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Los nuevos colores de Italia

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Por Mario Calabresi (*)

Del rojo de la izquierda al azul con matrícula Salvini y el amarillo de 5 Estrellas. Las elecciones tendrán profundas consecuencias.

Hubo un tiempo en el que había regiones rojas y regiones azules. Las primeras resistían desde la posguerra, y durante 70 años estuvieron gobernadas primero por el Partido Comunista, y luego por los sucesores de este. Las segundas han sido monopolio de Silvio Berlusconi, que congregó al pueblo disperso del pentapartito de la primera república. Actualmente ya no queda nada de todo eso. Perviven unas pocas islas rojas, el azul cubre el norte por completo y penetra hasta Roma, si bien ahora habla el lenguaje extremista de la Liga de MatteoSalvini, y el resto es amarillo.

La otra mitad de Italia a lo largo de la costa del Adriático que se extiende desde Pésaro hasta el extremo de Santa María de Leuca, todo el Mezzogiorno y las islas, ha mandado una señal inequívoca, sin fisuras ni discrepancias. Para esta zona del país, el único cambio posible son las 5 Estrellas de Luigi di Maio. Esta vez lo habíamos previsto, pero no con estas dimensiones ni con esta fuerza. Se trata de una ruptura que tiene a Europa con el alma en vilo.

El panorama político italiano sale trastornado de estas elecciones, y las consecuencias prometen hacer historia. No solo se ha roto el bipartidismo, sino que está en cuestión la propia posibilidad de que siga existiendo una idea de la izquierda representada por una fuerza política. Si nos fijamos en el inmenso mapa amarillo y lo superponemos al del paro en Italia, veremos que coinciden.

Si la izquierda de los derechos no entiende que lo primero es tener un trabajo y una perspectiva de vida, está destinada a extinguirse. El movimiento fundado por Beppe Grillo ha sido hábil a la hora de interceptar e interpretar toda clase de protesta y malestar y de mantenerse unido con el fin de presentarse como única alternativa. Ese amarillo es el grito de los que se sienten excluidos del futuro y han perdido toda confianza en la política tradicional. Las objeciones a la capacidad del Movimiento 5 Estrellas de cumplir su promesa y la denuncia de su incompetencia permanecen intactas, pero ahora el problema es de ellos.

El norte ha abandonado la caricatura de Silvio Berlusconi para entregarse al que ha sabido interpretar el sentimiento de soledad y de miedo. La seguridad y la inmigración han decidido este voto. Basta recordar que, en la Macerata que ha inundado las noticias por el homicidio de Pamela y el ataque racista, en las elecciones legislativas de 2013 la Liga obtuvo un 0,6% de los votos, y ahora tiene un 21%.

Han vencido las palabras de orden que todo lo simplifican y dividen el mundo en amigos y enemigos. Han perdido aquellos que, como nosotros, siguen convencidos de que los derechos y los deberes no atañen solamente a quienes han nacido en Italia de padres italianos, y que la seguridad y la integración pueden convivir. El resultado del domingo por la noche trasciende el Brexit y el triunfo electoral de Donald Trump. Nos esperan tiempos complicados, un vuelco de las convicciones y las prácticas que tendrá consecuencias profundas.

No hay atajos. El vencedor, y en este caso son dos, tiene que encontrar los votos para gobernar y el programa para convencer. La izquierda debe empezar de nuevo a partir de posiciones en las cuales todavía sea capaz de marcar la diferencia con el fin de entender cuál puede ser su futuro. El electorado se ha encargado de jubilar las escisiones y el odio antiguo y ciego, y de poner definitivamente punto final al siglo XX.

(*) Periodista director de 'La Repubblica'. Italia


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