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Brasil: El futuro de la opción popular

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Por André Singer (*)

Como en las series televisivas de moda, cada episodio semanal de la tragedia brasileña debe eclipsar al anterior. Un día vemos una montaña de billetes en las oficinas de Geddel Vieira Lima, amigo y colaborador del presidente Michel Temer.

En paralelo la policía detiene al poderoso empresario Wesley Batista, que va hacer compañía a su hermano Josley, encarcelado unos días antes; principales figuras del baile en el charco en que se ha convertido la vida política, económica y el debate público en Brasil. Antonio Palocci, ex ministro de Hacienda y uno de los dirigentes más relevante del PT en su primer gobierno - que cumple una condena de 12 años de prisión por corrupción - declaró ante el juez Sergio Moro, uno de los principales actores de esta serie, para denunciar que su ex amigo y compañero Luiz Inácio Lula da Silva hizo un "pacto de sangre" con Emilio Odebrecht. Admite qué el mismo era el portador de las "propinas" que entregaba el grupo empresario al ex presidente. En las crónicas periodísticas se menciona el pasado trotskista de Palocci, pero olvidan que después de su trayectoria en el trotskismo fue Prefeito en su ciudad natal, Ribeirão Preto, donde ya había olvidado casi por completo sus viejas ideas y tomado el rumbo que lo llevó al Ministerio de Hacienda, ubicándose siempre a la derecha en su desempeño como dirigente del Partido de los Trabajadores. Al ser convocado por Moro, Lula afirmó: "conozco muy bien a Palocci. Él es tan experto que es capaz de simular una mentira más verdadera que la verdad. Palocci es médico, calculador y frío". Este capítulo semanal, que desmenuza André Singer con destreza en el siguiente artículo, finaliza con una nueva denuncia del Procurador General de la República, Rodrigo Janot, en la que sostiene que, desde mayo de 2016, Temer es líder de una asociación criminal.  Entre otros cargos asegura que Temer y sus cómplices habrían recibido coimas por 587 millones de reales. En el expediente figuran la mayoría de sus colaboradores actuales y recientes (algunos ya en las galeras). En la lista están asimismo los empresarios delatores y varios encarcelados como los dueños de JBS y los socios de Odebrecht. SP

El segundo enfrentamiento entre Lula y Moro, el pasado miércoles 13, dejó un saldo ruinoso para el lulismo. Apoyado en las declaraciones de Antonio Palocci, que hizo un pacto de sangre con el Lava jato, el juez consiguió colocar al ex presidente en una situación tan desfavorable que había muy pocas chances de equilibrio.

Independientemente de los meandros jurídicos, en lo que volvieron a contraponerse delaciones acusatorias contundentes a falta de pruebas materiales de ilícitos -, el líder popular (Lula) y el ícono del Partido de la Justicia (PJ) sabían que estaban en un palco, hablando para millones de espectadores que nada entienden de leyes o jurisprudencia. Moro tuvo la sabiduría de no parecer arrogante, a pesar de la nítida ventaja obtenida con Palocci en su equipo, mientras que Lula exageró su agresividad, lo que denota actuación y desagrada al público no militante.

Sin embargo, los pequeños efectos imaginarios del episodio serán en breve olvidados. El verdadero servicio prestado por el ex ministro al PJ - hoy empeñado en combatir al PT y al PMBD, beneficiando así al PSDB - fue el de legitimar la condena de Lula en una segunda instancia, impidiendo ser candidato el año que viene.  Palocci trocó la fama de traidor, que nadie respeta, por la chance de libertad futura.

De ahí que el mejor momento del petista en el interrogatorio fue al decir que tiene pena, y no rabia, de haberse desperdiciado el brillante cuadro que un día fue Palocci. Incluso los que desacuerdan con las opciones programáticas que él adoptó, como es mi caso, reconocen el talento del médico convertido en jefe de la Hacienda.

Al observar las cualidades del ex trotskista de Ribeirão Preto, Lula se recolocó en el plano de la construcción nacional, terreno que Moro no conoce. El ex presidente sabe que un país precisa de buenos políticos, tanto conservadores como progresistas, y que Palocci fue un raro ejemplo del primer tipo - siendo verdad, no obstante, que graves acusaciones de corrupción ya hubiesen empalidecido su voz pública, antiguamente escuchada.

La probable ausencia de Lula en la urna electrónica en 2018 obligará a desalinear al electorado, regresando el pleito al comienzo de un nuevo ciclo. En él tendrá que operarse la reconstrucción de las opciones populares. El modo en que Lula modelará su propia herencia va a influir en el proceso, recordando que, incluso condenado, contará todavía con bastante tiempo de vida política activa. Y Palocci no formará parte de ella.

Dicen la mayor parte de los analistas que la segunda denuncia contra Temer, presentada el jueves 14 por Rodrigo Janiot, tendrá que ser bloqueada en la Cámara, como la primera. Prefiero esperar. Sea como fuere, habrá tiempo para comentarla más adelante.

(*) André Singer, politólogo brasileño, profesor de la USP, fue portavoz del primer gobierno de Lula.

Fuente: Folha de San Pablo 16-09-2017

Traducción: Carlos Abel Suárez


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