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¿Podemos ser optimistas con la educación?

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Por Esteban Valenti (*)

La pregunta me surgió prepotente al final de la presentación del Libro Abierto de la fundación EDUY21, el pasado 16 de mayo en el salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo, desbordado de público.

El mensaje de varios oradores fue de optimismo sobre la posibilidad de encarar cambios estructurales e integrales en la educación desde los 4 años hasta los 18 años de edad. El punto crítico de la educación uruguaya en este momento.

Hice una primera lectura del Libro y tengo muy presente la presentación realizada por los responsables de EDUY21 y las intervenciones de diversos oradores políticos y sociales en ese acto.

Comencemos por lo más directo. Fue un acto de profundo sentido republicano y uruguayo - aún con la seria carencia de que no intervino una sola mujer - el clima que se respiraba era de un amplio conjunto de ciudadanos que nos sentíamos preocupados y atentos ante la situación de la educación en nuestro país. Fue una confirmación del rol central de la educación para cualquier Proyecto Nacional y, en mi caso me reafirmó en mí visión que a nivel de las políticas sociales, de la batalla cultural por las ideas y las formas de relación social progresista, la educación sigue siendo una de las claves fundamentales. Como lo dijimos desde siempre en la izquierda.

No fue un acto sectario o sectorial en ningún sentido. Se notaron las diferencias de enfoques, en algunos casos muy claras y evidentes, pero por sobre todo se instaló el sentimiento, el mensaje de que la educación reclama un gran acuerdo nacional, audaz, abierto, donde cada uno esté dispuesto a aportar y a renunciar a posiciones cerradas. El Libro está lleno de esas señales, desde su propio nombre.

Hubo intervenciones muy interesantes y bien elaboradas, otras que hicieron grandes equilibrios y otras con las que discrepo radicalmente. No voy hacer un detalle, sería absurdo. Si puedo opinar que en estos tiempos no son frecuentes ese tipo de encuentros con gente de tan diversos orígenes, con un material elaborado por gente muy capaz, con propuestas serias y fundadas y sobre un tema polémico si los hay. Me pareció por un instante volver al mejor Uruguay de las ideas.

No tengo la menor pretensión de intentar un comentario a fondo sobre el Libro, por dos razones, necesito estudiarlo y estudiar el tema mucho más y, se reconocer mis limitaciones en la materia. A lo sumo puedo dar algunas impresiones básicas.

El Libro es un cambio, luego de un largo periodo de diagnósticos, de fuertes críticas a la actual situación y al gobierno y se concentra con generosidad en proponer caminos, abordajes y cambios concretos y conceptuales importantes, estructurales. No es una suma de ajustes.

De todas maneras es necesario aclarar que hay partes enteras del Libro que son para toda la sociedad y no solo para los educadores, que nos hablan de grandes objetivos de felicidad consiente y sostenida en capacidades intelectuales, culturales que cambiarían profundamente la actual sociedad uruguaya. Nos habla y nos plantea interrogantes sobre los caminos para afrontar problemas que van mucho más allá de la educación, como los valores ciudadanos, como la calidad de nuestra democracia, como las aptitudes para enfrentar un mundo en cambio profundo, rápido y muchas veces traumático. Nos habla de no ser dependientes y usuarios acríticos de las tecnologías y de una ética de los cambios que vendrán. Vale la pena leerlo, es una bocanada de optimismo y de trabajo en equipo.

Tiene otro aspecto notorio, que se expresó en las principales intervenciones en esa noche, es el esfuerzo por mirar hacia adelante incluso valorando e incorporando lo que se ha hecho y no concentrarse en las críticas sobre la situación actual. Un esfuerzo plural. Me parece un esfuerzo inteligente y audaz. No hay nada más uruguayo, más republicano y en mi caso más progresista que buscar esos acuerdos sobre la educación.

Por ello son extremadamente preocupantes las reacciones relámpagos de Ivonne Passada y  Daniel Caggiani, que tampoco  considero lumbreras de la educación nacional, ni nada que se parezca, cuando desmereciendo el aporte de EDUY21 afirman que muchas de las cosas expuestas en el Libro ya se están realizando o no tienen mayor relevancia. Estas reacciones y otras, son una base más para de mi reflexión política, que es en el terreno donde yo puedo aportar.

Voy a ser tajante: no coincido en absoluto con el optimismo generalizado que existía en esa actividad, sin un cambio profundo en la situación político y social del país, no habrá ninguna reforma de la educación, ni la que propone EDUY21 en su Libro y con los diversos aportes posteriores, ni ninguna otra. Las fuerzas políticas y sociales coaligadas que no estuvieron en el acto y que ocupan posiciones fundamentales en el gobierno, en el parlamento y en los gremios, en especial de la educación, no quieren cambiar absolutamente nada. Ni que hablar las autoridades actuales de la educación.

No es ningún pecado decirlo, pero hay que decirlo, porque no hay nada peor que generar ilusiones con temas tan delicados y complejos y no ver dónde están los obstáculos.

La gran mayoría de la opinión pública, sin ninguna duda quiere que haya cambios en la educación, no necesariamente sabe cuáles deben ser, posiblemente no leen las estadísticas, los datos de la deserción y las dificultades en el aprendizaje básico, no sepan que en Casavalle la deserción es del 97%, simplemente las viven, los datos son sobre ellos, sus hijos, sus  nietos y su realidad. Pero la correlación de fuerzas políticas actuales no expresa en absoluto la posibilidad de esos cambios, sino exactamente todo lo contrario, son el statu quo más absoluto, y el aumento de los recursos para pagar y justificar esa paralización.

Esa paralización, que no corresponde en absoluto con las tradiciones reformistas de la izquierda y de la sociedad uruguaya en materia educativa y pedagógica, se disfraza con argumentos ideológicos, pero en realidad la base de todo es el ejercicio del poder, sin medir capacidades, preparaciones académicas, nada. Solo el poder, la más paralizante de las ideologías, así sea ejercida por fuerzas proclamadas de izquierda. Ser conservador en la educación, en todos los tiempos pero en particular hoy, y en el Uruguay es una contradicción insalvable.

La patada en el trasero que le dieron a Juan Pedro Mir e indirectamente a Fernando Filgueira luego de exprimirlo durante toda la campaña electoral del 2014, es perfectamente explicable, no había, no hay, ni habrá ninguna voluntad de cambiar ni el ADN ni realizar ninguna reforma estructural y profunda de la educación de acuerdo a los nuevos tiempos y a los viejos problemas.

Y como estamos atrapados en una estructura política donde las minorías o los bloques de mayorías sectoriales circunstanciales se imponen a como dé lugar, ninguno de esos sectores, que ni siquiera pisaron el acto de EDUY21, que tienen una mirada tan profunda y seria como para odiar la existencia de ese espacio y que lo consideran un agravio al gobierno, al CODICEN y a toda la pirámide educativa actual, los cambios tienen una enorme barrera por delante.

Si hay algo de derecha, conservador, anti popular es que la educación uruguaya, en especial la pública pierda otros muchos años navegando en estas aguas actuales, con algunas mejoras en los sueldos, con más locales, con muchas pequeñas iniciativas dispersas, pero sin ninguna reforma que merezca el nombre de tal. Y eso es lo que se proponen los conservadores.

No van a leer siquiera el Libro Abierto, no harán más comentarios y aportes y se refugiarán en la maravillosa obra que están desarrollando y que tiene poco reconocimiento popular y en los especialistas, simplemente por incomprensión e injusticia y que ha llevado al Uruguay a ocupar posiciones de media tabla para abajo o peor aún en el concierto de América Latina en la mayoría de los indicadores educativos y en algo mucho más importante en el nivel de la educación uruguaya actual.

Es duro decirlo, pero así como no nos sobra tiempo para cambiar la educación, nos sobran obstáculos y es suicida confundir el clima que existía la otra noche en el acto de EDUY21 con el actual panorama nacional.

Al Libro le falta un capítulo, vital, básico para responder una pregunta central ¿Con  quienes podremos encarar una reforma educativa en el Uruguay de hoy y de los próximos años?

No nos confundamos, estuvieron presentes todos los partidos con representación parlamentaria, y hubo sindicalistas y representantes empresariales, pero las ausencias fueron abrumadoras. Y los que no estaban presentes, los sectores políticos y sociales que desertaron no lo hicieron por problemas de agenda. Ténganlo por seguro.

¿Hace falta hacer la lista de los que faltaron sin aviso a ese acto?

Si a partir del 2020 gobiernan esas mismas fuerzas, en el mismo marco social actual, con las mismas relaciones con los sindicatos de la enseñanza, la reforma propuesta o cualquier otra será un enorme fiambre. Muchos lo piensan, pero no se animan a decirlo. Una vez más.

No se trata de definir cada capítulo de los densos y llenos de ideas que tiene el Libro, sino de asumir que nada que toque algún aspecto profundo, incluyendo la elección de las horas docentes en secundaria y el trabajo trashumante de los profesores, será barrido. Imaginen crear dos ciclos de 3 a 14 años y de 15 a 18 años y una revolución en el ciclo entre 15 y 18 años...A la hoguera.

Si se lee el Libro con un mínimo de cuidado, se percibe que está lleno de negociaciones, de acuerdos trabajosos, de visiones diferentes que lograron lo fundamental, definir a los estudiantes como la prioridad y los cambios estructurales e institucionales puestos al servicio de la calidad de la educación y de su impacto positivo en los pibes. Lograron postergar las diferencias, no hicieron propaganda del acuerdo y de las políticas de Estado, las practicaron. Nos demostraron que se puede.

No habrá que esperar dos años para comprobar mis previsiones, a fin del 2018 es el congreso del FA integrado por más de un millar de delegados de bases, cada día más vacías y sin representación y 85 delegados de los partidos. Otra que el Plenario Nacional sobre el TLC con Chile, ese es el foro romano en la época de esplendor comparado con el futuro congreso.

¿Había frenteamplistas en el acto de EDUY21? Si claro, pero de los de antes, de los del consenso y sobre todo de la negociación y la búsqueda de grandes políticas de cambios, no los del poder como ideología.

Lo lamento, podría haberme dedicado a resaltar todas las buenas cosas de ese enorme trabajo voluntario y lleno de pasión por la educación del pueblo, pero la realidad es más cruel cuando no se la considera.

Todo lo anterior no le quita un  ápice de importancia a la labor de EDU21 y su Libro Abierto, lo demás sería la resignación. Siempre vale la pena recordar la frase de Antoine de Saint-Exupéry "Si quieres construir un barco, no empieces por buscar madera, cortar tablas o distribuir el trabajo, Sino que primero has de evocar en los hombres el anhelo de mar libre y ancho"

Al Libro Abierto nadie le quita su fuerte evocación del mar libre y abierto y democrático de la educación y de una sociedad de progreso.

(*) Periodista, escritor, director de UYPRESS y BITACORA. Uruguay.


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