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Izquierda y ecología

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Por Esteban Valenti (*)

Es un momento muy importante para analizar esta relación entre las diversas posiciones políticas y la ecología. Estamos en vísperas de elegir y definir el rumbo del país por 5 años. A eso se agrega la movilización en el mundo, sobre todo de jóvenes reclamando cambios en las políticas de protección y de agresión al medio ambiente.

En el Uruguay hay cambios culturales innegables en los últimos años, nos gustarán más o menos, pero existen y se pueden comprobar. El feminismo y el tema de los derechos de la mayoría (las mujeres) y de las minorías se expresan en forma constante, pero la marcha de la diversidad es realmente impresionante. Y explotó hace 10 años y crece en forma permanente.

La lucha por los derechos humanos, expresada en su momento culminante en la marcha del 20 de mayo es también un cambio muy importante, porque una parte muy grande de la sociedad, no toda, asumió la gravedad de las violaciones de los DD. HH. durante la dictadura y el tema de los desaparecidos. La campaña electoral demuestra y confirma que hay un sector de uruguayos que tiene una visión muy diferente, de justificación de esas atrocidades, no nos hagamos los desentendidos. Y que no se manifestaban, pero que siempre estuvieron allí.

En proporción a la gravedad e importancia de los temas, donde no se produjo un cambio social, cultural y político como los anteriores y de acuerdo a su importancia planetaria y nacional es en la defensa del medio ambiente.

¿Hay algo peor, más grave que los peligros latentes y en algunos casos presentes que amenazan al planeta como es el caso del calentamiento global. Los que lo niegan, tienen la misma mentalidad que los que niegan los derechos de las mujeres y las violaciones a los derechos humanos, en general hasta coinciden culturalmente y hasta individualmente. Son reaccionarios en todo el significado de esta expresión, son de derecha. Se podría decir que son rasgos típicos de cierta derecha, como la xenofobía.

No toda la derecha tiene esas ideas, pero el que tiene esas ideas casi seguramente es de derecha. Por contraposición, los que pensamos - con muchos matices - de manera diferente tendríamos que ser de izquierda. No es tan simple ni tan claro.

La izquierda uruguaya, no tiene una elaboración teórica, ideológica y cultural sobre los temas medioambientales. Y es por ello que no ha influido en un cambio en la sociedad, en una movilización proporcional en la sociedad.

La diferencia bidimensional tradicional de la izquierda, entre el capital y el trabajo, no tiene una relación mecánica con los temas ecológicos. ¿En la izquierda no deberíamos incorporar con mucha fuerza una nueva dimensión de nuestro análisis, no solo para los programas electorales, sino para definir nuestra propia identidad que refiera a la relación, ecología, capital, ganancia, trabajo, progresos y futuro del planeta?

Un análisis sin modas e impulsos demagógicos, sino mirando hondo en nuestra historia - la de la izquierda - en nuestra tradición de fraternidad mundial entre los pueblos y que contenga una seria referencia a una piedra angular para la izquierda, el progreso y la justicia social.

No hay dudas y solo los defensores a ultranza de la explotación sin límites de los bienes materiales para obtener ganancias que niegan los peligros del calentamiento global, a pesar de los datos científicos, pero también de las experiencias concretas a las que asiste el clima en el mundo, que si incorporamos el peligro para la vida humana, para la vida en general derivada de la agresión medioambiental, que no puede haber una idea seria de progreso, sin políticas verdes integrales, no hay futuro de progreso.

El verde tiene una base esencialmente progresista.

Los principales y los primeros perjudicados por los desastres medioambientales, en especial el cambio climático, son y serán cada vez más los más débiles, los más pobres. Y naturalmente las nuevas generaciones. Hoy ya está sucediendo, en la medida que este sea un proceso irreversible esto se acentuará. Nos afectará a todos, pero los más ricos, encontrarán y construirán sus refugios. No tengan dudas. Es decir que una medida justa de la importancia de la ecología es su valor universal, pero también su protección a los más indefensos. Es y será cada día más un factor de justicia social.

Hay otro aspecto relevante, sin el estudio y la creación de nuevos elementos tecnológicos no podremos detener el cambio climático y esa debería ser una prioridad absoluta. Solo con reducir la emisión de gases de efecto invernadero ya no detendremos los futuros desastres.

Para esas nuevas tecnologías se requieren enormes inversiones, experimentaciones, no solo a escala de laboratorio, sino sobre el territorio con costos muy elevados. ¿Quién se hará cargo de esas inversiones que no tienen aseguradas ganancias proporcionales e inmediatas?

Sobre el ecologismo, existen variables muy importantes, desde el ecosocialismo al ecoliberalismo, no todo el amplio abanico piensa y actúa de la misma manera. Pero las fuerzas de izquierda deben incluir en sus reflexiones, en su creación teórica y en su práctica cultural y gubernamental, aspectos claves, como la producción y la productividad y el medio ambiente.

Las tendencias a la robotización de determinadas funciones productivas y los nuevos puestos de trabajo con su relación a la contaminación ambiental. Las tecnologías no son neutras, el marketing no es neutro, el mercado y sus tendencias no son neutras y la educación no es neutra en absoluto. Necesitan marcos de referencia teóricos y políticos.

No se trata de gritar cuando aparecen las cianobacterias, o se incendia el Amazonas o las inundaciones son cada día más frecuentes y graves, sino de incorporar los temas del medio ambiente entre las mayores prioridades de nuestro futuro, sobre todo para un país con las características productivas del Uruguay.

Tampoco podemos sensibilizarnos solo cuando el agua crece en su valor universal y nos entra el miedo de que se transforme en un factor de conquista y de disputa de nuestra soberanía. Hay que tener una mirada mucho más profunda y de auténtica izquierda, es decir con un sentido crítico.

Eso implicará sin duda tener que afrontar contradicciones, importantes. No hay duda que la producción industrial, pero también la ganadera, lechera, forestal, los servicios logísticos en gran escala, la matriz energética y su aplicación a la vida social y a la producción y la ecología son parte de esas contradicciones, que no podemos responder de manera simplistas proponiendo retroceder en el proceso productivo. No va a suceder, porque las fuerzas que lo impulsan son muy poderosas, pero tampoco debemos resignarnos a que son una fatalidad. Requieren marcos normativos, controles, capacidad de respuesta e iniciativas propias.

Los nuevos bosques, por ejemplo, deben ser analizados en su complejidad, en la evolución de sus plantaciones y el suelo y el agua y en la capacidad de absorción de CO2.

La producción verde de alimentos animales y vegetales cada día requerirá más inversiones, más calidad y confiabilidad ambiental. Lo mismo que la substitución de los elementos contaminantes, como todos los derivados de los hidrocarburos. En Uruguay no hay una mota de hidrocarburos, eso que fue sin duda una debilidad, puede transformarse en una gran ventaja, si las nuevas energías limpias desplazan a nivel del transporte, del consumo domiciliario y de la producción y los servicios. Los sellos verdes, tendrán cada día más valor comercial. Bien ganado, si son bien en serio.

Otro concepto básico es que la producción verde debe incluir el concepto de solidaridad, de producción circular entre las diversas cadenas. Y podríamos y vamos a seguir analizando este tema con ustedes.

Hay dos revoluciones que imprescindibles que cambiarán radicalmente el planeta, la igualdad plena de derechos de las mujeres y los hombres, la revolución feminista hecha por hombres y mujeres y la revolución verde.

Entre los enemigos principales de las revoluciones están los extremismos y tanto a nivel de feminismo como del ecologismo existen esas corrientes, que transmiten la idea de que lo que hay que hacer es paralizar al mundo y mejor aún retroceder en su etapa rupestre y pre industrial para preservar el medio ambiente, en lugar de ayudar a la batalla de las ideas, por el absurdo hacen más difícil el debate y el avance y son aprovechados por los adversarios de las grandes corrientes ecologistas. En algunos sectores de la izquierda - por ejemplo - ante la carencia total de ideas sobre la lucha contra el sistema, lo substituyen todo por la ideología de género. Y no hay que confundir el verdadero feminismo con esa visión parcial y ultra. Revoluciones auténticas.

El tema del medio ambiente es un tema muy poco discutido entre los grandes partidos protagonistas de esta campaña electoral, incluyendo la llamada izquierda.

(*) Periodista, escritor, director de UYPRESS, BITACORA. Uruguay