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La revoluciĆ³n del tiempo

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Por Esteban Valenti (*)

La revolución, además de la definición histórica de los grandes cambios políticos abruptos y profundos y que todos conocemos, refiere también a aquellos acontecimientos o procesos que han hecho virar, girar la vida de las sociedades en determinados momentos y sobre temas importantes y para mejorar las sociedades. Al menos ese debería ser el objetivo.

En Uruguay se han vivido diversas revoluciones. Podríamos comenzar por una que fue fundamentalmente cultural y política, la artiguista con sus ideas absolutamente de avanzada para su época e inspiradas en los fundamental en la revolución y en la independencia de los Estados Unidos y de Francia. Sigue influyendo de manera polémica en nuestra propia identidad.

La revolución vareliana en materia educativa, en pocos años transformó profundamente a la sociedad uruguaya en relación a su proceso anterior y al resto de nuestro continente y sigue siendo un punto de referencia, no solo desde el punto de vista concreto, sino ideal, de empuje reformador y renovador de la educación pública como principal factor de democracia y de libertad.

El período batllista, sus leyes sociales de avanzada, sus nacionalizaciones, su proyecto político democratizador y el fin de las guerras civiles, fue sin duda revolucionario, impactó en amplios sectores sociales y durante muchos años.

La revolución fue también en objetos físicos, en la arquitectura en nuestras ciudades, que tuvieron su impacto estético y urbanístico pero también en la identidad, en la imaginación y proyección de nuestros sueños y aspiraciones como sociedad.

La derrota de la dictadura y sus planes de institucionalizarse, de destruir los partidos políticos y la reconstrucción democrática, aún con sus muchas limitaciones y debilidades fue sin duda una revolución, que nos cambió la vida a los uruguayos. Que nos hayamos acostumbrado y se haya ampliado la democracia, no debe desmerecer el enorme valor en la rotación de nuestras vidas.

Podríamos agregar que se ha producido en el Uruguay una revolución productiva, energética y tecnológica. Nos referimos en particular a la revolución en la producción agro industrial en la lechería, en la ganadería vacuna (la trazabilidad en primer lugar), arroz, vino, aceite de oliva, arroz, granos, forestación y celulosa y seguramente me olvido de algún rubro y sobre esa base que expresa el esfuerzo de los productores y trabajadores en primer lugar, pero también el marco específico y general que los gobiernos lograron generarpara esta revolución.

A nivel energético, me refiero a la generación de electricidad y su distribución, el impacto directo en la sociedad no es tan evidente porque los costos siguen siendo muy elevados, por dos motivos, por la mala gestión en particular en ANCAP y su enorme déficit y por las discutibles condiciones contractuales de la compra a privados de la energía eólica. Sin duda el cambio de la matriz energética se ha producido y tiene un enorme valor, eso no nos impide ver el conjunto del panorama.

La en las tecnologías de la información que comenzó con la digitalización de toda la red telefónica fija hace más de dos décadas y continuó con el salto de calidad y velocidad en el acceso a Internet y con el Plan Ceibal y sus desarrollos posteriores. También debe incluirse el fuerte crecimiento en las empresas tecnológicas, del software en nuestro país. Vaya si todo esto cambió la vida de la gente.

Ahora tenemos que preguntarnos qué nuevas revoluciones están pendientes y son absolutamente necesarias. Necesitamos que la extensión masiva del riego artificial sea una realidad, tiene que ver sobre todo con el costo de la energía. Está pendiente la revolución educativa, la más profunda política social y cultural para el país y necesitamos una verdadera revolución de los muros, para cambiar la realidad habitacional para decenas de miles de uruguayos excluidos y segregados. Hoy no nos vamos a referir a ellas.

Creo que lo que el Uruguay actual necesita y desde hace mucho tiempo, es una revolución en el uso del tiempo. Si se comparan simplemente los tiempos de construcción y por lo tanto de los trámites correspondientes, de los permisos, de todo el proceso material a principio del siglo, en la década de los años 20 y 30 del siglo pasado con la actualidad, percibiremos que a pesar de los innegables cambios tecnológicos, todo se ha enlentecido hasta la exasperación.

En ese enlentecimiento hay un doble proceso, uno burocrático, el enorme engranaje que hemos creado en el Estado, a todos los niveles y que sobre todo consuma energías y tiempo, mucho tiempo y que no asegura por ello mejores controles pero en segundo lugar es nuestro acostumbramiento, nuestra propia lentitud mental para aceptar esos plazos interminables.

Si uno mira la madre de todas las reformas, la reforma del Estado desde sus resultados, desde la necesidad de cambios profundos con impacto en la vida de la gente, el tema central que debemos resolver es revolucionar el tiempo. La burocracia en su peor expresión además de consumir ingentes recursos de todo tipo, consume tiempo, de alimenta de tiempo. Del tiempo de los otros.

Los uruguayos nos hemos acostumbrado a una ecuación peligrosa, la demora no tiene ningún impacto ni de los controles ni en la calidad de las funciones que cumple y debe cumplir el Estado. La lentitud no es solo un problema estatal, también se extiende al resto de la sociedad, a las empresas, por ejemplo, obviamente no a todas.

Si tomamos el tema de las infraestructuras y lo comparamos con otros países, con los cuales nosotros debemos medirnos, es decir países desarrollados, los tiempos para planificar y ejecutar obras es infinitamente superior.

¿Cuánto necesitaremos para construir 300 kilómetros de vías de ferrocarril para transportar mercancía a 60 kilómetros por hora y 25 toneladas por cada eje? ¿3años? Es una vida, no corresponde son los tiempos modernos, no hay túneles, viaductos importantes y si ese fuera el ritmo en todos lados no existiría el ferrocarril, ni siquiera fue el ritmo en el viejo Uruguay.

Podríamos tomar el ejemplo de rutas u otras infraestructuras. No es solo responsabilidad del Estado, es un sistema que se devora un tiempo que no tenemos.

Los cambios en la educación necesitan tiempo para dar resultados, pues por ello mismo comencemos lo antes posible. No, tenemos una consigna que lo bloquea todo, porque corresponde a una mentalidad. 6%. Pasamos de 500 millones de dólares anuales a más de 2.500 millones de dólares del presupuesto de la educación pública y no hay ninguna proporción en los resultados obtenidos. Y el tiempo sigue pasando.

Un ejemplo positivo fue el Plan Ceibal. Sus tiempos no correspondieron ni corresponden a los tiempos normales en Uruguay, y los resultados se ven a ojos vista.

Ha crecido de manera exponencial el gobierno electrónico y el uso de las nuevas tecnologías, pero no siempre eso impacta de manera directa sobre los tiempos de muchos trá-mites y de la relación general del ciudadano con el Estado en los diferentes servicios y sobre todo no implicó una reducción importante en el número de funcionarios, para poder dedicar esos recursos a otras tareas e inversiones de gran importancia.

Mucho antes del gobierno electrónico, sacar la cédula en el Uruguay era y sigue siendo el más rápido y fácil de los trámites y un ejemplo de que las cosas pueden hacerse devolviéndole tiempo al usuario.

La revolución del tiempo, es el sinónimo de los cambios generales en la estructura, en la mentalidad, en la calidad de los servicios, del gasto público, de los sistemas de control y más en general de una nueva cultura nacional del uso del tiempo, comenzando por arriba, por donde se debe comenzar, aunque sabiendo que sin involucrar a toda la sociedad esas revoluciones nunca alcanzan los niveles necesarios.

Uruguay debe incluir en su nueva etapa del Proyecto Nacional, una profunda revolución en el uso y aprovechamiento del tiempo, un material escurridizo y muy valioso. Revolucionar el tiempo es además profundamente democrático, porque los que menos tienen, tampoco tienen tiempo que perder.

  (*) Periodista, escritor, director de UYPRESS y BITACORA. Uruguay.


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