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Sangre, saña y saqueo (I) (Contnuación)

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Por Martín Alonso Zarza (*)

Ochenta (1938), cuarenta y cinco (1973) y diez años (2008) después de las grandes operaciones económicas y políticas.

LO QUE DESCUBRÍ EN ARGENTINA ES QUE LA PRESENCIA DE LOS NAZIS NORMALIZÓ SU IDEOLOGÍA Y DEBILITÓ LAS DEFENSAS DEMOCRÁTICAS DE LA SOCIEDAD

La continuidad del nazismo tiene en este punto soporte biográfico: fueron muchos los nazis que llegaron ilegalmente a estos países apoyados por el Vaticano y Suiza. (No solo; en el puerto de Barcelona había una unidad nazi que facilitaba la huida de sus colegas, según cuenta Goñi)8. Lo que no es ajeno a la seducción de los años de Hitler. Es el caso de Perón, quien habría declarado: "Me cortaría la mano antes de romper relaciones con el eje" La aproximación argentina al nazismo fue más ideológica que económica. Durante la guerra el país era formalmente neutral pero resultaban patentes las simpatías hacia Hitler, quien era visto desde las posiciones nacionalistas como un cruzado contra el comunismo, el capitalismo y el materialismo y un defensor del catolicismo. La afinidad entre Iglesia y Ejército se estableció entonces -en 1944 la Virgen María fue nombrada general y sus estatuas aparecían con las fajas distintivas- y se manifestó con toda claridad en la complicidad de la primera, muy cercana a los dictadores, tanto en Argentina como en Chile. Una complicidad de alargada sombra. En 1974, dos años antes del golpe, el ministro de Educación Oscar Ivanissevich, de origen croata y tendencia reaccionaria -su hermana y un sobrino habían ayudado a establecerse en Argentina a criminales nazis- se propuso llevar a cabo una purga en la universidad; con esas miras nombró rector a Alberto Ottalagano, un devoto de Hitler que tituló su autobiografía Soy fascista, ¿y qué? Una vida al servicio de la patria. Ivanissevich había creado un eslogan, aparentemente para disminuir el ruido del tráfico, que se hizo tristemente célebre por aparecer de forma prominente en una de las pancartas de la ESMA: "El silencio es salud" (otra decía: "Avenida de la felicidad"). La dictadura argentina aportó su propio léxico al diccionario del horror; desde la recuperación del eslogan "Noche y Niebla", a la invención de "desaparecido"; por no hablar de prácticas como los vuelos de la muerte o el robo de bebés. Sin olvidar la quema de libros9. Dos elementos a destacar en la mentalidad de los ejecutores: el victimismo -de un enemigo alucinado- y el mesianismo -su objetivo era salvar la civilización occidental y cristiana-. La limpieza de enemigos -30.000 "desaparecidos"- estaba justificada por esta visión. Y una constante en los planos de esta figura replicada: el apoyo a la dictadura fue entusiasta entre las elites, que -recuerda Goñi- consideraban de mal gusto hablar de los "desaparecidos" y de otros avatares de la guerra sucia. 

 

El núcleo argumental de este apartado se encuentra en el Chile de Pinochet. El éxito del golpe contra Allende fue el resultado de la acción combinada de la CIA, del ejército chileno apoyado por las elites, así como -de interés para la proyección hasta hoy- de buena parte de las clases medias y de los Chicago Boys. Walden Bello, profesor de sociología en Princeton lo resume bien a la vez que añade el efecto perspectiva10: "El peligro de una clase media inflamada, que veía amenazados su estatus y sus intereses desde abajo, impulsándola a una posición contrarrevolucionaria que fue inducida pero no manipulada por la elite, quedó confirmado mientras leía sobre los acontecimientos que llevaron a Mussolini y a Hitler al poder". Subraya Bello el papel de la dinámica de clases, con la alianza entre élites y sectores de la clase media unidos por el miedo a las reivindicaciones de justicia e igualdad de los sectores pobres. El sociólogo aprovecha el dato para impugnar la tesis de S. M. Lipset en el sentido de considerar a la clase media como una fuerza democratizadora y observa que puede funcionar en esa dirección y también en la contraria, aliarse con las clases bajas contra las élites y con estas contra aquellas. El caso chileno presenta igualmente un elemento extrapolable: la clase media que hizo posible el triunfo de la reacción acabó convirtiéndose en víctima de la contrarrevolución.

 

En un trabajo imprescindible -y enormemente simbólico porque su autor murió un mes después de su publicación asesinado por la DINA, con ayuda de la CIA, en EE.UU. el 21 de septiembre de 1976-, Orlando Letelier señala el impacto negativo de las políticas económicas impuestas sobre las clases medias y las pequeñas y medianas empresas11. Pero el foco de Letelier va mucho más hondo y señala el protagonismo de los Chicago Boys autóctonos con la bendición y el apoyo expreso de Milton Friedman. El patriarca del monetarismo y mentor económico de Thatcher y Reagan -recordemos los acordes pretrumpianos del último: America is back- había escrito en Newsweek (14/06/1976): "a pesar de mi profundo desacuerdo con el sistema político autoritario de Chile, no considero que esté mal que un economista proporcione asesoramiento económico al gobierno de Chile, como tampoco consideraría negativo que un médico proveyera asesoramiento clínico al gobierno de Chile para ayudarle a terminar con una plaga médica". Fue Friedman quien recomendó como "única medicina" para la economía chilena un "tratamiento de shock" (El Mercurio, 23/03/1975). (No sé cuánto de versado estaba el economista respecto al nazismo y sus epígonos pero parece que no mucho por la elección de la analogía higiénica). Precisamente una de las prioridades de la junta no era otra que "la destrucción del cáncer marxista"; la segunda, la adopción de una economía privada libre y el control de la inflación según la receta monetarista de Friedman. Pero, es obvio, que las recetas económicas no limitaban su influencia al aspecto técnico sino que sirvieron de andamiaje legitimador al régimen, de modo que resultan inseparables de su legado de terror. Vale la pena citar los compases finales de Letelier: "Mientras que los Chicago Boys han proporcionado una apariencia de respetabilidad técnica a los sueños de laissez-faire y a la codicia política de la vieja oligarquía terrateniente y la alta burguesía de los especuladores monopolistas y financieros, los militares proveyeron la fuerza bruta necesaria para conseguir esos objetivos. La represión de las mayorías y la libertad económica para los reducidos grupos de privilegiados son dos caras de la misma moneda en Chile. [...] Por tanto resulta absurdo que quienes inspiran, apoyan o financian esa política económica pretendan presentar su contribución como restringida a consideraciones técnicas, a la vez que dicen querer rechazar el sistema de terror que ella requiere para tener éxito".

 

Además, la posición de Friedman rimaba en consonante con la política norteamericana. En una reunión convocada para atajar la extensión de la infección -de nuevo las metáforas higiénicas- el presidente Nixon y su asesor de seguridad y luego secretario de estado, Henry Kissinger, indicaron al director de la CIA Richard Helms, que era necesario "crujir a la economía chilena" (make the economy scream). Se atribuye a Kissinger una frase que resumiría el meollo de la escolástica neoliberal: "Si hay que elegir entre sacrificar la economía o la democracia, hay que sacrificar la democracia"12. 

 

 

Augusto Pinochet y Margaret Thatcher.

La primera ministra Margaret Thatcher, apologeta de Pinochet y discípula aventajada de Friedman, formuló el dogma del pensamiento único: There is no alternative, TINA, en sus siglas. Como los generales del Cono Sur, la mandataria británica jugó fuerte la carta del nacionalismo en las Malvinas: la victoria le proporcionó el capital de prestigio necesario para... crujir a los sindicatos, mientras seducía a la clase media con el anzuelo del capitalismo popular, una fórmula afín al populismo. 

 

Sin embargo, la compañía de Pinochet no resultaba de todo grata. La fuerza bruta no es estética. Los nuevos arios no tenían la imagen chirriante del uniforme y las botas ni la épica de desfiles y banderas. Bastaba con reconfigurar el poder en el nuevo formato de poder blando, si bien en estos mismos momentos el anticomunismo de la Guerra Fría proveía las proteínas ideológicas necesarias para alimentar la retórica. La Comisión Trilateral (CTL) fue el instrumento diseñado para construir el nuevo argumentario13. 

La CTL fue fundada por David Rockefeller, quien encomendó su presidencia a Zbigniew Brzezinski, luego Consejero de Seguridad del Presidente Carter -a cuya promoción había decisivamente contribuido-. El documento fundacional de la CTL es una pieza central en la definición de un nuevo marco que supone la ruptura del contrato social de la postguerra. No fue obra de economistas sino de dos sociólogos y un politólogo14. En él se dicta un diagnóstico perentorio: "la feliz coincidencia de circunstancias favorables a la democracia [de los últimos 25 años] ha llegado a su fin" (p. 158). Asistimos a una degeneración del sistema que lleva a una "democracia anómica", "enferma de moquillo", consecuencia del "funcionamiento satisfactorio del sistema", que se ha traducido en un declive en el liderazgo norteamericano. La lucha por la igualdad, el crecimiento de la participación política, las fuertes tensiones sociales y la fragilidad de los gobiernos democráticos a la hora de soportar las presiones del electorado (p. 161): en eso consiste la crisis de la democracia. Los expertos comisionados por Brzezinski no sugieren un aggiornamento de las instituciones democráticas para hacerlas capaces de responder a las nuevas demandas, sino unas medidas encaminadas a aliviar la "sobrecarga ejercida sobre el gobierno y la expansión del papel del gobierno en la economía y la sociedad", sobrecarga atribuida a la "incapacidad y reluctancia (unwillingness) de los líderes políticos más destacados a rechazar las demandas procedentes de colectivos sociales numérica y funcionalmente importantes" (p. 164). Encontramos en este texto la motivación para dos acciones complementarias: la destrucción de los actores responsables de la sobrecarga y la reducción de la capacidad de maniobra del Estado. La premier británica, Thatcher, cumplió en los dos frentes de la agenda, siendo una adelantada en la liberalización de capitales y en el desmochado de la clase obrera, medicinas administradas con el edulcorante nacionalpopulista. 

 

LOS ÚLTIMOS AÑOS DE LA DÉCADA CONFIRMARON LA SERIEDAD DE LA CAPTURA, UNA TENDENCIA FAVORECIDA POR LA CAÍDA DEL MURO, QUE SIGNIFICABA QUE EL CAPITALISMO REINABA SIN CONTRINCANTE

Los últimos años de la década confirmaron la seriedad de la captura, una tendencia favorecida por la caída del Muro, que significaba que el capitalismo reinaba sin contrincante. Vale la pena citar tres detalles para ilustrar el aserto. El mismo año del final del comunismo ve la luz el Consenso de Washington, una suerte de receta económica que tenía entre sus principios activos estos: liberalización, privatización, desregulación y seguridad jurídica -imaginemos de quién-. La asunción de estos postulados por la socialdemocracia da lugar a la llamada "tercera vía", que, hoy podemos decirlo, como la clase media chilena, ha sido englutida por las consecuencias de las políticas liberales que abrazó. El campeón de la "tercera vía" fue el hoy plutócrata Tony Blair, quien el primer año del siglo liberó a Pinochet, detenido en el Reino Unido desde 1998. El ministro del Interior, Jack Straw, alegó años después presiones fuertes. Entre ellas la de Margaret Thatcher... y las filtraciones del apoyo chileno a la dama en la guerra de las Malvinas. La devolución del dictador era una contraprestación. Nada contaron los 3.000 muertos y desaparecidos, los más de 27.000 torturados. Otra vez las puertas giratorias. 

En esos años finales del siglo, mientras los politólogos se afanaban en los avatares de la transitología (¡sic transit...!) el fundador de la CTL señalaba la luna: "Los últimos años han conocido en muchas partes del mundo una tendencia hacia la democracia y las economías de mercado. Esto ha reducido el papel del gobierno, que es algo que el mundo de los negocios aplaude. Pero la otra cara de la moneda es que alguien tiene que ocupar el lugar del gobierno, y los negocios me parecen ser una entidad lógica para hacerlo". Aquí está la hoja de ruta que convertiría a la política, según las necesidades, en ariete, disfraz, proxeneta o patio trasero del poder económico; es decir, de la élite de los negocios. Tras la caída del Muro, ya no era necesario contraponer democracia y economía, sino que ambas caminaban, al parecer, en una suerte de pas à deux, como formuló paradigmáticamente un Fukuyama con veleidades neocon. Pero lo que subyacía a esta visión es que democracia y economía no podían disociarse porque se hizo de la escolástica neoliberal el corazón de la definición de la democracia. Con las consecuencias que conocemos. El final de la historia era esto. Solo faltaba una crisis para dejar atrás la fase experimental. Lehman Brothers, 35 años y cuatro días después de que los tanques de Pinochet atormentaran las alamedas, sirvió para ello. Anteayer. 

[...].

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1. Uki Goñi, «'Silence is health': how totalitarianism arrives», The New York Review of Books, 20/08/2018.

2. Para una lectura en las dos direcciones: Carroll P. Kakel III, The American West and the Nazi East: A Comparative and Interpretive Perspective, London, Palgrave Macmillan, 2011.

3. Götz Aly, Hitler's beneficiaries. Plunder, racial war, and the Nazi welfare state, New York, Metropolitan Books, 2007. Fabrice d'Almeida, Los pecados de los dioses. La alta sociedad y el nazismo, Madrid, Taurus, 2008. De este último autor, también, Recursos inhumanos. Guardianes de campos de concentración, 1933-1945, Madrid, Alianza, 2013. Si no se indica otra cosa las referencias serán al primero de ellos. Adam Tooze, The wages of destruction: The making and the breaking of the Nazi economy, London, Allan Lane, 2006.

4. Alantair Hamilton, La ilusión del fascismo, Barcelona, Caralt, 1973. Peter Reichel, La fascination du nazisme, Paris, Odile Jacob, 2011. Jesús Casquete, Nazis a pie de calle. Una historia de las SA en la República de Weimar, Madrid, Alianza, 2017.

5. Jaume Claret, El atroz desmoche. La destrucción de la Universidad española en el franquismo, 1936-1945, Barcelona, Crítica, 2006. Esta desposesión había sido prefigurada por escritos como Los intelectuales y la tragedia española, del médico Enrique Suñer (Burgos, Editorial Española, 1937), en que se invocaba la autoridad de los Protocolos de los sabios de Sión (p. 196).

6. Merece la pena recordar en esa dirección al Centro para la Investigación y la Memoria: Mujeres, Memoria y Justicia, que ha organizado un curso titulado «Entre el silencio y el olvido. Los crímenes de género durante el franquismo y su influencia actual» en la UCLM este mes de noviembre. Y como testimonio primario de ello este relato de una testigo: «La detuvieron el día 1 de septiembre de 1942. La tuvieron en la cárcel de Laviana hasta el día que de allí la sacaron a Rioseco, donde estuvo dos días, lo suficiente para que ese criminal y degenerao del capitán Bravo... hiciera de ella lo que le vino en gana. La violó, le dio palos hasta dejarle el cuerpo negro, le quemó los pechos y algunas partes más del cuerpo pidiéndole una pistola». La víctima prometió entregar la pistola que no tenía para librarse de las torturas, cuando estuvo libre se suicidó. Enesinda García Suárez, Mi infancia en el franquismo. Tiraña, Asturies, 1938, Oviedo, Cambalache, 2018, p. 48.

7. Julián Casanova, La Iglesia de Franco, Madrid, Temas de Hoy, 2001, pp. 205 y 269. 

8. Uki Goñi rastrea estos detalles en La auténtica Odessa, Barcelona, Ariel, 2017. Nueva edición aumentada.

9. Marguerite Feitlowitz, A Lexicon of Terror. Argentina and the Legacies of Torture, New York, Oxford University Press, 1998.

10. Walden Bello, «How middle-class Chileans contributed to the overthrow of Salvador Allende» (https://www.thenation.com/article/how-middle-class-chileans-contributed-to-the-overthrow-of-salvador-allende/; 21/09/2016).

11. Orlando Letelier, «The Chicago Boys in Chile: Economic freedom's awfull toll», The Nation, 28/08/1976 (https://www.thenation.com/article/the-chicago-boys-in-chile-economic-freedoms-awful-toll/).

12. En 2010 fueron entregados al Museo de la Memoria y los Derechos Humanos de Santiago de Chile más de 20.000 documentos desclasificados en Estados Unidos que confirman la implicación directa de este país en el golpe contra Allende.

13. He tratado este asunto en «Las garras del poder medio», Claves de Razón Práctican.º 229, 2013, pp. 48-59.

14. M. Crozier, S. P. Huntington y J. Watanuki, The Crisis of Democracy. Report on the Governability of Democracies to the Trilateral Commission, New York, New York University Press, 1975.