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El final del túnel y la línea política

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Por Esteban Valenti (*)   

Una acumulación de iniciativas políticas, incluso justas, no es una línea política para una gran fuerza que se proponga importantes objetivos.

Operar la realidad reaccionando frente a las acciones de la nueva situación y de las políticas del nuevo gobierno, tampoco alcanza, hace falta lo que siempre fue un distintivo de la izquierda uruguaya: una línea política, seria, con capacidad táctica y visión estratégica y donde el único objetivo no sea solo recuperar el poder de manera obsesiva.

El poder es como la madre, se siente con mucho dolor cuando se pierde y, muchas veces cuesta horrores acostumbrarse a ser oposición. Lo estamos viendo en estos días.

Para esa compleja labor de que un agrupamiento de fuerzas construya un relato con bases comunes y se trace un claro derrotero político hacen falta cosas esenciales.

Primero analizar críticamente las causas de la derrota electoral con todos sus matices, pero como síntesis de los 15 años en el gobierno. Sin flagelaciones, pero riguroso, a fondo, sin trampas al solitario que serán escollos insalvables a la hora de mirar el presente y el futuro.

Segundo, definir cuál será el estado de situación de la economía y de la sociedad uruguaya a la salida del "Cobicho".

Tercero, cuales son los grandes temas del debate político, cultural e ideológico que sin falta deberán abordarse, y estudiarlos, fundamentarlos y disponerse a dar un debate en serio y no reducir todo a la comparación nostálgica entre el pasado reciente y el presente. Por algo se produjo la derrota, también en el plano ideal. Pero también los nuevos temas que emergen de la crisis mundial de la peste.

Cuarto, los cambios que serán imprescindibles en las fuerzas sociales y políticas de oposición, en su elaboración programática e ideológica, (no de verdades...) también en sus cuadros, en el nivel de los mismos, en sus nuevas formas de organización y de comunicación, que hoy están más emparentadas y entrelazadas que antes y sobre esa base elaborar los planes conjuntos hacia objetivos claros. No los que imponga el adversario, sino los propios y más allá de las formalidades estatutarias. Planes políticos en serio.

Uno de los principales méritos de una fuerza política es tener capacidad predictiva, es realizar análisis prospectivos, es decir saber interpretar las tendencias dominantes de la sociedad, de la economía y naturalmente de la política. Sobre todo cuando se trata de frentes políticos, que deben unir diversas visiones. Y ahora las tendencias de la naturaleza.

Si hay un ejemplo de lo que no hace falta es el resultado (¿final, parcial?) de un documento de la Comisión de Programa del FA con una colección de sentencias casi  bíblicas, "ultras" en el peor sentido, el del moho y el de la falta de contacto con la realidad y la sensibilidad de la política uruguaya en el 2020 que circuló en estos días en Búsqueda. Es un brulote inofensivo para la derecha y letal para la izquierda.

En medio de este proceso habrá elecciones departamentales y municipales el 27 de setiembre lo que implica incorporar estos temas con mucha fuerza y calidad. No hay la menor posibilidad de construir una línea nacional, sin pasar por una revisión crítica de la experiencia departamental y local y de una línea política y de gobierno sobre el papel fundamental de los poderes locales, apegados a la gente, que luego de esta grave crisis global, tendrán una influencia y un valor muy especial.

Una izquierda que no es capaz de construir proyectos de poder local (departamental y municipal) de renovación profunda, de iniciativa y capacidad de cambio en los nuevos tiempos y con audacia y se anclen en siempre la misma noria, estarán minando su propia existencia y toda posibilidad hacia el futuro y de carácter nacional. Y hay que reconocer que hay grandes carencias y debilidades, así como cambios y avances.

Y ahora viene la parte dolorosa, no se puede avanzar sobre terreno firme, sorteando o barriendo bajo la alfombra el pasado, el análisis de las causas de los procesos que llevaron al 1 de marzo del 2005 y el 1 de marzo del 2020. No hay escapatoria.

No solo porque es fundamental para analizar los factores positivos y negativos que todo el proceso, el papel de los principales factores, orgánicos, personales, de comunicación y sobre todo de la batalla ideal, cultural, que también es un factor fundamental de forja de la propia personalidad colectiva, la unitaria y la de cada fuerza política, sino porque pone a prueba una condición esencial para la izquierda, su valentía autocrítica y su verdadera relación con el poder.

Es una prueba de fuego, en particular en los temas morales y éticos, como lo expresó muy acertadamente el presidente de la Junta de Transparencia y Ética Pública (Jutep), Ricardo Gil Iribarne, que tuvo un nuevo gesto de coherencia al presentar su renuncia. Su papel en la lucha contra la corrupción fue fundamental, sin mirar de que partido eran los responsables y actuando con gran equilibrio y sobre todo rigor, mucho rigor.

En tiempos de debate sobre el papel del Estado y en particular en la izquierda, asumamos que mucho depende de los integrantes de los diferentes poderes, de su calidad y su valor, y Gil Iribarne demostró cabalmente ser un verdadero servidor público, asumiendo todo el peso de su cargo y de sus responsabilidades.

No puede ser que el transcurrir del tiempo, o los fanáticos en las redes sean lo que coloquen en el orden del día temas claves para revalorar y renovar las definiciones de la izquierda, del republicanismo sobre la corrupción, el desvío del poder, el uso indebido de los recursos y la confianza pública y en general la compleja relación entre el poder y su abuso y su utilización indebida, no solo en los aspectos económicos sino en sus privilegios y sus excesos. Hay gente que le hizo mucho daño a la izquierda, a su imagen y su esencial, y está de vuelta. Se le terminaron las vacaciones a Raúl Sendic y afirma que "no se ve fuera de la política", mientras que otros en las redes y en la estructura del FA levantan la voz para reivindicar sus acciones y atacar a los que los criticamos. Ese es un suicidio político, pero mucho más grave es una hoguera donde se quemarán los rasgos más nobles de la política y de la izquierda.

La inmoralidad no tiene patente única, pero asumamos el papel devastador que tiene la para la izquierda, no hay la mínima coherencia en luchar por un mundo más justo, por una distribución más justa y democrática de la renta y de la riqueza y participar de formas de apropiación indebida del dinero del pueblo, del aporte de los ciudadanos a las arcas públicas o del derroche a manos abiertas de esos recursos. Hay bibliotecas enteras escritas sobre esa insalvable contradicción. No se puede convivir con ella, haciendo silencio sobre los errores y horrores cometidos. Pero la inmoralidad, luego de variadas experiencias, es un tema político para la izquierda y no solo moral o ético.

Aunque ese no puede ser el único ni el tema central de un análisis crítico, hay muchos otros aspectos, como la flotabilidad en el 3er gobierno del FA, la reiteración de recetas clásicas en materia de macroeconomía y el desapego con los temas relacionados con la micro economía y en particular con las micro, pequeñas y medianas empresas urbanas y rurales, la fractura creciente con el campo, luego de los cambios importantes y positivos y, naturalmente el tema de la inseguridad y la educación.

La actitud no puede ser esperar el fracaso de las actuales autoridades en los temas más sensibles para justificar nuestras parálisis y desvíos, no es un concurso al menos malo, es la histórica disputa por la felicidad pública, por activar las palancas del desarrollo sostenible y socialmente democrático, con la máxima libertad.

No tengo idea si ese proceso de elaboración y de discusión se está dando en forma subterránea entre los principales cuadros y partidos del FA, pero lo que aparece está verdaderamente muy lejos. Demasiado.

(*) Periodista, escritor, director de Uypress y  Bitácora. Uruguay.