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El amoral comunicado de Trump sobre Arabia Saudí

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Por Glenn Greenwald

The Intercept

El puro reflejo de décadas de "valores estadounidenses" y ortodoxias de política exterior

 

Donald Trump publicó el martes pasado un comunicado en el que proclamaba que, a pesar de la indignación que sentía hacia el príncipe heredero saudí por el repugnante asesinato del periodista Jamal Khashoggi, "Estados Unidos tiene la intención de seguir siendo un socio incondicional de Arabia Saudí para garantizar los intereses de nuestro país, Israel y todos los demás socios en la región". Para justificar su decisión, Trump alegaba el hecho de que "Arabia Saudí es la nación productora de petróleo más grande del mundo", afirmando que "de los 450 mil millones de dólares [el plan saudí para invertir en compañías estadounidenses], 110 mil millones de dólares se gastarán en la compra de equipo militar de Boeing, Lockheed Martin, Raytheon y muchos otros grandes contratistas estadounidenses del sector de la defensa".

Esta declaración generó de forma instantánea y predecible pomposas denuncias que pretenden que la postura de Trump supone una desviación y una grave violación de los valores estadounidenses y la política exterior de toda la vida, en lugar de lo que realmente es: un ejemplo perfecto - quizá con mayor franqueza que de costumbre- de cómo Estados Unidos se viene comportando en el mundo al menos desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

La reacción fue tan intensa porque el cuento de hadas de que Estados Unidos defiende la libertad y los derechos humanos en el mundo es uno de los más omnipresentes y potentes de la propaganda occidental, del que echan mano las élites políticas y los medios de comunicación de EE. UU. para convencer no solo a la población estadounidense sino también a ellos mismos de su propia rectitud , al tiempo que se pasan décadas agasajando a los peores tiranos y déspotas del mundo con armas, dinero, inteligencia y protección diplomática para que lleven a cabo atrocidades de proporciones históricas.

Después de todo, si has trabajado en puestos de política exterior de alto nivel en Washington, o en las instituciones académicas que apoyan esas políticas , o en los medios de comunicación corporativos que veneran a aquellos que llegan a la cima de esas circunscripciones ( contratandocada vez más a esos funcionarios estatales de seguridad como analistas de noticias ), ¿cómo justificas ante ti mismo que sigues siendo una buena persona aunque armes, apoyes, empoderes y habilites a los peores monstruos, genocidios y tiranías del mundo?

Es sencillo: simulando que no haces nada de eso, que tales actos son contrarios a tu sistema de valores, que realmente trabajas para oponerte en lugar de proteger tales atrocidades, que eres un guerrero y un cruzado por la democracia, la libertad y los derechos humanos en todo el mundo.

Esa es la mentira que tienes que decirte a ti mismo: para que puedas mirarte en el espejo sin sentir repulsión de inmediato, para que puedas mostrar tu rostro en una sociedad decente sin sufrir el desprecio y el ostracismo que merecen tus acciones, para que puedas convencer a la población que gobiernas de que las bombas que lanzas y las armas con las que inundael mundo están diseñadas para ayudar y proteger a las personas en lugar de para matarlas y oprimirlas.

Por eso resultaba tan necesario -hasta el punto de ser más un reflejo físico que una elección consciente- reaccionar ante la declaración de Trump sobre Arabia Saudí con furia y conmoción planificadas en lugar de admitir la verdad de que él simplemente reconocía con franqueza los principios fundamentales de la política exterior estadounidense de décadas. Quienes mintieron al público y a sí mismos al fingir que Trump ha hecho algo aberrante en lugar de algo completamente normal se implicaban tanto en un acto de supervivencia como en un engaño propagandístico, aunque ambos motivos estaban en gran medida en juego.

La página editorial del New York Times se puso a la cabeza de los indignados, como hace tan a menudo, con una pretenciosa y planificada indignación moral. "El presidente Trump confirmó el martes las caricaturas más duras dibujadas por las críticas más cínicas de Estados Unidos cuando describió sus objetivos centrales en el mundo jadeando en pos d el dinero y de sus estrechos intereses personales" , bramó el periódico, como si esta visión de los motivos de Estados Unidos fuera una especie de ficción hastiada inventada por los que odian a Estados Unidos en lugar de la única descripción honesta y racional de la despótica postura del país en el mundo durante la vida de cualquier ser humano vivo hoy.

Los escritores del editorial del periódico se sorprendían particularmente de que "la declaración reflejara el punto de vista del Sr. Trump de que todas las relaciones son transaccionales y que las consideraciones morales o de derechos humanos deben sacrificarse ante la burda comprensión de los intereses nacionales de Estados Unidos". Creer, o pretender creer, que el Sr. Trump es pionero en la opinión de que EE. UU. está dispuesto y ansioso por sancionar el asesinato y el salvajismo de los regímenes con los que está más estrechamente alineado, siempre y cuando dicha barbarie sirva a los intereses de los EE. UU., implica una ignorancia histórica y/o una voluntad tan profunda de mentir a los propios lectores que no hay lenguaje humano capaz de expresar las profundidades de esos delirios. ¿La página editorial del New York Times ha oído hablar alguna vez de Henry Kissinger?

TAN EXTENSO es el apoyo activo, constante y entusiasta por parte de EE. UU. hacia los peores monstruos y atrocidades del mundo, que citarlos de forma exhaustiva para demostrar el engaño ahistórico de la reacción de ayer ante la declaración de Trump requeriría un libro de varios volúmenes, no un mero artículo. Pero los ejemplos son tan vívidos y claros que citar solo unos pocos será suficiente para que el tema sea indiscutible.

En abril de este año murió el general Efraín Ríos Montt, el dictador de Guatemala durante la década de 1980. El obituario del New York Times mencionaba que había sido condenado por genocidio al "tratar de exterminar al grupo étnico Ixil, una comunidad indígena maya cuyas aldeas habían sido eliminadas por sus fuerzas", explicando que "entre el grupo de comandantes que convirtieron Centroamérica en un campo de exterminio en la década de 1980, el general Ríos Montt fue uno de los más asesinos". El obituario agregaba : "En sus primeros cinco meses en el poder, según Amnistía Internacional, los soldados mataron a más de 10.000 campesinos".

El general genocida Ríos Montt fue el favorito del presidente Ronald Reagan, una de las figuras más parecidas a un santo laico que tiene Estados Unidos, cuyo nombre se da todavía a muchos monumentos e instituciones nacionales. Reagan no solo armó y financió a Ríos Montt, sino que lo elogió en mucha mayor medida que todo lo que Trump o Jared Kushner hayan dicho sobre el príncipe heredero de la corona saudí . Lou Cannon, del Washington Post , informó en 1982 que "en la Air Force One que regresaba a la base de la Fuerza Aérea Andrews [desde Sudamérica], [Reagan] dijo que a Ríos Montt 'se le había estado calumniando' y que en realidad 'estaba totalmente dedicado a la democracia en Guatemala'".

En una conferencia de prensa junto a ese asesino de masas, Reagan lo definió como " un hombre de gran integridad personal y compromiso" que "quiere realmente mejorar la calidad de vida de todos los guatemaltecos y promover la justicia social". ¿ Y qué pasaba con los desafortunados actos de masacre masiva contra campesinos guatemaltecos? Eso, dijo el presidente Reagan, estaba justificado, o al menos era comprensible, porque el general "se enfrentaba al desafío de guerrilleros armados que estaban apoyados por tipos de fuera de Guatemala".

El énfasis puesto ayer por Trump en el valor de los saudíes al oponerse a Irán provocó una ira particular. Esa ira es extremadamente extraña, teniendo en cuenta que la fotografía icónica e infame de Donald Rumsfeld dándose la mano con Sadam Husein se tomó en 1983, cuando Rumsfeld fue enviado a Bagdad para proporcionar armas y otros dispositivos al régimen iraquí a fin de ayudarles a luchar contra Irán.

Ese viaje, señaló Al Jazeera cuando Estados Unidos invadió Iraq en 2003, se produjo mientras "Iraq estaba en guerra con Irán, utilizaba armas químicas y grandes sectores de la población iraquí sufrían abusos contra los derechos humanos". Sin embargo, Estados Unidos "renovó la amistad (con Sadam) a través del enviado especial Rumsfeld" porque "Washington quería que la amistad con Iraq contuviera a Irán", exactamente el razonamiento citado ayer por Trump para continuar las relaciones amistosas con Riad (los saudíes "han sido un gran aliado en nuestra muy importante lucha contra Irán", dijo Trump).

En cuanto a los propios saudíes, llevan mucho tiempo cometiendo atrocidades parecidas o mucho peores que el asesinato de Khashoggi tanto dentro como fuera de sus fronteras, y su asociación con los presidentes de Estados Unidos no ha hecho sino florecer . Mientras los saudíes decapitaban disidentes y creaban la peor crisis humanitaria del planeta al masacrar a los civiles yemeníes sin piedad ni moderación, el presidente Obama no solo autorizó la venta de una cantidad récord de armas a los tiranos saudíes, sino que también interrumpió su visita a la India, la mayor democracia del mundo, donde estuvo dando conferencias sobre la importancia primordial de los derechos humanos y las libertades cívicas, para viajar después a Riad a reunirse con los principales líderes estadounidenses de ambos partidos políticos para rendir homenaje al asesino rey saudí que acababa de morir (solo en en el último mes de su presidencia , con miras a su legado, Obama restringió algunas ventas de armas a los saudíes después de permitir que esas armas fluyeran libremente durante dieciocho meses para destruir el Yemen). 

 

El primer ministro del Reino Unido, David Cameron, quizás el único competidor a la altura de Obama a la hora de pavonearse con discursos sobre los derechos humanos al mismo tiempo que armaba a los peores violadores de los derechos humanos del mundo, ordenó de hecho que se colocaran las banderas del Reino Unido a media asta en honor del noble déspota saudí. Todo esto ocurría aproximadamente al mismo tiempo que Obama enviaba a sus principales funcionarios , incluido su Secretario de Defensa Robert Gates, a rendir homenaje a los gobernantes de Bahrein después de que ellos y los saudíes aplastaran un levantamiento ciudadano en busca de mayores libertades.

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández