bitacora
ESPACIO PARA PUBLICIDAD
 
 

Acumular despiadadamente

imagen

Por Roberto Sansón Mizrahi (*)

Acumular, acumular más, acumular mucho más; sin fin, sin límites, sin misericordia.

El desaforado proceso de concentración de la riqueza es uno de los factores más destructivos de la realidad contemporánea. Esta concentración que involucra la apropiación de activos e ingresos es un fenómeno que se ha desatado y acelerado a nivel mundial. Impulsa además la consecuente concentración del poder de decidir en otras cuestiones además de las económicas y moviliza una serie de complicidades en áreas tan sensibles como la de los medios de comunicación, los sistemas educativos, la política, la Justicia, el conjunto de valores y actitudes predominantes. Su impacto se proyecta sobre la destrucción ambiental, los enfrentamientos geopolíticos, el crecimiento de los fundamentalismos ideológicos, la huida hacia el nihilismo, las adicciones, la alienación existencial, un gravoso y peligrosísimo retroceso en la permanente búsqueda de significación de nuestro vivir.

Esa concentración se produce por la extracción de valor que los más poderosos realizan sobre los menos poderosos, los más débiles, los vulnerables. Es una tendencia global por la que todo aquel que puede y está imbuido por una alienada codicia se organiza y posiciona para apropiarse de un valor que es generado por otro. Los principales actores, y en otra escala muchos otros, aspiran a acumular el máximo valor posible, sin límites, sin remordimientos, sin compasión para los que son despojados de buena parte del producto de su esfuerzo y del de sus antepasados.

Las explicaciones, justificaciones, argumentaciones en defensa de ese accionar son infinitas, tantas o más que los cuestionamientos que reciben. Son voces impuestas por reiteración, mucho más audibles por los altavoces y canales de distribución de ideas y valores que controlan.

Quienes se benefician de la concentración no están dispuestos a resignar graciosamente sus privilegios aunque sepan que con su accionar causan tremendo daño al planeta y a la entera humanidad. ¿Por qué les habría de importar si operan dentro de la racionalidad hegemónica, si son parte de una dinámica sistémica que, así lo afirman, no fue creada por ellos sino que simplemente la aprovechan?

Si acaso pudieran reflexionar y mirar más allá de un corto plazo (que puede súbitamente hacerse cortísimo por la explosión de una reacción generalizada) tomarían conciencia que el rumbo y la forma de funcionar que directa o indirectamente han ayudado a imponer conduce  a un abismo social y ambiental que también los tragará a ellos. Aquí no caben medias tintas ni nadie puede esconderse detrás de la fatua creencia que los "éxitos" (privilegios) que han acumulado los grupos concentrados y sus cómplices han sido por propio esfuerzo.  No hay fórmula alguna que pueda explicar, menos aún convalidar, tamaño nivel de acumulación sin la presencia de acciones ilegales o ilegítimas. Esto es, sus trayectorias muy probablemente han combinado una diversidad de acciones de dudosa naturaleza: algunas claramente delictivas (como ser, evasión tributaria, lavado de dinero, corrupción, vinculación con el crimen organizado) y otras irresponsables e ilegítimas, entre las que destacan la depredación ambiental (agotamiento de recursos naturales y destrucción del medio ambiente), los abusos de poder de mercado (extorsión a proveedores, trabajadores, clientes y Estados), el despojo de activos a personas o competidores en precaria situación, la adquisición de empresas exitosas que hubiesen podido mantenerse independientes pero fueron absorbidas para agigantar la imposición oligopólica.

Ese puñado de enormes apropiadores está tan sumergido en sus propios valores del todo vale, a cualquier costo, sin límites, sin misericordia (noción desconocida en su cultura), que no perciben la proximidad de graves riesgos sociales y ambientales. Necios como son, creen disponer de una coraza impenetrable que les garantiza eterna impunidad por lo que cometen.  No entra en su irracionalidad que el dolor, las frustraciones y los resentimientos que generan desatan explosiones de odios y venganzas; y que todos, absolutamente todos los sistemas que se creyeron "eternos" terminaron sucumbiendo a nuevas circunstancias y fuerzas sociales, muchas de las cuales ellos mismos generaron con su accionar.

Ojala lleguemos a poner en práctica respuestas pacíficas a estas formas de dominación y de sometimiento; que la desesperación e impotencia no desemboquen en violentas erupciones. Miradas torvas se expanden por el mundo mientras en democracias capturadas se esteriliza la capacidad y quizás también la determinación de transformar un proceso cada vez más encajonado en un callejón sin salida.

(*) Economista, planificador regional y urbano, consultor, dirigió empresas, autor de Un país para todos, Crisis global: ajuste o transformación, Democracias capturadas y otros libros, Co-Editor de Opinión Sur www.opinionsur.org.ar


Atrás

 

 

 
Imprimir
Atrás

Agrandar texto

Achicar texto

linea separadora
rss RSS