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Volvió el miedo a la recesión que está por venir

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Por Francisco Louça (*)

Si el riesgo para la economía europea es el peligro alemán (y el miedo al 'Brexit'), para la economía mundial es Donald Trump.

En estas cosas del vaso medio lleno o medio vacío siempre hay dos historias verosímiles: por un lado, nunca la economía de Estados Unidos había crecido tanto tiempo seguido, por otro, la caída de los pedidos industriales empuja a la economía alemana a la recesión y China tiene el peor resultado de dos décadas. Pero parece que hay una exuberante confianza, que los inversores están dispuestos a pagar por tener deuda alemana a 30 años, deuda suiza a 50 años e incluso deuda pública portuguesa incluso a medio plazo. Las dos historias no parecen conciliables, y sin embargo, todo ello es fáctico. Resolver la paradoja diciendo que se viene encima una crisis, aunque no sabemos cuando, es jugar con las palabras, pero muchos economistas prefieren arriesgarse a engañarse de nuevo. Veamos, por tanto, las condiciones de la crisis y dejemos los horóscopo a los adivinos.

La crisis siempre es en general

Hay por lo menos ocho de las principales economías en recesión o al borde de ella, Alemania, Reino Unido, Italia, Brasil, Argentina, México, Rusia y Corea del Sur. Es suficiente para arrastrar a Europa y la mayor parte de los países emergentes. Siempre es así: la crisis es general o no es crisis. Y en este caso, está alimentada por la falta de demanda efectiva, o lo que es lo mismo, por la sobreproducción en algunos sectores clave. Por otra parte, la escasa demanda está sostenida artificialmente por bajas tasas de interés (que pueden continuar) y petróleo barato (que es dudoso que se mantenga). Es decir, la solución de los últimos años fue la creación de una burbuja económica en el mercado de valores en los años 90, en el inmobiliario entre 2002 y 2007 y ahora de nuevo activos financieros inundados de liquidez generada por los bancos centrales. El capitalismo financiero genera la burbuja, vive de la burbuja, y tiene miedo que reviente.

En una palabra, en estas economías lo que faltan son salarios e inversiones. Ahora ya hay indicios de que la inversión de capital se va a reducir a nivel mundial, y las inversiones en capacidad productiva, generadoras de empleo, hace mucho que caen. La incertidumbre resultante está enmascarada por el efecto positivo de este temor: las inversiones financieras corren a refugiarse en la deuda pública, que está garantizada, por lo que las tasas de interés caen, aliviando las presiones presupuestarias en países con un alto ratio de deuda soberana. La inversión no existe.

El peligro alemán

Aquí es donde aparece el "problema alemán", como dice Paul Krugman. La "locura de la austeridad" o la "ruinosa obsesión alemana contra la deuda pública", escribe, ha reducido la capacidad productiva y el empleo sostenible, impone normas absurdas, tales como la prohibición constitucional de aumentar el gasto para financiar un déficit estructural superior al 0,35% del PIB. Alemania tiene ahora un exceso de cuenta corriente del 7,4% del PIB y un superávit fiscal del 1,7%, incluso con estas espléndidas cifras va camino de una recesión (aunque ligera, con una caída del 0,1% en el segundo trimestre), después de haber aplicado sacrificios inútiles a sus socios. Desde 2012 Alemania tiene un déficit cero y en ese momento había un 11% de paro registrado en la zona euro, dado que Schäuble y Merkel exigieron una disciplina draconiana que prolongó la recesión y en algunos casos hizo más difícil la recuperación. Incluso hay un problema alemán.

Esta política de austeridad externa con excedente nacional fue la forma germánica y egoísta de extender la restricción de la demanda agregada, lo que agrava los problemas inmediatos y futuros: ni siquiera se ha comenzado a crear una economía que responda al envejecimiento de la población ni ha habido la inversión necesaria en infraestructura para la transición climática. Por el contrario, se ha impuesto a toda Europa un mecanismo de austeridad que precipitó la privatización, aumentó los impuestos, las fusiones bancarias y otras desafortunadas aventuras. Pero eso reforzó la compresión de la demanda y por lo tanto se multiplicaron las condiciones de la crisis. Ahora, desesperada y en recesión, Merkel pondera poner en marcha un programa de gasto de 50 mil millones de euros.

Las señales de humo

Si el riesgo para la economía europea es el peligro alemán (y el miedo al 'Brexit'), para la economía mundial es Trump. A pesar de haber pospuesto las nuevas tarifas anunciadas el 1 de agosto, y penalizar las exportaciones chinas, el presidente de Estados Unidos vuelve la mirada hacia Europa y lanza nuevas amenazas. Esto crea dos focos de incendio: una guerra comercial con China (y en Europa, vamos a ver lo que ocurre con las exportaciones de automóviles a EE UU) y la incertidumbre en los mercados de capitales, al que todo le asusta. Uno de los peligros es que aumenten los diferenciales de las obligaciones aun cuando baja el interés de la deuda pública, y algunas empresas muy endeudadas empiezan a tener dificultades, precipitando las quiebras - lo que puede agravar la guerra comercial. Y esta la estamos ya sufriendo.

 

(*) Francisco Louça catedrático de economía de la Universidad de Lisboa, ex parlamentario y miembro del Bloco de Esquerda, actualmente es Consejero de Estado.

Fuente: "Express", 24 de agosto 2019

Traducción: G. Buster