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La física del capitalismo (Continuación)

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Por Erald Kolasi (*)

La gente tiende a pensar en el capitalismo en términos económicos. Karl Marx discutió que el capitalismo es un sistema político y económico que transforma la productividad del trabajo humano en grandes beneficios y rendimientos para aquellos quienes poseen los medios de producción

La mayoría de gente hoy en el poder cree que puede administrar cuidadosamente el capitalismo y prevenir los peores efectos de la crisis ecológica. Una corriente popular de optimismo tecnológico sostiene que la innovación puede resolver los problemas ecológicos fundamentales que enfrenta la humanidad. Han sido propuestas diversas soluciones para arreglar nuestras calamidades ecológicas, desde la adopción de fuentes de energía renovables hasta programas más estrafalarios, como la captura y almacenamiento de carbono. Todas estas ideas comparten la presunción de que el capitalismo por sí mismo no tiene que cambiar, porque las soluciones tecnológicas estarán siempre disponibles para cumplir con más crecimiento económico y un medio ambiente más sano. Desde Beijing a Silicon Valley, los tecnocapitalistas disfrutan discutiendo que el capitalismo puede seguir marchando mediante ganancias en eficiencia energética[32]. La última razón por la que esta estrategia fallará en el largo plazo es que la naturaleza impone límites físicos absolutos a la eficiencia que ningún grado de progreso tecnológico puede superar. El colapso reciente de la Ley de Moore debido a efectos cuánticos es un ejemplo destacado[33]. Otro es la barrera en la eficiencia que el ciclo de Carnot supone para todos los motores de calor prácticos[34].

Pero nuestras preocupaciones más acuciantes tienen que ver con las relaciones subyacentes entre innovación tecnológica y crecimiento económico. La fe en las soluciones tecnológicas nos ayuda a alcanzar mayor innovación tecnológica y crecimiento económico, aumentando las demandas totales sobre el mundo biofísico y la disipación asociada con el sistema capitalista. Podemos examinar estas relaciones mirando, en primer lugar, cómo la gente y los sistemas económicos responden a aumentos de eficiencia. Para tener una idea de si el capitalismo puede aportar grandes mejoras en eficiencia tenemos que desarrollar una teoría general que explique cómo la eficiencia colectiva de nuestros sistemas económicos cambia a lo largo del tiempo.

Cuando mejora la eficiencia del combustible, a menudo conducimos mayores distancias. Cuando la electricidad se vuelve más barata, encendemos más electrodomésticos. Incluso aquellos que, orgullosos, ahorran energía en casa a través del reciclaje, del compostaje y otras actividades, están más que felices de subirse a un avión y volar por medio mundo en sus vacaciones. La gente suele ahorrar en un área y lo intercambia por gastos en otra. Lo que acabamos haciendo con las ganancias en eficiencia puede ser a veces igual de importante que las ganancias mismas. En estudios ecológicos, este fenómeno es generalmente conocido como la paradoja de Jevons, la cual revela que los pretendidos efectos de las mejoras en eficiencia no siempre se materializan[35]. Formulada por primera vez a mediados del siglo XIX por el economista británico William Stanley Jevons, la paradoja afirma que los aumentos en eficiencia energética son generalmente usados para la acumulación y la producción, llevando a un consumo mayor de los mismos recursos que las mejoras en eficiencia pretendían conservar. Promover la eficiencia lleva a bienes y servicios más baratos, lo cual estimula aún más la demanda y el gasto, implicando el consumo de más energía[36]. Jevons describió por primera vez este efecto en el contexto del carbón y la máquina de vapor. Observó que los avances en eficiencia de las máquinas de vapor habían incentivado más el consumo de carbón en Inglaterra, implicándose de ello que, en realidad, un aumento de eficiencia energética no producía ahorros de energía.

Variantes de esta paradoja son conocidas en economía como el efecto rebote. La mayoría de economistas aceptan que algunas versiones del efecto son reales, pero no están de acuerdo sobre el tamaño y alcance del problema. Algunos creen que los efectos rebote son irrelevantes, arguyendo que las mejoras en eficiencia estimulan menores niveles de consumo energético en el largo plazo[37]. En una exhaustiva revisión de la literatura en la materia, el UK Energy Research Center determinó que las versiones más extremas del efecto rebote probablemente no se apliquen a las economías desarrolladas. Sin embargo, también discutieron que aún podían ocurrir grandes efectos rebote que atravesaran nuestras economías. Llegaron a la siguiente conclusión: "sería un error asumir que (...) los efectos rebote son tan pequeños que pueden ser ignorados. Bajo ciertas circunstancias (por ejemplo, tecnologías energéticamente eficientes que mejoren significativamente la productividad de industrias intensivas en energía), los efectos rebote que alcancen toda la economía pueden exceder el 50%, y podrían incrementar potencialmente el consumo de energía a largo plazo"[38]. El hecho de que efectos rebote significativos que alcancen toda la economía sean posibles nos debería hacer reflexionar sobre la utilidad de estrategias alrededor de la eficiencia en el combate contra la crisis ecológica y el cambio climático. De hecho, todo este argumento oscurece una incertidumbre más importante: el problema de si las mejoras en eficiencia puede llegar lo suficientemente rápido como para aliviar las peores consecuencias de la crisis ecológica, las cuales todavía van por delante de nosotros. Dadas las mecánicas e incentivos del capitalismo, deberíamos tener cuidado con el actual encaprichamiento respecto al optimismo de la eficiencia.

Es común que los sistemas económicos usen nuevas fuentes de energía para expandir la producción, el consumo y la acumulación, no para mejorar fundamentalmente la eficiencia. Desde el cultivo de plantas y la domesticación de animales a la quema de combustibles fósiles y la invención de la electricidad, el manejo y descubrimiento de nuevas fuentes de energía ha producido generalmente más sociedades intensivas en energía. Aunque cualquier sistema económico puede ganar en eficiencia, esto es incidental y secundario respecto al objetivo más amplio de la acumulación. La eficiencia total de un sistema económico es altamente inercial, cambiando con gran lentitud. Vemos este exacto proceso desarrollándose ahora con las emisiones de gases de efecto invernadero, a pesar de que la crisis ecológica se extiende bastante más allá de esta problemática. Líderes políticos y empresariales han esperado durante años que el progreso tecnológico nos entregue, de algún modo, mayores índices de crecimiento económico y una acentuada reducción de la emisión de gases de efecto invernadero. Las cosas no han ido según el plan. El año 2017 vio un aumento global sustancial de emisiones dañinas, desafiando incluso la más modesta de las metas del Acuerdo de París[39]. Incluso antes de esto, Naciones Unidas había advertido de una brecha "inaceptable" entre las promesas gubernamentales y la reducción de emisiones necesarias para prevenir algunas de las peores consecuencias del cambio climático[40]. Los retos por estimular la eficiencia son más aparentes cuando vemos el capitalismo a escala global: aunque muchos países desarrollados hayan tomado medidas modestas pero mensurables en su eficiencia colectiva, esas ganancias han sido socavadas por las economías en desarrollo aún en el proceso de industrialización[41]. Evidentemente, los cambios sustanciales en la eficiencia colectiva de cualquier sistema económico raramente se materializan en periodos cortos de tiempo. El crecimiento tecnológico bajo el régimen capitalista entregará algún progreso adicional en eficiencia, pero ciertamente no suficiente para prevenir las peores consecuencias de la crisis ecológica.

Una de las mejores formas de comprender la inercia de la eficiencia colectiva es comparar la eficiencia energética bajo el capitalismo con aquella durante los días nómadas de la humanidad, hace más de diez mil años. Recuérdese que los músculos humanos realizaban la mayoría del trabajo en las sociedades nómadas, y la eficiencia de los músculos es de alrededor del 20 por ciento, puede que mucho más, bajo circunstancias especiales[42]. En comparación, la mayoría de los motores de combustión a gasolina tienen una eficiencia de aproximadamente el 15 por ciento, las centrales eléctricas basadas en la quema de carbón tienen una media global en torno al 30 por ciento, y la gran mayoría de células fotovoltaicas comerciales rondan entre el 15 y el 20 por ciento[43]. Todas estas cifras varían dependiendo de una amplia variedad de condiciones físicas, pero cuando se trata de eficiencia, podemos concluir sin problemas que los activos dominantes del capitalismo difícilmente lo hacen mejor que los músculos humanos, incluso después de tres siglos de rápido progreso tecnológico. Coste y conveniencia son las razones principales de por qué la innovación tecnológica funciona de este modo, enfatizando el resultado mecánico y la escala de la producción a expensas de la eficiencia. Grandes mejoras en eficiencia son extremadamente difíciles de conseguir en ambos sentidos, físico y económico. De vez en cuando, aparece un James Watt o un Elon Musk con un increíble invento, pero tales productos no representan la economía por entero. La máquina de vapor de Watt fue una gran mejora respecto a modelos anteriores, pero su eficiencia térmica fue, como mucho, del 5 por ciento[44]. Y aunque los motores Tesla de Musk tienen una eficiencia operativa fenomenal, la electricidad que se necesita para hacerlos funcionar proviene de fuentes mucho más ineficientes, como las centrales térmicas a carbón. Si conduces un Tesla por Ohio o Virginia Occidental, las fuentes sucias de energía que lo hacen funcionar implican que tu asombroso producto tecnológico produce prácticamente las mismas emisiones de carbono que un Honda Accord[45]. La eficiencia colectiva de las economías capitalistas permanece relativamente baja porque estas economías están interesadas en hacer crecer sus niveles de producción y beneficios, no en hacer las gigantescas inversiones necesarias para mejoras significativas en eficiencia.

En noviembre de 2017, un grupo de 15.000 científicos de más de 180 países firmaron una carta haciendo sonar las alarmas sobre la crisis ecológica y lo que nos espera en el futuro[46]. Su pronóstico fue desalentador y sus propuestas -intencionalmente o no- equivalían a un rechazo indiscriminado del capitalismo moderno. Entre sus muchas recomendaciones útiles se encontraba una llamada a "revisar nuestra economía para reducir la desigualdad de riqueza y asegurar que los precios, la fiscalidad y los sistemas de incentivos tienen en cuenta los costes reales que los patrones de consumo imponen sobre nuestro medio ambiente". Nuestro problema fundamental es fácil de formular: la civilización moderna usa demasiada energía. Y la solución a este problema es igualmente fácil de formular, pero muy difícil de implementar: la humanidad debe reducir el ritmo de consumo energético que ha prevalecido en el mundo moderno. El mejor modo de aminorar ese ritmo no es por medio de alucinaciones mesiánicas de progreso tecnológico, sino mediante la ruptura de las estructuras e incentivos del capitalismo, con sus impulsos por el beneficio y la producción, y estableciendo un nuevo sistema económico que priorice un futuro compatible con nuestro mundo natural.

Los gobiernos y los movimientos populares alrededor del planeta deberían desarrollar e implementar medidas radicales que nos ayudaran a mover a la humanidad desde el capitalismo hacia el ecologismo. Estas medidas habrían de incluir impuestos punitivos y límites a la riqueza extrema, la nacionalización parcial de las industrias intensivas en energía, la vasta redistribución de bienes económicos y recursos a las gentes pobres y oprimidas, restricciones periódicas en el uso de activos capitales y sistemas tecnológicos, grandes inversiones públicas en tecnologías de energías renovables más eficientes, bruscas reducciones de la jornada laboral, y puede que incluso la adopción de veganismo masivo en los países industrializados para que dejen de depender de los animales en la producción de comida. Las prioridades económicas del proyecto ecológico deben concentrarse en mejorar nuestra actual calidad de vida, no en tratar de generar niveles altos de crecimiento económico para estimular beneficios capitalistas. Si la civilización humana ha de sobrevivir por miles de años y no solo durante un par de siglos más, entonces debemos contraer drásticamente nuestras ambiciones económicas y, en su lugar, centrarnos en la mejora de calidad de vida en nuestras comunidades, incluyendo nuestra comunidad con la naturaleza. Antes que intentar dominar el mundo natural, debemos cambiar de rumbo y coexistir con él.

 


[1] Karl Marx, Capital, vol. 1 (Londres: Penguin, 1976), 929-30.

[2] Edward W. Younkins, Capitalism and Commerce (Nueva York: Lexington, 2002), 57.

[3] Peter Atkins, Four Laws That Drive the Universe (Oxford: Oxford University Press, 2007), prefacio.

[4] Robert L. Lehrman, "Energy Is Not the Ability to Do Work", Physics Teacher, 11, no. 1 (1973): 15-18.

[5] Larry Kirkpatrick y Gregory E. Francis, Physics: A Conceptual Worldview(Boston: Cengage, 2009), 124.

[6] Atkins, Four Laws That Drive the Universe, 23.

[7] Debora M. Katz, Physics for Scientists and Engineers, vol. 1 (Boston: Cengage, 2016), 264.

[8] William Thomson, "On a Universal Tendency in Nature to the Dissipation of Mechanical Energy," en Proceedings of the Royal Society of Edinburgh, 3 (Edimburgo: Neill and Company, 1857), 139-42.

[9] Douglas C. Giancoli, Physics for Scientists and Engineers (Londres: Pearson, 2008), 545.

[10] John M. Seddon y Julian D. Gale, Thermodynamics and Statistical Mechanics(Londres: Royal Society of Chemistry, 2001), 60-65.

[11] Seddon y Gale, Thermodynamics and Statistical Mechanics, 65.

[12] Atkins, Four Laws That Drive the Universe, 53.

[13] Para las famosas relaciones recíprocas que describen flujos térmicos, véase Lars Onsager, "Reciprocal Relations in Irreversible Processes I", Physical Review Journals, 37 (1931): 405-26. Fue principalmente por este trabajo por el que Onsager ganó el Nobel de Química en 1968. Para un estudio de gases cuánticos de Bose en una trampa unidimensional, véase Miguel Ángel García-March et al, "Non-Equilibrium Thermodynamics of Harmonically Trapped Bosons", New Journal of Physics, 18 (2016): 1030-35. Para una revisión exhaustiva de la termodinámica moderna y una explicación de las estructuras disipativas, la cual le dió a Ilya Prigogine su Premio Nobel, véase Dilip Kondepudi y Ilya Prigogine, Modern Thermodynamics (Hoboken: Wiley, 2014), 421-41. En 2009, Alex Kleidon escribió un relevante estudio teórico y revisión del sistema climático usando termodinámica del no equilibrio. Véase Alex Kleidon, "Nonequilibrium Thermodynamics and Maximum Entropy Production in the Earth System", Science of Nature, 96 (2009): 1-25.

[14] Según una señera idea del físico Phil Attard, la entropía es vista como el número de configuraciones de partículas asociadas con una transición física en un periodo determinado. Véase Phil Attard, "The Second Entropy: A General Theory for Non-Equilibrium Thermodynamics and Statistical Mechanics", Physical Chemistry, 105 (2009): 63-173. El que posiblemente sea el más riguroso modelo de entropía a nivel técnico, la imagina como un conjunto de dos funciones que describen los cambios que ocurren entre una clase restringida de sistemas de no equilibrio. Véase Elliott H. Lieb and Jakob Yngvason, "The Entropy Concept for Non-Equilibrium States", Proceedings of the Royal Society, A, 469 (2013): 1-15. El físico Karo Michaelian ha dado una intuitiva definición de entropía, entendiéndola como el ritmo al cual los sistemas físicos exploran los microestados de energía disponibles ("Thermodynamic Dissipation theory for the origin of life", Earth System Dynamics (2011): 37-51).

[15]  Erwin Schrödinger, What Is Life? The Physical Aspect of the Living Cell (Ann Arbor: University of Michigan Press, 1945), 35-65.

[16] Natalie Wolchover, "A New Physics Theory of Life", Quanta Magazine, January 22, 2014.

[17] Carsten Hermann-Pillath, "Energy, Growth, and Evolution: Towards a Naturalistic Ontology of Economics", Ecological Economics, 119 (2015): 432-42.

[18] Numerosos estudios alrededor del mundo han mostrado una poderosa relación entre uso de energía y crecimiento económico. Para un análisis de la relación estadística entre uso de energía y crecimiento del PIB mundial, véase Rögnvaldur Hannesson, "Energy and GDP growth", International Journal of Energy Management, 3 (2009): 157-70. Para un importante estudio sobre la vinculación entre energía y renta en ciertos países asiáticos, John Asafu-Adjaye, "The Relationship Between Energy Consumption, Energy Prices, and Economic Growth: Time Series Evidence from Asian Developing Countries", Energy Economics, 22 (2000): 615-25. Para una revisión general de las maneras en que el uso de energía ha determinado la historia humana, véase Vaclav Smil, Energy and Civilization (Cambridge: MIT Press, 2017).

[19] Vaclav Smil, Energy in Nature and Society (Cambridge: MIT Press, 2008), 147-49.

[20] Jerry H. Bentley, "Environmental Crises in World History", Procedia - Social and Behavioral Sciences, 77 (2013): 108-15.

[21] Bentley, 113.

[22] Robert Falkner, "Climate Change, International Political Economy and Global Energy Policy", en Andreas Goldthau, Michael F. Keating, and Caroline Kuzemko (eds.), Handbook of the International Political Economy of Energy and Natural Resources (Cheltenham: Elgar, 2018), 77-78.

[23] Edward Humes, Garbology: Our Dirty Love Affair with Trash (London: Penguin, 2013), 30.

[24] W. J. Maunder, Dictionary of Global Climate Change, (New York: Springer, 2012), 120.

[25] Maunder, Dictionary of Global Climate Change, 120.

[26] Uno de los grandes artículos relacionando cambio climático e incendios forestales en Estados Unidos salió en 2016; véase John T. Abatzoglou y A. Park Williams, "Impact of Anthropogenic Climate Change on Wildfire across Western US Forests", PNAS, 113 (2016): 11770-75. Para una guía comprensiva de algunas investigaciones recientes sobre huracanes y cambio climático, véase Jennifer M. Collins y Kevin Walsh, eds., Hurricanes and Climate Change, vol. 3 (New York: Springer, 2017). Para una revisión del rol que el cambio climático juega en la difusión de enfermedades infecciosas, véase Xiaoxu Wu et al., "Impact of Climate Change on Human Infectious Diseases: Empirical Evidence and Human Adaption", Environment International, 86 (2016): 14-23. Para la relación entre cambio climático y proliferación de algas, Daniel Cressey, "Climate Change Is Making Algal Blooms Worse", Nature, 25 de abril, 2017.

[27] Jonathan A. Newman et al., Climate Change Biology (Oxfordshire: CABI, 2011), 220-21.

[28] Alan H. Lockwood, Heat Advisory: Protecting Health on a Warming Planet(Cambridge: MIT Press, 2016), 103.

[29] Bruce E. Johansen, Climate Change: An Encyclopedia of Science, Society, and Solutions (Santa Barbara: ABC-CLIO, 2017), 19-20.

[30] Uno de los mayores trabajos tratando de fundamentar la economía en la física es el de Nicholas Georgescu-Roegen, The Entropy Law and the Economic Process (Cambridge, MA: Harvard University Press, 1971). Los argumentos iniciales de Georgescu-Roegen han sido refinados y desarrollados por subsiguientes generaciones de pensadores que reconocen que la actividad económica está constreñida por leyes físicas. Entre ellos estuvo Herman Daly, uno de los grandes exponentes de la idea de que el crecimiento económico no durará para siempre, cuyo trabajo ha tenido una profunda influencia en el movimiento ecologista. Para un sucinto repaso de su pensamiento, véase Herman E. Daly, Beyond Growth (Boston: Beacon, 1997). Puede que el más grande ecologista de sistemas fuera Howard Odum, quien llevó a cabo un trabajo magistral explicando los mecanismos que enlazan las sociedades humanas con sus entornos naturales. Para una explicación de sus teorías, véase Howard Odum, Environment, Power, and Society for the Twenty-First Century (New York: Columbia University Press, 2007).

[31] John Bellamy Foster, Marx's Ecology (New York: Monthly Review Press, 2000), 9-10.

[32]  Para una explicación académica formal de esta perspectiva, véase Lea Nicita, "Shifting the Boundary: The Role of Innovation", in Valentina Bosetti et al., eds., Climate Change Mitigation, Technological Innovation, and Adaptation(Cheltenham: Elgar, 2014), 32-39.

[33] Tom Simonite, "Moore's Law Is Dead. Now What?" MIT Technology Review,13 de mayo, 2016.

[34] Atkins, Four Laws That Drive the Universe, 51-52.

[35]  John Bellamy Foster, Ecology Against Capitalism (New York: Monthly Review Press, 2002), 94.

[36] Foster, Ecology Against Capitalism, 94.

[37] Evan Mills, "Efficiency Lives-The Rebound Effect, Not So Much," ThinkProgress, 13 de septiembre, 2010, http://thinkprogress.org/.

[38] Steven Sorrell, The Rebound Effect (London: UK Energy Research Centre, 2007), 92.

[39] Jeff Tollefson, "World's Carbon Emissions Set to Spike by 2% in 2017,"Nature, 13 de noviembre, 2017.

[40] Fiona Harvey, "UN Warns of "Unacceptable" Greenhouse Gas Emissions Gap," Guardian, 31 de octubre, 2017.

[41] Nijavalli H. Ravindranath and Jayant A. Sathaye, Climate Change and Developing Countries (New York: Springer, 2006), 35.

[42] Zhen-He He et al, "ATP Consumption and Efficiency of Human Single Muscle Fibers with Different Myosin Isoform Composition," Biophysical Journal79 (2000): 945-61.

[43] Sobre la eficiencia de motores combustión interna, véase Efstathios E. Stathis Michaelides, Alternative Energy Sources, (New York: Springer, 2012), 411. Para las centrales basadas en la quema de carbón, véase R. Sandström, "Creep Strength of Austenitic Stainless Steels for Boiler Applications," en A. Shibli, ed., Coal Power Plant Materials and Life Assessment (Amsterdam: Elsevier, 2014), 128. Sobre la eficiencia de células fotovoltaicas, Friedrich Sick y Thomas Erge, Photovoltaics in Buildings (London: Earthscan, 1996), 14.

[44] Robert T. Balmer, Modern Engineering Thermodynamics (Cambridge: Academic Press, 2011), 454.

[45] Will Oremus, "How Green Is a Tesla, Really?" Slate, 9 de septiembre, 2013, http://slate.com.

[46] William J. Ripple et al., "World Scientists' Warning to Humanity: A Second Notice," BioScience 20, no. 10 (2017): 1-3.

 

(*) Erald Kolasi. Es investigador asociado en el Income and Benefits Policy Center en el Urban Institute (www.urban.org). Se dedica a desarrollar modelos y simulaciones por ordenador dedicados a ingresos, riqueza y jubilaciones. También ha creado modelos actuariales para calcular beneficios por empleado y analizar los rasgos cambiantes de los planes de pensión públicos. Está graduado en Física e Historia en la Universidad de Virginia, es doctor en Física por la Universidad George Mason.

Fuente:

https://monthlyreview.org/2018/05/01/the-physics-of-capitalism/ Traducción: David Guerrero

 

Traducción: David Guerrero


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