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Macri enciende la mecha de la rebeliĆ³n popular

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Por César G. Calero

El rescate solicitado por el presidente argentino al FMI genera un fuerte rechazo social y condena al país a más ajustes, recesión y pobreza.

Los piqueteros vuelven a tomar las calles en Argentina. Surgidos en los años 90, los movimientos sociales fueron determinantes para luchar contra las políticas neoliberales del peronista Carlos Menem y también alzaron su voz contra el radical Fernando de la Rúa en aquel fatídico verano austral de 2001. Aunque nunca han desaparecido de la escena social, el rescate solicitado por el presidente Mauricio Macri al Fondo Monetario Internacional ha reactivado su papel. La semana pasada ofrecieron una muestra de su poder de convocatoria al organizar la denominada "Marcha Federal", que al grito de "pan y trabajo" recorrió el país durante varios días hasta confluir en la Plaza de Mayo de Buenos Aires. Si el acuerdo que el Gobierno conservador de Cambiemos está negociando estos días con el organismo de Christine Lagarde implica más ajustes, como parece probable, algunos dirigentes sociales, como el piquetero Juan Grabois, alertan ya de un posible escenario de rebelión popular.

 El 75% de los argentinos está en contra del acuerdo con el FMI, según un sondeo de la consultora D'Alessio IROL.

La sola mención al FMI provoca urticaria en Argentina. Las recetas del organismo multilateral dejaron al país sembrado de pobres y deudas. El Gobierno argentino asegura que este FMI ya no es como el de los años 90, pero el ejemplo reciente de Grecia está muy presente para muchos de los que rechazan la pérdida de soberanía económica que implica todo rescate del Fondo. El 75% de los argentinos está en contra de ese acuerdo, según un sondeo de la consultora D'Alessio IROL. Pero el Gobierno ya no puede dar marcha atrás. En los próximos días se anunciarán los detalles del préstamo que recibirá Argentina, un tipo de crédito stand-by que suele conllevar una serie de condiciones, entre ellas un fuerte ajuste en las cuentas públicas. El SOS que lanzó Macri a principios de mayo vino precedido de un desplome del peso argentino sin precedentes en los últimos años (perdió en pocos días más de un 20% de su valor frente al dólar). Y en un país tan dependiente del dólar como Argentina, toda devaluación produce dos efectos perversos automáticos: la subida desenfrenada de los precios (la inflación acabará el año por encima del 27%) y una compra masiva de la divisa estadounidense por parte de los pequeños ahorradores, siempre temerosos de que el dólar valga mañana más que hoy.

Aunque ese rápido desplome del peso fue inesperado, lo cierto es que la economía argentina ya estaba dando señales de asfixia financiera por su deficitario saldo en la balanza de pagos. Discípulo aventajado del neoliberalismo más crudo, Macri ha basado su estrategia de reducción del déficit público en un fuerte endeudamiento externo (más de 100.000 millones de dólares en dos años y medio). Pero todo tiene un límite. Y los grandes inversores internacionales decidieron cortar el grifo de la financiación ante las señales negativas que transmitía la economía argentina. La subida de tipos de interés en Estados Unidos contribuyó al mismo tiempo para que los capitales golondrina -de corto plazo-, que habían apostado por la alta rentabilidad de la bicicleta financiera argentina, decidieran buscar refugio en una plaza más segura. Para que no huyeran todos los fondos de inversión, el Banco Central argentino dobló la apuesta y a principios de mayo fijó los tipos de interés en un estratosférico 40%. Un caramelo para los especuladores pero un mazazo para la financiación de las pymes nacionales, que están bajando la persiana a marchas forzadas.       

Sin dólares frescos para hacer frente a sus obligaciones externas, Macri acudió al FMI como último salvavidas, pese a que había asegurado en varias ocasiones que no recurriría al rescate del organismo. El dinero llegará pronto (alrededor de 30.000 millones de dólares en varias tandas) y los ajustes no se harán esperar. La Casa Rosada, con su particular optimismo, cree que "lo peor ya pasó", una de las frases preferidas de Macri. Los sindicatos, los movimientos sociales y la oposición temen, muy al contrario, que lo peor va a llegar en los próximos meses, cuando se note en el bolsillo de la gente el ajuste del gasto público, la subida de las tarifas de los servicios domésticos y la recesión que ya pronostican economistas de todo pelaje.

El "piquetero del Papa"

Para muchos dirigentes de la oposición, el Gobierno (compuesto en su mayoría por ex consejeros delegados de grandes compañías, exbrókeres y exempresarios) elabora su estrategia económica como si estuviera delante del balance contable de una empresa. Una crítica muy extendida es que a los ministros de Macri les falta calle. La misma calle que le sobra a Juan Grabois, joven abogado de 35 años y referente del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) y de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), dos de las principales agrupaciones piqueteras. Su gran cercanía a Francisco le ha valido el calificativo de piquetero del Papa y le ha otorgado una creciente presencia en los medios de comunicación. Enarbola desde hace años la bandera en favor de cartoneros, villeros y beneficiarios de planes sociales, pero no es ni mucho menos la voz más radical del arco opositor (de hecho, desde la izquierda se le reprocha haber llegado a más acuerdos con el Gobierno de Cambiemos que con el de Cristina Fernández de Kirchner). Por eso su advertencia de que los ajustes de Macri pueden provocar una rebelión popular no debería entenderse como una amenaza sino como un diagnóstico de quien conoce a fondo el pulso de los de abajo, aquellos que nunca figuran en la hoja contable de los burócratas de la Casa Rosada.

Si hay un ajuste más profundo sobre el pueblo, tenemos el temor a que haya una caótica rebelión de los sectores populares

"En Argentina vivimos ya momentos muy terribles a fines de los 90 y en 2001 particularmente, cuando los carriles institucionales se desbordaron y la gente empezó a reclamar 'que se vayan todos'. Los que ya estaban desesperados por el hambre saqueaban los supermercados y nosotros no queremos volver a eso. Si hay un ajuste más profundo sobre el pueblo, tenemos el temor a que haya una caótica rebelión de los sectores populares contra el hambre", resume Grabois a CTXT mientras camina al frente de una columna del MTE por la céntrica avenida 9 de Julio de Buenos Aires, a pocos metros de la sede del Ministerio de Desarrollo Social. Una gigantesca Evita contempla desde una de las fachadas del edificio racionalista a esos miles de descamisados del siglo XXI que siguen reclamando lo mismo que hace 70 años.   

Para Grabois, hijo de un reconocido militante peronista, a las clases populares sólo les queda esa opción o hacer frente a "una "implosión en cada una de las familias y los barrios populares que destruya el tejido comunitario por culpa del narcotráfico, el alcoholismo, la depresión...". "Por eso -precisa-, nosotros tratamos de canalizar la bronca en protesta y la protesta, transformarla en propuestas concretas para poder superar la crisis y buscar una perspectiva de crecimiento con desarrollo humano integral para todos. Para nosotros, Fondo Monetario Internacional es sinónimo de hambre, miseria, desempleo, muerte. El pueblo se está levantando y está haciendo escuchar su voz desde todos los puntos del país, no solamente en las grandes ciudades, también en el interior profundo, para reclamar algo tan sencillo como pan y trabajo".

Esa voz popular que avanza al son del bombo y los tambores por la 9 de Julio lleva en el zurrón cinco reclamaciones al Gobierno en forma de proyectos de ley: emergencia alimentaria, agricultura familiar, integración urbana, infraestructura social y adicciones. Aunque la urgencia derivada del estallido de la crisis financiera es ahora otra: "En este momento nos contentamos con parar la mano a estos ajustes y a los aumentos de precios, y también a esta política de coqueteo con la represión, donde hasta se pide el apoyo de las Fuerzas Armadas, porque queremos seguir viviendo en una democracia con justicia social".

El coqueteo con la represión al que se refiere Grabois quedó demostrado en diciembre, cuando las multitudinarias marchas en contra de la reforma de las pensiones culminaron con razias policiales que dejaron decenas de heridos y detenidos. Ahora Macri está sopesando sumar a las fuerzas armadas a tareas de seguridad, una propuesta que ya está levantando ampollas en la oposición. "Esperemos que no vaya por ese camino; se demostró en diciembre que no hay recurso policial ni fuerza represiva capaz de doblegar a un pueblo que es consciente de sus derechos y que pelea por su dignidad", advierte el dirigente piquetero.

Por la avenida 9 de Julio avanzan las columnas del MTE y la CTEP. Se dirigen a la Plaza de Mayo, donde aguardan ya, a mediodía del viernes 1 de junio, miles de militantes de otras organizaciones piqueteras, como Barrios de Pie o la Corriente Clasista y Combativa (CCC). Es el denominado grupo de San Cayetano (bautizado así por las marchas que suelen organizar el 7 de agosto, día del patrono del trabajo). Hay también representantes de la Confederación General del Trabajo (CGT), el sindicato mayoritario, y de los partidos políticos a la izquierda del kirchnerismo, como el Partido Obrero o el Frente de Izquierda. Los kirchneristas habían tomado las calles unos días antes, el 25 de mayo, día en que se conmemoraba la Revolución de Mayo de 1810, punto de partida de la independencia argentina. La señalada fecha y la sombra del FMI quedaron reflejadas en el lema de la convocatoria: "La patria está en peligro". Un consigna que se hizo viral después de que actores como Leonardo Sbaraglia o Pablo Echarri subieran vídeos en sus redes sociales para sumarse a la marcha.

La masiva respuesta a las manifestaciones de los últimos días ha sido sólo una primera demostración del rechazo social al acuerdo con el FMI. Varios sindicatos y los movimientos piqueteros buscan ya fecha para una huelga general. Sólo falta el aval de la poderosa CGT, cuyos líderes se mueven siempre con una calculada ambigüedad ante el gobierno de turno. Cambiemos -la coalición oficialista- ha logrado hasta ahora llevar a la CGT por el camino del diálogo. Pero algunos gremios de la central sindical ya no responden a la actual dirección. Es el caso de los camioneros, en pie de guerra contra el Gobierno, al que acusan de perseguir judicialmente a su líder, el veterano sindicalista Hugo Moyano, ex secretario general de la CGT y hoy convertido en la principal bestia negra del macrismo junto a Cristina Kirchner. Los camioneros reclaman una subida salarial del 27%, muy lejos del 15% que la Casa Rosada está obligando a firmar a muchos gremios, pese a que las principales consultoras económicas del país han coincidido en que la inflación rondará el 27% a final de año. Moyano ya ha dejado claro que la lucha va a ser a cara de perro. Y el poder de fuego sindical de los camioneros no es desdeñable. Han paralizado el país en varias ocasiones y frente a gobiernos de todos los colores políticos.

Queremos trabajo y decirle a Macri que así no podemos seguir viviendo

Las últimas columnas de piqueteros llegan a una renovada Plaza de Mayo que estrena el enrejado ordenado por Macri para aislar, aún más, a la Casa Rosada. Los militantes de los movimientos sociales suben el tono por si alguien les escucha al otro lado de las rejas. Son agricultores, cartoneros, vendedores ambulantes, repartidores, cooperativistas... Representantes de la denominada economía popular que sufren ya los recortes de la crisis. "La inflación nos come y en los barrios no se come", reza una pancarta. Algunos hombres y mujeres portan aperos de labranza. Muchos de ellos han caminado desde muy lejos. Hay manifestantes que salieron hace una semana de La Quiaca, en la frontera con Bolivia, o desde los confines de la Patagonia. Piden tierra, techo y trabajo (las tres T de Francisco). Sobre todo, trabajo, como enfatiza Alfredo Torres, un panadero de Buenos Aires: "No queremos que nos llamen 'choriplaneros' (un apelativo despectivo que mezcla la supuesta entrega gratuita de "choripanes" en estas marchas con los planes sociales que reciben algunos colectivos). Queremos trabajo y decirle a Macri que así no podemos seguir viviendo".

Un sector de la clase media y alta argentina siempre ha visto a los piqueteros desde esa mirada prejuiciosa que denuncia el panadero Torres. Para muchos votantes de Cambiemos, los planes sociales del kirchnerismo, que Macri ha mantenido hasta ahora en líneas generales, suponen una traba para que despegue la economía. Desde la otra trinchera, Grabois defiende que sus reivindicaciones van encaminadas a lograr esos tres derechos que para muchos son elementales pero que una mayoría de argentinos (donde la pobreza se acerca al 30%) no disfruta: "Esta marcha es un mensaje para Macri pero también para la oposición política, porque quien quiera gobernar en este país, tiene que incluir a todos". Grabois, a quienes algunos sectores de la oposición ven como un líder político emergente, descarta de momento seguir el camino de la política institucional: "Tengo la convicción filosófica de que el gobierno y el Estado no es el poder; el poder es la capacidad de transformar la vida, y nosotros, en nuestro laburo (trabajo) cotidiano, hacemos un gran aporte a la ética de la polis, a la buena política. La política institucional en el sistema actual de partidos tiene mucha mugre". Pero Grabois, que tiene miles de seguidores en las redes sociales, no cierra la puerta del todo a una futura entrada en la política partidaria: "Ahora estoy muy bien con lo que hago, pero uno nunca sabe por dónde le va a llevar la vida".

De momento, la vida está llevando a los movimientos sociales a dar un paso al frente en la política. Si la creación de la CTEP en 2011 supuso un paraguas sindical desde el que empezar a medir fuerzas con la histórica CGT, esta misma semana han hecho su presentación en sociedad con la fundación de En Marcha, un movimiento político impulsado por varios dirigentes de las  organizaciones piqueteras. Un nuevo espacio dentro de ese peronismo de múltiples aristas ideológicas que hoy busca la unidad para sacar a Macri del poder en las urnas en 2019.


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