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Porque avanza la derecha en América Latina

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Por Esteban Valenti (*)

Las recientes elecciones en Colombia son una confirmación plena de que la derecha está en una fase de ascenso en todo el continente.

A nivel de las elecciones para elegir a los candidatos presidenciales que participaran en los comicios dentro de 10 semanas, los resultados son muy claros: la Gran Consulta por Colombia (de la derecha), en la que participaron Iván Duque, Marta Lucía Ramírez y Alejandro Ordóñez, con la orientación suprema del expresidente Álvaro Uribe, obtuvo 6'117,705 de votos.

La consulta de la Inclusión Social para la Paz (de la izquierda), con el liderazgo de Gustavo Petro, consiguió 3'520,583 de votos. Una clara victoria de la derecha.

A nivel parlamentario es todavía más evidente, aunque ningún partido por si solo tiene mayoría propia. El nuevo Congreso de la República estará conformado por 108 senadores, 102 electos por voto popular, 100 por circunscripción nacional y 2 por circunscripción especial indígena. Adicionalmente a esto están las 5 curules del partido FARC, derivadas del acuerdo de paz con el Gobierno Nacional, y por último debe sumarse el banca que estará disponible para el candidato presidencial que quede segundo y no resulte elegido en el balotaje, de acuerdo a la Constitución Nacional. En esta oportunidad votaron 2 millones de electores más que en la anterior elección realizada en el 2014.

Las fuerzas opositoras al acuerdo de paz con las FARC obtuvieron una clara victoria.

Ese mismo domingo en Santiago asumía en su segundo mandato Sebastián Piñera también con una clara orientación de derecha y triunfador sobre las fuerzas de centro izquierda de la ex presidenta Michele Bachelet. No se puede afirmar que los tres presidentes claramente de orientación conservadora y con políticas de derecha, como Michel Temer, Mauricio Macri y Pedro Pablo Kuczynski estén obteniendo resultados exaltantes en su gestión de gobierno y sin embargo el mapa derechista crece en toda la región.

Falta definirse a corto plazo las elecciones en Costa Rica, en Paraguay, en Bolivia. Y Brasil.  En Ecuador la situación es mucho más compleja, con una fractura expuesta entre los herederos del anterior gobierno y con un plebiscito perdido de manera abrumadora por el ex presidente Rafael Correa, que le impide de por vida ser candidato a la presidencia.

No incluyo a Venezuela, porque su convocatoria electoral está plagada de irregularidades, prohibiciones y maniobras. Si puedo afirmar con un mínimo de propiedad que una importante mayoría de la población está en contra de la dramática situación económica, política y social de directa responsabilidad del gobierno dictatorial de Nicolás Maduro.

México es un caso aparte con la posibilidad del triunfo de Manuel López Obrador. Habrá que esperar.

No pretendo hacer un inventario, sino de tratar de analizar las causas de este proceso que invierte claramente una tendencia que se produjo a fines de los años 90 y principios de este siglo de triunfos y avances de las fuerzas progresistas y de izquierda.

No en todos lados las causas son idénticas, ni podemos hablar de una ofensiva imperial. Sería demasiado simplista y sobre todo falso. A Washington siempre les interesará tener gobiernos amigos y cercanos, pero las causas del cambio de rumbo hay que buscarlas en otra dirección.

Primero,  es parte de una tendencia mundial y sobre todo occidental (Europa, EE.UU. y América Latina, pero que también tiene sus manifestaciones en Asia, por ejemplo en Filipinas o en Turquia). Las fuerzas xenófobas, reaccionarias han sabido responder crudamente pero mejor a los cambios que se están operando en el mundo. Su mensaje sobre los emigrantes, sobre la seguridad y también ante los peligros de los cambios económicos globales, en general es más penetrante que los que emite la izquierda.

La izquierda ha dejado de ser la alternativa, la única opción ante el sistema y movimientos de derecha, de extrema derecha o raras mezclas de populismo y nacionalismo están ocupando esa posición alternativa.

En segundo lugar la aparición de la corrupción, en particular en América Latina. Los gobiernos tradicionales, las fuerzas conservadoras, las dictaduras militares tuvieron altas dosis de corrupción, por ello mismo la honestidad, la moral republicana siempre tuvo un espacio importante en los programas, en los mensajes políticos e ideológicos de la izquierda. Desde que ocupamos  el poder no sucedió lo mismo, al contrario, aparecieron brotes importantes y en algunos casos graves y reiterados de corrupción. La madre de todas las corrupciones es Venezuela, que la transformó en su principal combustible "revolucionario" y de injerencia en diversos países. Con plata, mucha plata y el mensaje de que se podía y se debía utilizar el dinero sin control ni transparencia alguna para la lucha política. Esta doctrina de la "plata fácil" fue una calamidad, por su impacto material y por su impacto moral e ideológico. Y lo estamos pagando y todavía no logramos finalizar ese ciclo, falta mucha autocrítica y análisis profundo de las causas

En tercer lugar la primera generación de cambios que aplicó la izquierda en muchos países se agotó, incluso el estado del bienestar típico de Europa, aunque Uruguay lo construyó de la mano de Batllismo en los años 20 del siglo XX, entró en una profunda crisis y no hemos desarrollado una elaboración teórica, ideológica y política sobre un nuevo nivel de transformaciones económicas, sociales, culturales y naturalmente políticas que nos permitan avanzar hacia formas más justas de producción, de distribución, de control y participación social. Lo que está claro es que con la tan manida "agenda de derechos" como sustituta o parche a la falta de ideas de los cambios estructurales, se puede alimentar movimientos sociales, pero no los cambios políticos. No se ganan elecciones ni se gobierna.

La derecha aprendió muchas lecciones de sus derrotas la pregunta es ¿las izquierdas en América Latina y en Europa estamos aprendiendo las nuestras de las pasadas victorias y gobiernos y de los reveses actuales?No me refiero a la derecha tradicional, sino a la ideología a las posiciones genéricas de la derecha y las fuerzas conservadoras.

¿Las izquierdas estamos produciendo una reflexión y un análisis sobre los nuevos fenómenos que están cambiando el mundo bajo nuestras narices, como la explosión de las nuevas tecnologías y su impacto en nuestras libertades e identidades, en nuestros empleos, en el conjunto de la vida social y cultural?

Patalear contra la creciente concentración de la riqueza, contra las lacras del sistema capitalista o hacernos los desentendidos sobre procesos tan complejos como China, VietNam y en otro plano Cuba y sus vaivenes y problemas de desarrollo, o levantando una banderita de la utopía, para ocultar la falta de alternativas a la realidad, no es una buena perspectiva.

Como tampoco lo es, solo dedicarnos a denunciar las guerras feroces que sacuden el mundo. Antes teníamos o buscábamos explicaciones, razones profundas de esas guerras. Ahora todo se mezcla y se entrevera y las izquierdas nunca ha crecido en la nebulosa y en la confusión.

"El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos " escribía Antonio Gramsci y la sensación creciente es el surgimiento de realidades políticas monstruosas, como en los EE.UU o en Italia, Austria, Polonia, Hungría, Filipinas o Colombia.

¿Estamos trabajando en serio, apelando a la inteligencia necesaria, que no está toda en la política, para promover, para discutir, para imaginar "lo nuevo"? ¿Incluso en Uruguay, la izquierda tiene hoy la capacidad de afrontar algo más que la administración de las crisis y surfear lassituaciónes?

Si esperamos seguir avanzando gritando a los cuatro vientos que se viene el lobo de la derecha, sin analizar nuestras responsabilidades y exigencias, no tengan dudas que por más optimismo que pongamos los aullidos van a sonar fuerte también por estas tierras.

 (*) Periodista, escritor, director de UYPRESS y BITACORA. Uruguay


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