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El problema no es la robotizaciĆ³n sino quienes se apropian de sus resultados

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Por Roberto Sansón Mizrahi (*)

Hay quienes presentan la robotización como el conflicto del futuro: trabajadores versus máquinas. Grotesco error o deliberado intento de desviar la mirada de la pugna de intereses que se reproduce con la robotización.

La robotización puede y debe encauzarse mejor (por ejemplo, aportando a la generación de otros empleos para sustituir a los que se eliminan) pero no es, de por sí, un hecho deplorable. Lo deplorable es que las ganancias extraordinarias que genera sean apropiadas por un puñado de grandes corporaciones y no por las sociedades que, de una forma u otra, hacen posible el desarrollo laboral, comercial, científico y tecnológico que sustenta la robotización.

La robotización es un tema amplio y complejo. En estas líneas abordamos algunos de sus aspectos principales ofreciendo una visión sobre lo que aporta la robotización, quienes se perjudican con ella, quiénes se apropian de sus resultados y cómo convendría encararla si el propósito fuera asegurar equidad y promover un desarrollo sustentable.

Qué aporta la robotización

El proceso de automatización con robots tecnológicos da paso a una profunda transformación productiva: permite mejorar procesos productivos aumentando su velocidad y controlando eventuales errores, reduce los riesgos de realizar tareas repetitivas o peligrosas, permite alcanzar mayores logros que los obtenibles utilizando solamente la habilidad de las personas. 

Este reemplazo de fuerza laboral por robots tecnológicos produce una diversidad de efectos económicos. Uno de ellos es que incrementa la productividad del trabajo ya que se obtienen iguales o mejores resultados con menor fuerza laboral. Desde el punto de vista corporativo se reemplaza "costo" laboral por costo de maquinaria con el ánimo de lograr aumentar o, como mínimo sostener, su tasa de ganancia. El impacto humano que causa desplazar trabajadores no suele condicionar, menos aún doblegar, el permanente afán de maximizar resultados (hay, por cierto, honrosas excepciones).

Los sectores con mayor grado de robotización incluyen al automotriz, la electrónica, la metalurgia y la fabricación de maquinarias; también crece su utilización al interior de los hogares y como apoyo a la actividad médica, legal, contable y de otras profesiones.

Quiénes se perjudican y quiénes se favorecen

En primera instancia se perjudican los trabajadores que son reemplazados por robots tecnológicos y, si no se actuase sobre cómo se distribuyen y aplican los resultados de la robotización, ese impacto lejos de ser compensado aceleraría el proceso de concentración del poder económico y decisional. Sin políticas y regulaciones que reasignen los resultados de ese tremendo salto tecnológico, los efectos pueden afectar seriamente al planeta y sus habitantes.

Lo que debiera quedar claro es que no hay una sola forma de robotización como, una vez más, se nos quiere hacer creer. La robotización no es tan sólo un proceso de técnicas ingenieriles sino también, y más importante, una construcción social; como tal, puede desplegarse de muchas maneras en función de la correlación de fuerzas que predomine en el mundo y en cada sociedad.

Por otra parte, el proceso de robotización no se inicia en las últimas décadas sino mucho antes; lo que ocurre es que se ha acelerado enormemente al impulso del desarrollo científico y tecnológico. Este particular tipo de desarrollo tecnológico ha sido en buena parte orientado por el afán de lucro de quienes disponían y disponen del financiamiento para sostenerlo. Sin embargo, lo dramático es que una enorme mayoría de los avances en investigación básica y aplicada fueron y siguen siendo financiados con recursos públicos que administra el Estado. Un Estado al que el poder económico concentrado condiciona y con frecuencia controla; de tal forma lo hace que logra finalmente apropiarse de los principales resultados del desarrollo científico y tecnológico que la sociedad toda financia.

Si a esto agregamos que grandes corporaciones practican extendidamente la evasión o elusión tributaria, con lo cual el resto de contribuyentes carga con el mayor peso tributario, queda clara la inequidad social que está en la base del proceso concentrador contemporáneo. A través de mecanismos como el abuso en precios de transferencia y falsificación de facturación, el Instituto Wider de Naciones Unidas estima que grandes corporaciones evaden 500 mil millones de dólares en impuestos cada año. Por su parte TaxJustice Network estima que Argentina dejó de recaudar 21.400 millones de dólares en 2016 debido mayormente a la evasión fiscal que realizan grandes corporaciones multinacionales.

O sea, el efecto de la robotización será uno u otro según el contexto socio-político en el que se desarrolla; una obviedad que se procura enmascarar desviando las miradas hacia una supuesta lucha de los trabajadores contra las máquinas. Es cierto que hay una lucha de intereses pero esa pugna se da entre actores sociales y no de las personas contra las máquinas.  

En el actual sistema económico la robotización favorece y refuerza al poder concentrado; algunas corporaciones se vuelven más eficientes, reducen costos y aumentan sus tasas de ganancia. En ese segmento del aparato productivo se beneficia una fracción de trabajadores que tiene la capacidad de conducir, administrar y asegurar el mantenimiento de máquinas y procesos productivos. Su productividad crece y con ella la posibilidad de acceder a mejores remuneraciones. Se produce una creciente diferenciación entre trabajadores mejor compensados y aquellos que no acceden a los sectores con creciente productividad. Si esto no se compensa, como se propone en las líneas que siguen, la robotización acentuará cada vez más las desigualdades existentes. 

Cómo encarar la robotización en el contexto de asegurar equidad y desarrollo sustentable

Si los objetivos que adopta una sociedad apuntasen a asegurar equidad y desarrollo sustentable, debieran redistribuirse con justicia y efectividad los resultados derivados de la robotización. Hay muchas formas de hacerlo y cada país puede escoger la modalidad que prefiera.

Una opción es imponer un tributo a las ganancias extraordinarias generadas por la robotización. El mismísimo Bill Gates adhiere a esta posibilidad: "Hoy el trabajador que cobra 50.000 dólares en una fábrica paga un impuesto por su rendimiento del trabajo, paga a la Seguridad Social y a otras agencias. Si un robot viene y hace lo mismo, cabría pensar que gravaríamos igual a un robot". Señala que la robotización acrecentará la productividad y las ganancias de una empresa sin que esa mayor riqueza se distribuya espontáneamente con justicia. Gates asigna a los gobiernos la responsabilidad de establecer impuestos para redistribuir, aunque sea solo en parte, los frutos del progreso tecnológico. Advierte que si no se actuase con este tipo de medidas, los dueños de las máquinas serán cada vez más ricos y los trabajadores a su vez más pobres.

Otra perspectiva reconoce que impuestos a la robotización son difíciles de implementar por lo que sugieren que lo mejor es asegurar un efectivo pago del impuesto a las ganancias desmontando los mecanismos de evasión y elusión tributaria utilizados por grandes corporaciones, adicionando además un impuesto por ganancias extraordinarias.

Publicaciones como TheEconomist analizan incluso otras modalidades impositivas en lugar de tributos directos a la robotización como impuestos progresivos sobre la riqueza (no sólo sobre las ganancias), un impuesto que grave la propiedad de la tierra y luchar contra los paraísos/guaridas fiscales. También plantea regular e incluso desmontar los monopolios digitales.

En cualquiera opción un crítico elemento refiere a cómo asegurar que los recursos así recaudados puedan efectivamente orientarse a generar nuevos empleos para trabajadores desplazados por la robotización pero también para enormes segmentos que no acceden a empleos dignos así como financiar infraestructura social y apoyo a pymes. De todos modos y sin negar su contribución,medidas específicas relacionadas con la robotización perderán efectividad y,por cierto, viabilidad si no fuesen encaradas en un contexto que favoreciese desmontar el proceso concentrador.

 

(*) Economista, planificador regional y urbano, consultor, dirigió empresas, autor de Un país para todos, Crisis global: ajuste o transformación, Democracias capturadas y otros libros, Co-Editor de Opinión Sur www.opinionsur.org.ar


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