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Los militares y la sociedad en Uruguay

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Por Esteban Valenti (*)   

Los militares uruguayos demostraron en una semana, a 34 años del fin de la dictadura que el pacto de silencio, que se transmite de generación y generación se ha confirmado plenamente junto con otro elemento muy grave, los militares se siguen considerando un sector separado y diferente al resto de los orientales. Ante la ley y ante el honor.

Ese pacto de silencio no funciona solo entre los culpables y participantes de las graves violaciones de la Constitución y de los derechos humanos sino en generaciones posteriores y existe no solo por razones estructurales, de la cadena de mando que nunca se modificó, sino por una ideología, una cultura que se mantuvo y se fortaleció con la complicidad de diversos civiles y debilidades extremas del poder político.

Es el tema pendiente más importantes y más grave que tiene la institucionalidad democrática y la sociedad uruguaya. Que teníamos bastante olvidado, no por descuido, sino porque hubo un modelo, un plan específico para ir enterrando a través del tiempo el pasado reciente.

Lo primero no es de carácter institucional, es una profunda deformación cultural que no hemos analizado, hemos ignorado y otros han promovido, consciente o inconscientemente. En esa sub cultura con tan poca base democrática se apoya todo lo demás. Y debemos asumir que la inmensa mayoría convivimos con ella. Y se basa directamente en la mentira y en el ocultamiento de sus propias responsabilidades.

Con este oprobio convivimos de maneras diferentes, la inmensa mayoría ignorando la situación, los militares no hacen ruido desde hace varios años, cuando aparecen tienen que ver con protección ante catástrofes naturales o sindicales (ADEOM) y algún detalle de las misiones de paz de la ONU, donde es notorio que las tropas uruguayas son reconocidas por su profesionalidad. Recordemos, hace muchas décadas que son profesionales y no reclutas.

Siempre me llamó la atención, debe ser por ser demasiado cándido, como en las misiones de paz pueden jugar un papel de pacificación, con buenas relaciones con poblaciones lejanas, totalmente ajenas y pueden ocultar y aceptar los horrores que cometieron ellos durante la dictadura, con sus compatriotas. Y las siguen cometiendo, porque negarle a una madre, un padre o un hijo llorar frente a una tumba, frente a los restos de sus seres queridos es un crimen execrable y cobarde.

Además de las mayorías que nos manifestamos los 20 de mayo de todos los años, hay otras realidades que no pueden pasar desapercibidas y entreveradas en la visión general, son los políticos uruguayos y su papel y su responsabilidad.

Primero el entonces presidente Julio María Sanguinetti y su sector político, es el autor intelectual y político de la cultura de olvidarlo todo y si fuera posible de perdonarlo todo (tupas y militares al mismo nivel) y de su resultancia institucional: la ley de impunidad, sin su artículo 4, que lo ignoró durante toda la década de sus gobiernos. Esa cultura en lo fundamental se ha mantenido inconmovible y allí sigue, ahora de candidato y con la paradoja que ahora Sanguinetti habla de los desaparecidos. Patético.

Los blancos, en particular el herrerismo desde su gobierno y sus conspiraciones con y entre los militares, con su silencio cómplice, cuando el crimen de Berrios, las escuchas entre generales y su prolongado desentendimiento y su pasividad total. Está un par de escalones más arriba de Sanguinetti, no más.

Jorge Batlle, que por primera vez desde que volvimos a la democracia, formó la Comisión para la Paz que por un lado obtuvo algunas informaciones importantes y por otro, confirmó la actitud de los militares y de los MPP y el pacto de silencio.

En la otra vereda las diferencias son todavía más graves. Comencemos por los principales responsables civiles de la "omertá" de los militares, el MLN, desde su máximo referente José Mujica, que lo hizo explícito cuando dijo que el reclamo de Verdad y Justicia y toda la situación solo se resolvería, cuando todos estuvieran muertos. Obviamente incluidos los familiares de los desaparecidos... Y el principal pero no único ejecutor de ese pacto, Eleuterio Fernández Huidobro, fiel cancerbero de la impunidad, que tuvo una sola ventaja, lo hizo explícitamente. Y el MLN (sus residuos) que incluso en este último episodio, algunos de sus legisladores hicieron declaraciones sin ninguna vergüenza.

Esta actitud no es una casualidad, es un pacto que comenzó a finales de 1972 y que se consolidó durante la democracia y alcanzó su zenit durante el gobierno de Mujica y el segundo de Vázquez. Mientras que durante el primer gobierno de Vázquez, otra fue la actitud, otra la ministra (Azucena Berruti) y otros los colaboradores de Vázquez (Gonzalo Fernández). Y los resultados fueron diferentes, no se destruyó el pacto, pero se filtraron datos entre las grietas y aparecieron restos de desaparecidos y se aplicó el artículo 4 de la ley de caducidad. Si había alguna duda todos los restos de los desaparecidos aparecieron en unidades militares.

En este tercer gobierno del FA la cultura de la impunidad y con ella lo peor, la idea de que los militares, sobre todos los del ejército, viven en un mundo diferente, incluso con otra moral y otras obligaciones legales que el resto de los uruguayos se ha reforzado. Este último episodio, el de los Tribunales del deshonor, es la máxima expresión e involucró a dos comandantes en jefe del Ejército, cinco generales integrantes de los Tribunales y a través de una injusticia mayor se intentó vincular al ex Ministro de Defensa Jorge  Menéndez. Y en última instancia involucra directamente al propio presidente Tabaré Vázquez.

Si faltaba una confirmación, en declaraciones a la prensa, el mismo día que asumió como nuevo comandante en jefe del Ejército el General Claudio Feola, declaró que el ejército no encubre asesinos... pero se negó a repudiar las desapariciones ocurridas durante la dictadura "No voy a repudiar porque no sé si están confirmados a no". Feola ni siquiera conociendo los resultados de los Tribunales del deshonor reconoce que hay desapariciones. https://www.elobservador.com.uy/nota/feola-dijo-que-el-ejercito-no-encubre-asesinos-pero-se-nego-a-repudiar-desapariciones-20194813845

La declaración intentando aclarar sus dichos, surgidos desde el fondo de sus convicciones, no arreglan absolutamente nada. Esa es la reacción unánime de los máximos oficiales del Ejército, muchos de ellos sin la mínima participación en la dictadura, pero si en el pacto cívico militar del silencio.

La continuidad de la vigilancia sobre esa cultura de la impunidad está asegurada con la designación del nuevo sub secretario de Defensa, Ing. Agrónomo Andrés Berterreche. En realidad todos sabemos el motivo de su designación, tiene que haber un representante del MPP. Y la gran mayoría de los cargos en el Ministerio de Defensa, como el director General de Secretaria y varios directores de las principales direcciones del MED siguen siendo del MPP. Veremos que hace Bayardi, el nuevo ministro.

El resto de la izquierda, me incluyo, nos hicimos los distraídos y aceptamos más o menos pasivamente esta situación e incluso nos callamos ante un relato sobre el papel jugado por los tupamaros en la lucha y la resistencia contra la dictadura, que además de ser una reverenda y total mentira, es la base conceptual de su papel hegemónico en el FA para relacionarse con los militares. La teoría y la práctica de los dos combatientes...

Lo peor es que creímos que solo se trataba de una injusticia histórica, cuando es mucho más grave, es la base sobre la que se edifica todos los días el pacto del silencio. Aunque muchos no quieran reconocerlo.

En 34 años de democracia, en 14 años de gobiernos del Frente Amplio no se hicieron los cambios profundos, irreversibles para realmente terminar con las bases ideológicas y culturales del pacto de silencio y mucho peor, de la fractura que sigue existiendo entre los militares y los civiles en el Uruguay.

No se reformó adecuadamente la formación en las escuelas militares, apenas se las maquilló, no se hicieron los cambios internos en las fuerzas armadas y se permitió y se premió la existencia de los Tenientes de Artigas y del sector de la masonería, con sólidos vínculos con la Presidencia y sus principales funcionarios y solo en algunos momentos puntuales, como la expulsión de comandantes en jefe en tres oportunidades y de cinco generales de un plumazo, se dieron señales de firmeza del poder civil. Con un detalle no pequeño, no se llegó hasta el hueso en las responsabilidades al más alto nivel del poder político, que todos esperamos que lo hagan los fiscales. Veremos.

El colmo es que todavía sigan existiendo los Tribunales Militares, que han demostrado una vez más que manejan una "moral" totalmente diferente a la de los comunes mortales. No afecta el honor del Ejército  que un asesino, torturador y ocultador de los restos de un prisionero lo confiese ante el tribunal, y para el comandante en jefe Guido Manini Ríos no merece el inmediato pasaje a la justicia y lo único condenable es haber dejado preso a un colega, Juan Carlos Gómez durante 3 años por un crimen que TODOS, entre los oficiales conocían perfectamente que era inocente. Y se callaron. Ese es el honor, incluso de los que no pasaron por los Tribunales del deshonor.

Mientras tanto TODOS  también sabían perfectamente quien fue el asesino de Roberto Gomensoro y de María Claudia García Irureta Goyena, la joven madre asesinada poco después de dar a luz y secuestrada su bebé Macarena Gelman y entregada a un policía. El pacto de silencio implica que entre ellos conocen prácticamente todo, para comprometerse, para asegurar el silencio. ¿Dónde se quiebra? Cuando dos asesinos como Gavazzo y Silveira declaran ante un Tribunal militar, es decir ante sus pares con la firme convicción de que todo quedará oculto. Y explota, no porque el gobierno democrático y del FA lo dio a conocer las confesiones, sino porque un periodista las publicó.

Usando el mismo método que el presidente utilizó en su reciente discurso en el Antel Arena nos preguntamos ¿Qué hubiera pasado si Leonardo Haberkorn no hubiera divulgado el contenido de las actas? Voy a ser pesimista o mejor dicho realista, no hubiera sucedido nada, absolutamente nada.

Podemos salir de este episodio siguiendo con nuestra distracción ya a esta altura histórica y patológica o estar dispuestos a realizar los cambios de fondo que las Fuerzas Armadas uruguayas están necesitando desde hace 34 años, haciendo realidad de que somos todos iguales ante la ley y en sociedad y que el artiguismo no se extinguió en los cuarteles.

(*) Periodista, escritor, director de UYPRESS y BITACORA. Uruguay.