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18.01.21

EEUU: Las causas del trumpismo y por qué perdurará (Continuación)

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Por Samuel Farber (*)

Cambios demográficos y trumpismo

Otro cambio estructural a largo plazo que ha allanado el camino del trumpismo ha sido el creciente peso de la política anti-inmigranción.

A pesar de ser una característica de larga data en la historia de Estados Unidos, comenzó a adquirir una nueva importancia como respuesta a una serie de cambios iniciados en los años sesenta.

La Ley de Inmigración y Naturalización de 1965 abolió el antiguo sistema de cuotas establecido en 1924 que discriminaba a los inmigrantes no provenientes del norte de Europa. Esto condujo a una inmigración sustancial desde países de Europa del Sur y Oriental y la mayor parte de Asia a los Estados Unidos.

Más importante fue la creciente ola de inmigración desde México, particularmente evidente desde la década de 1980, como resultado del desplazamiento masivo de trabajadores agrícolas con la introducción de una agricultura capitalista menos intensiva en mano de obra (a veces con inversión estadounidense) en ese país. La inmigración mexicana, inicialmente concentrada en las ciudades del suroeste y las regiones agrícolas de California y otros estados occidentales, se expandió a las grandes ciudades de todo Estados Unidos en busca de empleo, incluidas áreas remotas lejos de los centros metropolitanos.

Durante varias décadas, el número de inmigrantes mexicanos y otros latinoamericanos, en su mayoría indocumentados, siguió creciendo. Sin embargo, ello cambió cuando la tasa de natalidad de los hispanos en los Estados Unidos cayó el 31 por ciento entre 2007 y 2017. En los últimos años, la inmigración mexicana y latinoamericana a los Estados Unidos ha sido superada por la inmigración asiática.

Estas oleadas de migración de los últimos cincuenta años han dado lugar a una serie de cambios demográficos que muestran, según los Current Population Reports de la Oficina del Censo de EEUU, que la proporción de no blancos comenzó a aumentar en 1970, y que en 1990 casi una de cada cinco personas no era blanca. La proporción siguió aumentando a una de cada cuatro personas durante las siguientes décadas. El mismo informe ha proyectado que la proporción de personas no blancas crecerá aún más: uno de cada tres estadounidenses pertenecerán a un grupo racial no blanco en 2060.

Este es el trasfondo del aumento del sentimiento anti-inmigrante, que culpa a los inmigrantes, particularmente a los inmigrantes pobres de color, de muchos de los problemas actuales de la economía estadounidense, como la escasez de empleos, que es el resultado en gran parte de una desindustrialización de la que no son responsables. Este sentimiento antiinmigrante, junto con los permanentes esfuerzos para reducir el número de votantes negros por parte de Trump y de las administraciones republicanas anteriores, ha jugado un papel clave en la manipulación de las circunscripciones electorales del congreso, estatales y locales, con el fin de evitar que los afroamericanos y los inmigrantes naturalizados voten a los demócratas. Ese ha sido el motivo de la manipulación descarada que se ha llevado a cabo en particular en los estados de Carolina del Norte, Michigan, Pensilvania y Wisconsin.

Ese mismo motivo anima la politización del censo por parte de Trump para evitar un conteo preciso de inmigrantes y minorías raciales y para excluir, en violación de la Constitución, a los inmigrantes indocumentados del conteo del censo. La misma política racista y anti-inmigrante anima los repetidos y flagrantes esfuerzos de las administraciones republicanas actuales y pasadas para excluir, o al menos hacer más difícil que los afroamericanos y los inmigrantes pobres de color voten. Esto fue expresado claramente por Donald Trump en el programaFox & Friends en marzo de 2020, cuando acusó a los demócratas de querer un "volumen de votación que, si alguna vez se aceptaba, nunca permitiría volver a elegir a un republicano en este país".

El trumpismo y la desaceleración del crecimiento económico en Estados Unidos

Esencialmente, el trumpismo es una respuesta conservadora autoritaria al continuo abandono del Partido Demócrata de las quejas legítimas de grandes sectores de los votantes blancos que terminaron apoyando a Trump. Al hacerlo, estos votantes blancos esperaban que Trump revertiría la decadencia socioeconómica y política resultante de las políticas neoliberales que los propios demócratas aplicaron con Clinton y Obama, y muy probablemente continuarán con Biden.

Es cierto que la economía de los Estados Unidos sigue dando pasos importantes en campos como la alta tecnología, las comunicaciones, la ciencia médica y el entretenimiento. Pero, en términos generales, este progreso material no es tan grande ni está distribuido uniformemente como en períodos históricos anteriores. Como ha defendido el economista de la Northwestern University, Robert J. Gordon en dos influyentes artículos publicados en 2000 y 2018, desde principios de los años setenta, la economía estadounidense ha experimentado una disminución continua en la tasa de crecimiento de la productividad, excepto un resurgimiento temporal de 1996 a 2006, que ha reducido la tasa de crecimiento económico. Según Gordon, el mayor crecimiento de la productividad en los Estados Unidos ocurrió en el medio siglo entre la Primera Guerra Mundial y principios de los setenta.

Para Gordon, ese período de constante crecimiento de la productividad ha terminado. La disminución de la tasa de crecimiento de la productividad ha tenido un efecto negativo en la tasa de ganancia, lo que ha contribuido a los esfuerzos de los capitalistas por extraer una mayor producción de los trabajadores y otros ataques a las reivindicaciones de los trabajadores. También puede ser una razón clave que entre 1980 y 2020, el crecimiento del PIB real por persona de los Estados Unidos ha sido menos del 3 por ciento anual y se ha desacelerado continuamente.

El ataque capitalista a las reivindicaciones de los trabajadores ha aumentado la distribución desigual y sesgada de la riqueza y ha fortalecido la oposición capitalista a los impuestos necesarios para una mejora sustancial para el acceso a servicios como educación y atención médica. La educación de la mayoría de las personas ha seguido deteriorándose y, a pesar de los avances en la ciencia médica, también lo ha hecho la atención sanitaria. Junto con la respuesta totalmente inadecuada a la pandemia de COVID-19 y la destrucción del medio ambiente de las administraciones tanto republicanas como demócratas, todo ello es expresión de la decadencia capitalista. Revelan la incapacidad sistémica de un sistema social para asegurar su supervivencia a largo plazo, para proporcionar una alternativa real y una solución a las crisis ecológicas, económicas y sociales que aumentan considerablemente la probabilidad de pandemias y para aplicar una respuesta de salud pública eficaz e igualitaria ante estas pandemias.

Abandonada a su destino de desindustrialización y desempleo estructural, la América blanca sigue sufriendo los efectos de la desesperación, hundida en el consumo generalizado de opioides y el aumento de las tasas de suicidio. Los afroamericanos continúan siendo víctimas de la brutalidad policial y un mercado laboral y de vivienda altamente inestable que ha aumentado la precariedad de su nueva clase media en expansión, mientras que la mayoría negra sigue siendo pobre a pesar de que una minoría negra asciende a los rangos gerenciales y ejecutivos. En la última década, la deuda de los estudiantes se ha convertido en una carga cada vez mayor para los estudiantes universitarios que, al igual que sus compañeros no universitarios, no esperan vivir como la generación de sus padres. El creciente número de jóvenes que tienen que trabajar en McDonald's y sus equivalentes minoristas no pueden sentirse optimistas sobre su futuro cuando sufren no solo bajos salarios, sino que están obligados a cambios repentinos de horarios de trabajo que causan estragos en sus vidas, especialmente si tienen niños pequeños. Estas son las expresiones concretas del prolongado aumento de la desigualdad en los Estados Unidos, el país con la distribución más desigual tanto de riqueza como de ingresos per capita entre las economías del G7.

La prosperidad material ha sido indispensable para el mantenimiento de la cohesión social y la paz en una sociedad estadounidense altamente individualista, donde históricamente la solidaridad basada en lazos de clase y comunidad ha sido comparativamente débil. A medida que esta prosperidad retrocede, queda la gran pregunta: Qué fuerzas sociales surgirán para luchar por una alternativa progresista, democrática y socialista desde abajo a la reacción de la derecha, sea trumpiana o no?

 

(*) Samuel Farber nació en Marianao, Cuba. Profesor emérito de Ciencia Política en el Brooklyn College, New York. Entre otros muchos libros, recientemente ha publicado The Politics of Che Guevara (Haymarket Books, 2016) y una nueva edición del fundamental libro Before Stalinism. The Rise and Fall of Soviet Democracy (Verso, 1990, 2018).

Fuente: https://www.jacobinmag.com/2021/01/donald-trump-white-working-class-trumpism

Traducción: Enrique García