bitacora
ESPACIO PARA PUBLICIDAD
 
 

Gauchos de las cuchillas y vaqueros de las praderas – II

imagen

Por Daniel Vidart (*)

1 - La comparación entre el gaucho y el cowboy es muy fértil desde el punto de vista etnológico, esto es, aquel que se aboca a la descripción y evaluación de las culturas ecuestres protagonizadas por ambos tipos humanos.

El caballo del gaucho desciende de los yeguarizos traídos por los conquistadores españoles, cuyos centros de introducción fueron múltiples, a partir de los lugares de desembarco de las expediciones encaminadas hacia las costas del Caribe, del Atlántico o del Río de la Plata.

Su modo de cabalgar, si bien en las cargas a lanza seca predominaba el de la jineta, adoptó la modalidad impuesta por la escuela de la brida. Se estriba por el lado izquierdo, del mismo modo que el caballero medieval, obligado por el peso y la longitud de su gran tizona, pendiente del lado siniestro. El apero de su cabalgadura, salvo variaciones impuestas por el medio - el cojinillo o pelego , el sobrepuesto, lqa carona, el tipo y forma del basto, la tipología de los estribos - conserva, en esencia, salvo los modismos regionales, las mismas garras y el mismo nomenclátor hispánico. Las carreras cuadreras están inspiradas en modelos peninsulares : el coso que se corría en la calle principal de los pueblos, tal como se narró en los escrito de Cervantes y otros autores españoles. También fueron transportadas hasta nuestras costas por los tripulantes del pueblo llano que colmaba las carabelas, esos "cisnes transatlánticos " al decir de Hegel, una serie de recreaciones o diversiones lúdicras tales como las riñas de gallos, el truco y la taba y, aunque no se crea, vino también con ellos el asado con cuero, tal cual se preparaba, como cuenta Cervantes, en las bodas de Camacho, uno de los episodios por donde transita, sueña y desbarra el vapuleado y maravilloso Don Quijote, el último de los defensores de los humildes, las doncellas y las viudas escapados de los libros de caballerías Y lo mismo sucedió con el lazo, la daga - el ¿ del daca latino, del tag persa, del daig celtogálico?-, la guitarra - hija de la jhitar árabe y nieta de la cítara griega - , las coplas octosilábicas del romancero, las payadas de contrapunto, las arcaicas voces dejuro, ansina, mesmo y tantísimas más, la principalía engolada del macho , la etiqueta ceremoniosa y las buenas maneras en las formas de trato cotidiano de los despreciados paisanos del Uruguay profundo. En este sentido Carlos Darwin, que conoció muy de cerca el paisanaje criollo del año 1832, escribió lo siguiente : "Los gauchos o campestres son muy superiores a los habitantes de las ciudades. Invariablemente el gaucho es muy obsequioso, muy cortés, muy hospitalario ; jamás he visto un caso de grosería o de inhospitalidad. Lleno de modestia cuando habla de él o de su país, es al mismo tiempo atrevido y bravo".

2 - No paran acá los legados del abuelo español : el cristianismo popular y su cauda de supersticiones, la creencia en los lobizones - los licántropos, como se les decía en Grecia -, el velorio del angelito, los seres infernales que habitan y danzan en las de las Salamancas o cuevas malditas, el carnaval a la jineta , etc. apenas son una pocas muestras de las raíces hispánicas de aquellos hijos de las cuchillas que heredaron la boleadora del charrúa y el minuano, el chiripá y el mate del guaraní y la vincha de los indios pampas de la otra orilla. La herencia europea prevaleció sobre la autóctona, pero en el nuevo medio, en el escenario de una economía depredadora - el gaucho no es un criador sino un cazador de vacas, al igual que el indígena, de quien siempre fue un enemigo no obstante haber buscado a veces hospitalidad en las tolderías, cuando los represores realistas o criollos les pisaban los talones. Los legados culturales se trasforman, se mezclan, se intercambian, se potencian o empalidecen, y de tal modo surge una criolla concepción de la vida y tipo humano nuevo, pese a que sus calzoncillos cribados y sus espuelas y sus trabucos y el bordado de sus chaponas- legado de los marineros desertores europeos que ganaban la sierra o el monte- venían de Europa al par que su sabiduría paisajística y su baquía ambiental provenían de los maestros indígenas. El gaucho nomádico y el paisano asentado del país pajuerano no son un manantial sino un estuario, pero ¡ qué riqueza de nuevas esencias y nuevas formas amalgamadas en una juvenil mezcla de retazos antiguos, y cuántas originalidades de cosas recién nacidas se despliegan en las trayectorias vitales y en las cualidades personales de los jinetes de las cuchillas !. En efecto, en las pampas y en las penillanuras se puso en marcha una alquimia social, al estilo de aquella ars combinatoria propuesta por un filósofo de la Baja Edad Media europea cual fuera Raimundo Lulio. El medio americano, la frontera, la ganadería extensiva de tipo colonialista, o sea extensivo, la abundancia superlativa de caballos, la presencia beligerante del indígena, el celo imperial de los españoles en pugna con los portugueses y otros factores impusieron pautas locales y comarcales que se combinaron para conferirle al gaucho y a los hombres asentados en las estancias cimarronas de nuestra campaña una serie de características propias, locales unas y comarcales otras. Pero las raíces hispánicas, no obstante los procesos adaptativos, siempre afloraron, siempre estuvieron expuestas al sol de la aculturación, a la osmosis del contacto de cuerpos y almas , a la mezcla de legados y al despertar de originalidades.

Con el cowboy sucedió lo mismo. Fue un descendiente directo del vaquero mexicano, tan intensamente modelado por la hípica y la épica hispánica, si bien con una buena proporción de genes indígenas acarreados por el inevitable mestizaje entre europeos e indígenas. En Sonora, en Coahuila, en Chihuahua y en Durango se define, con el tiempo, el tipo del vaquero, un producto representativo de los oficios ecuestres impuestos por una ganadería extensiva. En esa frontera la subsistencia de quienes habitaban en los ranchos ganaderos, equivalentes a nuestras estancias, era precaria y peligrosa. Los indios apaches, secundados por los indios conchos, atacaban las haciendas y repuntaban el ganado hacia sus tierras, tal cual sucedía en estas regiones rioplatenses con los malones de los minuanos, los charrúas y los pampas - estos últimos eran mapuches provenientes de la Araucania chilena - hasta que los criollos dueños del poder decidieron exterminarlos para poner a salvo sus vidas y extender sus haciendas.

3 - Las hecatombes de indígenas realizadas por Rivera, en el Uruguay, hacia el año l831, y Roca en la Argentina, cuando llevó a cabo la sangrienta Campaña del Desierto hacia el l879, tuvieron un anterior paralelo en América del Norte. Jackson y Harrison emprendieron en los EE.UU. una furiosa embestida contra los indios de las praderas entre el l8l3 y 1814, hasta hacerlos firmar un tratado de paz. Por su parte, más tarde, pero con igual saña el mexicano Porfirio Díaz desbarata a los apaches y los conchos en el año l880.

Por ese entonces Texas pertenecía aún a México. Era una enorme llanura empastada y en sus desérticas extensiones, asi como en el limítrofe Estado de Tamaulipas, proliferaban los vacunos, trotaban enormes tropillas de caballos cimarrones y unos pocos rancheros se dedicaban, al igual que en el Cono Sur de nuestro continente, a una ganadería fundada en el cuero antes que en la carne, en la caza antes que en la cría. Los gobernantes mexicanos, para humanizar aquellos sitios despoblados, decidieron abrirle " puertas a la tierra", como se decía durante la conquista en estas regiones rioplatenses, y fomentan la inmigración de colonos estadounidenses. Tantos son los recién llegados que al poco tiempo sextuplican el número de pobladores mexicanos. Las autoridades de ese pais se alarman ante esta invasión de extranjeros y cierran las fronteras. Pero entonces, sintiéndose amenazados, los tejanos de origen estadounidense, acaudillados por Austin y con el respaldo de una nación que caminaba por la huella del "destino manifiesto", van a la guerra, la ganan, y se proclaman independientes. Un poco después, hacia el l845, Texas se incorpora a los EE.UU. Los tejanos del campo abierto, y todos los marginales que se volcaban en esa región, imantados por los espejismos de una Jauja de carne gorda y horizontes abiertos, aprenden las tareas propias de los oficios pecuarios de los vaqueros mexicanos. Se hacen de a caballo y reciben, como no podía ser de otro modo, las vestimentas, los aperos, los dispositivos laborales y las voces españolas relacionadas con el contorno natural y económico, amén de esa herencia polivalente que hoy integra los dominios del folklore. Ya en el primer tercio del siglo XIX se había definido un especial tipo humano. Aquellos hombre de a caballo eran depredadores del ganado. No lo criaban, lo cazaban a campo abierto. Se les llamó entonces cow hunters, o sea cazadores de vacas. Vino luego, y muy pronto, un cambio en la designación, que ha perdurado hasta hoy luego de haber acuñado un prototipo ecuestre legendario. Los más duchos y ágiles, los más resueltos y desaprensivos cazadores de ganado eran los jóvenes, los que nada tenían que perder y sí todo un mundo para conquistar, por áspero y primitivo que fuera. Se les denominó en consecuencia cowboys, muchachos vaqueros, resucitando un término que había nacido un siglo atrás. Al igual que en el caso de nuestros gauchos la compañera fiel de los vaqueros tejanos fue la guitarra. Comienzan entonces aquellos cantos, que luego perfeccionarían las generaciones posteriores, relacionados con el amor, la soledad, el coraje, la vida a lomo de caballo, la querencia perdida y la senda encontrada. Las frontier ballades y los cowboy songs, melancólicas y lentas expresiones de una vida solitaria y aporreada, lejos de la mujer, ayuna de sociabilidad, constituyen las simientes de la hoy conocida como música country.

4 - El vaquero de los primeros tiempos debía lidiar con el ganado vacuno cimarrón, cuyas características eran similares a las haciendas salvajes del área rioplatense : cuerpos livianos, largas patas, cuero resistente a la penetración de la espina y la picadura del insecto, instintos aguzados por la hostilidad de un medio colmado de carnívoros, velocidad para la estampida y , sobre todo, temible cornamenta. Los legendarios longhorns (cuernos largos) de las llanuras norteamericanas eran de origen hispánico. Habían retornado a la condición paleolítica, anterior a la domesticación, adaptándose a las rudas condiciones ambientales. Del mismo modo el Wild West en perpetuo retroceso, antes de ser explorado por los pioneros anglosajones, había sido descubierto y recorrido por los capitanes españoles, entre los que se destacaron Pánfilo de Narváez, Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, Francisco de Ibarra, Juan de Oñate y Francisco Vázquez de Coronado. Estas descomunales y sangrientas epopeyas ya han sido narradas por las respectivas crónicas, reeditadas periódicamente, y a ellas remito los lectores deseosos de conocer las aventuras y desventuras de aquellos atroces, codiciosos y corajudos invasores.

El gaucho y el cowboy, los primerizos, los genuinos, los de las camadas antiguas, pues el nombre designó distintos tipos humanos con el tiempo, no ansiaban poseer bienes inmuebles para asentarse en ellos sino espacio para nomadizar. Nómada viene del griegos nomas, pasto, y se refiere a los pueblos que iban con su ganado tras los herbazales nacidos después de las lluvias. Pero tanto el vaquero como el gaucho no emigran con sus familias tras las pasturas, como en el caso del Asia Central. Van solamente tras el ganado, son carneadores, son cuereadores o corambreros, son gentes libres de ataduras laborales que caen a los rodeos - " aquello no era trabajo / más bien era una junción ", dice Martín Fierro - para lucir sus habilidades, para jugar, cantar, bailar y chinear, para ser admirados, cuchillo en mano, como visteadores prodigiosos o duelistas temibles.

Juntos el gaucho y el cowboy recorren tres sucesivas etapas históricas y tres escalones semánticos. La voz gaucho, para la cual se han propuesto casi medio centenar de etimologías, era en un principio absolutamente peyorativa. Se utilizaba para designar a los " mozos sueltos de la campaña" según decía Artigas, quien nunca usó ese término, nacido por la zona este de nuestro país, al parecer, para designar a " una raza de bandidos", como los calificara Bougainville en el año l767, quien proseguía así: "Escapados algunos malhechores de la justicia se han retirado al norte de las Maldonadas [Maldonado]  y a ellos se han unido desertores". Estos provenían, fundamentalmente, de los barcos, lo que determinó que muchos términos marinos, como flete, rebenque, rumbear, amadrinar, hocicar, fueran adoptados por el gauchaje primitivo. Otros desertores eran los " desgaritados", los escapados de la plaza fuerte de Montevideo. "Insensiblemente - prosigue Bouganville - el número ha crecido; han tomado mujeres indígenas y han dado así comienzo a una raza que solamente vive del pillaje. Van a robar bestias de las posesiones españolas para llevarlas a las fronteras del Brasil, donde los paulistas se las cambian por armas y vestimenta. ¡Desgraciados los viajeros que caen en sus manos! Se asegura que actualmente son más de seiscientos"

5 - Antes de que se echara a rodar el término gaucho, que casi seguramente se aplicó a los alzados o matreros - esto es, los que dormían en la matra, voz sinónima de bajera o sudadero, quizá derivada del inglés matress, colchón, o de la lengua pampa, como suponen otros autores - se designaba con la voz gauderio, particularmente en el sudeste de la Banda, a la gente que pululaba al margen de la vida de las estancias, donde se define la figura laboral del paisano. El paisano trabajador, por un lado, y el gauderio y el gaucho, por el otro, fueron calificados indistintamente como campestres por el español Félix de Azara.

El gauderio, cuyo nombre parece surgir en derredor de la Colonia del Sacramento, enclave portugués fundado en l680 , y el gaucho, que tal vez, inicialmente, sea el producto de los bandoleros aludidos por Bouganville, son designados de distintas maneras : camiluchos, cuando se trataba de los guaraníes desertores de los contingentes de troperos que venían como auxiliares de los padres jesuitas en las arreadas de ganado desde la Vaquería del Mar hacia las Misiones , cuyo nombre deriva de la voz latina camilo, el auxiliar en los oficios divinos ; pasianderos, voz que alude a la costumbre de trasladarse de un lado para otro a caballo ; vagamundos y vagos, equivalentes al término anterior, aunque con un dejo despectivo ; malévolos y mal entretenidos, para calificar sus actividades al margen de la ley ; tupamaros, palabra usada por los españoles para emparejar la actitud insurgente de los gauchos patriotas con el desacato del caudillo indígena peruano Tupac Amaru.

El gaucho, el " mozo suelto de la campaña", comía del ganado ajeno, al que creía propio, del mismo modo que el indígena, cuyo género vida cambió radicalmente con la aparición del vacuno y del equino. El indio de a caballo superó al gaucho y al cowboy - ejemplo de ello son las hazañas hípicas de los guaycurúes al sur y los comanches al norte - en el dominio del animal, al que no maltrata, al que desde potrillo incorpora a la toldería, amansando lenta y cariñosamente al equino que no tuvo que desbravar en el bramadero ni romperle el cuerpo y la enjundia en la jineteada a espuela y a longazo limpio. Además de jinete insuperable, el indio era un conocedor sorprendente del ser animal, de los instintos, sensaciones y capacidades de sus caballadas. A las caballadas ajenas las robaban a campo abierto y cuando sus perseguidores acampaban en el vivac nocturno, dos o tres yeguas, allegadas sigilosamente a la proximidad de los caballos, bastaban para llevarse en silencio la monta de los ejércitos enemigos.

Gauchos, charrúas y minuanes, que estos fueron mayoría hasta la entrada en masa de aquellos desde la otra Banda a fines del siglo XVII y principios del XVIII, se aliaban a veces para asaltar las estancias y entonces las tolderías servían de refugio provisional a los alzados transgresores de la ley. Pero no llegaron a constituir comunidades abiertas al franco mestizaje. Los indios robaban mujeres blancas y las hacían madres de hijos mestizos; los españoles y criollos, apercibidos para enfrentar los malones, sabían defender sus familias y haciendas a sangre y fuego. No en vano lucharon en el Uruguay durante trescientos años contra los "infieles" que preservaban su libertad, su espacio vital y su comida de los avances colonizadores amparados por la ley y las armas del "hombre blanco".

6 - El gaucho genuino, el vagabundo que coronaba una cuchilla y desde allí buscaba repechar una y otra vez las verdes olas inmóviles que llegaban hasta el horizonte, no ansiaba poseer bienes inmuebles para asentarse en ellos sino espacio para deambular por las fronteras del viento, montando tropillas de un solo pelo y , claro está, de bolear o desgarretar ganado una vez que este apareció en nuestros pastizales importado por Hernandarias desde sus estancias santafesinas y escapado de las norteñas estancias misioneras. No todo era vida desocupada y errante, sin otra pausa que el fogón nocturno. A veces se conchababa como changador, si se trataba de cueros, y como contrabandista, si tocaba arrear ganado ajeno a las fazendas riograndenses Cuando podía tenía mujer e hijos, y sus ranchos se agazapaban en los bajos, como madrigueras clandestinas. Pero no trabajaba regularmente: sentía desprecio por el agricultor y la agricultura, y sus actividades eran las del ladrón del ganado con dueño o el carneador del ganado mostrenco, que por igual no pertenecía a nadie y pertenecía a todos. Huía del Rey y de la Ley porque no era afecto a la existencia sedentaria y reglada impuesta por la civilización, porque tenía mano larga para lo ajeno que creía propio, porque debía una o varias muertes en duelos a cuchillo, porque no cabía en la pirámide clasista de aquella sociedad bipartida entre campo y ciudad, entre puerto cosmopolita y pradera pecuaria, entre lo universal y universitario que tiene su asiento en la urbs y entre lo tradicional y terruñero que se refugia en el pagus.

El gaucho aparece ante los ojos del viajero como un temible camorrero, como un avezado duelista, como un señor de la cuchillería sangrienta. Así lo juzgó Darwin en su citado libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo al expresar los siguiente, que también englobaba a los paisanos, todos con el cuchillo atravesado sobre la riñonada : "....se oye hablar constantemente de robos y homicidios, siendo la causa principal de estos últimos la costumbre de ir siempre armados de facón. Es deplorable pensar en el número de homicidios que son debidos a insignificantes querellas. Cada uno de los contendientes procura alcanzar a su rival en el rostro, mutilarle la nariz o dañarle los ojos, y la prueba de ellos está en las horribles cicatrices que ostentan casi todos. Los defectos provienen efectivamente de las arraigadas costumbre de los gauchos por el juego y la bebida, y de su falta de espíritu civilizado". Los ciudadanos norteamericanos que juzgaron los duelos a revólver del Far West no dijeron menos, horrorizados al igual que Darwin, de la condición despiadada y generalmente alevosa de aquellos matones ecuestres.

El gaucho alzado, matrero y cuatrero nacido en el siglo XVIII extiende su trayectoria vital hasta fines del siglo XIX, cuando el alambramiento de los campos y la represión de Latorre, que los llevaba encepados a fabricar adoquines en Montevideo, acabaron con su destino itinerante y las hazañas de un legendario coraje puesto de manifiesto durante la epopeya artiguista de la Patria Vieja, la Cruzada Libertadora y las guerras civiles entre blancos y colorados, en la que el argentino, y no inglés Hudson , calificó como Tierra Purpúrea.

La denominación gaucho, tan misteriosa, tan provocativa, figura en los documentos a partir del último tercio del siglo XVIII y se aplica al ladrón de ganado, al cuereador clandestino, al bandolero rural, así considerado por la óptica propietarista y legalista de la administración colonial y el patriciado criollo. En una segunda etapa de la deriva semántica del término se le llama gaucho también al trabajador ecuestre del campo, al peón de estancia, al tipo laboral asentado en el casco edificado de los establecimientos pecuarios, al paisano pobre, en suma. Finalmente el término se desmesura, pierde su antiguo denotatum y se aplica a todo hombre de a caballo del interior ganadero de nuestro país, tanto al estanciero de "riñón forrado" como al peón, tanto al matrero que gana el monte para escapar a la mano larga del comesario como al tropero que soporta el frío y el calor, la soledad y la nostalgia mientras arrea la vacada hacia el destino prefijado.

7 - Con el cowboy sucedió algo semejante, aunque en otros escenarios y otras circunstancias. El primer cowboy es el mero ladrón de vacas durante la guerra independentista de los futuros EE.UU. contra la corona británica, conflagración que se extiende entre los años l775 y l783. Los farmers leales a los británicos, que cultivaban los calveros abiertos por el hacha y el fuego entre los montes Apalaches y el Atlántico, eran asaltados por jóvenes y resueltos patriotas que incendiaban las granjas y huían llevando por delante los bueyes de labor y las vacas lecheras. Estos antecesores de los cowboys clásicos eran apeados y no utilizaban el revólver Colt, inventado mucho más tarde, sino el long rifle a chispa.

El segundo tipo de cowboy aparece en el año l836, cuando surge la República de Texas, antes de que se entablara la disputa armada entre los norteamericanos y los mexicanos. También se hace presente en el momento que los tamaulipecos fundan la fugaz República de Rio Grande, enfrentándose así al casi vitalicio dictador mexicano Santa Ana. Los tejanos ayudaban de tanto en tanto a los tamaulipecos pero eran más las veces que aprovechaban la existencia de los longhorns, los cimarrones cuernilargos, para efectuar gigantescas arreadas hacia los ranchs que ya comenzaban a salpicar , como puntos suspensivos de la soledad, las abiertas praderas. Estos ladrones de ganado, dedicados al abigeato noche y día , son llamados de nuevo cowboys, resucitando así el término utilizado un siglo atrás. Al igual que en nuestras latitudes surgió una clara diferenciación entre los caballistas errabundos y los trabajadores de los cattle ranchs. Estos no se denominaban cowboys, un mote despectivo, sino hands, manos, término que equivalía a obreros según la nomenclatura, por cierto harto descalificadora - el ser del hombre es sustituido por el rendimiento de su mano, el alma por la productividad del destajo corporal - propuesta y utilizada originariamente por los empresarios de la Revolución Industrial inglesa. También se les llamó cowhands, cuida vacas, y cowpunchers, troperos. Pero como pesaba intensamente la tradición española, adaptada al horizonte cultural de la pecuaria mexicana, cobró vida el término buckaroo, una extraña palabreja que trata de reproducir en el idioma inglés el sonido español de la voz vaquero.

 

Nota anterior: http://www.bitacora.com.uy/auc.aspx?9884,7

 

(*) Daniel Vidart. Antropólogo, docente, investigador, ensayista y poeta.


Atrás

 

 

 
Imprimir
Atrás

Agrandar texto

Achicar texto

linea separadora
rss RSS