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El fracaso de la izquierda

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Por Manu Garrido

La derecha ha ganado en Andalucía con los votos de menos de un 30% del censo, de los cuales apenas un 7% corresponde a la ultraderecha.

A la hora de escribir un relato sobre qué ha pasado en Andalucía el 2 de diciembre de 2018, es importante señalar que la derecha -PP, Ciudadanos y Vox- ha ganado solo con 1.8 millones de votos. Y es importante señalarlo porque en Andalucía hay un censo de más de 6 millones de personas. Es decir, que la derecha ha ganado en la comunidad autónoma con menos de un 30% de los votos; de los cuales, apenas un 7% corresponde a la ultraderecha. La perspectiva es importante. ¿Qué es más relevante? ¿El auge de Vox con un 7% de los votos, o el 41,35% de los electores que se han quedado en su casa sin ir a votar?

El resultado, en cualquier caso, es el que es. Y esta vez, para buscar soluciones -es decir, conseguir que vote toda o buena parte de esa gente-, inevitablemente hay que buscar culpables. El trasvase de votos desde el PP hacia Ciudadanos y Vox es el único de estas elecciones que puede entenderse en clave ideológica. Ahora bien, la estrepitosa caída del PSOE y el precario resultado obtenido por la coalición de Podemos e Izquierda Unida no responden a tal consideración, sino a algo mucho más simple: el fracaso de la izquierda en Andalucía.

Granada. Domingo 2 de diciembre por la mañana. Las calles están desiertas. Es el anticipo de una jornada electoral marcada por la indiferencia y el hastío hacia una clase política que no es representativa de nadie. Pilar Rivas, concejal de Equo en el Ayuntamiento, actúa como interventora en un colegio del centro de la ciudad. "Creemos que el camino que tenemos que recorrer es el de sumar fuerzas e ir en conjunción", dice. Entonces, ¿por qué no han concurrido junto a Adelante Andalucía, la principal coalición de izquierdas? "A pesar de que la generosidad de Equo ha sido grande, Podemos e Izquierda Unida no se han creído su propio discurso de construcción colectiva", responde. 

Equo ha conseguido quince mil votos. Andalucía por Sí, la nueva candidatura de izquierdas que bebe del Partido Andalucista, veintidós mil. Son las octava y séptima opciones más votadas, por debajo del PACMA, con casi setenta mil votos. Ninguna de las tres ha obtenido representación parlamentaria. En el caso de Adelante Andalucía, el resultado ha sido peor que el obtenido en 2015, cuando Podemos consiguió 15 diputados e Izquierda Unida 5. Ahora, la suma es de 17. Tres escaños menos y más de trescientos mil votos menos entre los dos.

Adelante Andalucía no solo ha caído en votos, sino que tampoco ha conseguido recoger los casi cuatrocientos mil votos que el PSOE ha perdido en estas elecciones. Esa incapacidad para apelar y movilizar a la izquierda desencantada, sumada a las absurdas y constantes rencillas dentro de Podemos y, por supuesto, a la fallida estrategia de acoso y derribo hacia el PSOE -su único aliado político posible- durante esta campaña, son algunas de las claves para entender el fracaso de la candidatura liderada por Teresa Rodríguez.

Si hablamos del PSOE, las causas resultan aún más evidentes. La caída en picado del status quo socialista en Andalucía, personificado en el ya cadáver político de Susana Díaz, se ha topado con un combinado de abstención y voto de regeneración para Ciudadanos, el gran vencedor de estas elecciones al superar el doble de sus escaños. De 1,4 millones en 2015 a un único millón de papeletas en 2018. De 47 a 33 diputados. El 27,95% de los votos. Son las peores cifras del PSOE andaluz en su historia. 

A mitad del día, las filas socialistas ya lo veían venir. "Se aprecia mucha desmovilización del electorado de izquierda y mucha movilización de los partidos de derechas", circula en grupos del partido. "¿Vamos a permitir que nuestra tierra caiga en manos de la derecha? Hay que llevar hasta el último compañero a las urnas", dice un comunicado que horas más tarde daría paso a la desesperación: "Vamos a hacer repaso de todos los de nuestro entorno para que los que no hayan ido a votar vayan en este rato que nos queda".

De esa alusión constante del partido socialista a "nuestra tierra" me habla más tarde Chema Rueda, miembro del Comité Federal del PSOE. "El relato de 'Andalucía somos nosotros' murió en 2012 cuando ganó Arenas, aunque nos hemos empeñado en estirarlo y ya no da más de sí", comenta. ¿Debe hacer el PSOE autocrítica? "Sí, debe hacer autocrítica a mucho nivel. Creo que el PSOE es un proyecto federal, y no diecisiete proyectos regionales pegados", afirma. 

Del 15M a Vox: en busca de un voto transversal y apolítico

Como diría Rajoy, un vaso es un vaso, y un plato es un plato. Quienes han blanqueado como alternativa a Vox, equiparándolos a ellos mismos y convirtiéndolos en rivales políticos, son los propios representantes de PP y Ciudadanos, conscientes de que su pacto de no agresión les serviría en el futuro. Pues bien, aquí estamos. Vox tiene 12 diputados en Andalucía y tiene en sus manos la llave y cerradura de un Gobierno de derecha. 

No obstante, es llamativo que, tras el resultado de Vox, desde Podemos se hable de recuperar el espíritu del 15M. "Nos toca recuperar el nuevo sentido común que se abrió con el 15M", dice Teresa Rodríguez tras conocer los resultados. En la misma línea, Pablo Iglesias hace un llamamiento a la organización social para defendernos "de la extrema derecha xenófoba, neoliberal sin complejos, machista y que va contra las mujeres y contra la gente trabajadora".

Hay que recordar que el "espíritu del 15M", ese fantasma de las Navidades pasadas que se le aparece a los de Iglesias cada vez que el electorado de izquierda no se comporta como tenían previsto, es o pretendía ser un movimiento transversal y apolítico. El "espíritu de 15M" encarna algo que va en contra de la clase política, de las instituciones, del inmovilismo, de la casta. Un movimiento que trasciende a siglas políticas, ideologías y personas. 

Quizá le suene reciente: es el mismo discurso que ha empleado Vox durante estas elecciones andaluzas. Un discurso en busca del voto rupturista, del votante harto, de la población más vulnerable, esa que ve cómo la política no mejora su vida con independencia de la ideología. "Aquí se reúne la auténtica Andalucía por el cambio", dice Francisco Serrano en la concentración de Vox en Sevilla. Lo han conseguido. Han logrado que "el cambio", ese mantra que han repetido como loros todos los candidatos durante la campaña, adquiera un matiz de revolución particular en su candidatura.

Mientras hablábamos de sus políticas xenófobas, de sus machismos, de sus turbios orígenes, de su ideología de género -solo algunas de las diferencias obvias con respecto al 15M-, Vox se ha apropiado del discurso antisistema que llevó a Podemos hasta las instituciones. "O voto nulo, o voto a Vox", dice una mujer mientras habla de desahucios y sueldos precarios. La incredulidad inicial lleva a una pregunta más importante: ¿qué la ha llevado hasta esa reflexión? ¿Cómo es posible que, para alguien que reclama políticas sociales, Vox sea una opción y el partido surgido del 15M no?

Podemos debe reflexionar y, sobre todo, actuar. Actuar para que los personalismos y las proclamas particulares dejen paso a una izquierda capaz de entenderse y de aglutinar ese voto que no busca siglas, sino políticas que de verdad lleguen a la gente. Un voto que, a día de hoy, corre el riesgo de caer en las garras del populismo de ultraderecha.