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5.4.21

Negociando con el Fondo Monetario Internacional

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Por Roberto Sansón Mizrahi (*)

Países no centrales en críticas situaciones fiscales y de sobre endeudamiento establecen con el Fondo Monetario Internacional sesgadas negociaciones que llevan a la imposición de políticas desfavorables para su población. ¿Cómo se llega a esa situación, por qué se aceptan esas pésimas "soluciones" cuando existen otras opciones soberanas?

Las recurrentes crisis que azotan a casi todos los países no centrales no se presentan tan solo por una mala gestión de sus gobernantes, aunque gobiernos que aplican políticas neoliberales contribuyen a que las crisis se precipiten agigantadas. El sustrato de las crisis es una dinámica concentradora de la riqueza y del poder decisional, evasora de responsabilidades, que lleva inexorablemente a situaciones de inestabilidad sistémica

 

Recurrentes crisis y funcionamiento de "nuestras" economías

Las economías de los países no centrales presentan singularidades y también algunos comunes denominadores. Uno que predomina en casi todas las latitudes se refiere a que la estructura productiva del país está dominada y conducida por un puñado de grandes empresas (sean locales o subsidiarias de corporaciones internacionales) que lideran las principales cadenas de valor. Esas empresas operan como oligopolios que abusan de su poder de mercado para someter a proveedores y consumidores, así como condicionar a los gobiernos para recortar regulaciones e imponer políticas públicas que les favorecen en detrimento del interés general.

El resultado de la dinámica concentradora es que una minoría económica se apropia y fuga al exterior abultados excedentes que ella no genera; los excedentes surgen del esfuerzo conjunto de emprendimientos medianos, pequeños y de la economía popular, junto con el accionar del Estado aportando servicios básicos e infraestructura social y productiva. Vale decir, la riqueza de un país es generada por la entera sociedad aunque grupos concentrados se apropien de buena parte que, además, es esterilizada al ser fugada al exterior.  

El poder de los grupos concentrados se proyecta sobre los medios de comunicación, la Justicia, la política, una parte del sistema educativo y del sistema de salud. También se verifica sobre la propiedad de la tierra, el manejo del crédito, el establecimiento de una estructura tributaria regresiva que castiga a quienes menos tienen, un gasto público que les provee de subsidios y construye obras públicas que les sirven sin asumir sus costos.

La estructura concentrada no es una creación reciente sino tiene raíces de larga data. Arranca con la colonización que sufrieron los países no centrales, que vale no olvidar ni esconder ya que la apropiación de sus riquezas sirvió para capitalizar a los colonizadores.  Con el tiempo y a través de diversas fases históricas[1] en cada país, la concentración del poder y la fuga de capitales se consolidaron hasta consagrarse a niveles extremos con el salvaje capitalismo financiero y comercial. 

 

Por qué se acude al FMI a pesar de la tremenda disparidad en poder de negociación e imposición de políticas

Sumergido en dinámicas concentradoras y con menguados ingresos genuinos, el Estado debe cubrir como puede necesidades sociales básicas y los privilegios impuestos por las grandes corporaciones y acaudalados grupos locales. El desenlace es inevitable: el país se desliza hacia abultados déficits fiscales y endeudamientos soberanos que se tornan insostenibles. Cuando hasta el refinanciamiento con tasas de usura desaparece, la mesa está servida para acudir suplicando al FMI.

La negociación que se inicia está sesgada de antemano, en principio por la disparidad de poder de negociación entre el FMI y un país aislado azotado por disparatadas políticas neoliberales. Vale recordar que el FMI es un organismo internacional establecido por los países centrales que se reservan el poder de decisión. Sus reglamentos y recetas están adornadas con endulzadas declaraciones pero apuntan claramente a asegurar que los países deudores cancelen sus deudas a sus acreedores externos que, en gran mayoría, están basados en jurisdicciones de los mismos países centrales.

Esa disparidad de poder de negociación lleva a que el FMI imponga su propia perspectiva y recetario de cómo corregir déficits fiscales y sobre endeudamientos soberanos. Toma la realidad del país concentrado tal cual es en el presente y, sin proponer transformación alguna de la dinámica arriba señalada, obliga "ordenar" la economía con severísimos ajustes del gasto público, muy particularmente del gasto social, más la apertura del país a todo tipo de importaciones e ingresos (y salidas) del capital financiero internacional, impone reformas de flexibilización laboral y de seguridad social que recortan derechos conseguidos con mucho esfuerzo y luchas populares. La idea es abrir la economía y atraer inversiones asegurando altas tasas de ganancias corporativas a expensas de los sectores medios, populares y las pequeñas empresas. Sostienen que al enriquecerse, los inversores y especuladores provocarán un proceso de "derrame" de los resultados hacia toda la población, un postulado absurdo siempre rebatido por la experiencia histórica: jamás se verifica en los países no centrales. Este recetario no soluciona los problemas, los agiganta.

Ocurre que el FMI llega a un país provisto de un mandato estipulado por los países centrales y un conjunto de análisis e informaciones generadas por agencias nacionales o externas que analizan la realidad del país desde la perspectiva neoliberal. Así, el cuadro de situación que el Fondo, con sus cómplices locales, encara aparece desvinculado de los efectos de la dinámica concentradora. Quienes lucran con la concentración de la riqueza y el poder decisional encubren la necesidad de desmontar los motores que la generan y asociados con el FMI focalizan soluciones (que son imposiciones) en corregir los problemas fiscales y de sobre endeudamientos con ajustes recesivos. Plantean con dureza que quienes ya son víctimas del proceso concentrador carguen además con el peso de los ajustes. Lo hacen invocando que no existen otras mejores opciones ya que las que postulan son, sin mayor discusión, las más efectivas.  

 

Opciones alternativas: transformar la economía para cuidar a la población y el medio ambiente

 Los postulados del FMI conforman una opción entre muchas otras, sus recetas encubren intereses de los dominadores y atentan contra el bienestar general. Decimos con toda firmeza y convicción que por supuesto es posible resolver los déficits fiscales y el sobre endeudamiento con otras muy diferentes políticas públicas, unas que al mismo tiempo cuiden a la población y al medio ambiente. ¿Cómo es esto? Nada mágico ni producto de fundamentalismo alguno. Es cambiar el enfoque para defender el interés general.

Aunque mucho debe señalarse al respecto, en estas líneas solo podemos plantear un esbozo corto pero contundente del cambio de paradigma. En pocas palabras, se trata de observar el todo y no una parte arteramente escogida; apuntar a la dinámica de un proceso y no a un momento presente, estático por definición. Esa perspectiva permite concebir distintos análisis y, consecuentemente, otras diferentes opciones de actuación aupadas en criterios que los dominadores jamás plantearían.

Arranquemos preguntándonos por qué resolver un déficit fiscal asfixiando a la propia población con duros ajustes cuando todos los años, constantemente, se verifica una tremenda evasión impositiva y consecuente fuga de capitales. Al calificar de "tremenda" la evasión nos referimos a una masa inimaginable de recursos[2] que "desaparecen". Cortemos la evasión y el Estado dispondrá de financiamiento para eliminar o reducir dramáticamente su déficit fiscal. Cerremos la fuga de capitales reorientando excedentes mal habidos y mal gestionados hacia la inversión en actividades estratégicas para el desarrollo del país y ya no habría razones para caer en onerosos sobre endeudamientos soberanos.

Los programas a negociar con el FMI debieran orientarse en esa dirección, algo que no es sencillo aunque pareciera (por ahora solo pareciera) que el Fondo comenzase a ver la futilidad e inefectividad de su recetario.

La reasignación de los excedentes que hoy el país pierde permitiría financiar proyectos estratégicos y reforzar el aparato productivo que está lejos de reducirse a grandes empresas. Un enorme esfuerzo debería volcarse a capitalizar a pequeñas y medianas empresas, así como a emprendimientos asociativos de la economía popular. Desde esta perspectiva, toda empresa está llamada a aportar lo suyo, incluso aquellas que lideran las principales cadenas de valor, pero sin perjudicar sino beneficiando al resto. Existen diversas modalidades para transformar las estructuras oligopólicas de las cadenas de valor de modo que todos sus integrantes puedan retener una parte equitativa de lo que producen para su propia capitalización. Es establecer un campo regulatorio de equidad, efectividad y sustentabilidad alejado del codicioso principio ordenador de cada quien maximizar su lucro a cualquier costo.

 

La unión hace la fuerza

Imposible ignorar que los países deudores necesitan conformar coaliciones estratégicas para establecer nuevas reglas de negociación con el FMI descartando ajustes recesivos.  Los márgenes de negociación de países aislados son bien estrechos. 

De todos modos, no hay nada intrínsecamente inmutable en el orden geopolítico del presente. Las fuerzas globales convergen a veces y antagonizan otras veces. Se abren y se cierran ventanas de oportunidades en tiempos que hay que conocer, comprender y saber aprovechar. No sirve mirar pasar la realidad desde los muros o alambrados. Vale trabajar opciones aunando fuerzas.

Por eso podemos señalar que tampoco los reglamentos internos y las políticas del Fondo son inmutables, no están gravados en piedra sino fueron establecidos por un puñado de países centrales. Pueden y deben cambiarse, desestructurando la trayectoria suicida de dominadores alienados por la codicia y el afán de poder. Un accionar coordinado de los países no centrales ofrece mejores posibilidades de trabajar nuevos acuerdos y reglas de juego con los países centrales para bien de la humanidad y del planeta. Es mucho lo que está en juego.

 

(*) Roberto Sansón Mizrahi. Economista, planificador regional y urbano, consultor, dirigió empresas, autor de Un país para todos, Crisis global: ajuste o transformación, Democracias capturadas y otros libros, Co-Editor de Opinión Sur www.opinionsur.org.ar


[1] Eduardo Basualdo, Endeudar y fugar, Flacso  

[2] Sólo para el caso de Argentina, especialistas en fuga de capitales estimaban que en 2012 se fugaban 30.000 millones de dólares anuales (!!!!) "La fuga de capitales en Argentina", Alejandro Gaggero, Jorge Gaggero y Magdalena Rúa (CEFID-Ar, 2014). En el período 2016-2019 los montos fueron aún mayores.