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La resiliencia de la izquierda británica y norteamericana

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Por Harold Meyerson (*)

A medida que mengua la socialdemocracia europea, ¿por qué siguen siendo fuerzas poderosas los demócratas norteamericanos y el Partido Laborista británico? ¿Hay alguna generalización que podamos hacer acerca del estado de los patidos de centro-izquierda en las democracias avanzadas?

En Francia y Alemania, los partidos socialistas y socialdemócratas, respectivamente, parecen encontrarse en un terrible estado de forma; en Escandinavia, gran bastión de la socialdemocracia, esos partidos son más débiles que nunca. Por resucitar una frase, es la socialdemocracia la que parece ahora "el enfermo de Europa".

Por otro lado, gobiernan partidos socialistas en España y Portugal. Y en tierras del capitalismo anglonorteamericano, los demócratas (aquí) y el laborismo (en el Reino Unido) tienen retos de envergadura, pero apenas se hunden bajo las olas. De modo que ¿cuál es el por qué de estas diferencias?  

Una diferencia, evidentemente, estriba en el nivel de inmigración. La socialdemocracia, triste resulta decirlo, ha sido siempre más fuerte en países que han sido étnicamente homogéneos, o que están próximas a ello, sobre todo en Escandinavia. La ola de inmigración de África y Oriente Medio ha transformado bastante de repente estos países -a los cuales debemos añadir Alemania y Francia - en estados mucho más multirraciales y multiculturales de lo que han sido en decenios recientes, o, en algunos casos, de lo que hayan sido alguna vez en su historia. Dicho de otro modo, se han convertido de golpe en algo más parecido a nosotros, los EE.UU., cuna del excepcionalismo americano, es decir, carentes del género de solidaridad de clase trabajadora o nacional que le permitió a Europa nutrir los movimientos socialistas que nosotros nunca pudimos cultivar. La gran ironía de ello consiste en que, mientras que los socialdemócratas siempre se han mostrado acogedores con diferentes pueblos, refugiados e inmigrantes (y nadie más que los suecos), la socialdemocracia sólo prosperó allí donde la población no era, de modo característico, diversa.   

Si España y Portugal han eludido hasta ahora el tipo de desintegración de los partidos socialistas que sus vecinos europeos están experimentando de modo variado, puede que se deba a que la inmigración ha de alcanzar todavía los niveles que han socavado a sus camaradas de otros lugares del continente.

Pero, ¿qué pasa con el laborismo británico y nuestros demócratas? Como sus colegas socialdemócratas, ambos han sido testigos de una erosión substancial de apoyo dentro de la clase trabajadora blanca, que en ambos países ha soportado el estancamiento económico y la movilidad en descenso, a medida que ambos partidos se alineaban con las grandes empresas globalistas, y en ambos países han sido presa de la xenofobia y el racismo. Y sin embargo, ambos partidos siguen siendo electoralmente viables, y los demócratas parecen encaminados a recuperar la Cámara de Representantes el mes que viene.

En cierta medida, los sistemas electorales de los EE.UU. y el Reino Unido les otorgan un impulso del que carecen sus homólogos continentales socialdemócratas. Los socialdemócratas europeos compiten en elecciones de representación proporcional, lo que significa que pueden robarle, y de hecho le roban, apoyos destinados a otros partidos que atraen a ciertas partes de su antiguo electorado: los Verdes a los progresistas de clase media, la extrema izquierda a los izquierdistas descontentos con la gestión de los problemas por parte de los socialdemócratas y/o la participación en gobiernos de coalición con el centro derecha, la extrema derecha de clase trabajadora a los que apoyan los intereses de la clase obrera blanca que quieren excluir a la gente de color de la esfera de las preocupaciones de su país.

En las elecciones del estado de Baviera este pasado fin de semana, los socialdemócratas fueron testigos de un corrimiento tal de los votos de sus antiguos votantes que acabaron quintos. Los socialistas franceses y los socialdemócratas suecos han registrado sus propios mínimos históricos en las elecciones más recientes.

No es verdaderamente posible una fisura así del voto potencial del centro-izquierda en los EE.UU. o en el Reino Unido, en donde el ganador de la pluralidad del voto popular en todas las elecciones, salvo en la presidencial (en la que el Colegio Electoral lo fastidia todo por completo) se convierte en único representante de su estado o distrito,  un sistema que bloquea eficazmente el que prosperen terceros (o cuartos o quintos) partidos, e incluso, la mayor parte del tiempo, el que de hecho existan. En los EE.UU., los votantes que no se sienten atraídos por los demócratas o republicanos no pueden y no forman otros partidos; en buena medida, simplemente no votan.  

Lo que esto significa, no obstante, es que, al igual que los republicanos o los tories, los demócratas y el laborismo constituyen por necesidad partidos de mayor acogida que  sus homólogos europeos, aunque los republicanos hayan sacado de sus cuarteles a una gran cantidad de adeptos en años recientes. Por lo que toca a los demócratas, reúnen votos que en otros países corresponderían a los verdes, a los socialistas o a un empresariado socialmente progresista que respalda al partido, que no tienen otro lugar al que ir, tanto más si lo que quieren es destronar a Donald Trump. Cualesquiera que sean sus penurias, por tanto, lo mismo los demócratas que los laboristas se sustentan en los sistemas electorales mayoritarios de ambos países, por defectuosos y limitadores que puedan ser esos sistemas.

(*) Harold Meyerson columnista del diario The Washington Post y editor general de la revista The American Prospect, está considerado por la revista The Atlantic Monthly como uno de los cincuenta columnistas mas influyentes de Norteamérica. Meyerson es además vicepresidente del Comité Político Nacional de Democratic Socialists of America y, según propia confesión, "uno de los dos socialistas que te puedes encontrar caminando por la capital de la nación" (el otro es Bernie Sanders, combativo y legendario senador por el estado de Vermont).

Fuente: The American Prospect, 16 de octubre de 2018

Traducción: Lucas Antón