todavía hubo que esperar casi un año para llegar a la proclamación de la independencia absoluta, con meses de por medio de cruel guerra civil, en la que por momentos parecían los vientos soplar a favor del bando "español" aunque, el grueso de los ejércitos realistas, estaban compuestos por "hijos de América".

En junio de 1813, Morelos convoca un Congreso en Chilpancingo para recomponer la unidad tras la desbandada de la Junta de Zitácuaro. El Congreso de Chilpancingo o Congreso de Anáhuac, contó con la presencia de los principales jefes de la insurgencia: Ignacio López Rayón, José S. Verduzco, Quintana Roo, J. M. Liceaga, J. M. Cos, Carlos M. de Bustamante, J. M. Murguía, J. M. Herrera, Cornelio Ortiz y Carlos E. Castillo.

En su inauguración, el 14 de septiembre de 1813, J. M. Morelos presentó el documento que ha sido conocido como los Sentimientos de la Nación. Allí, por primera vez aparece la propuesta de la proclamación de una independencia absoluta de México (de América, dice) respecto de España sin ninguna alusión a Fernando VII como soberano. El punto 1 dice con claridad:

"Que la América es libre e independiente de España y de toda otra Nación, Gobierno o Monarquía, y que así se sancione, dando al mundo las razones" (Morelos, Sentimientos de la Nación. Morelos 1813, 1813).

Se dice que Ignacio López Rayón se manifestó en contra de este primer punto y se mantuvo en los criterios previos, provenientes desde el pronunciamiento del Ayuntamiento de México en 1808, por el cual se señalaba la independencia frente a la "nación española" pero bajo el reconocimiento del monarca Fernando VII como depositario de la soberanía (Zárate, 1880).

Como hemos dicho, López Rayón se muestra moderado en este punto crucial, frente a un Morelos que ya ha ido más allá. Las diferencias podrían estar fundadas en diferentes procedencias de clase.

Los puntos dos, tres y cuatro siguen rindiendo pleitesía al catolicismo, pero elimina la obligatoriedad del diezmo. El punto quinto señala que la soberanía emana del pueblo el cual la hace representarse en el Congreso Nacional Americano. Luego sigue la lógica de los Elementos Constitucionales de López Rayón en cuanto a división de poderes del estado, temporalidad de las autoridades, libertad de comercio en los puertos y derechos civiles.

Pero va más allá cuando en el punto 15 señala el final de la esclavitud y de las castas, declarándose a todos iguales; y en el punto 22, cuando se recogen las demandas campesinas de eliminación de tributos e impuestos como los estancos y alcabalas.

Finalmente, el 6 de noviembre de 1813 se lee en el Congreso de Anáhuac el Acta Solemne de la Declaración de Independencia de la América, redactada por Carlos M. Bustamante y Andrés Quintana Roo, y que taxativamente dice:

"El Congreso de Anáhuac, legítimamente instalado en la ciudad de Chilpancingo de la América Septentrional por las provincias de ella, declara solemnemente ... que por las presentes circunstancias de la Europa, ha recobrado el ejercicio de su soberanía usurpado; que en tal concepto, queda rota para siempre jamás y disuelta la dependencia del trono español... Declara por reo de alta traición a todo el que se oponga directa o indirectamente a su independencia, ya protegiendo a los europeos opresores, de obra, palabra, o por escrito..." (Anáhuac, Acta de Independencia de Chilpancingo. 6 de noviembre de 1813, 1977).

Paralelamente, José M. Morelos había emitido una proclama con fecha de 2 de noviembre de 1813, en la que tajantemente decía:

"Somos libres por la gracia de Dios, e independientes de la soberbia tiranía española... De aquí es claro y por demostración matemática es ciertísimo, que la América tarde o temprano ganará, y los gachupines incontestablemente perderán; y perderán con ellos, honra, hacienda, y hasta la vida, los infames criollos que de este aviso en adelante fomentaren el gachupinato... Europeos, ya no os canséis de inventar gobiernitos. La América es libre aunque os pese... Yo protesto en nombre de la nación, perdonar la vida del europeo que se encuentre solo, y castigar con todo rigor al americano, uno o muchos, que se encontraren en compañía de un solo español..." (Morelos, Proclama de Tlacosanitlán, 1977).

Ahora sí la ruptura estaba consumada. Lo que había iniciado como moderadas demandas democráticas, de un sector social privilegiado y moderado, después de cinco años de represión y guerra cruenta de parte de los defensores de la monarquía, terminó por convertirse en una ruptura definitiva y una clara declaración de independencia. Morelos preveía el futuro incontenible de la independencia de América.

Lo que no pudo predecir fue la actitud timorata de los criollos que él amenazaba en la citada proclama, los cuales permitieron a "gachuinato" sobrevivir hasta 1821, cuando se declaró nuevamente la independencia, pero con objetivos reaccionarios, encabezada por gachupines y criollos moderados, en la que los revolucionarios sobrevivientes no fueron invitados más que desde lejos. Actitud inconsecuente de la élite criolla que terminaría costándole la vida al propio Morelos luego de una sarta de errores casi pueriles.

La Constitución de Apatzingán y la muerte de Morelos

El Congreso de Chilpancingo o Anáhuac continuó funcionando los meses posteriores a la Declaración de Independencia hasta producir una Constitución Política formal, conocida por la historia como Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana, expedida en octubre de 1814.

En el interín de casi un año que medió entre los dos productos del Congreso se produjeron hechos importantes que afectaron el curso de la guerra. El primero de ellos, fue la respuesta de la Audiencia de México a la Declaración de Independencia, consistente en solicitar la suspensión de la Constitución de Cádiz, que habían jurado un año antes. Ello con el objetivo de revestir a Félix Calleja de todos los poderes para reprimir duramente a los alzados.

La guerra en sí misma marchó más bien en contra de los insurgentes, que sufrieron diversas derrotas: en diciembre de 1813 en Jerécuaro y Lomas de Santa María; en enero de 1814 en Puruarán, donde fue capturado Matamoros y luego fusilado; en marzo los realistas recuperaron Oaxaca y en Chila derrotaron y capturaron a Miguel Bravo, que acabó fusilado; en junio, en Coyuca, Galeana fue mortalmente herido en combate.

Estas derrotas y otros hechos produjeron una ruptura, con consecuencias violentas y eventuales choques entre los propios insurgentes, entre Ignacio López Rayón y otros caudillos, contra Juan Nepomuceno Rosáins, a quien señalaron incapacidad estratégica y responsabilidad en varias de las derrotas. A la larga el conflicto llevaría a Rosáins a una ruptura con el Congreso de Anáhuac, que lo destituyó. Luego de escapar acabó acogiéndose a la amnistía del gobierno virreinal.

El otro hecho importante de este período es la vuelta de Fernando VII y su restauración al trono de Madrid en mayo de 1814. A pesar de que inicialmente las Cortes de Cádiz le habían exigido jurar la Constitución de 1812, para dar paso a una monarquía constitucional, un grupo de diputados "serviles", como se les conocía a los partidarios del absolutismo, redactaron el llamado Manifiesto de los Persas, rogándole repudiar la constitución. 

Así fue. El 4 de mayo anuló la Constitución de 1812 y todas las leyes expedidas en su ausencia "como si no hubiesen pasado jamás tales actos...". Los argumentos absolutistas del rey son bastante claros y contrarios a los principios señalados tanto por los criollos como por los liberales españoles: "... las Cortes, las cuales en el mismo día de su instalación (...) me despojaron de la soberanía (...) atribuyéndola a la Nación, para apropiársela así ellos mismos, y dar a ésta (...) una Constitución que (...) ellos mismos sancionaron y publicaron en 1812... Este primer atentado contra las prerrogativas del trono (...) fue como la base de los muchos que a éste siguieron (...); se sancionaron, no leyes fundamentales de una Monarquía moderada, sino las de un Gobierno popular (...). (Fernando, 1814).

Los detalles de la restauración del absolutismo llegaron a la Nueva España hasta agosto de 1814, con dos consecuencias: del lado de los gachupines, el final de las instituciones constitucionales y la restauración de las más retardatarias, como la Inquisición; del lado insurgente, la reafirmación de la lucha por la independencia completa de España.

En junio, el Congreso de Anáhuac empezó los trabajos para formalizar una constitución, por supuesto, basados en los trabajos Ignacio López Rayón y José María Morelos y Pavón. Incluso hay quienes señalan que hubo influencias de la Constitución de Cádiz(Constitución de Apatzingán, s.f.). El resultado sería el Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana, o Constitución de Apatzingán, proclamado el 22 de octubre de 1814.

El problema de esta constitución fue su extremado formalismo que contrasta grandemente con la realidad de una guerra muy difícil en la que los insurgentes llevaban las de perder y no había manera que pudieran poner en práctica sus principios. El Decreto Constitucional consta de 242 artículos que precisan todos los aspectos de la vida pública del país con un enfoque claramente liberal y republicano de división de poderes, alternancia en los cargos, sistema electoral, ciudadanía, etc.

Desde el encabezado se señala el objetivo de "sustraerse" al dominio extranjero y al despotismo de la monarquía española. Si bien el Capítulo I, que consta de un solo artículo, inicia por lo habitual en la época, declarando la religión católica como la única; el Capítulo II y su articulado define la soberanía como emanada de los ciudadanos y representada a través de un congreso. Posteriormente define los tres poderes del Estado, sus funciones y formas de elección de autoridades, así como los derechos civiles más básicos de cualquier constitución liberal.

En el artículo 168, haciendo gala de una especie de "cretinismo parlamentario" (como diría Carlos Marx) define los límites del poder ejecutivo, impidiéndoles a sus miembros ser comandantes de la guerra, la cual aún no estaba ganada. Responsabilidad que recayó sobre tres personas que a la postre fueron: J. M. Liceaga, J. M. Moreles y J. M. Cos, los principales dirigentes de la guerra. Con lo cual, de hecho, se cortaron a sí mismos las manos, para decirlo metafóricamente.

"Art. 168. Mandar personalmente en cuerpo, ni por alguno de sus individuos, ninguna fuerza armada; á no ser en circunstancias muy extraordinarias, y entónces deberá preceder la aprovacion del congreso" (Anáhuac, Decreto constitucional para la libertad de la América mexicana, 1814).

La pretensión de aplicar este artículo sacado del contexto de la realidad de la guerra llevaría a una crisis y al cisma entre los propios insurgentes y a nuevos desastres militares. A inicios de 1815, el primero en romper con este criterio constitucional y con todo el Congreso de Anáhuac fue J. M. Cos, quien tomó las armas para vengar el fusilamiento de Bernardo Abarca por Iturbide. El Congreso lo conminó a dejar las armas y Cos respondió repudiándolo y acusando a sus miembros de impedir a los jefes insurgentes hacer su deber en la guerra y de otros delitos. El Congreso entonces lo condenó a muerte y ordenó a Morelos aprehenderlo, lo cual no sucedió.

En noviembre de 1815, el Congreso de Anáhuac presionado por las tropas realistas decidieron trasladarse desde Uruapan hacia Tehuacán en el proceso, en la llamada batalla de Temalaca, cae preso J. M. Morelos, el cual sería llevado a la ciudad de México donde sería juzgado y condenado como hereje y "traidor a Dios, al Rey y al Papa". Fue fusilado el 22 de diciembre de 1815 (Espinosa Benavides, 2020).

En cuanto al Congreso de Anáhuac, éste fue disuelto por órdenes de Manuel Mier y Terán, que coincidía con los criterios de J. M. Cos, produciéndose una desbandada de los líderes militares insurgentes cada uno hacia una región distinta. Dando origen a una guerra de guerrillas diseminada por todo el territorio mexicano, pero sin un gobierno que las centralice.

La crisis del bando insurgente y la independencia antiliberal de 1821

Entre 1815 y 1820, el bando insurgente que constaba de unos 20,000 combatientes, al inicio, sufrió reiteradas derrotas militares de un ejército realista fortalecido, mejor armado y entrenado que contaba con hasta 40,000 soldados. Las autoridades y jefes militares de la monarquía en Nueva España, especialmente a partir de septiembre de 1816, cuando Félix Calleja fue suplantado por el virrey Juan Ruiz de Apodaca, quien pretendía ser más conciliador, combinaron dos tácticas combinadas que les dieron resultados esperados: fusilamiento de los líderes con indultos a quienes se rendían. 

En ese interín, aceptaron indultos los jefes rebeldes: J. M. Vargas, Fermín Urtiz, Encarnación Rosas, José Santana, Marcos Castellano, Ramón López Rayón, Juan Mier y Terán, Francisco Osorno, Carlos Bustamante, Vicente Vargas, Melgarejo, Villagrán, Vicente Vargas, Inclán, Mariano Tercero, Juan Pablo Anaya, entre otros. Guadalupe Victoria no se indultó, pero luego de ser derrotado se escondió hasta 1821.

Fueron capturados: Ignacio López Rayón, José Sixto Verduzco y Nicolás Bravo. Fueron capturados y fusilados o muertos en combate: Víctor Rosales, Ignacio Couto, Serafín Olarte, Benedicto López, José Págola, José Bermeo, Gordiano Guzmán, Guadalupe González y Mariano Sánchez Arriola. 

En diez años de guerra civil, habían muerto un millón de personas, la sexta parte de la población de la Nueva España. Esta situación a su vez tuvo efectos catastróficos sobre la economía del virreinato, con la paralización tanto de la actividad manera como de la agricultura (Landavazo, 2008). 

Durante unos meses de 1817, la expedición del español republicano Francisco Xavier Mina con tropas llegadas de fuera dio un aire a la guerra, pero en pocos meses, de abril a noviembre, sería derrotado, capturado y fusilado. Los siguientes dos años el único que logró resistir exitosamente fue Vicente Guerrero que se atrincheró en la Sierra Madre del Sur.

El otro problema fue la división entre las fuerzas insurgentes, como continuidad de la ruptura entre Rosáins, primero, e Ignacio López Rayón y J. M. Cos, después, con el Congreso de Anáhuac. Este último, previendo la persecución realista nombró una Junta Subalterna de Gobierno, que se conoció como Junta de Jaujilla, la cual no es reconocida por Juan Pablo Arroyo, el cual detiene a sus miembros en febrero de 1816.

Con posterioridad la Junta de Jaujilla y sus seguidores se agrupan en la llamada Junta de Uruapán, la cual nunca fue reconocida por Anaya, J. M. Cos, ni Ignacio López Rayón. Presionaos por la persecución realista se trasladan a Zárate donde se nombra una nueva Junta dirigida por Págola, Sánchez y Villaseñor, la cual tampoco es reconocida por José A. Torres. Finalmente se conforma, el 1 de abril de 1818, la Junta de Balsas, la cual nombra a Vicente Guerrero como máximo jefe militar.

En enero de 1820 se produjo en España un hecho que cambiaría por completo la situación para la guerra de independencia de toda América, incluida Nueva España: la revolución liberal del general Rafael de Riego.

La mayor expedición militar que Fernando VII pretendía enviar a América para terminar de aplastar la resistencia de los grupos insurgentes, a cargo del general Rafael de Riego, se sublevó y obligó al rey a aceptar la Constitución de Cádiz, inaugurando lo que se ha llamado el Trienio Liberal, hasta que fue aplastado por la invasión militar de la Santa Alianza en 1823, para restaurar una vez más el absolutismo, pero cuando ya era tarde para evitar la independencia de las Américas. 

En marzo de 1820, Fernando VII fue obligado por los militares a decir: "He oído vuestros votos, y cual tierno padre he condescendido a lo que mis hijos reputan conducente a su felicidad. He jurado la constitución por la cual suspirabais..." (Fernado, 1820). 

Por supuesto que la nueva situación política no gustó para nada a los acérrimos españolistas y absolutistas de la Nueva España, en especial las medidas contra el clero, como la abolición del diezmo y la Inquisición. Liderados por el cura Matías de Monteagudo, un grupo perteneciente a la Real Audiencia de México junto con algunos obispos, montaron la llamada Conspiración de La Profesa. 

Los conspiradores planificaron asumir la independencia de México, pero por razones completamente opuestas a lo que había sido el proyecto liberal de los insurgentes, su idea era mantener el control de las instituciones absolutistas de la Nueva España, y de las personas y familias que habían encarnado hasta ese momento lo más retrógrado del sistema monárquico, pero independientes del gobierno liberal que se había formado en Madrid.

Evidentemente era un proyecto reaccionario, claramente antiliberal. Como su instrumento militar nombraron a uno de los más feroces generales pro monárquico, Agustín de Iturbide. Como evidencia del proyecto reaccionario de independencia, el primer paso decidido por La Profesa, fue que Iturbide marchara al sur, derrotara a Vicente Guerrero para luego proclamar la independencia habiendo quitado de por medio a los liberales criollos.

En noviembre de 1820, Iturbide inició su expedición al sur contra las guerrillas de Vicente Guerrero. El problema es que los insurgentes rápidamente le asestaron golpes decisivos. El mismo Guerrero venció a una de sus columnas en la Batalla de Zapotepec, el 2 de enero de 1821. Así que, acicateado entre la dificultad de vencer a los rebeldes y la urgencia de proclamar la independencia del gobierno liberal español, Iturbide cambió de táctica y les escribe a Vicente Guerrero, el 10 de enero de 1821, para proponerle un acuerdo de paz.

Guerrero le contestó a Iturbide en carta fechada el 20 de enero, en los siguientes términos: "... nuestra única divisa es independencia y libertad. Si este sistema fuese aceptado por usted conformaremos nuestras relaciones, ..., pero si no se separa del constitucional de España, no volveré a recibir contestación suya, ni verá letra mía... ni me ha de convencer nunca a que abrace el partido del rey, sea el que fuere... me será más glorioso morir en campaña que rendir la cerviz al tirano... todo lo que no sea concerniente a la total independencia, lo disputaremos en el campo de batalla..." (Guerrero, 1821).

El acuerdo entre ambos bandos se formalizó en Acatempan el 10 de febrero de 1821, algunos historiadores señalan que Guerrero se reunió en persona con Iturbide, otros que señalan que no fue así, y que él estuvo representado por José Figueroa. Sea como sea se consumó el llamado Abrazo de Acatempan.

El siguiente paso consistió en la proclamación del llamado Plan de Iguala, o de "las tres garantías", por parte de Iturbide: religión católica, unidad de todos los mexicanos e independencia de España (Iturbide, 1821).

Los 24 artículos del Plan de Iguala recogían muchos de los reclamos de los insurgentes: una Junta de Gobierno, religión católica, fin de la esclavitud, ciudadanía, derechos civiles, etc. Pero se proponía crear un régimen monárquico cuyo trono se ofrecía a Fernando VII o a algunos de los infantes de España. Con lo cual se evidencian las ideas absolutistas persistentes de los conspiradores de La Profesa. 

Pero los pocos aspectos constitucionalistas del Plan de Iguala no gustaron ni al virrey Apodaca, ni a los conspiradores quienes pretendían la independencia, pero bajo un régimen absolutista. De manera que, en marzo de 1821, Iturbide fue puesto fuera de la ley, pese a que había sugerido al virrey que presidiera la junta de gobierno y que se ofrecerá el trono de México al propio Fernando VII, al cual incluso les escribió personalmente.

El rechazo del Plan de Iguala por los realistas de ciudad de México y del propio virrey tuvo como efecto la división del bando monárquico y la mezcla de los leales a Iturbide con los viejos insurgentes en lo que se llamó el Ejército Trigarante. Desde España, en mayo de 1821, se procedió a la destitución de Apodaca y su reemplazo por un liberal que legó a estar preso bajo la restauración de Fernando VII, en 1814: Juan de O'Donojú, el cual arribó a Nueva España en agosto.

Después de la Batalla de Azcapotzalco, el 19 de agosto, Iturbide y O'Donojú se reunieron el 24 de agosto y firmaron los Tratados de Córdoba, el 24 de agosto de 1821, en los que se reconoce la independencia del Imperio Mexicano, con un régimen monárquico constitucional, que se ofreció a Fernando VII o a otro miembro de la dinastía borbónica, y en caso de que ninguno aceptara las Cortes designarían un soberano, el cual al fin y al cabo fue el propio Agustín de Iturbide.

El 16 de septiembre de 1821, O'Donojú e Iturbide proclamaron el final de la guerra. La Junta Provisional Gubernativa de 38 miembros que se designó se encontraba bien representada la oligarquía mexicana promonárquica hasta la última hora, pero ninguno de los jefes insurgentes que lucharon por la independencia fue convocado a participar, menos que menos, Vicente Guerrero, ni si quiera los más moderados, como Ignacio López Rayón, ni otros.

El 18 de mayo de 1822 el Congreso, electo de manera estamental al viejo estilo colonial, nombró a Agustín I como emperador del Imperio Mexicano. La lucha entre conservadores y reformistas liberales se prolongaría por todo el siglo XIX al igual que las guerras civiles.

Bibliografía

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(*) Olmedo Beluche, sociólogo y analista político panameño, profesor de la Universidad de Panamá y militante del Partido Alternativa Popular.

Fuente:www.sinpermiso.info, 5 de septiembre 2021