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19.7.21

Mujer y mapuche: el nuevo rostro de Chile

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Por Noam Titelman, Elisa Loncon (*)

La elección de una activista mapuche como presidenta de la Convención Constitucional da cuenta de los cambios sociales que atraviesa Chile. A la marea feminista se suma el uso de la bandera mapuche como símbolo de resistencia más allá de las poblaciones indígenas.

En octubre de 2019, Chile vivió un inédito estallido social que llevó a millones a la calle. El movimiento social que nació en esas manifestaciones no tenía un programa único, voceros ni organización nacional. Sin embargo, a lo largo y ancho del país, algunas cosas se repetían. Primero, no había banderas partidarias. No podía ser de otro modo, pues el movimiento reflejaba un fuerte rechazo a la institucionalidad política de los últimos 30 años, que se expresaba sobre todo en un sentimiento anti-partidos. Segundo, abundaban íconos que hacían referencias a las mareas feministas, incluido el pañuelo verde, símbolo de la lucha por la despenalización del aborto.

Por último, dos banderas ocupaban un rol protagónico en las protestas: la bandera chilena en blanco y negro, y la bandera mapuche. No en vano, varios declaraban que el estallido social había hermanado las demandas históricas del pueblo mapuche con la diversidad de malestares que aquejaban a la sociedad chilena en su conjunto. Demandas vinculadas a mejoras en el sistema de pensiones, la educación y la salud, o las luchas feministas o regionales encontraron en la bandera mapuche un símbolo potente de la incapacidad de la política para responder al nuevo Chile que estaba emergiendo.

En noviembre de 2019, en un intento de canalizar institucionalmente el descontento, un acuerdo transversal de la política chilena acordó iniciar un proceso constituyente. Se decidió también que este estuviera a cargo de una convención constitucional. Un órgano que, a diferencia del Congreso, tuviera reglas de paridad de género, facilitara la incorporación de candidaturas independientes y, por cierto, tuviera cupos reservados para pueblos originarios. El pasado domingo 4 de julio, marcado por la pandemia que obligaba a mantener protocolos de distancia social y uso de mascarillas, se conformó la Convención. En su primer acto oficial, el cónclave eligió a su presidencia. La persona electa para el cargo fue la académica mapuche Elisa Loncón, quien contó con una holgada cantidad de votos de diferentes fuerzas políticas. Justamente, Loncón fue una de las que participaron en la creación de la bandera mapuche a comienzos de la década de 1990.

Como explica el historiador Fernando Pairrican, la bandera Wenüfoye nació en un esfuerzo colectivo, en octubre de 1992, y desde que apareció fue reprimida. El movimiento mapuche generó este emblema como símbolo de sus demandas por derechos fundamentales y de autodeterminación. Los gobiernos de la Concertación de la época enfrentaron los intentos de recuperación de tierras, las marchas civiles y a la Wenüfoye como una amenaza terrorista, aplicando leyes de excepción como la Ley de Seguridad Interior del Estado. Como explica Pairrican: «La Wenüfoye representó un paso en el proceso de descolonización ideológica. Acompañada de ellas vendrían la reconstrucción política de la nación mapuche, que posicionó a sus autoridades tradicionales como las conductoras del proceso de Liberación Nacional».

Según el censo de 2017, los pueblos originarios representan un segmento importante de la población chilena, con 12,8% que se autoidentifica en este grupo (aproximadamente 2.185.792 de personas). Lo que hace particularmente compleja la relación del Estado chileno con el pueblo mapuche, que cuenta con más de 1.700.000 personas, es que, a diferencia con lo ocurrido con otros pueblos, su dominación no fue en la era colonial sino que su conquista fue obra del Estado chileno independiente. Este anexó sus territorios en el Wallmapu a mediados del siglo XIX. Asimismo, a lo largo de la historia de Chile, pertenecer a un pueblo originario y, en particular, mapuche, ha estado asociado una serie de marginaciones y exclusiones.

Así, mientras que en la población no-indígena la pobreza multidimensional alcanza 20,9%, en la población indígena este llega a 30,8%, según datos del Banco Interamericano de Desarrollo. Más aún, las clases altas chilenas se han visto marcadas por su ascendencia predominantemente blanca, mientras que los individuos de ascendencia indígena se han encontrado sistemáticamente marginados de las profesiones más prestigiosas y mejor remuneradas. Esto se refleja en que los apellidos más frecuentes entre médicos, abogados e ingenieros son de ascendencia castellana, vasca, inglesa, francesa, italiana y alemana, y los indígenas son escasos o marginales.

La historia de este fenómeno de exclusión es larga y compleja. Como explica Pablo Marimán en su artículo «Los mapuche antes de la conquista militar chileno-argentina» (2019), al menos una parte de esta diferencia socioeconómica se explica por una política deliberada de usurpación del territorio mapuche que tiene sus orígenes en la llamada «Comisión Radicadora de Indígenas» de 1883. A través de esta, las 10 millones de hectáreas de territorio mapuche reconocidas por España, se vieron reducidas a tan solo 536.000 hectáreas para 150.000 personas, lo que dejó a la enorme mayoría sin tierras.

Las tierras mapuche tienen una importancia fundamental para el sustento económico de este pueblo, pues la agricultura había sido tradicionalmente el eje central de su actividad productiva. A esta usurpación historia se ha sumado el desarrollo, en los últimos 30 años, de una industria extractivista que ha pauperizado aún más las vidas de las comunidades. Este ha sido el caso de empresas forestales y salmoneras que han ocupado sus territorios y recursos marítimos. Dos hitos significativos de este proceso fue la instalación de la represa de Ralco en 1993, que inundó terrenos ancestrales mapuches, y la quema de tres camiones de la forestal Arauco, en 1997. La historia de abusos por parte del Estado y las empresas desde aquella época está jalonada de hechos similares. El reclamo contra las políticas de los últimos 30 años, sello del estallido del 2019, podía verse con claridad en el movimiento mapuche.

Estas marginaciones económicas y culturales a los pueblos originarios se replican con notoria profundidad en el ámbito político. Con el fin de la dictadura de Augusto Pinochet en 1990, la democracia chilena no ha revertido sustancialmente la desigualdad política. La presencia indígena en el Congreso ha sido mínima y, prácticamente, inexistente en la primera línea del Poder Ejecutivo.

En este sentido, la llegada de Loncón a la presidencia de la Convención Constitucional es un hecho inédito en la historia nacional. Con ella se alza una voz que nunca había podido tener el podio para sí. Pero, más aún, llega una voz que puede reflejar a millones en el país, incluso más allá de las demandas mapuche. El apoyo transversal que ha concitado es notorio. Más allá de lo que ha dicho, su presencia encarna la demanda de presencia de esta voz. Así, lo que las encuestas muestran que Loncón cumple con el perfil exigido por la ciudadanía. 91% afirma que buscaba una presidencia sin militancia política, 67% que no fuera de Santiago, 56% experta/ académica (Loncón tiene dos doctorados) y 47% que sea mujer. En este sentido, la referente mapuche ya se ha constituido en una figura política que puede hablar con una legitimidad de la que carece gran parte de la dirigencia chilena.

Por otro lado, el gran apoyo que ha generado viene acompañado de elevadas expectativas y será un desafío no menor estar a la altura. Un elemento que permite cierto optimismo respecto a la ardua tarea que tendrá en su tarea de liderar una Convención Constitucional extremadamente plural es que ha mostrado una notoria conciencia del rol que le ha tocado jugar. Así lo mostró en su discurso inaugural, al momento de ser electa: «Hoy se funda un nuevo Chile plural, plurilingüe, con todas las culturas, con todos los pueblos, con las mujeres y con los territorios, ese es nuestro sueño para escribir una Nueva Constitución». Además, en un gesto que indudablemente recuerda el estallido de 2019, le dedicó su triunfo a todo el pueblo de Chile, a todos los sectores, regiones, pueblos y naciones originarias, a la diversidad sexual y a las mujeres que marcharon contra todo sistema de dominación. Sea cual sea el resultado de la convención, el nuevo Chile, por fin, tiene rostro. Y es mujer. Y también es mapuche.

 

Discurso de Elisa Loncón al asumir la presidencia de la Concención Constitucional de Chile

¡MARI MARI PU LAMNGEN!

(Un saludo hermanos y hermanas)

¡MARI MARI KOM PU CHE!

(Un saludo a todas las personas)

¡MARI MARI CHILE MAPU!

(Un saludo al país de Chile)

¡MARI MARI PU CHE TA TUWÜLU TA PIKUN MAPU PÜLE!

(Un saludo a las personas que viven en las tierras del norte)

¡MARI MARI PU CHE TA TUWÜLU TA PATAGONIA PÜLE!

(Un saludo a las personas que viven en la Patagonia)

¡MARI MARI PU CHE TA TUWÜLU TA DEWÜN PÜLE!

(Un saludo a las personas que viven en las islas)

¡MARI MARI PU CHE TA TUWÜLU LAFKEN PÜLE!

(Un saludo a las personas que viven en la costa)

¡MARI MARI KOM PU LAMNGEN!

(Un saludo a todas y todos, hermanos y hermanas)

Un saludo grande al pueblo de Chile desde el norte hasta la Patagonia, desde el lafken, el mar, hasta la cordillera; en las islas, a todo el pueblo de Chile que nos está viendo y escuchando. Aquí estamos pu lamngen, agradecer el apoyo de las diferentes coaliciones que nos entregaron su confianza, que depositaron sus sueños en el llamado que hiciera la Nación Mapuche para votar por una persona mapuche, mujer, para cambiar la historia de este país.

Nosotros muy felices por esta fuerza que nos dan pero esta fuerza es para todo el pueblo de Chile, para todos los sectores, para todas las regiones, para todos los pueblos y naciones originarias que nos acompañan, para sus organizaciones, para todos y todas. Este saludo y agradecimiento es también para la diversidad sexual, este saludo es también para las mujeres que caminaron contra todo sistema de dominación, agradecer que esta vez estamos instalando aquí una manera de ser plural, una manera de ser democráticos, una manera de ser participativos.

Esta Convención que hoy día me toca presidir transformará a Chile en un Chile plurinacional, en un Chile intercultural, en un Chile que no atente contra los derechos de las mujeres, los derechos de las cuidadoras, en un Chile que cuide a la Madre Tierra, en un Chile que limpie las aguas, en un Chile libre de toda dominación. Un saludo especial a los lamngen mapuche del Wallmapu, este es un sueño de nuestros antepasados, este sueño hoy se hace realidad.

Es posible hermanas y hermanos, compañeras y compañeros, refundar este Chile, establecer una nueva relación entre el pueblo Mapuche y todas las naciones que conforman este país. En ese contexto, pu lamngen, esta es la primera muestra de que esta Convención va a ser participativa. Nosotros, como pueblos originarios, establecimos que iba a ser una dirección rotativa, una dirección colectiva, que de espacio a todos los sectores de la sociedad aquí representados. Todos juntos, pu lamngen, vamos a refundar este Chile.

Tenemos que ampliar la democracia, tenemos que ampliar la participación, tenemos que convocar hasta el último rincón de Chile a ser parte de este proceso. La Convención debe ser un proceso participativo y transparente, que puedan vernos desde el último rincón de nuestro territorio y oírnos en nuestras lenguas originarias que han estado postergadas durante todo lo que ha sido el Estado-Nación chileno. Por los derechos de nuestras naciones originarias, por los derechos de las regiones, por los derechos de la Madre Tierra, por el derecho al agua, por los derechos de las mujeres y por los derechos de nuestros niños y niñas.

Quiero expresar también mi solidaridad con los otros pueblos que sufren. Hemos escuchado por la televisión lo que ha ocurrido con los niños indígenas de Canadá, es vergonzoso cómo el colonialismo ha atentado y atacado el futuro de las naciones originarias. Nosotros, hermanos y hermanas, somos un pueblo solidario.

Quiero agradecer aquí a la autoridad originaria del pueblo mapuche, a la Machi Francisca Linconao, por su apoyo. También tengo una madre que me está mirando desde mi comunidad de Lefweluan, una madre que hizo que esta mujer pudiera estar acá. Agradecimiento a todas las mujeres que luchan por el futuro de sus hijos e hijas. Finalmente, mandarle un saludo a los niños y niñas que nos están escuchando, que nos están viendo.

Hoy se funda un nuevo Chile plural, plurilingüe, con todas las culturas, con todos los pueblos, con las mujeres y con los territorios, ese es nuestro sueño para escribir una Nueva Constitución.

¡Mañum pu lamngen!

(Gracias hermanos y hermanas)

¡Marichiweu! ¡Marichiweu! ¡Marichiweu!

(Diez veces venceremos, diez veces venceremos, diez veces venceremos)

Ver el video del discurso aquí

Noam Titelman 

 

economista graduado de la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC), magíster en Métodos de la Investigación Social por la London School of Economics and Political Science (LSE) y candidato a doctor por la misma universidad. Fue presidente de la Federación de Estudiantes de la PUC y actualmente participa en la fundación Red de Estudios para la Profundización Democrática (RED).

 

(*) Elisa Loncon, activista mapuche y profesora universitaria, presidenta de la Convención Constitucional de Chile.

Fuente: Nueva Sociedad, julio 2021