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11.01.21

Republicanismo y socialismo. Un debate global desde la Cuba de ahora. Dossier (2) (Continuación)

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Plebeyos en una pelea cubana por los conceptos

Hiram Hernández Castro

II

Una declaración titulada: "En articulación plebeya" circula y recauda firmas por las redes sociales. En ella se aboga por "fomentar una cultura cívica de respeto por los derechos humanos y de relación fraterna, que supere el lenguaje político polarizante, como condición para la superación de todas las formas de violencia y desigualdad". Cientos de ciudadanos la firmaron, otros negaron su intención de contribuir al bien de Cuba y una tercera reacción reconoció sus valores, pero le reprochó una condena explícita al bloqueo y el hostigamiento norteamericano.

En efecto, durante la administración Trump, la política de la Casa Blanca redobló su política de asfixia con el declarado designio de forzar a los cubanos a tomar una acción de protesta contra su gobierno. Uno de los criterios más consensuados y reafirmados por la casi totalidad de las naciones -bajo gobiernos de todas las ideologías- ha sido la impugnación del embargo/bloqueo por ser un mecanismo de injerencia en la soberanía de la Isla. Un análisis del escenario económico y político cubano que no aluda a los efectos del bloqueo y a los millonarios fondos para comprar acciones que induzcan a un cambio de régimen en Cuba resulta omiso.

Decir que un enunciado es parcial puede significar lo mismo que decir que es incompleto o tendencioso. En el mejor caso, la pretensión de enunciar una verdad presupone la apertura a ser completada por otros. La forma ideal de comunicación para completar la verdad es el diálogo. Para ello se requiere la voluntad de que los diferentes -incluso los adversarios- se reconozcan como interlocutores responsables, con iguales derechos a participar dentro de un marco normativo común.

Si de decir toda la verdad se trata, en el discurso de la burocracia cubana el bloqueo ha servido para justificar su propia ineficiencia, así como el belicismo asumido por una parte de la oposición ha sido coartada para justificar la censura de todas las voces críticas. La política de los Estados Unidos nutre a sectores conservadores en ambos extremos del arco ideológico. Entre una oposición desleal a la soberanía y una burocracia anquilosada no hay un partido, una organización de masas o un grupo de académicos, sino múltiples formas de situarse frente a crisis de distinto orden que afectan la vida de los cubanos. Si es posible habar de un "centro" -más que todo un espectro- sería el que emerge de la equidistancia entre polarizadores, pero cubriría un amplísimo campo de contenidos conceptuales y sensibilidades políticas.

La Articulación plebeya (primera) no es un manifiesto ni un análisis contextual, es una comunicación con remitente y destinatario. Un grupo de ciudadanos se dirige a su Estado/gobierno para solicitarle el apego a la Constitución que ambos comparten y es mandatorio para ambos. Los Estados Unidos son un tercero, no comprometido con las normas que vinculan a la ciudadanía con las autoridades cubanas. El documento original fue publicado el 27 de noviembre en facebook y de ahí fue replicado en La Joven Cuba, al unísono que centenares de artistas e intelectuales -en su mayoría jóvenes- se reunían a las puertas del Ministerio de Cultura (Mincult).

La declaración responde, en tiempo real, a la urgencia de ciudadanos siendo rociados con aerosol pimienta y cercados de policías y grupos civiles convocados a repeler una protesta pacífica. Recordemos que los motivos de los allí congregados, sin mediar una convocatoria expresa, eran diversos dentro de un rango de insatisfacción por la gestión estatal frente al Movimiento San Isidro (MSI) y con demandas en torno a la libertad de creación y expresión. Atendiendo a la urgencia del contexto la Articulación expresaba: "rechazamos cualquier acción violenta y represiva, y reivindicamos el respeto a los espacios de diálogo dentro del marco de las leyes y la constitución".

Finalmente, el escenario de protesta del 27 de noviembre fue resuelto en un diálogo entre los 30 representantes democráticamente elegidos in situ por los allí congregados y el viceministro de cultura Fernando Rojas. El último de los acuerdos prometió garantías de no consecuencia para los manifestantes. Ya en la madrugada los jóvenes del 27 N cantaron el Himno Nacional, se abrazaron y caminaron salvos, entre vehículos policiales, a sus casas.

Más tarde la televisión estatal cubana -por primera vez en semanas de la escalada de conflictos- dedicó un programa especial a identificar al MSI como un actor mercenario, articulador de show mediáticos e insertados en el guion de los "golpes suaves" y "revoluciones de colores". La identidad, en cambio, de los manifestantes del 27N fue presentada por el viceministro Rojas con tono conciliador, resaltando el saldo positivo del encuentro y la voluntad institucional de respetar lo pactado. Todo ello, mientras se desmentía la actuación policial de la noche anterior y se mostraban las imágenes de los congregados y sus representantes "hablaban" en off.

Fernando Pérez -una de las voces más prestigiosas del campo cultural cubano-requirió a las instituciones extirpar los prejuicios y emprender un diálogo serio. Para el director de El ojo del canario, los jóvenes del 27N merecen una mirada poética que rescate la Cuba del futuro reunida frente a las puertas de su Ministerio.

No hay dudas de que el 27 de noviembre hubo una protesta política de artistas y creadores. Con todo lo complejo que significa decir esa frase en Cuba. Un análisis serio no pasaría por alto que el repertorio elegido por el demandante fue acudir a las puertas de su institución a reclamar la presencia de su ministro. Una crisis de credibilidad institucional dibujaría un escenario más sombrío para la resolución de conflictos. A futuro, ese es el escenario trazado cuando -por un "correo insolente"- las autoridades decidieron cerrar el diálogo y sustituirlo por una reunión con algunos elegidos.

Demandar la presencia en la mesa de diálogo de la persona del presidente -lo que Fidel Castro quizás hubiera hecho de motu proprio- puede resultar tan excesivo como razonable requerir la presencia de un asesor constitucional. Para las autoridades cubanas ambas cosas son igual de intolerables. En los hechos, ninguno de los dos actores distinguió entre procesar un diálogo o una negociación. Una vez más, bandos en las antípodas, no perdieron oportunidad para el anacrónico uso de la frase de Maceo: "No, no nos entendemos". Con esa expresión el Titán rechazó un pacto incompatible con su decisión de no cansarse hasta: "librarse de todo aquello que no sea republicano". Citar la primera frase aislada del ideario que la sostiene solo sirve para alimentar obcecaciones que impiden procesar diferencias y solventar en el diálogo los conflictos.

Otro botón de polarización asoma cuando un autor -bajo el seudónimo Bufa Subversiva1- publicó "Articulación Popular y Socialista" para contrarrestar el texto plebeyo. El texto en sí carece de valor conceptual, excepto el ser difundido por los medios oficiales y afines a pesar de faltas tan evidentes como presentar una fecha errada de su contraparte y, por ese lugar, increpar a los plebeyos excluir "la espontaneidad de la Tángana como parte del diálogo".[2] En su arremetida declara: "no hay nada de 'plebeyo' en personas que son pagadas por organizaciones como la NED (...) que han hecho público su vínculo con tales organizaciones enlazadas directamente al gobierno norteamericano". No se aclara si se refiere a redactores o cofirmantes que en una declaración abierta solo pueden comprometerse con las ideas plasmadas en el texto en cuestión. En cualquier caso, la retractación "popular y "socialista" no discute conceptos, sino que es el continente de un ataque ad hominem, es decir, la afirmación de que una idea es falsa basándose en los supuestos intereses espurios o características morales de sus firmantes.

En la maquinaria propagandística estatal el MSI, el 27N y la Articulación plebeya reciben la descalificación personal y el linchamiento mediático como tratamiento común. Sin prescindir, en ciertos casos, de arrestos domiciliarios, actos de repudio, detenciones e interrogatorios policiales a personas sin procesos legales en curso. Las acciones mediáticas y policiales son socializadas en el ágora digital, devenida plaza pública, generando apoyos y rechazos.

Un marco en la fotografía de Facebook identifica a quienes quieren a un país inclusivo (Cuba es de todos) y los que subrayan que el país sobrevivió al hostigamiento de Trump (Cuba Viva). El ágora digital cubana se ha ampliado y con ella se multiplican los efectos comunicativos. El performance de MSI generó un efecto cascada donde en un punto de la escalada se hizo imposible mantenerse indiferente. A partir de reacciones enfrentadas se conformaron grupos que reafirmaban su identidad en oposición a otros. El resultado es un estado mental que enfatiza en las divergencias ya no solo con el opuesto, sino con los que pudieran expresar contenidos similares en conceptos diferentes.

La Articulación plebeya refrenda un amplio, pero, a la vez, preciso pacto con "todos los saberes comprometidos con el bien de Cuba y la conservación de la soberanía nacional, la independencia y la integridad de la patria". Para una disposición racional la recusación a toda forma de injerencia extranjera es indudable. Sin embargo, una articulación autónoma, el encaje en tradiciones políticas no doctrinarias y la distancia con el vocabulario intransigente genera sospecha, desconcierto y rechazo en los celadores de la "pureza revolucionaria". La polarización prefiere colocar etiquetas que dialogar, elige tener enemigos antes que adversarios, prefiere la trinchera que el ágora. Para el revolucionario polarizante el campamento espartano es más vigoroso que la democracia plebeya. Un error histórico común en las izquierdas tradicionales.

 

III

Lo que no más ayer era un problema a procesar con argumentos estéticos y, de contar con elementos suficientes de convicción, en un espacio jurídico transparente; hoy ha sido elevado a una crisis política de alta intensidad. Los medios corporativos internacionales han hecho su negocio. El lobby cubanoamericano utilizará estos eventos para torpedear el diálogo entre el gobierno cubano y la nueva administración de la Casa Blanca. Sí, puede resultar paradójico que uno de los gobiernos que mejor ha gestionado la pandemia global se haya visto superado por un conflicto doméstico. No sorprende, es proverbial que una de las asignaturas pendientes de los sectores pertinaces al interior del partido/gobierno es la ciencia política.

La hegemonía de Fidel, en parte heredada por Raúl, excusaba a los políticos del partido y a su monolítica bancada en la Asamblea Nacional a hilar fino en política. Esa condición no solo ya no existe, sino que se hará más distante con la desaparición de la generación histórica que hizo la Revolución. El pilar de legitimidad del proceso político cubano es el referéndum donde la ciudadanía -con el 86,9 % de los votos- aprobó como fundamento que: "Cuba es un Estado socialista de derecho y justicia social, democrático, independiente y soberano, organizado con todos y para el bien de todos" (Art. 1).

La Carta Magna de 2019 conserva bridas en la tradición soviética de su predecesora, pero incorpora un renovado lenguaje universal, técnico jurídico y pluralista. Por ese lugar, ingresan nuevos contenidos a la ciudadanía como la aceptación de los derechos humanos en su carácter irrenunciable, imprescriptible, indivisible e interdependientes. Se registran principios como la igualdad ante la ley sin discriminaciones de ningún orden (Arts. 40, 41); se reconocen las libertades de conciencia, pensamiento y expresión (Art. 54) y las garantías para un debido proceso y el habeas corpus (Arts. 94, 95). A tales mandatos se refiere Articulación plebeya cuando demanda: "se revise la constitucionalidad de todas las normas de inferior jerarquía que contradigan la Constitución".

El derecho es un discurso político y la política fluye en la cotidianidad que intenta organizar el derecho. Cuando el texto plebeyo habla del imperio de la ley no es Hans Kelsen a quien se le hace un cumplido, sino al republicanismo democrático. Ello será difícilmente observado por cierta izquierda internacional que se empeña en pensar a Cuba desde la épica revolucionaria y desatendiendo la voz del ciudadano cubano común. La idea de mantener a Cuba como una excepcionalidad museable, protegida de los aportes teóricos que solo valdrían para denunciar las restricciones democráticas, perfidias del poder, autoritarios, discriminaciones, feminicidios y corruptelas capitalistas es tramposo Por fuera de ese egoísta lugar, la Cuba bandera revolucionaria debe responder a las necesidades democratizadoras de la Cuba país cada día más diverso y desigual; un país urgido de disminuir la pobreza y el desabastecimiento de los productos básicos de su canasta vital; un país apremiado de procesar sus diferencias ideológicas bajo el imperio de la ley y en respeto a los derechos humanos. Atravesar esa tempestad con la compañía de la izquierda democrática estaría muy bien, hacerlo con dispositivos de control ciudadano y espacios abiertos al debate público sobre la justicia y la legitimidad sería lo realmente socialista.

El programa republicano, muy distinto al liberal, se compromete con impedir que un individuo o grupo social a razón de su poder económico coarte a la República su derecho a definir el bien público. La libertad republicana es opuesta a la liberal en tanto no reza: yo soy libre hasta el límite de tu libertad, sino dice: yo soy libre porque compartimos una república libre de dominación arbitraria para ambos. Por ese lugar, el programa republicano se ejerce también contra las burocracias estatales que operan con lo público como si fuera su patrimonio. Los republicanos democráticos -preocupados por las asimetrías de poder- procuran que las libertades de expresión y prensa se materialice en medios públicos bajo estricto control fiduciario de la ciudadanía.

El término "plebeyo", por su parte, remite a una tradición que atraviesa la historia de la política. Plebeyos eran los ciudadanos pobres libres y su régimen político marcó el sentido clásico de la "democracia". Gramsci definió lo plebeyo como el bloque social de los oprimidos. Los plebeyos son en Frantz Fanon "los condenados de la tierra" y el concepto-metáfora Caliban identifica la identidad plebeya en oposición al discurso colonizador. La "opción por los pobres" en la teología de la liberación define una determinación que vale tanto para Dios como para toda autoridad: "el gobierno que no es de los pobres es el gobierno de los ricos". No hay pretensión de neutralidad, sino que el plebeyismo -entendido como empoderamiento de los grupos subalternos- define la clave del movimiento democrático. En el mapa de la Filosofía Política adscribirse a una declaración republicana plebeya puede ser un intento completado, pero su sentido de clase no es intercambiable.

Lo que sí es cierto es que la democracia como una cosa en sí, como una abstracción formal no existe en la política real. Se dice democracia en oposición a las derechas patriarcales, a los fundamentalismos religiosos, a los mercaderes de la independencia y la soberanía popular. Se dice plebeya, como decir mestiza, frente a las purezas doctrinarias, mudas frente a los grupos poderosos que ahora mismo -blindados por la ausencia de medios de comunicación realmente públicos- privatizan los cambios económicos a su favor. Se dice republicanismo para impedir que los poderosos de distinto signo expropien a la ciudadanía de su derecho a definir lo que es de pública utilidad. Se dice República porque una patria debe ser el ágora de todos y no la finca de algunos.

 

[1] Karl Marx, Selected Writings, Oxford University Press, 1977, p. 360.

[2] Se refiere a un evento de reafirmación revolucionaria publicitado un día después de la publicación del texto plebeyo.

 

https://www.periodismodebarrio.org/2020/12/plebeyos-en-una-pelea-cubana-...

 

A propósito de las dudas, resistencias y desaciertos de un compañero.

"Defender la Constitución es defender la Revolución"

Julio Fernández Bulté

 

 

Walter Mondelo García

En 1994, la revista Casa de las Américas, tribuna de la intelectualidad latinoamericana, publicó un artículo de Adolfo Sánchez Vázquez, andaluz de nacimiento y mexicano por adopción, uno de los filósofos marxistas más relevantes de la segunda mitad del pasado siglo, que dejó meridianamente clara, en mi opinión, la cuestión que la izquierda mundial demoró décadas en afrontar y responder con la lucidez que reclamaba Alfredo Guevara para todo revolucionario. En aquel artículo, Sánchez Vázquez, con una honestidad intelectual y política que fue siempre una seña distintiva de su pensamiento y acción, decía lo siguiente:

"Ciertamente, el derrumbe del "socialismo real" tuvo y tiene consecuencias devastadoras para la izquierda que, durante largos años, se solidarizó incondicionalmente con ese experimento social, con lo cual -al renunciar a su crítica- se hizo corresponsable de sus desaciertos, ineficiencias e injusticias. Esto da sentido a la pregunta que impone el ajuste de cuentas con el pasado: ¿qué significa estar hoy a la izquierda?

El criterio sigue siendo ciertos valores universales -libertad, igualdad, democracia, solidaridad, derechos humanos- cuya negación, proclamación retórica o angostamiento han sido siempre propios de la práctica política de la derecha. Pero esos valores tienen que ser asumidos por la izquierda en cada situación real, con un contenido concreto. No se puede estar hoy a la izquierda sin romper con todo lo que ha significado el "socialismo real".

Sólo en un verdadero socialismo las reivindicaciones ilustradas de libertad, igualdad, justicia y democracia encontrarán el terreno apropiado para pasar de los buenos deseos a su encarnación efectiva. Pero la izquierda no puede cruzarse de brazos en espera del "gran día" en que advengan esos valores. En cada instante y en cada pulgada de terreno ha de hacer frente a la negación, o angostamiento de ellos, pues ésta, será, en definitiva, la mejor vía para llegar a la sociedad más justa, más libre y más igualitaria y humana que llamamos socialismo."2

Pido excusas por la extensión de la cita, pero es imposible decirlo mejor. A más de un cuarto de siglo de escritas estas palabras, resulta doloroso, casi podría decirse trágico, que autores de izquierda, de militancia probada, y reconocido talento, vengan ahora a defender, por razones que no se entienden muy bien, posturas que significan, en la práctica, la negación, proclamación retórica o angostamiento de esos valores universales, que han sido y son banderas de lucha de los pueblos del mundo, de l@s humillad@s y ofendid@s, durante más de 200 años, y eso sicontamos sólo desde la Revolución Francesa, la por siempre memorable y bendita revolución, como la llamó Mark Twain3, antimperialista y socialista, por cierto.

Si el compañero de las dudas y resistencias hubiera releído el artículo de Sánchez Vázquez en lugar del que menciona, probablemente se hubiera ahorrado algunos errores, que no quiero llamar desatinos por respeto a la valía intelectual de su autor.

El primero de ellos, no sé si el más importante, es la negación peligrosamente sectaria de la diversidad de matices, porque, según él, al final sólo se puede elegir entre dos colores: "los que envuelven y abrazan las tonalidades del rojo o el gris del dólar y el euro". Con esa paleta tan estrecha (incluso un daltónico distinguiría más colores), prácticamente queda fuera todo el campo de la izquierda no comunista, incluyendo a la Teología de la Liberación y a las Madres de Plaza de Mayo, además de la diversidad de los movimientos feministas, ecologistas, LGBTI, sindicalistas, de pueblos originarios, Vía Campesina, y tantos otros, que ponen el pellejo cada día en las luchas, locales y globales, contra el poder del capital. Si de paletas de colores se trata, me quedo con la hermosa y rebelde wiphala, símbolo y emblema de lucha de los pueblos originarios contra la dominación del capital y la mercantilización de la vida que nos empujan hacia un verdadero cataclismo ambiental y civilizatorio.

El segundo desacierto sería echar en el mismo saco los sucesos de San Isidro, y la concentración de artistas e intelectuales cubanos frente al MINCULT, que curiosamente, Kohan ni siquiera menciona, a pesar de que, en realidad, es el verdadero centro de la cuestión; y así lo reconoció el propio Ministerio de Cultura al aceptar una reunión del Viceministro con los 30 delegados elegidos por los propios artistas e intelectuales, y hacer públicos sus resultados, con el compromiso de sostener reuniones posteriores y mantener abiertos canales de diálogo entre las autoridades y los intelectuales.

El siguiente desacierto es una muestra tal de arrogancia y desconocimiento, que me resisto a creer que un autor de su talento pueda haber escrito algo así. Escribe Kohan, refiriéndose a un texto publicado por un grupo de importantes intelectuales cubanos: "Aunque breve, encuentro en él señales parpadeantes que me dañan la vista y, por momentos, me hacen salir agua de los ojos. Destaco algunos pocos núcleos problemáticos: (...) REALIZACIÓN PLENA DE LA REPÚBLICA DEMOCRÁTICA Y EL ESTADO DE DERECHO" (mayúsculas de Kohan). Si esta frase le hace salir agua de los ojos debe ser por la emoción de verla escrita. La república democrática ha sido siempre un objetivo irrenunciable de las luchas socialistas, como enseñó, con su sapiencia y magisterio inigualables, Antoni Domènech. El estalinismo borró y desterró toda huella de la tradición republicana en el socialismo originario, el de Marx, Engels, y otros grandes socialistas (Jean Jaurés, Rosa Luxemburgo, Karl Korsch, Anton Pannekoek). El Estado de Derecho, por su parte, está en el núcleo del programa político emancipatorio de la Ilustración, y es, sin disputa, una conquista de la humanidad. Para más inri, figura como marco normativo del socialismo cubano en el artículo 1 de la Constitución cubana vigente, aprobada por referendo popular el 24 de febrero de 2019, y en vigor desde el 10 de abril del propio año.

Lo que sigue es aún peor: ¿Piotr Stucka y Evgueni Pashukanis como lo mejor y más avanzado del pensamiento jurídico marxista y, además, preferibles o incluso superiores a Hans Kelsen? Sólo dentro de la tradición marxista (y sin que esto implique desconocer lo valioso de los aportes de Stucka y especialmente Pashukanis, quien fue ejecutado como "enemigo del pueblo" durante el Terror stalinista) tenemos a Otto Kirchheimer, Franz L. Neumann, Ernst Bloch, Pietro Barcellona, Nikos Poulantzas, Umberto Cerroni, Juan Ramón Capella, Boaventura de Sousa Santos, etc. Por otra parte, no entiendo de dónde saca que los firmantes del texto de Articulación plebeya estén proponiendo renunciar a Marx y sustituirlo por Isaiah Berlin, Karl Popper y Norberto Bobbio. Ahora sí que estamos en problemas, Houston. Esto ya es confundir la ideología (peor, una lectura extrema y dogmática de ella) con la ciencia.

Vamos por partes, lo primero: Hans Kelsen es una de las cumbres, quizás la más alta, del pensamiento jurídico del siglo XX. Maestro de la Teoría del Derecho, del Derecho Constitucional y del Derecho Internacional Público, padre del Tribunal Constitucional y uno de los inspiradores de la Carta de las Naciones Unidas. En política, Kelsen fue un demócrata radical, amenazado de muerte por los nazis, lo que le costó el exilio, y que criticó por igual en su inmensa obra a los liberales ortodoxos y a los marxistas ortodoxos. Los primeros lo consideraron socialista, y los segundos, anticomunista. Como señal de ecuanimidad científica, no está nada mal. Humildemente, le recomiendo al compañero Kohan que lea el clásico estudio de Óscar Correas, el gran jurista marxista, teórico y antropólogo del Derecho, recientemente fallecido, sobre Hans Kelsen, titulado El otro Kelsen ( UNAM, México, 1989)

Ítem más: que Karl Marx fue quizás el último gran filósofo ilustrado, heredero genial de la milenaria tradición republicana, que conocía bien por su formación como jurista, gran conocedor de los clásicos griegos y romanos. Baste recordar, como prueba al canto, que su concepción del trabajo asalariado como esclavitud a tiempo parcial la tomó de Aristóteles, a quien consideraba el más grande filósofo de la historia.

Es imposible separar, o aún peor, mutilar del socialismo sus ideales ilustrados y republicanos, so pena de convertirlo en el socialismo de cuartel que tanto detestaron Marx y Engels.4

Y aún más: Karl Popper y Norberto Bobbio, con todas las críticas que legítimamente se les pueden dirigir, son dos autores cuya obra resulta de lectura obligatoria, el primero, como epistemólogo es uno de los más influyentes del siglo XX, aunque su filosofía política resulte bastante inferior; el segundo, es uno de los teóricos del Derecho más respetados del siglo pasado, miembro de la resistencia antifascista, y durante toda su vida defensor de una confluencia entre el liberalismo y el socialismo, quizás equivocada, pero en todo caso respetable. El maniqueísmo de oponer como absolutos irreconciliables a los que consideramos "nuestros" con los que son "del enemigo", resulta realmente lamentable, y repite las viejas posturas sectarias que tanto daño han hecho al pensamiento y la práctica política de izquierda, como el propio Kohan sabe muy bien.

Por otra parte, considerar la defensa del Estado de Derecho como fetichismo jurídico resulta digno de cualquier político de extrema derecha, de los que pululan hoy. Se le hace un flaco servicio al socialismo oponiéndolo al Estado de Derecho o a la república democrática. Si algo demostró la debacle del "socialismo real" es que la república democrática, los derechos humanos o el Estado de Derecho son parte integrante de la mejor tradición socialista, como heredera que fue de la tradición republicana, y sin ellos no puede sobrevivir. Los socialistas y comunistas originarios, de Babeuf a Marx y Engles, eran autoconscientemente republicanos. Basta con leer sus textos para comprobarlo. Como muestra, dos botones, el primero de Marx, en la Gaceta Renana, nº 132, 12 de mayo de 1842:

"(...) pues la libertad reconocida jurídicamente existe en el estado en forma de ley. Las leyes no son medidas represivas contra la libertad. Las leyes son, antes bien, las normas positivas, luminosas, universales, merced a las cuales la libertad ha ganado una existencia impersonal, teórica, independiente del capricho del individuo. Un código de leyes es la Biblia de la libertad de un pueblo. La ley de prensa es por lo tanto el reconocimiento legal de la libertad de prensa."

 

El segundo de Engels, en carta a Bebel, 28 de marzo de 1875:

"La primera condición de toda libertad: que todos los funcionarios públicos en todos los asuntos relacionados con su cargo puedan ser obligados por cualquier ciudadano a responder de sus responsabilidades ante tribunales ordinarios y conforme al derecho común".

Como vemos, ni Marx ni su gran hermano de lucha concebían no ya el socialismo, sino la misma libertad humana sin leyes ni garantías jurídicas, que son de hecho la armazón institucional del Estado de Derecho (y que, en Cuba, recientemente obtuvieron reconocimiento constitucional con el artículo 99 de la Constitución de la República, que aún espera por la ley de desarrollo que la haga operativa).

Ya refiriéndonos específicamente a Cuba, nunca se insistirá lo suficiente en que la propia existencia de la nación cubana es inseparable de la tradición republicana.

Cuba fue pensada como república democrática cuando aún era colonia del Imperio español, y las ideas y acciones de sus próceres, que los cubanos aprendemos a amar y respetar desde niños: Céspedes, Perucho, Agramonte, Maceo, Martí, Calixto García, entre otros muchos y muchas, llevan la impronta de la tradición republicana y democrática que está en la génesis misma de nuestra patria.

Recordemos que las cuatro revoluciones que marcan, como hitos luminosos, la historia de Cuba: la del 68, la del 95, la del 30 y la de 1959, estuvieron conscientemente dirigidas, las dos primeras, a lograr la independencia de Cuba como república frente a un poder colonial, y las dos últimas, a rescatar la república usurpada por déspotas nativos. En otras palabras, las revoluciones, en Cuba y en todas partes, son medios heroicos para conseguir fines elevados: libertad, democracia, independencia, justicia.

Según su Constitución, Cuba es una república democrática y un Estado socialista de Derecho, términos que contienen y resumen la centenaria historia de luchas del pueblo cubano frente a cualquier dominación externa o interna. Cualquier intento de ignorar o menospreciar estos términos, y su plasmación práctica en leyes e instituciones jurídicas es, no sólo históricamente disparatado, sino políticamente desorientado y lleno de peligros.

En fin, que a estas alturas, venir a oponer a Kelsen al socialismo, o hacer la guerra a la república democrática o al Estado de Derecho, o denostar a artistas e intelectuales cubanos en el legítimo ejercicio de su derecho a la libertad de opinión y de expresión, nos devuelve (en el discurso al menos) a la época de los manuales estalinistas que con tanta pasión y talento el propio autor criticó (o más bien, demolió) en su magnífico libro Marx en su (tercer) Mundo. Y aclaro, para evitar cualquier malentendido: estas líneas, escritas desde el respeto que merece todo compañero de ideales y luchas, pretenden ser apenas una llamada de atención, para que prime la lucidez, sin demonizaciones ni sectarismos, en todo debate político, y termino con sus propias palabras, que me parecen excelentes:

"¡Lucidez, lucidez, lucidez! Es decir: más y mejor socialismo. Esto vale - humildemente así pensamos, como internacionalistas solidarios con la revolución cubana - para todo el mundo involucrado en el debate.

En cuanto a las instituciones cubanas: lo más sabio e inteligente sería evitar cualquier tentación dogmática de caza de brujas, demonizaciones arbitrarias o sectarismos estrechos. Tensar artificialmente la cuerda y provocar rupturas, sin distinguir entre (a) reclamos justos y legítimos, y (b) provocaciones mercenarias; constituiría hoy una gran torpeza a la hora de defender la revolución cubana frente al imperialismo crepuscular."

 

1 Bufa subversiva es el título de un libro de Raúl Roa García, de 1935.

2 Sánchez Vázquez, Adolfo: Después del derrumbe, estar o no a la izquierda, en Casa de las Américas, No. 200, 1994.

3 Twain, Mark: Un yankee de Connecticut en la Corte del Rey Arturo, Editorial Gente Nueva, La Habana, 2001, p. 88.

4 Sobre este punto, le recomiendo calurosamente a Kohan que consulte el clásico estudio de Antoni Domènech sobre la tradición republicana en el socialismo, El eclipse de la fraternidad, quizás el más importante aporte a la filosofía política en lo que va de siglo, recientemente reeditado por la Editorial Akal.

 

 

(*) Juan Valdés Paz. Sociólogo cubano. Premio Nacional de Ciencias Sociales. Miembro del Consejo Editorial de Sin permiso.

(*) Hiram Hernández Castro. Candidato a Doctor en Ciencias Sociales por la FLACSO-Ecuador. Máster en Ciencias Políticas (2003) y Licenciado en Historia (1999) en la Universidad de La Habana.

(*) Walter Mondelo. Jurista y profesor universitario cubano.

 

Fuente: AAVV