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1º. de marzo de 2020

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Por Esteban Valenti (*)

Tendremos que pasar por diversas instancias electorales, las elecciones internas en junio, en octubre las elecciones del Parlamento y la primera vuelta de las presidenciales y, en noviembre elegiremos al nuevo Presidente de la República. Lo hacemos regularmente desde 1984, desde que reconquistamos la democracia.

Yo voy a proyectarme un poco más allá e imaginar que el 1 de marzo del 2020, tendremos un nuevo gobierno y un nuevo parlamento.

La política en el mundo y en el Uruguay se ha hecho descriptiva, cuando en realidad una de sus principales funciones es prospectar cuáles serán los caminos, los desafíos, los problemas y las posibilidades que afrontarán las sociedades.

No voy a realizar adivinanzas sobre los resultados, pero si voy a aventurarme en algunas situaciones que tienen bases muy sólidas y que condicionarán los próximos cinco años. Nadie saldrá electo en la primera vuelta presidencial del mes de octubre, por lo tanto sin ninguna duda habrá balotaje en noviembre. La integración del parlamento, la distribución de las diferentes fuerzas políticas en el Senado y en la Cámara de Diputados, tendrá una importancia mayor que en las tres últimas elecciones. No habrá mayorías del partido de gobierno, sea el que sea. Con los datos que se manejan actualmente y un poco de olfato político, no creo que esta última afirmación sea muy arriesgada.

Esta situación determinará que el próximo gobierno deberá construir mayorías parlamentarias, o en forma permanente a través de una alianza para gobernar o, de forma circunstancial ante cada instancia parlamentaria. Lo que implica que será necesaria una capacidad de negociación, de articulación política muy superior a la que hemos vivido hasta ahora.

El nuevo gobierno tendrá que afrontar una serie importante de problemas. No una crisis. Porque es mala práctica, ser imprecisos y truculentos a la hora de analizar las realidades. La precisión es una virtud en política y en muchas cosas de la vida.

No será una crisis, pero tampoco será el mundo de las maravillas que nos quieren hacer creer desde este gobierno. Nada indica que en estos 12 meses que faltan el actual gobierno hará algo más que esperar que se concrete el acuerdo con UPM2 y se comience la construcción de las infraestructuras para su funcionamiento, el ferrocarril central y el puerto especializado para la celulosa.

Gobernar es elegir las prioridades. Si alguna de las fuerzas y partidos políticos que disputan el gobierno les prometen que abordarán y resolverán todos los problemas, desconfíen. Comienzan muy mal.

Obviamente de acuerdo a mi opinión, los temas centrales serán:

Primero que el país reinicie una senda de crecimiento productivo de bienes y servicios sostenido y sostenible, sobre el que se asiente el progreso nacional y poder abordar los problemas sociales que tenemos. Algunos realmente urgentes.

Para ello tendrá que considerar la principal hipoteca es la deuda pública y el costo de esa deuda, el llamado servicio de la deuda, a lo que hay que agregar los costos anuales de las PPP, de las obras construidas por participación público y privada. Que muchos "distraídos" no consideran en los cálculos.

No es algo "técnico" para especialistas, es una parte importante de nuestro trabajo el de todos, que tendremos que destinar a pagar a los acreedores. De la pericia, la capacidad en el manejo de los ingresos y egresos del país y del estado, dependerá el éxito del futuro gobierno. Seguir por esta senda sin cambios que reduzcan el déficit e inviertan la tendencia al crecimiento de la deuda pública y de los costos de esa deuda, vamos hacia el precipicio.

Segundo. No son número fríos, estadísticas, tienen que ver con nuestras vidas. Tomemos por ejemplo el que yo considero que es el problema social más urgente que afrontamos los uruguayos, el que influye en todo, en la delincuencia, en la inseguridad, en la calidad de vida de nuestra gente: la vivienda. Tenemos más de 60 mil familias (unas 300.000) personas viviendo en condiciones habitacionales de indigencia.

Y eso reclama mucha imaginación, mucha inteligencia, mucho dinero y mucha tenacidad y sensibilidad social. Si los asentamientos, que ya suman 656, siguen creciendo, como lo han hecho sin parar en las últimas décadas, el país seguirá partido por la mitad sin remedio y la valla, la brecha social y cultural se seguirá profundizando.

El tercer problema central, económico, productivo y social, es el trabajo, su cantidad, su calidad, sus salarios, los derechos, pero también algo que hemos olvidado durante mucho tiempo, las obligaciones. Dejarnos de hablar tanto de la cultura de trabajo y practicarla, disminuir las faltas, las licencias por enfermedad y reconquistar el valor insustituible del trabajo bien hecho. Vendrán los robots, la inteligencia artificial, pero siempre habrá necesidad de que las mujeres y los hombres hagan bien su trabajo y ganen lo mismo ambos sexos. Ese sería un cambio radical, no solo justo, sino un avance en el progreso del país. Aunque el alcanzar la paridad entre los géneros, va mucho más allá que simplemente los salarios y tiene que ver con el acceso al poder y con erradicar el machismo de nuestra sociedad. Tarea por cierto muy dura y difícil.

El trabajo tiene una clave inexorable, las inversiones, la generación de nuevas unidades productivas en los sectores de punta, de las tecnologías, de los servicios y en la producción alimenticia agregándole todo el valor y sobre todo la calidad posible. Para aumentar la producción de alimentos tenemos que afrontar inexorablemente los mecanismos productivos para un crecimiento que nos permita alcanzar duplicar la producción de los principales rubros: carne, leche, cereales, madera-celulosa.

El cuarto problema económico, político, social y cultural, es la educación, que no puede seguir siendo un factor de fractura social, tiene que brindarles a nuestros hijos y nietos el acceso a capacidades y habilidades para un buen empleo y a formas adecuadas de convivencia y de cultura y sobre todo debe ayudar a democratizar nuestra sociedad. Esas son inversiones, son docentes de calidad, cambios y avances pedagógicos, en los programas y en el acceso a las nuevas tecnologías. En esto último hemos avanzado mucho.

El quinto problema, que está asociado a los anteriores, pero tiene sus propias exigencias es detener el crecimiento del delito, de su crueldad y gravedad y hacerlo retroceder. Eso no sucederá sin atender todos los problemas sociales, con políticas específicas, con cárceles para la recuperación y no para la docencia del delito, pero con eso no alcanza. Hace falta revisar las leyes, los códigos de acuerdo a los nuevos tiempos, las leyes contra el narcodelito y sus penas que ya no son las adecuadas. Y necesitamos también cambios operativos a nivel de las fuerzas de seguridad, liderazgo, mucha inteligencia y mucho sentido crítico y no dormirse ni en las tecnologías ni en los laureles. ¿Cuáles laureles?

Con una condición IMPRESINDIBLE, la mayor severidad para los delitos de cuello blanco, para dar una batalla frontal contra la corrupción y la inmoralidad, en la actividad pública y privada. Son inseparables.

La sexta prioridad, encadenada a todo lo anterior es dejarse de hablar de la reforma del estado, de sus parentescos o maternidades y diseñarla, y realizarla. Con objetivos claros, más y mejores servicios a nivel nacional y departamental, menos burocracia inútil, gastos e inversiones de mucho mayor calidad.

Sin reforma del estado, que sin duda tendrá sus costos y dolores, no habrá un país de progreso y de justicia. Reformar el estado es también cambiar la mentalidad de los uruguayos. Mientras se sigan presentando 350 mil personas para 970 cargos de funcionarios públicos, la reforma será casi imposible.

La séptima prioridad, y conste que no se trata de un orden de jerarquía, sino de detallar lo que considero que serán los problemas principales del nuevo gobierno, es el medio ambiente. Debemos lograr el equilibrio entre la producción, la infraestructura, los cambios climáticos globales y el cuidado de nuestro medio ambiente. Porque lo que todos tenemos que tener claro que no hay ni un Uruguay "B", ni un Planeta "B". Y se necesitan nuevas leyes y sobre todo que exista una autoridad al más alto nivel que se haga cargo de regular y de controlar todo lo que influya sobre el aire, la tierra y el agua de este país bendecido por la naturaleza.

La octava prioridad serán nuestras relaciones exteriores, porque en este mundo en convulsión necesitamos un rumbo muy claro y de principios, sin debilidades en la defensa de la democracia en todas las latitudes y los derechos humanos. El comercio es fundamental, pero también lo es el prestigio del país.

Y por último, debemos aprovechar y recuperar un sistema nacional de salud, liberado de corporaciones y de intereses secundarios y puesto enteramente al servicio de la gente, de la calidad  de la asistencia y la prevención.

Es fácil de escribir, pero será muy complejo de afrontar todas estas tareas con una visión estratégica, en un mundo que cambia, con grandes avances tecnológicos. Pero lo fundamental seguirá siendo una política con humanidad, con decencia republicana, con humildad de servidores públicos y despojada de toda soberbia. Los uruguayos hemos demostrado en los momentos más difíciles, que podemos salir adelante. Y que no debemos esperar nada que no sea de nosotros mismos.

(*) Periodista, escritor, director de UYPRESS y BITACORA. Uruguay