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Construyendo un país para todos: robustecer con firmeza la economía popular

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Por Roberto Sansón Mizrahi

Lejos de ser un coto donde dejar acorralados a pobres y marginados, la economía popular es una de las columnas fundantes de un nuevo rumbo y forma de funcionar para reemplazar el oprobioso crecimiento concentrador que castiga al bienestar general y el cuidado ambiental.

Quienes dominan en el mundo procuran imponer la noción que ciertos críticos procesos sólo pueden desarrollarse de una única forma, aquella que les permite reproducir la concentración de riqueza y decisiones. Una de esas imposiciones hace al proceso de crecimiento económico.

Para sostener sus privilegios propugnan como dogma un solo tipo de crecimiento, el que ellos mismos lideran, proclamándose los más capacitados o los únicos capacitados para ese rol.  No explicitan que de ese modo se reproduce el sistema que concentra la riqueza y el consecuente poder decisional y, con ello, sus tremendas consecuencias: desigualdad, pobreza, degradación ambiental, recurrente inestabilidad sistémica, sometimiento cultural, evasión impositiva y fuga de capitales que esterilizan ahorro nacional en su capacidad de financiar la inversión requerida para lograr una plena y equitativa movilización productiva. 

Esta trayectoria de crecimiento concentrador sólo puede mantenerse con engaños y represión ya que no es posible defender abiertamente los intereses favorecidos por esa particular forma de crecer. Por cierto que hay otras muy diferentes modalidades de crecimiento orientadas al bienestar general y el cuidado ambiental, siempre ninguneadas. En esas opciones se inserta la crítica variable de robustecer con firmeza la economía popular.

Un peligroso reduccionismo

El neoliberalismo no presta atención a la economía popular o, a lo sumo, la encara como un programa asistencialista desligado de las políticas macroeconómicas que determinan el rumbo y la forma de funcionar de nuestros países. Esto es, mantienen intactos los motores de la concentración y, en un intento de amenguar sus peores impactos, plantean modestos apoyos a la economía popular que no pueden sacarla de la durísima situación en la que procura subsistir.  No es una solución que revierta las condiciones que atenazan a la economía popular.

Por el contrario, ese tipo de asistencialismo es proveedor de tecnologías residuales, nada de capitalización con lo que se perpetúa la pequeña o micro escala; se ignora la subordinación y dominación a la que están sometidos sus castigados integrantes.

La economía popular no es un coto donde dejar acorralados a pobres y marginados sino una de las columnas fundantes de un nuevo rumbo y forma de funcionar; un espacio estratégico generador de equidad y sustentabilidad. No necesita migajas sino el compromiso político para que pueda ser robustecida con firmeza. Dentro de un cambio político y macroeconómico[1], esto implica una acción en dos principales niveles. El primero hace al contexto económico y cultural en el que se desenvuelve la economía popular y, el segundo, refiere a la conformación de un efectivo sistema de apoyo asentado en las organizaciones que han venido trabajando con esas poblaciones y sus pequeños emprendimientos. 

El contexto económico y cultural de la economía popular

Vale iniciar esta sección destacando el crítico trabajo que realizan organizaciones sociales de las comunidades que hacen parte de la economía popular. Con un compromiso admirable no cesan de aportar al esclarecimiento sobre lo que sucede en el país y las localidades, por qué es imprescindible reforzar esos colectivos sociales, comprenden la complejidad que implica tener que relacionarse con otros actores económicos y con el Estado (a veces abierto a ellos y otras veces procurando manipularlos). De esa trama de relaciones de poder emergerán fases donde predomine la necesidad de resistir momentos aciagos y otras que habrá que saber aprovechar donde existirán mejores condiciones para robustecer con firmeza el desarrollo de la economía popular.

Las comunidades de la economía popular están abiertas a la innovación y saben adaptarse a las cambiantes circunstancias de la realidad contemporánea, al mismo tiempo que sostienen sus valores, tradiciones y lenguajes que hacen a su identidad y autoestima.

Un desafío inevitable es ver como insertarse en la trama productiva del país y la localidad en la que operan. Nadie produce en un vacío socioeconómico; ya no existen espacios completamente autárquicos. Todos los actores se relacionan, de una forma u otra, con una diversidad de otros actores. La cuestión que lastima es que en ese relacionamiento se reproducen las limitaciones para acceder a mejores oportunidades y retener plenamente el valor que los productores de la economía popular generan. Actores con mayor poder les cierran senderos de crecimiento al tiempo que se apropian de una fracción menor o mayor del resultado de sus esfuerzos.

Para encarar esta situación habrá que lograr que los productores de la economía popular se integren en cadenas de valor promisorias y no a residuales sin futuro, y que esa integración fuese de tal naturaleza que le permitiesen acceder a ciclos de reproducción ampliada. Tema por cierto espinoso que se relaciona con lo que sigue en esta sección y la próxima.

Las cadenas de valor están conformadas por diversos participantes que se dividen o distribuyen el valor que la entera cadena genera. Esa distribución de resultados se hace en función del poder relativo que detentan los diferentes participantes. El mayor poder es ejercido por las empresas que lideran las cadenas productivas lo que les posibilita apropiarse de los mayores márgenes económicos de su trama productiva y también de parte de los ingresos de los consumidores a través de imponer precios y marcas. Un menor poder, aunque no despreciable, es detentado por las empresas medianas que proveen insumos a las empresas líderes o compran bienes intermedios por ellas producidos. Por su parte, las empresas medianas se relacionan con empresas de menor magnitud que, a su vez, suelen vincularse con emprendimientos informales de trabajadores por cuenta propia.   

Ese diferencial de poder relativo hace posible diversos tipos de abusos de poder.  En contextos de baja regulación económica esta situación prevalece en todos los mercados y cadenas de valor. En otros contextos los abusos de poder pueden ser en alguna medida contenidos; en ellos suelen establecerse regulaciones estatales para aminorar las cascadas de apropiación de valor. Pueden también explorarse otras innovadoras soluciones como las propuestas por Opinión Sur en relación de establecer espacios de negociación de márgenes de distribución de resultados al interior de las propias cadenas de valor, con mediación del Estado como regulador y nivelador de fuerzas tan dispares.

Un aspecto de suma importancia es definir donde concentrarse para recortar los abusos de poder de mercado. Sería económica y políticamente poco viable y equitativo concentrarse tan sólo en el último nivel de la cascada de apropiaciones (entre pequeños y micro) porque ahí los márgenes de resultados son muy estrechos. Más bien debiera encararse en simultáneo todo el proceso de apropiación de valor en la entera cadena de valor porque, como se señaló, los mayores márgenes apropiados se dan a nivel de las empresas líderes y, en una escala algo menor, entre las empresas medianas y el resto de la cadena. De ahí la importancia de establecer espacios de negociación de precios y otras condiciones (tiempos de pago, sesgos en la comercialización, imposiciones de acopio y transporte, entre otras) para toda la cadena; caso contrario, si sólo considerásemos reivindicaciones entre los actores pequeños, podríamos terminar enfrentando pobres contra pobres, o pobres contra otros algo menos pobres.

Más allá de lo hasta aquí mencionado, lo importante es reconocer que las situaciones de abuso de poder que llevan a la inequidad y muchas veces a la incapacidad de cadenas de valor de crecer a pleno, no es algo inevitable. Por el contrario, es propio de una cierta relación de fuerzas que puede y debiera ser transformada desde las bases mismas de cada cadena de valor y, más aún, desde la política y la direccionalidad general de la economía que las fuerzas sociales puedan establecer desde el Estado.  

Posibles componentes de un efectivo sistema de apoyo a la economía popular

Un nivel complementario del arriba considerado hace a contar con un efectivo sistema de apoyo a la economía popular. Aquí el desafío pasa por proveerse de instrumentos apropiados que, al mismo tiempo, no sean portadores de otros fundamentalismos de los tantos que nos agobian. Esto es, que esos instrumentos sean de real utilidad para las comunidades de la economía popular acogiendo la diversidad de circunstancias culturales y económicas que coexisten en cada espacio social. Lo que corresponde es poner a disposición esos instrumentos mientras que las comunidades y las organizaciones sociales sabrán en cada caso si les favorece utilizarlos o si identificasen otros más apropiados.

Con esa advertencia señalamos dos instrumentos de apoyo que, en nuestra experiencia, podrían resultar significativos.

(i)               Desarrolladoras de emprendimientos de la economía popular

Estas desarrolladoras debieran operar bajo el liderazgo de las organizaciones de la economía popular como instrumentos para apoyar el robustecimiento de los emprendimientos existentes y asistir en la creación de otros nuevos de mayor escala basados en la asociación de esfuerzos. Toca a cada organización definir si considera útil contar con una desarrolladora, cuál sería su perfil, su alcance y forma de funcionar.

Los emprendimientos de porte medio facilitan el acceso a una progresiva capitalización que, a su vez, incide sobre una mejor gestión y permite ingresar a mercados más promisorios. Estamos hablando de excelencia de gestión, de tecnologías apropiadas, de retener el valor generado para aplicarlo a los fines que quienes integran el emprendimiento deciden. Todo esto custodiando valores de solidaridad, respeto por el otro, por las comunidades en las que viven y con las que se relacionan, por el cuidado ambiental y una responsable participación en la marcha local y nacional.

Existe una gran variedad de formas asociativas para encarar los procesos productivos, como ser  diversos tipos de cooperativas (de primer y segundo grado), comercializadoras comunitarias, consorcios de pequeños productores para comprar insumos y proveerse de servicios, sistemas comunitarios de acopio, procesamiento y transporte, conglomerados (holdings) comunitarios para integrar emprendimientos complementarios y explorar oportunidades de exportación, agroindustrias locomotoras, franquicias populares, supermercados comunitarios, y otros que no se enumeran en este texto o que se irán configurando con el devenir de los tiempos y las nuevas circunstancias tecnológicas, económicas o políticas. Es fecundo el talento y diversa la creatividad de las comunidades, abiertas a innovar apoyándose en sus tradiciones culturales y organizativas. No tiene sentido encorsetar a tal diversidad de comunidades y circunstancias en alguna única forma organizativa insistiendo en el reduccionismo de predicarla como la mejor disponible. No es éste el interés de la economía popular que permanentemente busca experimentar nuevas modalidades productivas.

En ciertos casos de emprendimientos de porte medio puede convenir contratar profesionales experimentados en gestión, adopción de tecnologías apropiadas, comercialización, logística y manejo de stocks, entre otros campos de especialización. Allí será de importancia estratégica formar cuadros comunitarios que trabajen en equipo con los profesionales contratados de modo de promover a todo nivel cuadros propios de la economía popular. 

(ii)              Fideicomisos especializados

Un necesario complemento de las desarrolladoras de emprendimientos populares es contar con recursos para financiar la puesta en marcha y operación de esos emprendimientos. Una modalidad, entre otras, que podría servir a este propósito es la conformación de fideicomisos especializados en financiar la economía popular. Sus funciones incluirían una línea de inversión en el capital de los nuevos emprendimientos y otra de asignar recursos a entidades que proveen crédito a la economía popular.  

Estos fideicomisos pueden capitalizarse a través de una diversidad de fuentes de financiamiento dependiendo de las circunstancias que prevalezcan en el país y en los territorios. Lo importante es que primen fuentes no comerciales ya que el criterio para asignar recursos no es el lucro sino robustecer la economía popular. Por cierto esto no implica colocar los recursos a fondo perdido porque es necesario lograr modestas recuperaciones que aseguren la sustentabilidad y continua operación de los fideicomisos. La capitalización de los fideicomisos puede provenir de aportes públicos nacionales y locales, aportes solidarios de fundaciones y empresas, respaldos externos comprometidos con la equidad y la sustentabilidad y, por cierto, propios resultados operativos.

En el nivel de dirección de estos fideicomisos también debieran tener una presencia relevante representantes de las organizaciones de la economía popular.

Una necesaria advertencia

No es la intención de este artículo proveer recetas sino sumar perspectivas a quienes con mucho esfuerzo trabajan para robustecer las economías populares que los mercados en general ignoran o agravian. Las desarrolladoras y los fideicomisos a los que se hace mención son instrumentos, poderosos de ser bien conducidos pero fuente de frustraciones en manos de dominadores o de corruptos.  Su aporte se agigantaría en un contexto de revisión de los mecanismos de extracción de valor que sustentan y reproducen la concentración económica y el poder decisional. Esto es, el accionar debiera llevarse a nivel de las políticas públicas como un importante factor que puede contribuir a reducir la vulnerabilidad externa de la matriz productiva al tiempo que robustece la base de sustentación de importantes cadenas de valor.

Vale cerrar estas líneas recordando que la trascendencia de la economía popular no se da sólo en el estratégico plano productivo. Hace además parte de la lucha por superar el sometimiento cultural y político que asfixia la iniciativa popular y resta legitimidad a quienes conducen nuestras democracias capturadas. El fangoso sustrato del presente devenir exige concebir otras formas de ser y de vivir en sociedad. En eso también contribuye la economía popular.


[1] Contribuciones de Opinión Sur al cambio de contexto pueden consultarse en los libros Los hilos del desorden, Crisis global: ajuste o transformación y Democracias capturadas y en diversos artículos como Desmontar los motores de la concentración, Un mundo amenazado, ¿Y ahora qué sucederá después? De la desigualdad a la inestabilidad sistémica, Liberar las democracias capturadas, Qué esconde el déficit fiscal, entre otros.


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