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El desarrollo, ¿freno o efecto de la emigración?

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Por Begoña Santos Olmeda (*)

El crecimiento económico en los países más empobrecidos no frenará los desplazamientos hacia Europa. Pero, ¿podría la emigración impulsar las regiones de origen?

En los últimos tiempos ha resurgido con fuerza la idea de que un aumento del desarrollo en los países más empobrecidos supondría un freno de las migraciones hacia Europa. Sin embargo, 50 años de evidencia científica muestran que a mayor desarrollo, más emigración. Y esto ocurre porque un crecimiento económico proporciona mayores oportunidades de formación a la población, favorece el acceso a los medios materiales necesarios (transporte, obtención de documentos, aprendizaje del idioma...) y potencia la ampliación de los círculos personales y la generación de nuevas expectativas. Todos estos factores facilitan la emigración. Solo tras alcanzar un grado de desarrollo que repercute en un nivel de vida aceptable, los costes de la emigración pasan a ser considerados demasiado altos y comienza a descender.

El desarrollo económico no tiene un efecto disuasorio en la emigración hasta que los países alcanzan un PIB per cápita de entre 7.000 y 10.000 dólares. El de África Subsahariana, por ejemplo, está muy por debajo de esta cifra (1.467 dólares per cápita en 2016) y no se prevé una reducción drástica de este diferencial en las próximas décadas.

La relación entre desarrollo y emigración no es evidente, así que hay que plantear la cuestión de otra manera. Ya que un aumento del desarrollo no reduce la emigración: ¿podría la emigración fomentar el desarrollo en las regiones de origen? Esto, claro está, además de la contribución que las personas migrantes realizan en las sociedades de destino. Y aquí, la respuesta es compleja, ya que los efectos de la emigración pueden ser tanto positivos como negativos.

El aspecto más visible de esta contribución es, sin duda, las remesas económicas, es decir, el dinero que envían las personas migrantes a sus países de origen. Las cifras globales de envío de remesas superan con creces la Ayuda Oficial al Desarrollo. Las remesas son utilizadas principalmente para atender las necesidades básicas como comida, vestimenta o alojamiento y una vez cubiertas, para pagar la educación, la sanidad o una vivienda en propiedad. Un porcentaje menor se destina al ahorro y a la inversión productiva.

En general, los países beneficiarios de las remesas son países de rentas intermedias y no los más empobrecidos, aunque las remesas sí parecen llegar a las personas más necesitadas. Según un estudio realizado en 71 países de rentas medias y bajas, un 10% en el incremento de migrantes internacionales en la población de un país puede reducir la proporción de personas que viven en la pobreza en un 2,1%.

En el lado negativo, existen regiones enteras dependientes de las remesas. Algunas personas abandonan las tareas productivas ya que las remesas compensan el dinero que dejan de ingresar. Pasan así a depender de las circunstancias laborales de quienes han emigrado, en un mundo en el que la precariedad laboral está cada vez más presente. Un caso especialmente preocupante es el abandono de cultivos y de zonas de producción agrícola.

El Fondo Monetario Internacional en su informe Perspectivas económicas- Las Américas: historia de dos ajustes, alerta de que un cambio sustancial en el ciclo económico de Estados Unidos, país en el que se encuentran la mayoría de los emigrantes de América Latina y el Caribe o un cambio en la orientación de sus políticas de inmigración o de envío de remesas "puede tener repercusiones de gran alcance para la región", especialmente en los países más pequeños de América Central donde "la pobreza y la desigualdad podrían aumentar".

Asimismo, las remesas económicas pueden aumentar las desigualdades entre quienes las reciben y quienes no y desencadenar nuevas migraciones para alcanzar los niveles de vida de las personas que ya han migrado.

En el pueblo senegalés de SareBakary, en la región de Kolda, todos los hombres jóvenes se han ido excepto Goundo Wandianga que espera el momento propicio para partir mientras sufre la incomprensión de la comunidad. En SareBakary no queda mucho que hacer y desde hace tiempo, la agricultura ya no tiene sentido: los precios de venta de las cosechas son muy bajos y la escasez de lluvias por efecto del cambio climático dificulta el cultivo. En el pueblo están orgullosos de las remesas que sus hijos les envían con regularidad. Además, la emigración ha cambiado las relaciones de poder: antes eran los hombres ancianos los que tomaban las decisiones pero ahora son muchas veces los emigrantes quienes deciden, desde miles de kilómetros de distancia, a través de sus móviles. "Si ellos ponen el dinero, tienen derecho a decidir", afirma un anciano.

Los cambios en las jerarquías no son la única consecuencia de las migraciones. Así, la socióloga PeggyLevitt define las remesas sociales como ideas, prácticas, identidades y capital social que circulan entre las comunidades de origen y de destino de la migración y son potencialmente generadoras de cambio social.

En este sentido, muchos estudios sugieren que las remesas sociales pueden favorecer relaciones más igualitarias o beneficiosas para las mujeres: por ejemplo, el rol de las mujeres migrantes se fortalecería por una nueva posición derivada de su protagonismo económico. En cuanto a las mujeres que no han migrado, el contacto con quienes sí lo han hecho puede suponer un mejor acceso a información relevante para sus vidas. Así, en esta investigación, se dedujo que el conocimiento sobre contracepción en zonas rurales de Guatemala aumentó debido a la emigración a los Estados Unidos.

Sin embargo, no todas las remesas sociales son percibidas como positivas. Algunas comunidades temen que quienes han emigrado importen valores que "debiliten a la familia o ensalcen el consumismo" o por el retorno de personas expulsadas por haber cometido delitos en el extranjero.

Así pues, un aumento del desarrollo en los países más empobrecidos no frenará la emigración hacia Europa. Al menos, en las próximas décadas. Y debido a que los efectos de la emigración en el desarrollo de los países de origen son ambivalentes, es necesario impulsar estrategias de gestión de las migraciones que refuercen los aspectos positivos. Estas estrategias deberán estar centradas en las personas migrantes y basadas en un enfoque colaborativo entre los países implicados.

Los países de origen, tránsito y destino comparten muchos retos, pero también grandes oportunidades. Como afirma en su reciente informe el Secretario General de Naciones Unidas, AntónioGuterres, una "migración bien gestionada" puede ayudar a "revertir la desigualdad" en los países, impulsando su desarrollo y a reducir las desigualdades entre los mismos, a través de las remesas y la promoción de nuevas habilidades e ideas.

(*) Begoña Santos Olmeda (@begos_olmeda) es experta en migraciones. Ha trabajado en el ámbito de la inmigración y la cooperación al desarrollo en diversas ONG, donde ha desempeñado puestos directivos, y en la administración pública.


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